Dellafuente se reinventa (otra vez)
Dellafuente ha sido siempre un artista muy suyo. Esto de hecho ha sido definitorio de su carrera: alcanzó el éxito mediante singles autoeditados, siendo uno de los pioneros en España de la nueva ola de la promoción a través de YouTube y redes sociales, y su estética fue siempre un producto mestizo, bastardo, cruce de sonidos flamencos, rap contemporáneo (llamémoslo post-auto-tune) y el amplio cajón de sastre al que hemos dado en llamar música urbana. Más aún, cuando por fin lanzó música en formato de larga duración, cayeron dos discos en apenas un año: Azulejos de Corales (2015) y el gran Ansia Viva (2016). Para rematar, después de esto no había vuelto a lanzar más que singles (algunos de muchísimo éxito, como “Guerrera”, con su amigo C. Tangana, o “Me Pelea”) al ritmo que le daba la gana. Al mismo tiempo, había mostrado la amplitud de sus gustos colaborando con Novedades Carminha.
Entonces, el pasado diciembre, llegó un EP de lo más curioso: Salomon Sessions Vol.1. Experimentando con la electrónica británica, las dos escuetas canciones construían a la perfección una atmósfera elegante e infecciosa, apta para sonar in the club pero teñida de las inflexiones aflamencadas del Chino. Seis minutos en total que dejaban con muchas ganas de más. Della no se ha hecho de rogar: un mes después, aquí tenemos un nuevo proyecto, Taifa Yallah, y un nuevo disco, Ep.01-Causa. La estética del artwork y los vídeos, además del nombre del disco y los materiales promocionales, remiten claramente a Al-Ándalus, a una espiritualidad guerrera, al agua como símbolo de pureza y los caballos como símbolo de aventura, a un universo crepuscular. Pero el contenido musical es aún más llamativo e idiosincrático: es un revival del rock andaluz pasado por el filtro personal de Dellafuente.
Desde el principio, con la introductora “Taifa”, la atmósfera hipnotiza. “La Verdad”, aunque breve, ya despliega el núcleo de lo que define a este disco: alternancia entre fases acústicas con aire flamenco y armonías árabes y otras en que las guitarras eléctricas y baterías abruman
Esto puede sonar como una idea peregrina, pero el resultado es de lo más convincente. Desde el principio, con la introductora “Taifa”, la atmósfera hipnotiza. “La Verdad”, aunque breve, ya despliega el núcleo de lo que define a este disco: alternancia entre fases acústicas con aire flamenco y armonías árabes y otras en que las guitarras eléctricas y baterías abruman. El Chino mantiene la capacidad de atrapar con sus cadencias vocales, pero además demuestra lo mucho que ha crecido como músico, siendo capaz de construir canciones que funcionan tan bien en sus contrastes como “400 demonios” o “El Barco”. En esta última no se corta de introducir un pasaje directamente metal, doble bombo y guturales de fondo incluidos. Se nota la experiencia de su socio en la producción desde hace tiempo, Antonio Narváez, en este género. “El Bosque”, por su parte, posiblemente sea la canción más inmediata, con influencias muy palpables: los arpegios de guitarra tienen exactamente el mismo timbre y armonías de los Extremoduro de La Ley Innata, mientras que el principio del estribillo suena a Medina Azahara.
La amplitud de miras que caracteriza esta fusión se nota también en los textos. Dellafuente ha llegado a desarrollar un estilo lírico totalmente personal, que no ha dejado de lado el argot de barrio (“Rodeao' de ratas esperando a que meta la pata/ A ese déjalo vivo, que la envidia ya lo mata/ Chivata”, en “La Verdad”) pero a la vez no esquiva las pretensiones literarias. Entroncadas en la tradición de la poesía popular andaluza y flamenca, sus letras expresan una búsqueda constante de libertad (“A gritos y porrazos, la noche se va muriendo/ Yo sigo con mis pasos caminando entre los sueños”, cierra el disco en “Causa”), al tiempo que introducen referencias a la espiritualidad y la demonología (“Astaroth, Azazel, Balaam, Behemoth”, repite en “400 demonios”). Aún más sorprendente es la inclusión, en el tema “Corazón de Agua”, de un poema perteneciente a Paseo de los Tristes, del también granadino Javier Egea. Toda una declaración de intenciones.
TAIFA YALLAH - EL BARCO
No todo es positivo, sin embargo. Desde luego, hay detalles sonoros admirables, como el uso de esa percusión con eco que evoca el sonido de los cascos de los caballos a los que refiere la letra en el puente de “Yallah”. Pero es igualmente cierto que la mezcla en algunos temas, en particular “Corazón de agua”, deja que desear: no era fácil combinar pasajes de rock duro con la voz imbuida de auto-tune y los instrumentos acústicos. Precisamente el uso de efectos en la voz del Chino también resulta intrusivo en algunos cortes. Por otro lado, el agnosticismo respecto a los géneros o el supuesto “buen gusto”, que forma parte de lo que hace apasionante el proyecto, no siempre funciona: el pasaje con guitarra acústica y base sintética de hip hop en “El Barco” suena a los peores experimentos de pop-trap de Justin Bieber o Ed Sheeran.
Pese a todo, y aunque pueda parecer paradójico, Ep.01-Causa es seguramente el álbum más cohesionado estéticamente de la carrera de Dellafuente. En esto aventaja a coetáneos que están haciendo ejercicios similares de fusión de la tradición andaluza con sonidos nuevos, como los sevillanos Califato ¾, cuyo reciente debut Puerta de la Cânne acababa por hundirse bajo sus propias ambiciones, sonando algo disperso, aunque dejase picos tan altos como “Crîtto de lâ Nabahâ”. Así pues, si tenemos en cuenta que el propio nombre del disco hace intuir que no se trata de algo aislado, sino de un proyecto con más “capítulos” por llegar, el optimismo es máximo: la madurez artística del granadino es evidente, y quizás lo mejor de su carrera aún esté por venir.
Puntuación: 7.9/10