Granaíno, puto y fino

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Jueves, 28 de Mayo de 2015
Vista de Dúrcal desde Sierra Nevada.
Miguel Rodríguez
Vista de Dúrcal desde Sierra Nevada.

Y dicen que el euskera es difícil. Cuando llegué a Granada a vivir y por primera vez alguien me dijo “la vin compae, ehtá enhoclao” tuve que hacerlo repetir varias veces y necesité al final un traductor porque no entendía nada. Que si “toma una mihilla de esto”, “me gusta golismear”, "no te hagas el longui” o “que mala fondinga tienes”. Todo un idioma propio que me costó aprender pero que hay que reconocer que convierte esas frases en una muestra intrínseca del sentido de humor granadino, lleno de ironía y a veces rayando en la brusquedad sin llegar nunca a la falta de respeto, lo que de toda la vida hemos llamado malafollá.

Ahora reconozco que efectivamente estaba enhortao porque todos los tópicos que atribuía a los granadinos se fueron cayendo uno a uno, en cuanto descubrí que más bien estaban inspirados en los sevillanos. Y ahora a mí mismo me molesta que cuando digo en el País Vasco que vengo de Granada alguien me conteste: “Anda, pues yo tengo un amigo en Cádiz, se llama Paco Martos, a lo mejor lo conoces”, como si Andalucía fuera un patio de vecinos.

Granada está llena de virtudes: si Madrid o Barcelona tuvieran La Alhambra no habría lugar en el mundo donde no la conocieran; es una tierra amable, con una estela mágica que atrae a turistas de todo el mundo durante el año entero. Es verdad que hay un tipo de granaíno puto y fino, como apunta el dicho, aludiendo a un carácter clasista y a veces con ánimo de despreciar lo ajeno, pero yo me quedo con otro tipo también abundante que se caracteriza por su sencillez, lealtad a los amigos y solidario con las clases menos pudientes.

Si Madrid o Barcelona tuvieran la Alhambra no habría lugar en el mundo done no la conocieran

Me encanta esta provincia y su gente y por eso me apena tanto toparme con el que yo creo que es el principal defecto que le impide prosperar al nivel del patrimonio cultural y económico que posee: la terrible desvaloración de los propios granadinos.

El otro día alguien de aquí me dijo: “La verdad es que tanto Lorca para aquí y Lorca para allá…si no fuera porque era gay y lo mataron, no sería ni la mitad de famoso de lo que es”. Tuve que recordarle que Federico ya había escrito “Poeta en Nueva York” y sus poesías habían circulado ya por medio mundo; que su nombre se ha convertido en uno de los españoles más conocidos del siglo XX en la literatura mundial y su muerte sólo provocó la interrupción de una carrera meteórica que probablemente le habría llevado a ganar el Nobel de literatura.

Aquí nacieron algunos de los periodistas más ilustres, como Pedro Antonio de Alarcón o Tico Medina; escritores como Francisco Ayala, historia reciente de la literatura mundial; voces que forman ya patrimonio universal como Carlos Cano o Enrique Morente; heroínas como Mariana Pineda o Eugenia de Montijo, última emperatriz de Francia o incluso empresarios teatrales como José Tamayo.

Y aquí nadie duda de sus cualidades pero tampoco se valoran en exceso. Esa es la gran diferente entre regiones como el País Vasco, donde nací, y esta. No se trata de que unos sean mejores o trabajen más sino que los vascos se consideran al nivel de los más punteros. En los supermercados o hipermercados los productos de la tierra aparecen destacados del resto, tienen un valor añadido, son más caros y se consumen más; ellos mismos protegen las empresas de capital euskaldun, escuchan la música hecha allí, leen los libros de escritores vascos y ven las películas producidas por ellos; en definitiva, para los vascos, lo euskaldun tiene un plus de calidad, mientras que muchos granadinos se esmeran en buscar defectos a los productos hechos aquí.

¿Nadie se ha preguntado por qué aún no hay una autovía que una la costa tropical y la de Almería? ¿O por qué el AVE llegará a la capital desviándose hasta Antequera y no directamente? ¿O cómo es posible que el metro lleve más de 10 años de obras con continuos retrasos de apertura? Tal vez sea porque una de las frases que más se escucha aquí al hablar de esos temas es: “Y qué vamos a hacer”.

Hace más de 20 años la Nacional 1, que une Madrid con París, estaba completamente desdoblada en territorio español excepto 20 kilómetros, el trayecto a lo largo de la comarca de Goierri, en Guipúzcoa. El Gobierno Vasco, del PNV, dijo no a su desdoblamiento frente a otras carreteras que consideraba prioritarias. En los ayuntamientos de la docena de pueblos de Goierri había alcaldes de PNV sobre todo, pero se enfrentaron a su partido, al Gobierno Vasco y movilizaron a cerca de 30.000 personas en una comarca que apenas llega a los 45.000. A los pocos meses, la Nacional 1 estaba desdoblada por esa comarca de Guipúzcoa.

No es que el granadino sea menos capaz que el vasco, el catalán o el madrileño, es que se lo cree menos y antes de luchar por alcanzar un objetivo busca las justificaciones que le van a impedir conseguirlo y así evitar moverse.

Y yo, que ya casi me siento oriundo de esta tierra, siento rabia porque gran parte del potencial de Granada y de los granadinos queda desdibujado no porque desde fuera nos traten peor, ni nos menosprecien, sino porque consideramos que no nos lo merecemos. Sólo con creérnoslo, esta provincia empezaría a conocer lo que es la abundancia en todos los sentidos.          

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).