'Mucho ruido y pocas nueces'
Se han cumplido días atrás dos años de la celebración de las elecciones autonómicas que supusieron un cambio ‘histórico’ en la Junta de Andalucía que llevó a JuanMa Moreno, a la presidencia de la Junta. El líder del Partido Popular, segunda fuerza política en votos y en diputados en estas elecciones, llegó al Palacio de San Telmo a pesar de ser uno de los ‘principales perdedores’ de dichos comicios (su partido obtuvo el peor resultado de su historia), gracias al acuerdo que propició la formación de un gobierno de coalición entre los ‘populares’ y la formación ‘naranja’ de Ciudadanos, con el necesario apoyo a la investidura de la ultraderecha, vamos lo que comúnmente se conoce como #trifachito.
Con la nueva conformación política, Vox consiguió su homologación o ‘blanqueamiento’ como fuerza parlamentaria, lejos de lo que ocurre en otros países democráticos de nuestro entorno en los que queda marginada
En esta ocasión se puede hablar con bastante acierto de ‘derrota dulce’ del PP y de ‘victoria amarguísima’ del PSOE (que obtuvo también su peor saldo, en unas elecciones autonómicas). Susana Díaz veía que se alejaba la posibilidad de formar gobierno, a pesar de ser la fuerza más votada, ni siquiera con una eventual, aunque extremadamente difícil, alianza con Adelante Andalucía, y tras dejarse entre ambas formaciones de izquierdas unos 700.000 votos en los armarios de la abstención.
Con la nueva conformación política, Vox consiguió su homologación o ‘blanqueamiento’ como fuerza parlamentaria, lejos de lo que ocurre en otros países democráticos de nuestro entorno en los que queda marginada. Sus doce diputados supusieron la llave del cambio de gobierno y la clave de determinadas decisiones estratégicas como la presidencia del Parlamento, la aprobación de Presupuestos o la aprobación de leyes, aunque en este apartado en el balance, a mitad de legislatura, no ha habido mucha actividad. Hasta ahora las dos derechas han gobernado con la amenaza amigable de la ultraderecha, que basa su estrategia no tanto en el eventual derribo del ejecutivo andaluz cuanto en determinadas batallas estético-ideológicas, siempre pendientes de lo que mandan desde Madrid a cuyas decisiones están subordinados.
Este segundo aniversario ha pasado con más pena que gloria, a pesar del triunfalismo con el que el gobierno andaluz ha querido aderezarlo, y no precisamente por culpa de la pandemia que vivimos, sino por el triste balance que puede presentar un gobierno que ha navegado empujado por la inercia de la herencia recibida y con el lastre de la bisoñez de buena parte del Ejecutivo.
A pesar de la insistencia en el asunto de la propaganda oficial la realidad es que la reducción fiscal solo se ha dirigido al de Impuestos y Sucesiones, que solo afecta a los que tienen rentas muy, muy, muy elevadas, apenas el 0,7% de los contribuyentes
Dos años después podríamos evaluar de muchas maneras cómo le ha ido a Andalucía, en función de las múltiples expectativas o reservas con que afrontemos el balance, por lo que he decidido hacerlo teniendo en cuenta principalmente las dos grandes propuestas de la derecha en aquella campaña electoral. Aterrizaban en el gobierno los nuevos inquilinos con los ecos de dos consignas repetidas a lo largo y ancho de Andalucía: bajada masiva de impuestos y el desmantelamiento de la llamada administración paralela de la Junta.
A pesar de la insistencia en el asunto de la propaganda oficial la realidad es que la reducción fiscal solo se ha dirigido al de Impuestos y Sucesiones, que solo afecta a los que tienen rentas muy, muy, muy elevadas, apenas el 0,7% de los contribuyentes, según un informe del sindicato de técnicos de Hacienda. Lo que quiere decir que el resto, los que somos la inmensa mayoría de no afortunados, perdemos una contribución a las cuentas públicas cercana a los 500 millones de euros, o dicho de otra manera, deberemos compensar con nuestros impuestos dicha merma de ingresos.
Apenas ha habido en este asunto mucho movimiento y en muchos casos se ha producido un ‘descubrimiento’ del papel que desempeñan las empresas públicas y de la profesionalidad de sus trabajadores, limitándose a colocar estratégicamente a personas más afines al nuevo régimen
La otra gran bandera enarbolada por la derecha era acabar “con los chiringuitos y toda la constelación de empresas públicas llenas de enchufados” en palabras del propio Moreno Bonilla. A este respecto podemos afirmar que, aparte de algunos entes instrumentales menores y consorcios y fundaciones sin actividad y en trámite de extinción ya a la llegada del gobierno actual, apenas ha habido en este asunto mucho movimiento y en muchos casos se ha producido un ‘descubrimiento’ del papel que desempeñan las empresas públicas y de la profesionalidad de sus trabajadores, limitándose a colocar estratégicamente a personas más afines al nuevo régimen (que en muchos casos siguen siendo los mismos que con el gobierno anterior). No parece en estos momentos que mantengan esta ‘revolución’ anunciada a bombo y platillo aunque Bendodo et al. manejen a nivel propagandístico las amenazas de auditorías y de levantar alfombras, con el riesgo de volver a hacer el ridículo como cuando quisieron convertir en escándalo unas supuestas ‘cajas fuertes’ ocultas aparecidas con documentación sobre presuntas corruptelas socialistas; después de soltar toda la artillería mediática aliada se supo que eran muebles metálicos, clasificados, con contenido administrativo de trámite antiguo, archivado y guardado.
Este fallido plan de adelgazamiento de la Administración formaba parte del apartado de la ‘regeneración del régimen’ que proclamaban tanto PP como Ciudadanos, sus socios internos de gobierno, y por descontado la extrema derecha, el aliado externo
Este fallido plan de adelgazamiento de la Administración formaba parte del apartado de la ‘regeneración del régimen’ que proclamaban tanto PP como Ciudadanos, sus socios internos de gobierno, y por descontado la extrema derecha, el aliado externo, que tanto ha vilipendiado a todos los empleados públicos, funcionarios o trabajadores de las empresas públicas.
Uno de los casos paradigmáticos del suflé de esa pretendida regeneración de la que alardeaban y que invalida y resta crédito al discurso del nuevo gobierno andaluz, lo encontramos con el asunto de los alquileres de vivienda para altos cargos de la Junta. En la oposición criticaron el elevado número de estos gastos y prometieron su eliminación pero tras su llegada al gobierno no solo olvidaron su cumplimiento sino que han incrementado esta partida y sus beneficiarios.
Pero aparte de ese doble (aunque innoble) intento de las derechas de colocar en la Administración a afines, quizás se haya iniciado algo más peligroso por parte del ‘gobierno del cambio’ como es la derivación hacia la educación y la sanidad privada de fondos públicos y la adopción de medidas normativas que la favorecen frente al sector público
Sirvan en este sentido otro par de ejemplos, sin ánimo de ser exhaustivos, que pueden ilustrar el “dónde dije digo, digo Diego” de las derechas andaluzas. El primero es el relativo al aumento en los Presupuestos de la Junta de Andalucía de 126 millones de euros en gasto público destinado a puestos políticos, en plena crisis económica y sanitaria, revelada esta semana por el Observatorio Económico de Andalucía. El segundo ejemplo se refiere al varapalo de la Justicia al gobierno andaluz en su intento de colocar de manera exprés a unas 3.500 personas. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha suspendido una de las 32 convocatorias de plazas de funcionarios “al incumplir los principios de mérito y capacidad por otorgar las plazas por orden de llegada”. En el auto, conocido hace unos días, el TSJA indica que “... contraría de manera radical no solo la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, sino el propio tenor literal de la Constitución”, lo que deja en el aire la convocatoria pública de septiembre para cubrir 278 plazas de administrativo, y considera “clara y manifiesta” la nulidad de esta convocatoria.
Pero aparte de ese doble (aunque innoble) intento de las derechas de colocar en la Administración a afines, quizás se haya iniciado algo más peligroso por parte del ‘gobierno del cambio’ como es la derivación hacia la educación y la sanidad privada de fondos públicos y la adopción de medidas normativas que la favorecen frente al sector público, como es el caso de la privatización de la formación profesional, en la que además el propio titular de la Consejería de Educación, Javier Imbroda, tiene intereses particulares.
Sin duda el gobierno andaluz, así lo ha confesado, anda confiado en que el desgaste de la larga trayectoria del PSOE en el poder le da margen para varios mandatos. La alianza de derechas vive más de las rentas que de su propia gestión, dedicando más esfuerzo a los símbolos que a lo sustancial
Sin duda el gobierno andaluz, así lo ha confesado, anda confiado en que el desgaste de la larga trayectoria del PSOE en el poder le da margen para varios mandatos. La alianza de derechas vive más de las rentas que de su propia gestión, dedicando más esfuerzo a los símbolos que a lo sustancial. Por esa razón hay tan poca, e insulsa, actividad parlamentaria y tanta propaganda y maquillaje en este (que consideran) primer mandato. La cacareada nueva era o el gobierno del cambio, solo forman parte de una suerte de eslóganes fetiches, de frases de marketing suministradas a ‘la parroquia’ para la pelea callejera. Lo mismo puede decirse de la presunta revolución verde, que se resume en un anglicismo: #greenwashing; o la Andalucía en Marcha, (mera suma de proyectos antiguos y nuevos) o la Alianza por Andalucía, el supuesto Pacto por la Reconstrucción que fue muerto y sepultado (aunque aquí no hay quien lo resucite) cuando se entregó la presidencia de la Comisión Parlamentaria para su desarrollo al único partido que renegaba de su constitución.
El cambio de símbolos, como el logo de la Junta o el invento del escudo de la presidencia de la Junta, no son gratuitos. Todos esos cambios de imagen nos costarán una pasta y suponen el intento de ‘okupar’ las instituciones, de confundir su gestión con la posesión.
Sobre todo una estrategia de propaganda en la radiotelevisión pública andaluza y en los medios de comunicación privados a base de una inyección de fondos por medio de campañas publicitarias que esconden ‘convenios’
Por lo demás nada nuevo inventado. El reparto de papeles entre el presidente y los vicepresidentes ya conocido en otros momentos y en otras instancias, la queja de la herencia recibida cuando conviene y la apropiación de la gestión del gobierno anterior si conviene... y sobre todo una estrategia de propaganda en la radiotelevisión pública andaluza y en los medios de comunicación privados a base de una inyección de fondos por medio de campañas publicitarias que esconden ‘convenios’ y que explican por qué muchas de las cuestiones que aquí se denuncian no las podáis ‘disfrutar’ en Canal Sur o en otros grupos de comunicación y sin embargo si haya empacho de dulces de la acción del gobierno andaluz.
Podrán criticarme que no he tenido en cuenta el impacto de la pandemia en la legislatura y cómo el coronavirus ha condicionado también la gestión del gobierno andaluz. Dedicaré un par de párrafos para una evaluación resumida de este aspecto.
Hemos escuchado al presidente andaluz ‘endosando’ las culpas a los que no cumplían con las normas de seguridad sanitarias; hemos comprobado que a pesar de lo declarado en la desescalada por el consejero de Salud, no estábamos preparados, ni con rastreadores ni con refuerzo de la Atención Primaria
En la primera ola los andaluces tuvimos la suerte de que el aislamiento nos llegó con menos retraso que a otras CCAA como Madrid o Cataluña aunque el aparato propagandístico aludido creó un relato que señalaba que la menor incidencia, (cuando la gestión correspondía al mando único), se debía a un buen comportamiento de los andaluces, a que nuestra sanidad pública era la mejor de España (sin hacer referencia en este caso a la herencia recibida y tras haber renegado de ella en los años anteriores) y a la ‘anticipación’ de la que ha presumido el gobierno andaluz.
Si a ello unimos la tardía reacción del gobierno andaluz en tomar medidas, que en Granada hemos sufrido especialmente, nos encontramos con el cóctel que explica las diferencia entre una ola y otra y que estemos ahora siendo ‘campeones’ en contagios, hospitalizados y muertes
Pero en la segunda ola, (cuando el mando ya correspondía por completo a las Comunidades Autónomas), la situación ha sido muy diferente. Hemos escuchado al presidente andaluz ‘endosando’ las culpas a los que no cumplían con las normas de seguridad sanitarias; hemos comprobado que a pesar de lo declarado en la desescalada por el consejero de Salud, (incomprensiblemente mantenido en su puesto a pesar de su manifiesta incompetencia), no estábamos preparados, ni con rastreadores ni con refuerzo de la Atención Primaria. Si a ello unimos la tardía reacción del gobierno andaluz en tomar medidas, que en Granada hemos sufrido especialmente, nos encontramos con el cóctel que explica las diferencia entre una ola y otra y que estemos ahora siendo ‘campeones’ en contagios, hospitalizados y muertes.
Lo que sí debe hacernos ver la pandemia es que no se puede soplar y sorber a la vez. Bajar impuestos y a la vez reclamar planes e inversiones públicas para los sectores afectados y mayor atención para la sanidad, la educación, los autónomos, el turismo… no se puede y además es imposible.
Ciudadanos Andalucía, (en contra de la dirección nacional que quiere sacudirse el polvo de su abrazo con el PP), tiende a su integración, más bien disolución, en el Partido Popular o a sufrir una absorción
En lo que no ha hecho ruido el gobierno de coalición andaluz en estos dos años es en el asunto de su cohabitación. No podemos acusarlo de que haya disfunciones. Las dos derechas de dentro caminan como una sola. Ciudadanos Andalucía, (en contra de la dirección nacional que quiere sacudirse el polvo de su abrazo con el PP), tiende a su integración, más bien disolución, en el Partido Popular o a sufrir una absorción, lo que entierra esa pretendida opción de centro, la bisagra que sólo ha abierto a derechas. Por fuera, la extrema derecha de Vox, esa ‘sucursal desatendida de Madrid’ como la ha calificado algún plumilla, está al servicio de la estrategia impuesta por la dirección nacional de confrontación y odio y no interfiere salvo momentos concretos, y de cara a la galería, en la agenda política regional.
Acabo con un símil deportivo. A mitad de temporada podemos indicar que quien encabeza la clasificación lo hace más por el mal momento que atraviesan otros equipos que por el ‘buen juego’ desplegado. Va ganando partidos con dudosos penaltis y de goles en propia puerta de los contrarios. Espero que no tengamos que lamentar que se hacen con el título gracias a las lesiones sufridas, en los entrenamientos para más inri, de los equipos rivales.