'Descubriendo a los clásicos: Sweet Trip contra el algoritmo'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 5 de Febrero de 2025
Sweet Trip – 'Velocity: Design: Comfort'.
Portada de 'Velocity: Design: Comfort, de Sweet Trip'.
Discos Marcapasos.
Portada de 'Velocity: Design: Comfort, de Sweet Trip'.

Esta semana recupero la sección “Descubriendo a los clásicos” para hablar de la diferencia entre descubrir nueva música mediante una recomendación personal y mediante un algoritmo. Para ello uso el ejemplo de Sweet Trip, un grupo con una original mezcla de estilos que durante la mayor parte de su trayectoria fueron unos desconocidos... hasta que un montón de gente empezó a recomendarlos por foros de internet. Su música es fascinante, su historia es sorprendente, su final fue de lo más triste, y no habría sabido nada de esto de no ser por una sugerencia personal de una amiga. Conócelos en este artículo.

¿Cuánto de lo que leemos, vemos y escuchamos cada día viene determinado por un algoritmo? Pasamos más de seis horas al día de media conectados a internet, y durante un porcentaje enorme de ese tiempo estamos a merced de los resultados a los que lleguen los algoritmos de nuestras redes sociales, buscadores y servicios de streaming

¿Cuánto de lo que leemos, vemos y escuchamos cada día viene determinado por un algoritmo? Pasamos más de seis horas al día de media conectados a internet, y durante un porcentaje enorme de ese tiempo estamos a merced de los resultados a los que lleguen los algoritmos de nuestras redes sociales, buscadores y servicios de streaming. Su opacidad es preocupante a todos los niveles, como bien ha demostrado el uso del algoritmo de Twitter por parte de Elon Musk para intoxicar el discurso público, contribuir a la elección de Trump y hacerse un hueco en el entorno cercano del presidente de los EE.UU. A un nivel más básico, no obstante, hay algo muy cotidiano que también se pierde con el algoritmo: la recomendación personal. Si hablamos de música, los viejos filtros para acceder a la obra de un artista pasaban sistemáticamente por una o varias personas: directivos o A&Rs de discográficas, DJs de radios, programadores de salas... Aunque hoy en día sigan existiendo muchas de estas figuras, todo ha cambiado al quedar mediado por las plataformas digitales, que introducen toda una serie de factores nuevos que determinan las prioridades de esos actores: número de followers, de oyentes mensuales, viralidad... y todo ello depende esencialmente de la caja negra del algoritmo.

Quizás por la forma en que me relaciono con la música: para mí es importante el contexto, los detalles, lo que algo me evoca antes incluso de darle al play

En Spotify, ese algoritmo ha acabado desplazando incluso a una nueva figura, el último “curador” de la escucha musical: los editores de playlists. Cada vez más, Spotify ha privilegiado las playlists de recomendación personalizada basadas en algoritmos por encima de las editadas por humanos, amén de otras muchas prácticas nocivas que Liz Pelly ha analizado recientemente en su libro Mood Machine. Desde luego, yo mismo he tenido la experiencia de escuchar de pronto una canción que se ha reproducido de forma automática y quedarme prendado; aunque hace bastante tiempo de la última vez que recuerdo tener esa sensación. Quizás por la forma en que me relaciono con la música: para mí es importante el contexto, los detalles, lo que algo me evoca antes incluso de darle al play. Por eso la mayor parte de lo que escucho me lo han recomendado antes o bien mis amigues, o bien periodistas musicales de quienes me fío, o bien la inteligencia colectiva de plataformas como Rate Your Music o Album Of The Year.

¿Quién demonios había compuesto esta barbaridad? El nombre de artista, Sweet Trip, no me decía nada. Una googleada rápida me mostró que Velocity: Design: Comfort (2003), el disco del que “Tekka” era la primera canción, ¡estaba en el top 100 histórico de RYM! Me lancé a escucharlo entero de inmediato y llevo desde entonces obsesionado

Recientemente he vivido un descubrimiento especial. Mi amiga Raquel y yo compartimos muchas cosas, pero el gusto musical no es una de ellas. Apenas hemos coincidido en nuestra afición por algún grupo o artista: recuerdo compartir canciones de Perfume Genius hace muchos años, pero poco más. Últimamente ella está explorando la electrónica en más profundidad, y le aconsejé que usara RYM para aprender a identificar subgéneros y encontrar música similar a la que le gustase. Hace dos semanas me mandó un mensaje diciendo que había hecho eso y adjuntando un enlace: “Me están dando cosquillas por todos lados”, decía. Cuando empecé a escuchar “Tekka”, tuve la misma reacción física: los glitches electrónicos, la percusión distorsionada, los sintes acuosos y destellantes... se me hacía la boca agua con todo lo que oía. Me recordó al último disco de los vietnamitas Rắn Cạp Đuôi. ¿Quién demonios había compuesto esta barbaridad? El nombre de artista, Sweet Trip, no me decía nada. Una googleada rápida me mostró que Velocity: Design: Comfort (2003), el disco del que “Tekka” era la primera canción, ¡estaba en el top 100 histórico de RYM! Me lancé a escucharlo entero de inmediato y llevo desde entonces obsesionado.

Canciones como “Dsco” o “Chocolate Matter” están guiadas por las guitarras y se acercan más al canon del shoegaze, mientras que los cortes más largos que ocupan la parte central del tracklist pasan por múltiples fases y transiciones

La verdad es que ese primer corte no es del todo buena indicación del contenido del resto del álbum. Sí, los glitches son omnipresentes, y la percusión electrónica tiene mucho peso. Pero lo que más sorprende del disco es que une esa electrónica de corte experimental con las texturas densas y soñadoras del shoegaze con una naturalidad pasmosa. En efecto: las capas y más capas de guitarras bañadas en efectos y las voces dulces pero fantasmales de este subgénero de rock de los noventa tienen aquí como contraparte una percusión electrónica fragmentada y distorsionada, además de toda una paleta de sintetizadores que aportan desde pequeñas melodías a robustos fondos armónicos. Canciones como “Dsco” o “Chocolate Matter” están guiadas por las guitarras y se acercan más al canon del shoegaze, mientras que los cortes más largos que ocupan la parte central del tracklist pasan por múltiples fases y transiciones, siguiendo estructuras más propias de la electrónica, pero manteniendo siempre un alma pop.

La diversidad de sonidos que Sweet Trip son capaces de introducir es enorme. En la segunda mitad de “Velocity” hay pasajes instrumentales donde la combinación de guitarra y bajo tiene ecos de jazz, al tiempo que la percusión electrónica va en todas direcciones a la vez y una pequeña alarma se integra en el fondo de la mezcla

La diversidad de sonidos que Sweet Trip son capaces de introducir es enorme. En la segunda mitad de “Velocity” hay pasajes instrumentales donde la combinación de guitarra y bajo tiene ecos de jazz, al tiempo que la percusión electrónica va en todas direcciones a la vez y una pequeña alarma se integra en el fondo de la mezcla. “Pro: Lov: Ad” tiene momentos en que, si no fuera por las voces tan dream pop y ese sintetizador que se anticipa unos años al chillwave, sería un frenético corte de IDM; pero después la guitarra, el bajo y el órgano crean un remanso de paz que parece increíble que haya sido creado por la misma banda. En “Sept”, las armonías vocales y los sintes etéreos podrían estar sacados de un disco de Beach House, pero luego hay un momento donde aparecen unos tambores de mano con un punto orientalizante. “International” contiene en realidad dos canciones distintas: la sección donde manda la guitarra acústica tienen esa bella simplicidad de los grandes grupos británicos de los sesenta, aunque cuando empiezan a acumularse otros instrumentos a su alrededor recuerda más bien al space rock de Spiritualized; las partes donde dialogan el órgano y el piano eléctrico, por otro lado, son más serenas. La profunda melancolía de la melodía de la primera parte de “Fruitcake and Cookies” se ve subrayada por el caos que la rodea, que no hace sino aumentar hasta que, tras un cambio repentino, llega un pasaje que evoca a los Slowdive de Souvlaki.

"Velocity: Design: Comfort" es una maravilla de disco que conquista por la creatividad sonora y la intrepidez compositiva de sus autores

La mayor parte de estos cambios funcionan de maravilla: la sensación de caos controlado que generan los glitches constantes hace que nos resulten convincentes estas canciones-collage. Hay algunas, no obstante, que no terminan de funcionar: “Design I” es más un pequeño experimento rítmico que una canción completa, mientras que los requiebros compositivos de “Dedicated” resultan más confusos que estimulantes. En general, es cierto también que el disco se puede hacer algo largo: sus doce cortes suman más de hora y diez, con muchos yéndose por encima de los ocho minutos. Pero eso es ponerse puntilloso: "Velocity: Design: Comfort" es una maravilla de disco que conquista por la creatividad sonora y la intrepidez compositiva de sus autores. Ahora bien, ¿quiénes son esos creadores? ¿Y cómo es posible que no supiera nada de ellos, que hubieran pasado tan desapercibidos? Tuve que ponerme a investigar: Sweet Trip fueron un grupo de San Francisco, creado a mediados de los noventa; sus dos miembros centrales a lo largo de toda su recorrido fueron Roberto Burgos y Valerie Cooper. Inicialmente no tuvieron ninguna repercusión, y eso llevó a que hicieran música muy de tanto en tanto: sus tres primeros discos salieron con al menos un lustro de distancia entre ellos, y pasaron largas temporadas en barbecho.

Poco después, Valerie dejó el grupo sin hacer mucho ruido; finalmente, a través de una publicación de su marido en el Reddit de la banda, se descubrió que el detonante fue una agresión sexual contra ella por parte de Roberto

Fue precisamente a través de recomendaciones online en plataformas como Reddit o RYM como se redescubrió y reivindicó al grupo, especialmente este segundo LP. Al calor de esta nueva popularidad, volvieron a reunirse a finales de la década pasada y lanzaron un cuarto y último álbum en 2021. Poco después, Valerie dejó el grupo sin hacer mucho ruido; finalmente, a través de una publicación de su marido en el Reddit de la banda, se descubrió que el detonante fue una agresión sexual contra ella por parte de Roberto. Todo esto me había sido totalmente ajeno, y sin embargo había una legión de fans que quedaron desolados por estos hechos: personas para las que este grupo casi desconocido era su vida, que habían posibilitado una nueva oportunidad para ellos y que tuvieron que ver horrorizados cómo todo acababa de la peor manera posible. Y aunque descubrir ese último episodio me ha dejado consternado, no puedo evitar reflexionar sobre cómo ha llegado a darse siquiera esa situación. Esto no ocurre, no puede ocurrir, por que un algoritmo me recomiende una canción cualquiera de un artista con un “mood” similar a la última que he escuchado; solo puede darse cuando una, diez, cien, mil personas se envían mensajes diciendo: “tienes que escuchar ESTO”. Por mi parte, no sé si podré seguir escuchándolos con normalidad después de descubrir este incidente. Pero creo que merece la pena conocer su música, conocer su historia, sentir ese cosquilleo que sintió Raquel y esa necesidad de compartirlo. Y sentir también la alegría de crear un nuevo puente con un amigo.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com