Homeópatas en serie
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La verdad es que se nos pondría el vello de punta si supiéramos cuántas vidas sucumben por confiar en hechiceros, brujos y homeópatas, en lugar de ponernos en manos de los “vulgares” médicos cuando tenemos un problema de salud. Obviamente, no tengo el dato ni tampoco creo que sea menester para estas líneas, pero intuyo que será de proporciones colosales. La desesperación, el miedo y una extraña tendencia del hombre a creer en gilipolleces abonan el campo para estos trileros de la salud. El homeópata es un tipo muy peligroso que se aprovecha de esa tendencia tan humana de creer que si rezas ya no tienes que seguir nadando hasta la orilla. Y claro, al final, si te equivocas, lo pagas. Y lo que tenía solución médica, porque años de estudio y pruebas demostraron la eficacia de un determinado método o tratamiento, ya no puede serte útil porque has perdido un tiempo precioso con unicornios y alquimias. Hace unos días, los medios informaron de la muerte de una chica que sufría cáncer de mama y que en vez de atender los requerimientos de su oncólogo se entregó a la superchería de uno de estos homeópatas en serie. Le costó la vida. El tipo en cuestión, cuyos letales consejos corren por la red como alma que lleva el diablo, gracias a un ejército de fieles abducidos, es además médico. En principio, médico homeópata parece un oxímoron, pero a las redes sociales les pasa como al papel, que lo aguantan todo. El caso es que esta chica ya no está entre nosotros. Me llamó la atención porque era economista, es decir, una mujer de ciencia, acostumbrada a razonar, a utilizar la lógica, y a despreciar un cinco si solo viene avalado por un dos más dos. Me sorprendió porque creí que una carrera universitaria te puede dar las herramientas para protegerte de estos prestidigitadores. Está claro que me equivoqué. Me pregunto cómo es posible que el médico que aconseja a los pacientes que se suiciden sigue conservando el título universitario cuando es evidente que su concesión fue un error. Y me pregunto como alguien puede divulgar métodos para curar enfermedades sin base científica sin que sea imputado por un delito contra la salud pública. Parece que la malograda chica, fue finalmente consciente de su error y señaló a su médico que los errores se pagan. Lamentablemente, algunos errores tienen un precio muy alto. Y definitivo.