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'La Ley Trans no es feminista ni progresista'

Blog - Punto de fuga - Cristina Prieto - Jueves, 24 de Febrero de 2022
Imagen retocada del Congreso de los Diputados.
IndeGranada
Imagen retocada del Congreso de los Diputados.

Seguramente, una gran parte de la ciudadanía que hoy lea este artículo no habrá escuchado nada acerca del Anteproyecto de Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las personas Trans y para la Garantía de los Derechos de las Personas LGTBI (conocida como Ley Trans) y, sin embargo va a afectar a muchos aspectos de su vida. Especialmente, si quienes hoy abordan la lectura de este artículo son mujeres, forman parte de la comunidad educativa como integrantes del profesorado o miembros de las AMPAS, se dedican a la investigación en cualquiera de sus ramas, son profesionales de la salud o cuentan en su círculo familiar más cercano con menores. A pesar de la complejidad del tema, vamos a intentar explicarlo de la manera más sencilla posible.

A pesar de la complejidad del tema, vamos a intentar explicarlo de la manera más sencilla posible

El Consejo de Ministros, en el que se sientan los representantes de PSOE y Unidas Podemos, aprobó el pasado 21 de junio este texto legal que pretende llevar a las Cortes para su aprobación y posterior entrada en vigor este año. La nueva ley pivota sobre cuatro ejes fundamentales: la sustitución de los derechos basados en el sexo por los sustentados en la ‘identidad de género’, la posibilidad de que cada persona elija su sexo registral a voluntad en toda la documentación oficial a partir de los 14 años( artículos 37 y 39), la pérdida de la patria potestad de padres y madres que busquen alternativas científicas en la medicina o psicología para obtener diagnósticos certeros ante la disforia de género de sus vástagos y las sanciones económicas de hasta 150.000 euros a progenitores, profesionales de la medicina, la educación y cualquier persona que disienta del contenido de esta ley bajo la acusación de delito de odio (Artículo 76 y 77 y Disposición final primera once y doce).   

Explicado con la mayor simplicidad, la Ley obvia la realidad biológica del sexo –los individuos de la especie humana se dividen en machos y hembras lo que garantiza su reproducción- para dar todo el protagonismo a los sentimientos

Explicado con la mayor simplicidad, la Ley obvia la realidad biológica del sexo –los individuos de la especie humana se dividen en machos y hembras lo que garantiza su reproducción- para dar todo el protagonismo a los sentimientos. Es decir, una persona es hombre o mujer dependiendo de cómo se sienta y sólo con su palabra puede cambiar el sexo registral en toda su documentación oficial. No es necesario ningún cambio físico ni precisan diagnóstico alguno de disforia, ni informes médicos sobre tratamientos hormonales –como sí ha sido necesario, hasta el momento, para las personas transexuales que cuentan con una ley específica desde 2007 para modificar su sexo registral- ni siquiera requieren modificar su apariencia. Su palabra basta. No hay en España ningún trámite oficial en el que no sea necesario acreditar documentalmente lo que se manifiesta para realizar cualquier solicitud ante la Administración. Las personas que se autodeclaren transgénero – un colectivo muy minoritario que agrupa a entre un 0,3% y un 0,5% de la población, según la OMS- podrían contar con una ley que sí se lo permite.

Pero, quizás, lo más peligroso de este texto legal es el tratamiento de la infancia

Pero, quizás, lo más peligroso de este texto legal es el tratamiento de la infancia. Adolescentes que muestran signos de disforia de género –cuyas causas pueden encontrarse en problemas de adaptación a su entorno, acoso escolar, trastornos del espectro autista o abusos sexuales- serán tratados como ‘personas trans’ y serán inducidos a someterse a tratamientos hormonales e incluso cirugías que mutilarán sus cuerpos sanos sin ningún diagnóstico científico que indague en las causas de la disconformidad con su sexo. Los padres que busquen una opinión especializada  podrán ser acusados de poner en riesgo al menor y podrían, incluso, perder la patria potestad. Los profesionales de la medicina o la psicología que intenten ayudarlos se enfrentarán a sanciones de hasta 150.000 euros y el cierre de sus consultas. Varios estudios han puesto ya de manifiesto que el 85% de los casos de disforia de género en adolescentes desaparecen al pasar la pubertad pero será ya tarde para aquellos que se hayan sometido a cirugías como las dobles mastectomías que ya se están realizando a niñas de 13 años en países como el Reino Unido.    

¡Y olvídense ya, mujeres, de los espacios seguros para nosotras! Hasta ahora –aunque fue una lucha muy dura por parte del feminismo-  los aseos separados para hombres y mujeres así como los vestuarios en gimnasios o piscinas, se habían normalizado

¡Y olvídense ya, mujeres, de los espacios seguros para nosotras! Hasta ahora –aunque fue una lucha muy dura por parte del feminismo-  los aseos separados para hombres y mujeres así como los vestuarios en gimnasios o piscinas, se habían normalizado. Si esta ley se aprueba, cualquier varón autoidentificado mujer, podrá acceder sin ningún reparo a estos espacios. Nuestras hijas menores, sobrinas o nietas podrán encontrarse allí con señores vestidos de mujer –o no- utilizando retretes, duchas, lavabos y toallas junto a ellas. Y nosotras, una vez más, tendremos que permanecer calladas y asumir que quienes se encuentran compartiendo estos espacios con nuestras menores son ‘mujeres sentidas’ aunque frente a nosotras veamos, estupefactas  hombres con toda la barba y pelo en pecho.

Eliminar el sexo como categoría jurídica conlleva consecuencias nefastas para el 52% de la población porque todas las acciones para combatir la desigualdad entre hombres y mujeres se verían seriamente comprometidas al no hablar de sexo, sino de un término ambiguo y acientífico como son las ‘identidades sentidas’ donde se incluyen varones que dicen ser mujeres

Eliminar el sexo como categoría jurídica conlleva consecuencias nefastas para el 52% de la población porque todas las acciones para combatir la desigualdad entre hombres y mujeres se verían seriamente comprometidas al no hablar de sexo, sino de un término ambiguo y acientífico como son las ‘identidades sentidas’ donde se incluyen varones que dicen ser mujeres. Una de estas acciones sería la Ley Orgánica de Violencia de Género porque a un hombre, declarado mujer, no podría aplicársele la agravante de género.

El anteproyecto de Ley Trans no es feminista, no es moderno, no es de izquierda y conlleva la desaparición de las mujeres como sujeto político para enaltecer aún más a los hombres, dándoles la oportunidad para apropiarse del último privilegio que les quedaba por conseguir: definirse sexualmente como quieran apelando al “género sentido” diluyendo así la categoría mujer. El feminismo no va a pasar por ahí. No se dejen engañar cuando escuchen a los defensores de esta ley y seguidores de la teoría cuir (queer, en inglés) hablar de legislar sobre los derechos humanos de las personas trans. No es verdad. Las personas trans tienen en la actualidad los mismos derechos que el resto de los humanos. Lo que quieren son privilegios.

Países como Reino Unido, Suecia o Canadá con leyes similares aprobadas hace algunos años se están encontrando con serios problemas para revertir sus consecuencias, especialmente en el sistema penitenciario con los presos autoidentificados como “mujeres sentidas” que ingresan, automáticamente en los módulos destinados a las presas. Pederastas, violadores y maltratadores comparten celdas con mujeres a las que agreden y violan. No es exagerado, es la realidad y hay una larga lista de nombres que pueden consultar. En España aún estamos a tiempo de evitar que esto ocurra.

Si no has tenido la oportunidad de leerlos y quieres volver a hacerlo, estos son otros artículos de Cristina Prieto en este blog, 'Punto de Fuga':

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Cristina Prieto

Madrileña afincada en Andalucía desde 1987, primero en Almería y posteriormente en Granada donde he desarrollado mi carrera profesional como periodista. Me licencié en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, cursé mi suficiencia investigadora en la Universidad de Granada dentro del programa Estudios de la Mujer y leí mi tesis doctoral en la Universidad de Málaga.