'Mordazas en la universidad'
Conozco el trabajo de la profesora Juana Gallego Ayala en la Universidad Autónoma de Barcelona desde hace muchos años e, incluso, llegué a contactar con ella para que me orientara sobre un trabajo de investigación que estaba realizando sobre la imagen de las mujeres en la prensa femenina. Entonces, no había correo electrónico y a los pocos días recibí en mi casa un paquete con varios libros y material diverso para abordar la tarea que me había propuesto. Me sorprendió que una profesora, que no me conocía, atendiera mi petición con tanta celeridad. Desde aquel día, no he dejado de leer sus artículos de investigación en revistas académicas de prestigio ni de citarla en mis trabajos. Así es Juana Gallego, una malagueña afincada en Barcelona desde que, con dieciocho años, hizo las maletas para estudiar Periodismo a la orilla del mismo Mediterráneo donde se crió, pero a 1.000 kilómetros de distancia.
Su compromiso con el feminismo es incuestionable pero la ola de misoginia y cancelación que alimentan quienes defienden la ideología cuir es un tsunami que, desde hace algunos años, intenta barrer del mundo académico al profesorado que no comulga con sus postulados
Su compromiso con el feminismo es incuestionable pero la ola de misoginia y cancelación que alimentan quienes defienden la ideología cuir es un tsunami que, desde hace algunos años, intenta barrer del mundo académico al profesorado que no comulga con sus postulados. Juana Gallego se ha encontrado sola en el aula donde debía impartir su clase del Máster de Comunicación y Género después de que las alumnas informasen a la dirección de posgrado que no acudirían por la postura pública de la profesora en contra del dogma cuir y la Ley Trans. Si el boicot de las alumnas es, en sí mismo, tan triste como pueril al no aceptar el debate dentro de la Universidad donde no sólo se va a conseguir un título sino a abrir la mente y ampliar el intelecto, peor ha sido el comunicado de la propia universidad que sólo ha lamentado que su asignatura no despierte el interés deseado alineándose, de esta manera, con un alumnado en formación al que, incluso, se le puede perdonar un error. Juana Gallego fue la impulsora de ese máster y su coordinadora hasta hace poco tiempo.
Esta ola de conservadurismo, de imposición de principios indiscutibles, de ausencia de debate y de cancelación no es exclusiva de la Universidad Autónoma de Barcelona. En la Universidad de Granada también ocurre y quienes se apartan de la senda marcada por quienes se erigen en guardianes del tarro de las esencias ven como sus currículos son despreciados, adquieren la condición de la invisibilidad en sus propios departamentos o sufren el bloqueo de sus carreras docentes e investigadoras.
Y así podríamos nombrar cientos de casos en los que profesoras, escritoras, feministas, actrices o cantantes son canceladas en sus trabajos por decir lo obvio: que el sexo es inmutable y no puede cambiarse a voluntad
De esta situación saben mucho en las universidades británicas. En estos momentos, Raquel Rosario-Sánchez, alumna de doctorado en la Universidad de Bristol, mantiene un pulso en los tribunales contra la institución académica por permitir, durante dos años, el acoso sistemático y las amenazas permanentes de los colectivos trans y no binarios. La estudiante puso en conocimiento de la universidad esta campaña de hostigamiento sin que sus responsables tomaran cartas en el asunto. La escritora feminista Julie Bindel ha calificado el caso de esta universidad británica como “un asalto de los transtalibanes” después de que ella misma fuese atacada en la Universidad de Edimburgo por una persona transgénero al término de una charla sobre la violencia masculina contra las mujeres. La profesora Selina Todd, de la Universidad de Oxford, tiene que llevar seguridad para dar sus conferencias. Y así podríamos nombrar cientos de casos en los que profesoras, escritoras, feministas, actrices o cantantes son canceladas en sus trabajos por decir lo obvio: que el sexo es inmutable y no puede cambiarse a voluntad.
La comunidad universitaria ha clamado siempre por la libertad de pensamiento y, en este momento, se pide la censura, acallar las voces críticas y hurtar la posibilidad de confrontar ideas. Lo que está ocurriendo es inaudito
“La Universidad no es una escuela rabínica, una capilla ni una madraza” ha dicho la reputada filósofa y feminista Amelia Valcárcel. Es el foro de debate por excelencia, el espacio donde se confrontan ideas, se crece intelectualmente, se estudian las corrientes de pensamiento y se analizan, se buscan respuestas a los problemas sociales en todos sus ámbitos, se discute y se aprende. La comunidad universitaria ha clamado siempre por la libertad de pensamiento y, en este momento, se pide la censura, acallar las voces críticas y hurtar la posibilidad de confrontar ideas. Lo que está ocurriendo es inaudito.
Es curioso que, quienes enarbolan continuamente la bandera de la defensa de los derechos humanos para las personas transgénero –no les falta ninguno- se sientan con la autoridad suficiente para negar el derecho humano a la libertad de expresión y opinión contenido en el artículo 19 de la Declaración Universal y artículo 20 de la Constitución Española. Será que manejan otros textos.
Las alumnas de Juana Gallego no saben lo que se están perdiendo. Qué lástima que hayan decidido perder la oportunidad de confrontar y debatir con una profesora de tan excelso nivel argumentativo y amplio bagaje profesional. También lo han sentido, y mucho, las más de 700 feministas que esperaban asistir a una clase online de Juana Gallego con los mismos contenidos de su asignatura en el máster y desde la misma clase, organizada en horas, que la Universidad de Barcelona también canceló el pasado martes.
Si no has tenido la oportunidad de leerlos y quieres volver a hacerlo, estos son otros artículos de Cristina Prieto en este blog, 'Punto de Fuga':
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