'La Fuerza de las Mujeres'
Las mujeres lo dicen y la historia lo corrobora. Siempre se ha subestimado a la mitad de la población pero las largas luchas que ha mantenido el Feminismo desde hace 300 años han conseguido el reconocimiento de algunos derechos que la otra mitad de la población –los hombres- nunca vieron con buenos ojos. El voto y el aborto han sido dos de esos grandes logros que llegaron a ver nuestras abuelas –las de las que tenemos ya cierta edad. Sin embargo, hoy pocas adolescentes son capaces de dimensionar, bombardeadas por olas de neoliberalismo que como peligrosos tsunamis borran sus mentes para grabar, a ritmo de reggaeton y series donde el sexo se confunde con el género, estos logros y algunos conceptos que se han vaciado de contenido sustituidos por los derechos de los sentimientos etéreos, no cuantificables ni demostrables.
El próximo sábado, Barcelona se convertirá en la ciudad de las mujeres, de las que quieren decir ¡Basta ya! ¡No más luz de gas! Nos están despiezando y nuestros cuerpos se han convertido en un gran negocio para unos pocos
El próximo sábado, Barcelona se convertirá en la ciudad de las mujeres, de las que quieren decir ¡Basta ya! ¡No más luz de gas! Nos están despiezando y nuestros cuerpos se han convertido en un gran negocio para unos pocos. Bajo el lema ‘La fuerza de las Mujeres. El futuro de todas’ miles de mujeres se concentrarán a las 12 del mediodía en la Plaza de la Universidad para exigir al Gobierno políticas feministas que no atenten contra sus derechos para dotar de privilegios a un exiguo porcentaje de población bien regado de dinero público y alentado desde la tribuna del Congreso.
Las mujeres, que no son un colectivo, señor Marlaska, sino el 52% de la población, estamos atravesadas por todas las desigualdades sobre la base de nuestro sexo. Como bien señala el manifiesto de ‘La Fuerza de las Mujeres’, exigimos que la Ley nos proteja ante la violencia del terrorismo machista, la abolición de la prostitución para terminar con las violaciones pagadas y el tráfico de mujeres que se ha convertido en el negocio más lucrativo después de la compra-venta de armas, que se prohíba la pornografía que está causando estragos entre los menores fomentando la cultura de la violación, que se anule la instrucción 2010 que permite el registro de bebés comprados a través de la execrable práctica de los vientres de alquiler y que no se legitimen como técnicas de reproducción asistida la extracción de óvulos para terceros o los trasplantes de útero de mujeres vivas, entre otras.
¿A alguien se le ocurriría celebrar un encuentro semejante, avalado por la Universidad, para hablar de las bondades de la esclavitud? ¿Y qué tal una reunión científica para estudiar y elogiar la inteligencia de algunos asesinos en serie?
Y todas estas exigencias del Feminismo tienen en común que sus devastadores efectos sólo pueden observarse en las mujeres aunque curiosamente, quienes defienden el mundo de las identidades de género donde el sexo no parece relevante, no hayan caído en la cuenta de que es precisamente esa biología que tanto denostan la que se sitúa en el centro de todas las desigualdades. Y es también el cuerpo sexuado de mujer el que siempre ha estado llamado por el patriarcado para las tareas de cuidados, el que miran las empresas para consolidar las diferencias salariales y los topes para el ascenso dentro de los equipos, el que figura en las vidas laborales para el cobro de las pensiones, el que la cultura y las costumbres señala para ser ocultado, el que pone cara a la precarización laboral y el que ha sido objeto de la sinrazón de una neolengua que nos define por nuestras partes sexuadas desligadas del resto del cuerpo.
Cartel anunciador de la concentración el próximo 22 de octubre en Barcelona.
Las que pertenecemos a esa mitad de la población que la historia ha intentado ocultar nunca hubiéramos pensado que tendríamos que seguir reclamando derechos tan obvios como denominarnos mujeres para diferenciarnos de los hombres, sin ningún calificativo más para situarnos en una subcategoría. Que esto esté ocurriendo con el que se autodenomina el gobierno más feminista de la historia parece una pesadilla. Que se estén celebrando jornadas y congresos en nuestro país en los que se presenta como solidaridad o altruismo una práctica ilegal en España como los vientres de alquiler es inaudito. ¿A alguien se le ocurriría celebrar un encuentro semejante, avalado por la Universidad, para hablar de las bondades de la esclavitud? ¿Y qué tal una reunión científica para estudiar y elogiar la inteligencia de algunos asesinos en serie?