'Bienvenidos a la distopía'

Blog - El ojo distraído - Jesús Toral - Viernes, 26 de Febrero de 2021
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¿A nadie más le da la sensación de haberse fundido con una película de esas en las que nos dibujan un futuro incierto, indeseable, distópico? Podríamos pensar que la pandemia ha sido la causa, pero no nos engañemos, hace años que estamos asistiendo a un surrealismo que ni Buñuel ni Dalí hubieran sido capaces de vaticinar.

Podríamos pensar que la pandemia ha sido la causa, pero no nos engañemos, hace años que estamos asistiendo a un surrealismo que ni Buñuel ni Dalí hubieran sido capaces de vaticinar

Empecemos por el cambio climático. ¿Sabían que aunque empezáramos a cuidar el medio ambiente y expulsáramos un cero por ciento de dióxido de carbono (CO2), algo imposible, no conseguiríamos ya revertir este cambio? Hemos logrado que la temperatura global de la Tierra se eleve y seguirá haciéndolo en años venideros lo cual puede ser el motivo de que surjan tormentas o sequías a destiempo, de calor o frío cuando no tocaba, con lo catastrófico que eso supone para la agricultura mundial. La tierra es ya menos fértil, las plantas menos generosas en sus cosechas, mientras la población sigue creciendo.

¿Y qué me dicen de los animales? Hemos esclavizado a la mayor parte de especies animales amistosas para matarlas cuando nos interesa y convertirlas en comida o en residuos, sin importarnos que pasen la vida dentro de una jaula y rodeados de iguales que no les permiten moverse más de unos centímetros alrededor. Cada año desperdiciamos o perdemos una tercera parte de la producción global de alimentos para el consumo humano hasta que llega a nuestros hogares. Eso quiere decir que nos deshacemos de 1300 millones de toneladas cada doce meses, una cantidad tan elevada que podría servir de alimento para nada menos que 3000 millones de personas, casi un 40 por ciento de la población mundial. Es decir, que mientras 700 millones de personas, el 9% de los habitantes del planeta, pasan hambre, nos deshacemos de ingentes cantidades de comida que van a los vertederos y que podrían eliminar el problema de hambruna global.

En 2015 por primera vez ocurrió algo que iba gestándose en años anteriores: el uno por ciento de los ocho mil millones de personas que vivimos en la Tierra tenía más riqueza que el 99 por ciento restante y, lo que aún es más curioso, el uno por ciento de ese uno por ciento son los verdaderos guardianes de las grandes fortunas mundiales

En 2015 por primera vez ocurrió algo que iba gestándose en años anteriores: el uno por ciento de los ocho mil millones de personas que vivimos en la Tierra tenía más riqueza que el 99 por ciento restante y, lo que aún es más curioso, el uno por ciento de ese uno por ciento son los verdaderos guardianes de las grandes fortunas mundiales. De hecho, las diez corporaciones más importantes cuentan con un patrimonio económico semejante al Producto Interior Bruto de ciento ochenta países. Cada cierto tiempo, el número de corporaciones inmensamente ricas y poderosas se reduce y las grandes fortunas se reparten entre menos manos.

Llevamos décadas asistiendo a un sorprendente avance de las tecnologías que deberían servir para hacernos a todos los humanos la vida más sencilla, para que trabajáramos menos y cobráramos más, para que las máquinas hicieran los esfuerzos más ingratos y nosotros disfrutáramos más de la vida; sin embargo, está ocurriendo lo contrario: la tecnología aboca a más gente al desempleo, cada año es más difícil encontrar trabajo, los sueldos, por una u otra razón, se reducen continuamente y solo los más ricos siguen acumulando fortuna y disfrutando plenamente de una tecnología que para ellos supone una liberación de trabajo y para los de abajo implica más hambre.

¿Se imaginan que un amigo les pide mil euros y les dice que después tendrán que pagar a ese amigo diez euros al mes por quedarse con ese dinero? Sería tan absurdo que ni nos plantearíamos dejárselo; en cambio, a los bancos, regentados por personas a las que no conocemos de nada, les entregamos todas nuestras fortunas e incluso pagamos intereses, mantenimiento de cuentas, tarjetas…

Antes de que llegara la pandemia estábamos tratando de recuperarnos de una crisis mundial creada por unos bancos que, ayudados por los gobiernos, nos obligan a entregarles todo nuestro dinero y, además, nos cobran por dárselo. ¿Se imaginan que un amigo les pide mil euros y les dice que después tendrán que pagar a ese amigo diez euros al mes por quedarse con ese dinero? Sería tan absurdo que ni nos plantearíamos dejárselo; en cambio, a los bancos, regentados por personas a las que no conocemos de nada, les entregamos todas nuestras fortunas e incluso pagamos intereses, mantenimiento de cuentas, tarjetas… todo porque se queden con nuestro patrimonio particular obtenido a base de trabajo, esfuerzo y sufrimiento.

Y ahora llega una pandemia a partir de la cual asumimos que el que no tiene miedo es un irresponsable e insolidario, el que abraza a su madre octogenaria es un inconsciente, el que se quita la mascarilla en plena calle es un delincuente, el que duda de los médicos, de los científicos, de los políticos o de la versión oficial transmitida a través de los medios de comunicación es un ignorante, pese a que es obvio que una vacuna generada en solo unos meses puede ofrecer ciertas dudas, pese a que es evidente que tapar nuestra boca ocho ó diez horas diarias con una mascarilla puede llevar a problemas respiratorios, de los que apenas he oído hablar a nadie. Y no soy negacionista, que yo mismo y ciertos miembros de mi familia hemos pasado el virus y algunos con cierta virulencia; por supuesto que respeto a todo el mundo, que llevo la mascarilla y me pondré la vacuna si hace falta, porque ni tengo miedo a ponérmela ni a no hacerlo, pero tampoco comprendo que por no estar aterrado sea señalado como irresponsable.

Permítanme ser optimista a pesar de este mundo inexplicable e incongruente porque creo ciegamente en el ser humano, sé que es capaz de reinventarse y que al final del camino acabará sacando la cabeza a través del barro y respirando aire puro. No sé cómo va a ocurrir porque la población ha sido herida de gravedad con la pandemia, pero sucederá: habrá otros negocios que abran por cada uno que cierre, nuevos sectores emergentes, unos intereses distintos, porque serán tantos los que estén en la misma situación de escasez que se verán obligados a discurrir lo que sea para dar un brinco y convertir a este mundo distópico en otro utópico que un día aparecerá ante nuestra narices. Llegará, sin duda, tarde o temprano, mal que les pese a quienes les pese; el ser humano resurgirá y tomará las riendas de su vida por fin.

        

 

Imagen de Jesús Toral

Nací en Ordizia (Guipúzcoa) porque allí emigraron mis padres desde Andalucía y después de colaborar con periódicos, radios y agencias vascas, me marché a la aventura, a Madrid. Estuve vinculado a revistas de informática y economía antes de aceptar el reto de ser redactor de informativos de Telecinco Granada. Pasé por Tesis y La Odisea del voluntariado, en Canal 2 Andalucía, volví a la capital de la Alhambra para trabajar en Mira Televisión, antes de regresar a Canal Sur Televisión (Andalucía Directo, Tiene arreglo, La Mañana tiene arreglo y A Diario).