'BadBadNotGood nos recuerdan que siempre fueron un grupo de jazz'
El jazz y el hip hop tienen una relación, digamos, desigual. Pese a que las conexiones entre ambos géneros son obvias y han sido muy exploradas, esto ha sucedido principalmente por parte de artistas de hip hop. Al menos desde que A Tribe Called Quest samplearon en su “Excursions” el bajo de Mickey Bass en “Chant for Bu”, de Art Blakey, el jazz rap ha sido una parte fundamental del hip hop alternativo. Grupos canónicos como The Roots, especialistas como los franceses Jazz Liberatorz, pioneros como el influyente productor japonés Nujabes (todo el rollo “lo-fi hip hop beats to study to” no existiría sin él)... todo tipo de artistas se han acercado al jazz desde el género que, según muchos, mejor ha recogido el espíritu de aquel. Demonios, el mejor disco de los últimos diez años en cualquier género seguramente sea To Pimp a Butterfly (2015), de Kendrick Lamar, con su obvia herencia del jazz.
Nuestros protagonistas de hoy, los canadienses BadBadNotGood, deberían entrar en esa categoría, pero a pesar de haberse formado como músicos de jazz en Humber College, en Toronto, donde se conocieron, lo cierto es que el público jazzístico nunca los ha terminado de aceptar como tales
Pero lo contrario no ha sido tan común. El hip hop llegó a la escena en los ochenta, un momento de hegemonía tradicionalista en el jazz. Además, un cierto esnobismo (las ambiciones de alta cultura que están en el ADN del jazz no casan bien con el firme arraigo en lo popular y el barrio del hip hop) seguramente haya contribuido a limitar el número de artistas que han querido emprender este camino. Pero la fluidez musical de la última década que está derribando tantas fronteras ha hecho lo propio con este tabú. Músicos de la talla de Christian Scott o Robert Glasper han incorporado texturas, estructuras y otros elementos del hip hop a algunos de sus discos más populares. Nuestros protagonistas de hoy, los canadienses BadBadNotGood, deberían entrar en esa categoría, pero a pesar de haberse formado como músicos de jazz en Humber College, en Toronto, donde se conocieron, lo cierto es que el público jazzístico nunca los ha terminado de aceptar como tales. Y la principal razón es que se hicieron conocidos, allá por 2011, con sus versiones de canciones de hip hop.
Diez años después, y tras una ausencia prolongada (su último álbum, IV, salió en 2016) en la que uno de los miembros originales, Matthew Tavares, ha sido sustituido por el colaborador habitual Leland Whitty, parece que los canadienses quieren reivindicarse como eso: músicos de jazz. No hay ni rastro de hip hop en su nuevo álbum, Talk Memory. En su lugar hay referencias a múltiples estilos de jazz, incluyendo tanto fusión experimental y eléctrica como arreglos orquestales clasicistas. Este eclecticismo implica que quizás no sea el disco más coherente, pero el resultado de esta recuperación y homenaje a las raíces de su género formativo es francamente interesante. Sus ocho pistas y cuarenta y dos minutos (en la versión online: la edición física contiene una canción adicional) se pasan volando y se disfrutan con facilidad.
Sin duda el momento más sorprendente y poderoso del álbum es su primera canción y single, “Signal from the Noise”. Su inicio misterioso e intrigante prepara el terreno para una sencilla serie de notas de sintetizador que se convertirán en el motivo recurrente de la composición. El sonido es amplio y rico
Sin duda el momento más sorprendente y poderoso del álbum es su primera canción y single, “Signal from the Noise”. Su inicio misterioso e intrigante prepara el terreno para una sencilla serie de notas de sintetizador que se convertirán en el motivo recurrente de la composición. El sonido es amplio y rico, hasta que la batería y la guitarra eléctrica se vuelven protagonistas y arrasan con la tranquilidad anterior en un frenesí vibrante. Tras esta tormenta de ruido regresa el motivo de sintetizador, y mientras el saxofón y la guitarra dialogan sobre una sencilla base da la sensación de que el caos puede volver a desatarse en cualquier momento. Pero no es así, ni falta que hace: la fuerza de la canción reside en esa estructura, ese inicio tranquilo pero siniestro que acaba en una explosión y esa lenta y tensa salida que no da un respiro pero tampoco rompe en un nuevo crescendo. A medio camino entre el jazz cósmico y las fusiones eléctricas de los setenta, “Signal from the Noise” parece toda una declaración de intenciones.
Pero no hay ninguna otra canción en el disco que siga esta línea. Si acaso está “Timid, Intimidating”, que rescata algunas ideas de esa canción inicial y las inserta en una composición de estructura e instrumentación más tradicional. Y son esas partes más desenfrenadas las que salvan este tema, cuyo inicio demasiado rígido y final repetitivo no terminan de convencerme. Pero la mayor parte del resto del álbum está compuesto por cortes más sencillos y directos, donde el protagonismo lo tienen, más que los miembros del grupo, los espectaculares arreglos de cuerda del compositor brasileño Arthur Verocai. Este artista, admirado desde hace años por los canadienses, llega a adueñarse de varias canciones con sus arreglos ligeros e inspiradores: “City of Mirrors” es, de fondo, un tema bastante simple, pero el toque de Verocai la hace vibrante y emotiva. Las otras dos grandes canciones del álbum, “Beside April” y “Love Proceeding”, también cuentan entre sus armas con bonitos pasajes a cargo de Verocai, pero tienen una mayor riqueza. La primera encuentra un groove excelente en su crescendo final, entre el bajo, la creativa batería del invitado Karriem Riggins, un órgano discreto pero efectivo y una guitarra vigorosa. En la segunda destaca el saxofón, con un riff que transmite una serenidad casi trascendente, además de un solo hacia la mitad de su recorrido al que poco a poco se van sumando elementos hasta llegar a un clímax brillante.
En lugar de una conclusión tan espectacular y centrada como su inicio, el disco termina en su momento más dubitativo y laxo
Menos interesantes son “Unfolding (Momentum 73)”, que aburre un poco en sus pasajes más tranquilos y trastabilla cuando intenta subir la intensidad, y la final “Talk Meaning”. Esta última tiene mucho potencial: cuenta con un buen trabajo de Terrace Martin al saxofón (la cantidad y calidad de los invitados es, sin duda, uno de los puntos fuertes del disco) y Verocai ocupa aquí otro rol inicialmente, usando sus cuerdas como tejido conectivo entre la acelerada sección rítmica y la más reflexiva sección melódica. Pero da la sensación de que la canción acaba por disolverse sin terminar de desarrollar ese potencial. Hay un pasaje intenso en que Martin y Whitty dialogan con sus saxos, pero esto llega a un abrupto final en el que las cuerdas de Verocai ocupan el vacío dejado por el resto de instrumentos de forma algo torpe, y finalmente todos los demás instrumentos desaparecen y solo queda el arpa de Brandee Younger, que despide el álbum sin mucha ceremonia. Esto, sumado a que las dos pistas anteriores son la indecisa “Timid, Intimidating” y un breve e intrascendente reprise de “Beside April”, hace que el disco pierda buena parte de su fuerza conforme se acerca al final. En lugar de una conclusión tan espectacular y centrada como su inicio, el disco termina en su momento más dubitativo y laxo.
En conjunto, pues, se trata de un disco muy bueno, aunque no sea el más coherente, el mejor construido de principio a fin o el más innovador. Lo importante es que la base es sólida: la mayoría de las canciones funcionan, algunas extraordinariamente bien, y las interpretaciones son buenas. Los invitados aportan el toque extra que se requiere para hacer de Talk Memory un álbum al que apetece volver. No sé si convencerá a los fans del jazz del pedigrí de BadBadNotGood, pero no creo que importe. Para quienes disfrutamos de la música sin darle mayor importancia a las etiquetas, este disco es un gustazo.
Puntuación: 7.5/10
- Si quieres escucharlo, pincha en el siguiente enlace: BadBadNotGood – Talk Memory