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'La neolengua (I)'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 13 de Enero de 2022

Las palabras construyen realidades, nos sitúan temporalmente y nos enseñan, con sus evoluciones, el dinamismo de un lenguaje que suma términos con el avance de las sociedades, la mezcla de culturas y el desarrollo de sectores -como el tecnológico- que añaden nuevos vocablos sin interrupción. Sin embargo, los nuevos vientos de la posmodernidad parecen haber apostado por la eliminación de algunos términos y, con ellos, a aquello que definen.  Y no se trata de conseguir un lenguaje inclusivo, como nos están haciendo creer, sino de eliminar de un plumazo las realidades constatables y objetivas que durante siglos han servido a la humanidad para identificarse, reafirmarse como individuos de una misma especie y, a la vez, ajustar las diferencias dentro del propio grupo.

En los últimos años estamos asistiendo al goteo permanente de un neolenguaje que intenta eliminar a las mujeres, es decir, a las hembras adultas de la especie humana

En los últimos años estamos asistiendo al goteo permanente de un neolenguaje que intenta eliminar a las mujeres, es decir, a las hembras adultas de la especie humana. Si no fuera porque esta nueva terminología se puede encontrar ya en textos legales, folletos utilizados en colegios donde se ha sustituido la coeducación por charlas a cargo de asociaciones que vuelven al rosa y el azul o tratados médicos, el tema sería para reírse por su espantoso ridículo pero la deriva ya es peligrosa en países que se han echado en brazos del posmodernismo y ahora no saben cómo revertir esa situación. En España, han dejado ya de llamar al timbre y quienes defienden estas estrafalarias definiciones están entrando en el salón.

Resulta que ahora, las mujeres ya no somos tales sino “personas menstruantes”, “personas con útero o cérvix” o “cuerpos menstruantes” que ya no tienen vagina y vulva sino “agujero delantero”. ¿Cabe mayor despropósito? ¿Existe alguna persona menstruante que no sea una mujer? La misma neolengua que se ha inventado esta ridícula terminología para evitar el vocablo mujer, intenta también eliminar la palabra madre para lo que acuñan la expresión “persona gestante”, “persona embarazada”, “cuerpo gestante” o, simplemente, ‘adre’. ¿Quiénes, si no las mujeres, somos capaces de gestar?

Mamá suele ser la primera palabra que balbucea un bebé a los pocos meses de vida. Quienes se dedican a la lingüística apuntan que puede deberse al acto natural de mamar y la posición de la boca que para ello utilizan los lactantes. El vocablo ‘madre’ fue el primero catalogado en el idioma indoeuropeo de cuyas familias – itálica, helena, germánica, céltica, eslava, indo-irania o báltica- han evolucionado las lenguas que hablan más de la mitad de los habitantes de la tierra. Incluso, ‘mamá’ o ‘madre’ encuentran palabras con una configuración similar  en quechua o chino.

El neolenguaje que nos están intentando imponer está provocando situaciones delirantes que, para quienes trabajamos con las palabras, no nos permite salir de nuestro asombro ante el absurdo abismo colocado frente los ojos de la razón y la lógica demostrada por la biología

El neolenguaje que nos están intentando imponer está provocando situaciones delirantes que, para quienes trabajamos con las palabras, no nos permite salir de nuestro asombro ante el absurdo abismo colocado frente los ojos de la razón y la lógica demostrada por la biología. Camino ya del primer cuarto del siglo XXI resulta increíble tener que afirmar que sólo las mujeres son capaces de concebir, parir y menstruar. La escritora J.K. Rowling, creadora de los libros de Harry Potter, ha sido linchada en redes sociales por asegurar lo obvio y en Liverpool se obligó a la retirada de un cartel en una valla publicitaria que definía a la mujer como hembra humana adulta por considerarlo discurso de odio.

En una entrevista publicada recientemente con motivo de la aparición de su último libro, Isabel Allende llamaba la atención sobre el valor de las palabras y el lenguaje impuesto porque “cambia la manera de enfrentar la realidad, cambia la mentalidad”. Recordaba la escritora peruana que el golpe militar en Chile cambió la manera de expresarse en veinticuatro horas y las torturas pasaron a ser ‘apremios ilegítimos’ mientras que la palabra democracia, a secas, dio paso a una ‘democracia condicionada’. De las composiciones imposibles de sustantivos y adjetivos que se contradicen en sus propios significados, en España deberíamos ya tener la lección aprendida y no olvidar aquella ‘democracia orgánica’ que sumió a nuestro país en la oscuridad durante cuarenta años.

No es necesario redefinir realidades que cuentan ya con vocablos específicos, objetivos ajustados, sencillos y utilizados desde hace siglos para hacernos creer que el lenguaje inclusivo consiste en una combinación de palabras carente de sentido con la única intención de ocultar el término preciso. Y tampoco lo es terminar en ‘e’ todo los que nos parezca aunque queramos ser muy ‘modernes’.  

Sinceramente, prefiero quedarme con aquel estribillo del Aserejé que, a pesar de ser imposible de descifrar y completamente absurdo, nos hizo bailar y reírnos sin necesidad de ocultar que era sólo una canción divertida sin más pretensiones.

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Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.