'Felices fiestas'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 24 de Diciembre de 2021
Belén que los profesionales de Oncología del Hospital Virgen de las Nieves han montado en su planta.
Prensa HVN
Belén que los profesionales de Oncología del Hospital Virgen de las Nieves han montado en su planta.

Un año más llegan las fiestas navideñas, pero con más incertidumbre que nunca. Después de tantos meses de mascarillas, vacunas, confinamientos, alejados de abrazos, de caricias y aferrados al miedo, no sabemos todavía si podremos comer juntos durante estas fechas señaladas o tendremos que posponerlo por culpa de un virus que ha trastocado todos los ámbitos de nuestra vida. Y aunque parece que se pone cada vez más complicado, permítanme ser de los optimistas que piensan que todo esto acabará y volveremos a sonreír enseñando todos nuestros dientes.

Podría centrarme en las contradicciones de nuestros representantes públicos o en la perplejidad que algunos nos causa ver cómo después de dos ó tres vacunas seguimos expuestos a olas que se convierten en tsunamis, pero hoy no me apetece ensombrecer el cielo que nos cubre con augurios de desesperanza

Podría centrarme en las contradicciones de nuestros representantes públicos o en la perplejidad que algunos nos causa ver cómo después de dos ó tres vacunas seguimos expuestos a olas que se convierten en tsunamis, pero hoy no me apetece ensombrecer el cielo que nos cubre con augurios de desesperanza.

Aunque la Navidad parte de un suceso religioso, como es la venida al mundo del hijo de Dios, pese a que está más que demostrado que en el caso de que existiera Jesús no nació en esta fecha, lo cierto es que la sociedad en su conjunto la ha adoptado como un periodo de renacimiento, de reflexión, de contemplación de la vida familiar y mayor dedicación a ella. Así que hoy en día no hace falta ser católico para celebrar la vida en un momento en el que el solsticio de invierno anuncia que la luz va ganando terreno de nuevo a la oscuridad.

Hay que reconocer que la pandemia sirvió para que muchas personas tuvieran la excusa idónea para no aguantar al cuñado pesado que siempre habla de sus logros profesionales en las comidas familiares o para no emplearse en defender con uñas y dientes nuestras posturas políticas, de fútbol o de la pandemia, pero también nos dejó más solos, sin ese abrazo a las doce de la noche de fin de año que sirve para recibir al nuevo con aires renovados.

Un dineral que incluso los menos pudientes tratan de gastar con el fin de unirse a la celebración porque hace años que estas fechas se han convertido en un invento comercial, en el que se nos invita a derrochar lo máximo posible, como si al nuevo año tuviéramos que llegar con la cuenta corriente a cero

Y como, una vez más, la lotería nacional ha pasado de largo por Granada sin detenerse más que para dar un saludo con la cabeza en forma de unos pocos décimos premiados, tendremos que rascarnos el bolsillo para esas copiosas cenas en las que introducimos todos los mismos alimentos con el fin de sentirnos parte de la misma tribu: pavo, cordero, besugo, rape, pollo campero, cochinillo, langostinos, almejas… Un dineral que incluso los menos pudientes tratan de gastar con el fin de unirse a la celebración porque hace años que estas fechas se han convertido en un invento comercial, en el que se nos invita a derrochar lo máximo posible, como si al nuevo año tuviéramos que llegar con la cuenta corriente a cero.

Recuerdo mi primera Navidad en solitario, cuando tuve que trabajar para Telecinco y eso me obligó a viajar desde mi casa en Nochebuena. Aquel día en el que veía a la gente celebrar mientras yo me conformaba con mirar el ordenador en mi oficina sin ninguna compañía comprendí que no para todo el mundo era una fiesta entrañable. Hay miles de profesionales que la consideran odiosa porque les obliga a trabajar más: personal sanitario, profesionales de los medios de comunicación, dependientes, fuerzas policiales o cuidadores a domicilio. Después están aquellos que, por imposición, han de permanecer donde no quieren: enfermos, reclusos, emigrantes que no pueden volver con sus familias por estas fechas… para ellos tampoco es una época agradable porque la obligación de ser felices que se impone les resulta insoportable. Y también están aquellos que han perdido recientemente a un ser querido y que ante una reunión familiar solo pueden pensar en quien falta.

No se puede decir que sea entrañable para todos, ni deseable, ni agradable… pero es cierto igualmente que hay otra forma de vivirla, sin aspavientos, con más naturalidad y austeridad y con la certeza de que estás donde tienes que estar y con quienes debes estar

No se puede decir que sea entrañable para todos, ni deseable, ni agradable… pero es cierto igualmente que hay otra forma de vivirla, sin aspavientos, con más naturalidad y austeridad y con la certeza de que estás donde tienes que estar y con quienes debes estar. No se trata de que todo salga perfecto, de que comamos manjares exquisitos, ni de que hagamos regalos impresionantes. Debería ser suficiente con valorar aquello con lo que contamos, agradecer que estamos sanos, que tenemos a nuestra familia y amigos, que aunque no los podamos ver algún día en concreto, sabemos con quienes podemos contar y que no estamos solos. Y es que la soledad elegida es uno de los instantes más enriquecedores y regeneradores con los que contamos, pero la obligada nos llena de amargura.

Es  un tópico, no nos engañemos: en Navidad hay que estar con la familia y ser feliz, sin embargo, es algo que debería ocurrir durante todo el año y, ya que no sucede, es bueno que nos comprometamos al menos a una cita al año para priorizarlo.

¿Y si por unos días extendiéramos ese amor que sentimos hacia el resto de nuestro entorno más cercano: hermanos, sobrinos, cuñados, suegros e incluso amigos? Tal vez entonces el mundo sería un lugar más amoroso por una temporada. ¿Demasiado inocente mi petición?

Puede parecer una utopía, pero solamente dejarnos fluir por un día ó dos ó tres  sin las preocupaciones del trabajo, de los problemas cotidianos, del paro, de la falta de recursos económicos o de las consecuencias de la pandemia, ya nos está dando mucho más de lo que conseguimos en todo el año.

La mayoría de los padres tenemos en común, al margen de estatus sociales o económico, nuestro amor por los hijos por encima de todo, igual que la mayoría de los hijos procesamos hacia nuestros padres. ¿Y si por unos días extendiéramos ese amor que sentimos hacia el resto de nuestro entorno más cercano: hermanos, sobrinos, cuñados, suegros e incluso amigos? Tal vez entonces el mundo sería un lugar más amoroso por una temporada. ¿Demasiado inocente mi petición? Quizás, pero no por eso deja de ser deseable.

Desde mi fuero interno, solo quiero desearles lo mejor para estas fiestas y que todos seamos capaces de aparcar nuestras preocupaciones y diferencias para vivir la intensidad del amor hacia los nuestros y por qué no, también hacia el resto de la sociedad.

            ¡FELIZ NAVIDAD Y LO MEJOR PARA 2022!

 

 

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).