Descubriendo a los clásicos: Golpes Bajos fueron la estrella fugaz de la Movida Viguesa

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 20 de Enero de 2021
Golpes Bajos – 'A Santa Compaña'
Portada de 'A Santa Compaña', de Golpes Bajos.
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Portada de 'A Santa Compaña', de Golpes Bajos.
Esta semana en “Descubriendo a los clásicos”, recuerdo al grupo más brillante y efímero de la Movida Viguesa. Golpes Bajos duraron poco tiempo juntos y crearon poca música, pero la que llegaron a publicar era de una calidad que pocas veces se ha alcanzado en nuestro país. Su único LP, A Santa Compaña, surge de una peculiar combinación de influencias y equilibra ritmos bailables con letras retorcidas, dejando un legado que no ha sido suficientemente explorado.

Si los años setenta fueron un momento de transición y de incipiente ruptura para la música española, en consonancia con los cambios en el panorama político, los ochenta fueron el momento de la explosión definitiva. En un ambiente de progresiva liberalización cultural, cuyas expresiones más vanguardistas demostraban estar mucho más maduras que la frágil democracia española, surgieron escenas musicales efervescentes en múltiples puntos de la geografía española. La más conocida, por supuesto, fue la Movida Madrileña, porque como hemos podido comprobar con la nevada de la semana pasada, para los medios de comunicación lo que pasa en la capital parece ser lo único que sucede en el país. Pero hubo otras escenas locales, incluida una Movida Granadina donde el punk fue predominante, bajo la sombra de The Clash (cuyo líder, Joe Strummer, residió en la ciudad un tiempo). Grupos como TNT, KGB o 091 fueron decisivos al inaugurar una tímida escena independiente de la que luego emergerían, por ejemplo, Lagartija Nick. El batería de estos últimos, Eric Jiménez, había sido anteriormente integrante de KGB siendo aún adolescente, y más tarde se uniría a Los Planetas, siendo el nexo común de varias generaciones y estilos de rock alternativo en la ciudad de la Alhambra.

Pero seguramente la banda más innovadora fuera Golpes Bajos. Surgida de la colaboración entre el entonces cantante de Siniestro Total, Germán Coppini, y el compositor y multiinstrumentista Teo Cardalda, lo que en principio era un proyecto secundario adquirió otro cariz cuando ganaron el concurso de maquetas de la revista Rock Espezial, que más tarde se convertiría en Rockdelux

Pero a lo que iba: la escena más activa y pujante tras la madrileña era la de Vigo. La Movida Viguesa nos dejó grupos esenciales como Siniestro Total, Aerolíneas Federales y Os Resentidos. Pero seguramente la banda más innovadora fuera Golpes Bajos. Surgida de la colaboración entre el entonces cantante de Siniestro Total, Germán Coppini, y el compositor y multiinstrumentista Teo Cardalda, lo que en principio era un proyecto secundario adquirió otro cariz cuando ganaron el concurso de maquetas de la revista Rock Espezial, que más tarde se convertiría en Rockdelux. La exposición pública que tuvo el grupo a raíz de ese éxito (en el influyente programa de TVE “La Edad de Oro”, Jesús Ordovás los calificó como “el exponente máximo de la reserva espiritual del Noroeste”) precipitó la salida de Coppini de Siniestro. Tras redondear el grupo con la incorporación de Pablo Novoa y Luis García, grabaron su presentación en sociedad: un EP homónimo que contenía las dos canciones que definieron su carrera, “No mires a los ojos de la gente” y “Malos tiempos para la lírica”. Ese synth-pop sofisticado, de influencias diversas, distinto a cualquier otra cosa que se estuviera haciendo en España por entonces, unido a las letras siniestras y la personalísima voz de Coppini, los convirtió al instante en uno de los grupos esenciales del panorama.

Pero el grupo no perdió el tiempo y se puso a trabajar de inmediato en su primer y, a la postre, único álbum de estudio. La grabación de A Santa Compaña (1984) les dio la oportunidad de expandir aún más sus horizontes musicales, y los gallegos la aprovecharon. Adornaron unas grandes composiciones pop (aunque ninguna llegara a los niveles de “No mires a los ojos de la gente”) con una instrumentación rica y moderna, influida por la new wave inglesa y la incipiente música electrónica en su uso de teclados y percusiones sintéticas y por la música latina en sus infecciosos ritmos. Para añadir aún más elementos al cóctel, incluyeron referencias al folklore gallego, con esa portada en la que aparecen disfrazados de campesinas y la mención de la leyenda de la Santa Compaña en la canción que dio nombre al disco. El resultado fue uno de los trabajos más originales de la década dorada del pop español.

El álbum golpea de inicio con uno de sus temas más potentes, “Escenas olvidadas”, que condensa buena parte de lo que caracteriza al conjunto. La combinación de las cajas de ritmos, la brillante guitarra tocada a ritmo de bossa nova y el delicioso y delicado bajo de Luis García contribuye a darle ese aire nostálgico que la letra confirma. Mientras tanto, Coppini fuerza en algunos momentos un acento cubano un tanto ridículo, pero entrañable, y al llegar al final del estribillo suelta unos chillidos demenciales que le ponen ese punto inquietante sin el que no sería una canción de Golpes Bajos. “Hazme un nueve” sigue por el mismo camino y combina una percusión poderosa, cercana al por entonces naciente techno, con un piano de aroma cubano, y Coppini cautiva con ese evocador “recuerdaaa...” en el estribillo. “Hansel y Gretel” sube los beats por minuto, creando un mundo idealizado que es, sin embargo, como denota el título de cuento de hadas, una pura fantasía. Finalmente el narrador acepta su derrota: su amada no vendrá a la “casita encantada” para abrir los “regalos amontonados” y él se ha quedado como una versión masculina de Penélope. “¿Te acuerdas de esa casita? Pues ahora han construido un hotel”, concluye, y casi parece que Coppini se haya adelantado en una década al nacimiento de la burbuja inmobiliaria cuyo estallido acabaría por arrasar los sueños de prosperidad que los ochenta estaban gestando.

La locura llega con la cuarta pista, “Colecciono moscas”. La letra cuenta la delirante historia de un hombre que observa a las moscas que guarda en una caja devorarse unas a otras hasta que estas escapan y amenazan con comérselo a é

La locura llega con la cuarta pista, “Colecciono moscas”. La letra cuenta la delirante historia de un hombre que observa a las moscas que guarda en una caja devorarse unas a otras hasta que estas escapan y amenazan con comérselo a él. Mientras tanto, sobre una base polirrítmica, un bajo y unas guitarras muy funkys juegan con un piano de cadencia latina y unos vientos sintéticos dan toques de color. La última fase parece una auténtica jam session, con Coppini combinando una vez más los gritos y el acento cubano con un efecto entre lo cómico y lo siniestro. Si esto ya parecía extraño, “A Santa Compaña” nos sitúa en medio de una tétrica procesión de almas en vela que secuestra a los dormidos, con ese toque de caja que suena como un hachazo y pone los pelos de punta. El contrapunto que ponen la vigorosa guitarra y la percusión de ritmo endiablado demuestra el genio de Golpes Bajos: una canción tan lúgubre habría desentonado en un disco de pop, pero de esta manera consiguen volverla pegadiza.

“Cena recalentada” es un medio tiempo que retrata la alienación de la juventud urbana, lo que la emparenta a nivel temático con los singles con los que habían saltado a la fama el año anterior. Destaca aquí uno de los mejores estribillos del disco, discreto pero inmediato, con cuatro versos memorables por su economía de lenguaje: “¿Dónde has estado?/¡Mira que facha!/¿Qué horas son estas?/¡Vete a la cama!”. Después, y por si alguien pensaba que a Golpes Bajos les faltaba diversidad de referentes, se atreven con una versión del “Come prima” de Mario Panzeri, Vincenzo Di Paola y Sandro Taccani. Los gallegos parecían querer demostrar que eran ante todo un grupo de pop, y su interpretación de esta balada romántica es colorida y sentimental. La histriónica pero sentida voz de Coppini se adapta a la perfección a ese tono entre el homenaje y la parodia.

Llega entonces el momento más arriesgado del álbum. “La reclusa” relata una violenta historia de maltrato de un hombre a su pareja. La intro quiere engañarnos con esos versos cantados a capella, pero la apagada risa de Coppini antes de la entrada de la música ya nos avisa de que vienen curvas

Llega entonces el momento más arriesgado del álbum. “La reclusa” relata una violenta historia de maltrato de un hombre a su pareja. La intro quiere engañarnos con esos versos cantados a capella, pero la apagada risa de Coppini antes de la entrada de la música ya nos avisa de que vienen curvas. Entonces aparece esa percusión de samba (tambores de batucada y una cuíca desquiciada) que, en lugar de transmitir la alegría con fondo de desdicha que caracteriza a la música brasileña, nos aterroriza. La guitarra distorsionada y el bajo urgente hacen el resto, mientras Coppini sigue al protagonista en su alcohólica espiral de destrucción. Confieso que el cuerpo se me quedó cortado al escuchar por primera vez esta canción, aunque su potencia sea innegable. Creo que es una buena señal el que esta fascinación tan extendida en los ochenta por los personajes masculinos violentos y misóginos se haya ido diluyendo con los años. Puestos a enfrentarnos a la incomodidad inherente a que se retrate la violencia de género, me parece más interesante hacerlo a la manera de Fiona Apple en “For Her”: desde el punto de vista furibundo y orgulloso de la superviviente.

El disco se cierra con la más electrónica de sus canciones: una “Fiesta de los maniquíes” recuperada de aquella primera maqueta. La energía a raudales de la instrumentación no esconde que se trata de una canción menor, pero está bien ubicada: proporciona un cierre adecuado, bizarro pero divertido, a este disco casi redondo. Después de un LP de este calibre, en el que habían conseguido expandir lo mejor de su primer trabajo, cabía esperar una carrera estelar para los de Vigo. Nada más lejos: en 1985 lanzaron un nuevo EP, Devocionario, que fue recibido con tibieza. No gustó ni el giro hacia una música más contemplativa y menos bailable en algunos cortes, ni la reiteración de ideas previas en otros. El grupo pareció agotarse, porque se disolvieron sin oponer resistencia. Sus miembros emprendieron caminos muy distintos: Coppini tuvo una carrera en solitario irregular e idiosincrática antes de fallecer por un cáncer en 2013; Cardalda fundó el exitoso grupo Cómplices junto a María Monsonís, su pareja; García se unió a los también vigueses Semen Up; Novoa se convirtió en un valioso colaborador para varios músicos y grupos, entre ellos Los Enemigos. Un fallido intento de revivir al grupo por parte del dúo original a finales de los noventa se saldó con un mediocre disco en directo.

La estrella de Golpes Bajos se apagó tan rápido como había aparecido. Pero su breve período de gloria, entre 1983-1985, nos dejó alguna de la música más vibrante y original que jamás se haya hecho en este país

La estrella de Golpes Bajos se apagó tan rápido como había aparecido. Pero su breve período de gloria, entre 1983-1985, nos dejó alguna de la música más vibrante y original que jamás se haya hecho en este país. Además, su querencia por la música latina acabaría teniendo una influencia soterrada pero importante: el sello donde editaron toda su música, Nuevos Medios, además de hacer recopilatorios de música cubana que la acercaron al público español, se convirtió en el hogar de esa forma de fusión que se dio en llamar Nuevo Flamenco, encabezada por Ketama y Ray Heredia. Esta tendencia acabaría llevando a que Enrique Morente o Diego el Cigala y Bebo Valdés crearan auténticas obras maestras. Pero para entonces Golpes Bajos ya eran historia. En cierto modo, fueron una suerte de anti-Mecano: ambos grupos hacían synth-pop, pero si los madrileños retrataron la cara amable y desenfadada de la Movida, los vigueses hurgaron en los rincones más oscuros de esa nueva España que se abría ante ellos. Aún queda mucho por hurgar, si alguien quisiera retomar su legado.

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com