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'Kim Gordon tontea con el hip hop sin llegar a mojarse'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 27 de Marzo de 2024
Kim Gordon – 'The Collective'
Portada de 'The Collective', de Kim Gordon.
Indegranada
Portada de 'The Collective', de Kim Gordon.

En los círculos del rock alternativo, ruidoso o experimental, Kim Gordon no necesita presentación. Integrante nuclear durante tres décadas de uno de los grupos más importantes de la historia de la música de guitarras, como es Sonic Youth, Gordon recorrió con ellos todo el camino que fue del nacimiento del rock underground en EE.UU. a inicios de los ochenta a su irrupción en el mainstream en los años noventa y por último su consagración como una parte reconocida y venerable, aunque no masiva, del canon de la música popular, de la cual los eclécticos artistas de hoy pueden beber libremente sin preocuparse por las cuestiones relacionadas con la autenticidad y lo comercial que definieron el subgénero. La trayectoria del grupo fue prácticamente impoluta hasta su separación en 2011, coincidiendo con el divorcio de Gordon y su compañero de toda la vida, Thurston Moore. Gordon se convirtió además en la narradora oficial de la historia de la banda de cara al público gracias a su popular autobiografía, Girl in a Band.

Tras la disolución de Sonic Youth, ha formado otros grupos como Body/Head o Glitterbust, y en 2019 lanzó su primer disco en solitario, No Home Record. Ahora nos ha llegado su segundo LP, The Collective, que ha generado mucho ruido y ha sido muy bien recibido por la crítica

Más aún: aunque ya ha cumplido los setenta, la cantante, guitarrista y bajista no ha frenado en su producción musical. Tras la disolución de Sonic Youth, ha formado otros grupos como Body/Head o Glitterbust, y en 2019 lanzó su primer disco en solitario, No Home Record. Ahora nos ha llegado su segundo LP, The Collective, que ha generado mucho ruido y ha sido muy bien recibido por la crítica. No es de extrañar, ya que desde que salió el primer single, “BYE BYE”, se vio que el sonido que iba a buscar Gordon era rompedor: una mezcla del cortante y avasallador no wave de sus inicios con Sonic Youth y una versión industrial de la percusión de típica del trap. La idea misma de que una artista de su edad y posición en la historia del rock se arriesgue a hacer un disco que beba estéticamente del hip hop es sin duda admirable. Pero me temo que desde la primera vez que escuché aquel single, no he podido quitarme de encima la sensación de que el intento no ha terminado de funcionar y que Gordon suena como si estuviese haciendo cosplay.

En el caso del single, creo que el principal problema es lo tonto del concepto: la letra consiste simplemente en una lista de cosas que Gordon se llevaría a un viaje, recitados en un tono monótono mientras la atronadora base une percusión electrónica, sintetizadores sencillos y distorsión

En el caso del single, creo que el principal problema es lo tonto del concepto: la letra consiste simplemente en una lista de cosas que Gordon se llevaría a un viaje, recitados en un tono monótono mientras la atronadora base une percusión electrónica, sintetizadores sencillos y distorsión. Casi parece un chiste, pero no le veo la gracia. En otros momentos a lo largo del tracklist, lo que me resulta algo molesto es que, cuando la música se acerca de forma más explícita al hip hop, Gordon no termina de mojarse y emborrona de alguna manera esa cercanía. “The Candy House”, por ejemplo, suena en muchos sentidos como un trap banger bastante directo, y de hecho hay un momento en el que la voz de Gordon cambia de su monotonía tipo spoken word a una inflexión más rapera, con lo que parece un buen flow; pero ¡la voz está manipulada con efectos para que no se entienda la letra! En “Psychedelic Orgasm”, por su parte, Gordon encuentra un muy interesante punto medio entre el afilado ruidismo sintético de Suicide y el emo trap de alguien como Lil Peep, pero los momentos más melódicos (en los que emplea auto-tune en su voz) están enterrados en la mezcla y pierden así gran parte del efecto. Eso por no hablar de la letra, impresionista y superficial, que la sitúa como una espectadora que observa a los jóvenes de Los Ángeles sin entender lo que traman; exactamente lo contrario de lo que querría estar demostrando con este álbum.

Ahora bien, es cierto que los momentos en que este experimento funciona son realmente potentes

Ahora bien, es cierto que los momentos en que este experimento funciona son realmente potentes. Es el caso de “I'm a Man”. Por una parte, su desarrollo es mucho más dinámico e interesante que el de la mayoría de cortes. Por otra, también cuenta con un concepto mucho mejor planteado: escrita desde el punto de vista de un hombre confuso ante los radicales cambios en las relaciones de género de la última década, la letra presenta momentos de autoafirmación desesperada (la obsesiva repetición de “I'm a man!”), otros de defensa algo patética y chovinista del derecho a ser un hombre (“So what if I like the big truck?/Giddy up, giddy up/Don't call me toxic/Just 'cause I like your butt”) y otros que expresan esa desorientación desde una vulnerabilidad genuina (“I'm not ideal/I'm a person/I won the war, but lost my way”). También “The Believers” funciona muy bien, gracias a un riff descendente espectacular y adictivo y a que todas sus fases, sean más ruidosas o más calmadas, funcionan y se encadenan bien entre sí.

Y es que justamente este es el problema que veo en el resto de canciones y en el disco en su conjunto: el sonido es original, desde luego, pero la mayor parte del tiempo acaba resultando machacón y falto de matices por culpa de una mezcla plana y asfixiante. Al mismo tiempo, los temas que optan por un sonido más minimalista y sencillo, con más espacio para que respire cada elemento, resultan sosas y predecibles (“Trophies”, “Shelf Warmer”). Así pues, lo cierto es que este disco, admirable en concepto, en la práctica se acaba haciendo cansado para el oído y, por tanto, muy difícil de disfrutar. A mí, al menos, me resulta un alivio cuando llega “Dream Dollar”, el último corte y el que más suena a simple y llano post punk, y despide este ejercicio de estilo que recordaré más como una continuación del espíritu aventurero de Kim Gordon que como una cima creativa en su carrera.

Puntuación: 6.5/10

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com