'Calladas y escondidas'
Leer cualquier noticia referida a la situación de las mujeres en Afganistán es descorazonador. Las leyes del Gobierno talibán continúan asfixiándolas y retirándolas de la vida pública con normativas que escapan al raciocinio que correspondería al siglo XXI en el que vivimos. Tras negar la posibilidad de estudiar a las niñas a partir de los 12 años, las nuevas normas también prohíben a las mujeres formarse en cualquier campo de la salud. Ser enfermera, odontóloga o matrona había sido, hasta ahora, una salida laboral para ellas porque sólo pueden ejercer profesionalmente en el ámbito educativo y sanitario. Esta segunda puerta también se cierra para ellas a partir de este momento.
Sacaron a las niñas de los colegios, a las estudiantes de la universidad y, ahora, a todas de su derecho a la salud
La decisión del Gobierno no sólo afecta a las mujeres en cuanto a su cualificación profesional. La prohibición de asistir a los institutos médicos o semiprofesionales para recibir formación -una opción elegida por muchas estudiantes tras ser expulsadas de las aulas universitarias en 2022 donde se formaban como médicas- supone una gran merma en el número de profesionales sanitarios en el país y un peligro para la salud de ellas. Las estrictas reglas de los dirigentes afganos no permiten que las mujeres sean examinadas por médicos varones lo que deja a millones de féminas sin asistencia cualificada. Partos difíciles, infecciones, dolencias ginecológicas o fracturas padecidas por mujeres quedarán al albur de la suerte por una ley irracional que condena a la mitad de la población a la invisibilidad absoluta y la despoja de sus derechos fundamentales. Sacaron a las niñas de los colegios, a las estudiantes de la universidad y, ahora, a todas de su derecho a la salud.
En la isla alemana de Borkum, situada en las islas Frisias Orientales y perteneciente al estado de Baja Sajonia, cada cinco de diciembre desde 1830, la Asociación de Jóvenes de Borkum (exclusivamente masculina) sale a cazar mujeres como parte de una tradición violenta en la denominada fiesta del Klaasohm
Y, si de laminar derechos de las mujeres se trata, no es necesario irse tan lejos. Aquí mismo, en la civilizada Europa parece que permanecen costumbres que, como siempre, tienen a las mujeres como víctimas. En la isla alemana de Borkum, situada en las islas Frisias Orientales y perteneciente al estado de Baja Sajonia, cada cinco de diciembre desde 1830, la Asociación de Jóvenes de Borkum (exclusivamente masculina) sale a cazar mujeres como parte de una tradición violenta en la denominada fiesta del Klaasohm, un término que alude a San Nicolás. Ataviados con grotescas máscaras y cubiertos de pieles, los jóvenes se lanzan a las calles armados con cuernos de vaca para atrapar a las mujeres jóvenes que encuentren a su paso a las que inmovilizarán en grupo mientras uno las azota con las astas. Al final de la fiesta ellas recibirán como compensación una galleta de jengibre o de miel.
Parece medieval y lo es. Las mujeres están hartas de las luchas de machos, de ser los trofeos, de que se paguen los ultrajes a las que son sometidas con un caramelo. Pero, lo peor es que, mientras las feministas alemanas denuncian estas fiestas tan fuera de toda lógica racional, algunas habitantes de la localidad consideran que esta práctica forma parte del acervo cultural del lugar y se han sentido molestas por la trascendencia de la fiesta que, hasta el momento, se había mantenido silenciada ante lo recóndito del lugar y la inexistencia de imágenes debido al celo mostrado por la organización. Realmente, nunca se le ha dado la razón con más argumentos a Simone de Beauvoir cuando señaló que “el opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los oprimidos”.
Realmente, nunca se le ha dado la razón con más argumentos a Simone de Beauvoir cuando señaló que “el opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los oprimidos”
Aunque, si se piensa más fríamente, quizás las lugareñas tengan algo de razón. Ciertamente, no es noticia que los hombres golpeen a las mujeres. Lo hacen con más asiduidad de la deseada. La noticia sería que, en algún lugar del mundo, la fiesta local fuera un día en el que ninguna mujer fuera golpeada por un varón. Esto sería lo realmente revolucionario, lo que debería ser contado en cada punto del planeta.
El Klaasohm no es más que la manifestación explícita del maltrato, la consideración de que golpear a las mujeres no debe ser algo reprobable sino festejado. Tampoco hay que hacerlo en la intimidad del hogar o en lugares situados lejos de los ojos de otros sino a la vista de toda la sociedad para que se deje de considerar al maltrato como una violación de los derechos humanos. Porque, si se acepta como parte de la normalidad una fecha señalada para golpear sin condena ¿por qué no conseguir la misma consideración al hacerlo de manera habitual? Si de los malos tratos se hace una fiesta ¿por qué no celebrarlo siempre?