Ni un grado más

Blog - Cuestión de Clase - Manuel Morales - Viernes, 1 de Diciembre de 2017
Indegranada

Según las previsiones más moderadas del panel internacional para el cambio climático de Naciones Unidas, en Granada, en los próximos 50 años, tendremos que afrontar un incremento de la temperatura media anual de dos grados centígrados y un descenso de un quince por ciento de las precipitaciones. Insisto. Estas son las previsiones moderadas. Las más alarmantes hablan de cuatro grados más de temperatura y veinte por ciento menos de precipitación.

No es un temor. Es la conclusión científica que nos informa de como va a ser el futuro de los granadinos y granadinas: mayores y más profundos episodios de sequía que dañarán la agricultura y dificultarán y encarecerán el abastecimiento humano, olas de calor más largas e intensas que dañarán el turismo, inviernos sin actividad económica en la estación de esquí, presencia creciente de insectos tropicales portadores de enfermedades, agravamiento de la contaminación ambiental por subida de las temperaturas, etc.

Estos son solo los efectos locales. El incremento de movimientos migratorios y epidemias, la pérdida de biodiversidad y la inestabilidad mundial debida al encarecimiento de alimentos, por mencionar solo algunas cosas, también nos afectará. Tanto o más.

El cambio climático no son imágenes sensibleras de los osos polares o unas islas paradisíacas desapareciendo en el Ártico o en el Índico, respectivamente, ni tener que pensar en reforzar el aire acondicionado. Es la mayor amenaza a medio plazo a la que se enfrenta la economía andaluza y, por tanto la mayor amenaza para nuestra calidad de vida en las próximas décadas

El cambio climático no son imágenes sensibleras de los osos polares o unas islas paradisíacas desapareciendo en el Ártico o en el Índico, respectivamente, ni tener que pensar en reforzar el aire acondicionado. Es la mayor amenaza a medio plazo a la que se enfrenta la economía andaluza y, por tanto la mayor amenaza para nuestra calidad de vida en las próximas décadas.

Por supuesto, las decisiones grandes sobre el cambio climático se toman en los foros globales en los que, por desgracia, el interés a corto plazo del capital, expresado a través de sus gobiernos títeres de la OCDE (España incluida), se impone una y otra vez, llevándonos a todos hacia el abismo. Los lobbistas del capital lo tienen facil, porque los políticos, cuyos intereses suelen más cortoplacistas aún que los de las multinacionales, saben que frenar el cambio climático es antipopular.

Frenar el uso de automóviles privados en beneficio del transporte público, quita votos; imponer normas de construcción bioclimática que encarezcan la vivienda, aunque sea un poco, quita votos; dejar de quemar carbón quita votos… Y sobre todo quita votos cualquier política que vaya en contra de los intereses del capital, porque ellos, que son los dueños de los medios de comunicación comerciales, crucificarán en sus televisiones a cualquier político que atente contra sus inversiones. Para un político del sistema, es suicida cuestionar las centrales térmicas, el comercio de petróleo, la especulación con el agua, las grandes superficies comerciales, la dieta basada en proteina animal, etc.

Al capital, el cambio climático no le importa. Ellos siempre pueden subirnos la electricidad y vendernos más congeladores, cremas contra la contaminación y medicinas para las epidemias

Curiosamente, esas conductas políticamente suicidas son las únicas que nos pueden salvar. Por eso necesitamos que sea al revés: conseguir que una opinión pública consciente haga que lo suicida para un político sea presentarse a unas elecciones, y aún más, gobernar, sin una agenda política clara de freno del cambio climático. Por eso este fin de semana, la mesa por el clima de Granada ha organizado bajo el lema “ni un grado más” una marcha de protesta en la capital. Con la intención, sobre todo, de concienciar a la ciudadanía y que la preocupación por el cambio climático ocupe el lugar prioritario que le corresponde.

El que sea en los foros globales donde se toman las decisiones grandes, no quiere decir que en el ámbito nacional, autonómico o local no se puedan tomar grandes decisiones. Son, además, decisiones que nos ayudarían a crear empleo sostenible y a sacar de la crisis a las familias que peor lo están pasando: el transporte público crea empleo, como está demostrando el metro; la producción y comercialización de alimentos ecológicos de la Vega crearía empleo (mucho); la rehabilitación energética, aislamientos térmicos permitiría recuperar una gran proporción del empleo perdido en la construcción e industrias afines; el sector de las energías renovables es todo un yacimiento de economía y empleo por explotar en Andalucía, deficitaria energéticamente y que podría también ser un elemento de reindustrialización a través de la fabricación de componentes de generación; y por mencionar solo un elemento más, un verdadero plan realista y ambicioso de uso del Parque Natural, con sendas ecoturistas, recuperación de las acequias, explotación agraria, ganadera y silvícola ecológicas, crearía cientos de puestos de trabajo.

Al capital, el cambio climático no le importa. Ellos siempre pueden subirnos la electricidad y vendernos más congeladores, cremas contra la contaminación y medicinas para las epidemias. Si la radiación ultravioleta se vuelve tóxica, gafas polarizadas para todos y si el mar se traga los primeros cien metros de litoral ¡Alguien tendrá que edificar los cien siguientes! Pero para nosotras y nosotros, lo que está en juego es nuestra propia calidad de vida.

Nos vemos el 2, a las 12 en Plaza Nueva. El cambio climático, como casi todo. También es cuestión de clase

 

Imagen de Manuel Morales
Hijo de padres andaluces, crecí en Madrid y vivo en Granada desde los 19 años. Casado y padre dos hijas.
Me licencié en Física por la Universidad de Granada y realicé un master universitario en energias renovables. Trabajo como funcionario de la Agencia Estatal de Meteorología. Realicé en el Instituto para la Paz y los Conflictos, los cursos de preparación para un doctorado que nunca terminé, al interponerse la política en el camino.