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Golpea a tu profe

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Jueves, 11 de Junio de 2015
Imagen extraída del vídeo "Golpea a tu profesor".
Indegranada
Imagen extraída del vídeo "Golpea a tu profesor".
¡Cómo han cambiado los tiempos! Reconozco que yo no soy de aquellos que dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor, ni de los que piensan que los chavales de ahora no saben divertirse como los de antes o que están todos alienados. La verdad es que en mi casa éramos cuatro hermanos que dependíamos del sueldo de mi padre hasta que uno a uno nos fuimos independizando a fuerza de trabajo y constancia; pero también hoy en día hay chicos y chicas que se esfuerzan el doble que el resto para conseguir lo mismo. No eran mejores nuestros abuelos que nosotros al igual que tampoco nosotros somos mejores de lo que serán nuestros hijos. Es la coyuntura la que cambia. Por eso, seguramente si aún fuera estudiante me reiría con la animación muy poco afortunada que colgaron estos días en www.elpaisdelosjuegos.es titulada “golpea a tu profesor”, ilustrada con un dibujo en el que aparecía un maestro al que se le había vertido pintura en la cabeza y desde el cual se accedía a un vídeo sobre diez formas distintas de pegar a un docente. Por supuesto, que desde el defensor del profesor del sindicato ANPE lo han denunciado y han pedido una disculpa pública pero lo que me llama la atención es que algo así puede promoverse impunemente.
 
La señorita Juani, mi profesora de 3º y 4º de EGB, cuando yo tenía 8 ó 9 años, nos retorcía los carrillos cómo método de persuasión para que la obedeciéramos. Era lo normal, mi madre lo sabía y ni se inmutaba por ello y a ninguno de los alumnos se nos ocurría denunciarlo ante nadie porque no nos parecía grave. Tengo que añadir que aunque lo hubiéramos hecho nadie nos hubiera creído, porque la autoridad del profesor, entonces, era incuestionable. Por otro lado, no puedo menos que reconocer que era sumamente cariñosa y amable y que disfrutaba de su vocación; eran otros tiempos. Afortunadamente los sistemas que emplea el profesorado han cambiado completamente. Algo como lo que hacía Juani hoy sería objeto de sanción, sin ninguna duda. Y así debe ser porque ningún docente debe sentirse con la potestad de agredir físicamente a sus alumnos.
 
Claro que en estos tiempos es complicado incluso reñir a tu hijo en la calle, soltarle un grito o darle un cachete en el culo porque puede haber alguien detrás excesivamente sensible que te llame la atención: “Oiga usted, a ver si le voy a denunciar por maltrato a un menor”.
 
Nadie pone en duda que es imprescindible una férrea protección del menor, pero a veces da la sensación de que se confunden los términos y nos sentimos obligados a dar verosimilitud a cualquier comentario del pequeño, por raro que nos parezca.
 

A veces da la sensación de que queremos un hijo sólo por ego propio, pero que el niño no nos moleste

 
Recuerdo hace unos años el caso de un profesor que se convirtió en uno de mis reportajes, al que unos padres le asestaron una tremenda paliza: el niño simplemente fue amonestado verbalmente por el profesor y el pequeño ni corto ni perezoso intentó pegarle, pero él detuvo su brazo y le agarró de la muñeca para obligarle a desistir. Al llegar a casa, el pequeño transformó la historia y lloró ante sus padres porque dijo que el docente le había agredido, así que llenos de ira fueron al día siguiente al colegio y, sin siquiera pedir explicaciones, la emprendieron a golpes con él hasta que el resto de profesores acudieron a asistirle. El hombre necesitó traslado a un hospital y estuvo ingresado varios días.
No se puede culpar a ese niño; todos hemos sido pequeños y hemos querido tener la razón; hemos engañado a nuestros padres, nos hemos intentado escaquear de ir al colegio al decir que nos dolía el estómago o la cabeza y a veces salía bien, pero no siempre porque ellos ya contaban con nuestra afición a contar cuentos.
 
Mis padres nunca hubieran puesto en cuestión la palabra de un profesor y eso le colocaba injustamente en un púlpito al que no podíamos acceder. No era la mejor manera de interrelacionarnos, pero hemos pasado de un poder excesivo de los docentes  a incitar a los chavales a reírse con vídeos donde se explica cómo deben agredirles.
 
Tal vez deberíamos cuestionarnos qué estamos haciendo mal. Quizá sea que en esta sociedad en la que ambos padres trabajamos, estamos tan ocupados que no tenemos tiempo que dedicar al menor y este sentimiento de culpabilidad por esa falta de contacto la tratamos de ocultar detrás de regalos materiales, play stations, móviles, tablets o incluso con dar credibilidad a cualquier invención del crío. O puede ser que no tengamos ganas de sacrificar nuestro fin de semana con actividades dedicadas a él cuando hemos quedado a tomar unas cervezas con los amigos de toda la vida.
 

Siempre debe haber un hueco para un hijo

 
A veces da la sensación de que queremos un hijo sólo por ego propio, pero que el niño no nos moleste. ¡Cuántas veces he escuchado aquello de: “Mi hijo tiene 8 años y es buenísimo: se pasa toda la tarde en su cuarto, con su tele, sus juegos y ni se le oye”! 
Creo que nos hemos olvidado de que los niños deben jugar en la calle, que están aprendiendo a ser personas y hemos de educarles en cada momento, que a veces nos engañan sólo para concitar nuestra atención y que lo único que piden es que les queramos, que les dediquemos tiempo y que les guiemos hasta que sean adultos y capaces de valerse por sí mismos.
 
Mi madre no fue apenas al colegio y creo que no hubo ni habrá una madre mejor; porque la educación de un hijo no depende de los libros que hayamos leído ni de la cultura que tengamos los padres; es algo más intuitivo, un trabajo que sólo se puede hacer cuando se les dedica algo de tiempo, se les observa, se les escucha y se les demuestra cuánto se les quiere. Por supuesto que el trabajo debe ocupar un espacio importante en nuestras vidas, pero siempre debe de haber un hueco para un hijo. Es la única manera de evitar que un día, cuando le digamos “te quiero mucho” no nos responda “pues no me quieras tanto, quiéreme mejor”.
 
Sólo un cambio en la educación de los padres puede evitar que la agresión a un docente se convierta en motivo de burla o de risa.
 
Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).