Sierra Nevada, Ahora y siempre.

'Algunos discos que se te han podido pasar este invierno'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 12 de Abril de 2023
La madrileña Marta Movidas.
La madrileña Marta Movidas.

Como otros años, se van pasando los meses y me es imposible hacer reseñas de todos los discos que, por uno u otro motivo, me parecen interesantes. Así pues, aprovecho la llegada de la primavera para hacer un repaso por los discos del primer trimestre de 2023 que no he tenido ocasión de comentar. En esta ocasión hay desde debuts esperanzadores a retornos decepcionantes, pasando por discos en directo de muchos quilates y algún género poco habitual en el blog. Al igual que en otros artículos similares, empezaré con los EPs y después iré con los álbumes. Espero que encontréis buenas recomendaciones y que os emocionéis tanto como yo con algunos de estos trabajos.

Pensaba que Marta aún tenía que terminar de dar con su voz artística. Su nuevo EP, Yunque, prueba que la ha encontrado definitivamente. En solo cuatro canciones, las muestras de su evolución son evidentes: un sonido mucho más claro y definido, una voz más confiada y protagonista

Marta Movidas debutó hace un par de años con Os castigaré, un LP breve pero intenso que mostraba su alegre y desenfadada fusión de indie español con j-pop, entre otras muchas cosas. Disfruté bastante del disco, pero sentía que la voz de Marta no terminaba de brillar, además de que la estética lo-fi, la cabalgata de sonidos dispares y el humor que destilaban las letras quizás no cuajaban del todo entre sí. En pocas palabras: pensaba que Marta aún tenía que terminar de dar con su voz artística. Su nuevo EP, Yunque, prueba que la ha encontrado definitivamente. En solo cuatro canciones, las muestras de su evolución son evidentes: un sonido mucho más claro y definido, una voz más confiada y protagonista, un mejor equilibrio entre los distintos géneros que dan forma a su música y unas letras más poéticas y evocadoras que nunca. “La flor de loto florece dos veces” es, sencillamente, una de las mejores canciones del pop español de los últimos años: una auténtica joya sobre un enamoramiento obsesivo en la que cada melodía, cada frase, cada cambio de ritmo, cada vuelta del estribillo, funciona a la perfección. Pero el resto de canciones no se quedan atrás. “Por el humo se sabe dónde está el fuego”, junto a los barceloneses Medalla, añade un toque heavy que le sienta genial a su música. “Pájaro de tres alas” tiene un delicioso estribillo sobre el despecho, donde Marta se compara con un “colibrí inalcanzable” que escapa de quien la ha hecho sufrir. El EP se despide con “Malhaya quien nace yunque...”, un divertido corte con aires disco y una letra muy reflexiva, y aunque sus catorce minutos saben a poco, dejan también una certeza: Marta Movidas es uno de los mayores talentos del pop español. Habrá que estar muy atentos a sus próximos movimientos.

Veremos qué le depara el futuro a Califato, pero este último EP con los miembros originales es un homenaje que no recoge nada de lo que hacía especial a la homenajeada y una mera anécdota en su discografía

Ayer mismo se anunció que S Curro y Rosana Pappalardo dejaban Califato ¾, pese a lo cual Lorenzo Soria afirmaba ante la prensa que el grupo está “más fuerte que nunca”. A nivel discográfico, sin embargo, parece que siguen dando una de cal y otra de arena. Su estilo bastardista y su peculiar sentido del humor los ubican siempre de espaldas al buen gusto, lo cual a veces es refrescante, como en su último álbum, La Contraçeña, y otras veces es más bien feo o aburrido. De este último lado cae su EP de homenaje a Lola Flores en el centenario de su nacimiento, Lola, lanzado en febrero. La primera canción, “Zarzamore”, al menos tiene de su parte la sobriedad: la interpretación de Pappalardo de la mítica copla de Quintero, León y Quiroga, acompañada únicamente por una guitarra eléctrica que se desmelena en acordes punk en su segunda mitad, es razonablemente efectiva y genera intriga. Por desgracia, los cuatro cortes restantes son el peor tipo de mestizaje, el que le quita la gracia a ambas fuentes de inspiración. “La bomba”, la divertida mezcla de la Faraona entre rumba flamenca y bomba puertorriqueña, se convierte aquí en una aburridísima cumbia psicodélica, desprovista de toda la urgencia del género. El mítico bolero “Historia de un amor”, que Flores había dominado con su personalidad e intensidad arrolladoras, aquí suena a garrafón, con unos sintes horripilantes y un inexplicable pasaje rapeado por el Negro Jari. Los “Tientos del sombrero” tienen una especie de marimba electrónica que me da escalofríos, mientras que “¡Ay Alvariño!” es una recreación punto por punto del eurodance noventero más hortera dominada por la voz de Manuel Chaparro, cuyas apariciones cada vez me parecen más molestas. En fin, veremos qué le depara el futuro a Califato, pero este último EP con los miembros originales es un homenaje que no recoge nada de lo que hacía especial a la homenajeada y una mera anécdota en su discografía.

Su sonido parece beber de la complejidad rítmica y las tonalidades de las guitarras del math rock, pero con acentos flamencos y, por momentos, casi jazzíticos

El pasado 28 de febrero, día (oficial) de Andalucía, tuve la suerte de presenciar en el Lemon Rock el debut en directo de La Jvnta, un grupo gaditano-granadino que aunque se autodefinen como post punk, hacen algo mucho más interesante de lo que esa austera etiqueta puede recoger. Su sonido parece beber de la complejidad rítmica y las tonalidades de las guitarras del math rock, pero con acentos flamencos y, por momentos, casi jazzíticos. Además, el uso del contrabajo (tocado tanto con arco como pulsando las cuerdas) en lugar del bajo eléctrico le da un gran dinamismo a su propuesta sonora. Para muestra, su reciente EP, Sendas cambembas, donde a lo largo de cinco canciones exhiben sus habilidades. “Imagen” se mueve en tonalidades oscuras que se reflejan en la letra (“de un país en llamas que devora a sus hijos”), y su progresión instrumental es excelente. “Florida” quizás sea la mejor del conjunto, partiendo de un riff de guitarra sencillo y transformándose constantemente hasta llegar a ese maravilloso estribillo: “yo he venido aquí a gritar”. En “Ronda nocturna”, los sintes saturados complementan a la perfección los ritmos sincopados, en un juego hipnótico y adictivo. La juguetona “Sendas cambembas” introduce incluso un toque mexicano con el uso de instrumentos como el requinto, mientras que “Mudéjar” empieza sonando a bossa nova y después mete sintes psicodélicos que remiten al rock andaluz. Por si esto fuera poco, el grupo suena aún mejor en directo, y han anunciado que tienen nueva música lista para salir esta misma semana. Estad pendientes, La Jvnta van a dar que hablar.

Y ojo, también hay algún momento donde introducen mezclas más originales: “Tres primaveras” se inspira en el reggae, con su bajo prominente y sus guitarras rasgueadas a contratiempo, mientras que “No quiero nada”, con la rapera Carmen Xía, suena más heavy y oscura

Los sevillanos Vera Fauna debutaron en 2020 con el entretenido Dudas y flores, y siguen por los mismos derroteros en su nuevo álbum, Los años mejores. Su sonido es una especie de rock psicodélico light, amable y ligero, sin estridencias ni demasiados riesgos, pero grabado con mucho mimo y con momentos de gran potencia melódica. Las letras, por su parte, introducen reflexiones políticas en sus retratos de la cotidianidad y la vida diaria, de un modo que el teórico de la literatura marxista Juan Carlos Rodríguez probablemente habría visto con aprobación. Cuando todo esto se combina con canciones de calidad, como la inicial “Peso pluma” o la dinámica “Al dolor”, el resultado es bastante potente: son temas en los que apetece deternerse para olfatear sus frescos aromas. Solo hay que fijarse en la presencia de Kiko Veneno en “Martes” para comprender por dónde van las cualidades más positivas de la propuesta. Y ojo, también hay algún momento donde introducen mezclas más originales: “Tres primaveras” se inspira en el reggae, con su bajo prominente y sus guitarras rasgueadas a contratiempo, mientras que “No quiero nada”, con la rapera Carmen Xía, suena más heavy y oscura. Pero es verdad también que muchas otras canciones no pasan de entretenidas o simpáticas, como pasa con “Espuma”, “Mira lo que tengo” o la bossa nova acústica de “Estrella de papel”. Los años mejores no es un disco que te cambie la vida, pero es una escucha de lo más agradable con momentos de brillantez, que ya es bastante.

La tolosarra Ana Arzuaga, alias Verde Prato, ha conseguido en muy poco tiempo colocarse en un lugar destacado en la escena alternativa de todo el Estado

La tolosarra Ana Arzuaga, alias Verde Prato, ha conseguido en muy poco tiempo colocarse en un lugar destacado en la escena alternativa de todo el Estado. Con su primer álbum, el breve Kondaira eder hura, ya se ubicó en la corriente de recuperación del folklore local/regional en combinación con sonidos pop actuales. En su sucesor, el también cortito (siete cortes y 26 minutos) Adoretua, lanzado en marzo, Arzuaga lleva su propuesta aún más lejos, tirando ya casi exclusivamente de producción electrónica. Personalmente, considero que el considerable talento de Arzuaga como compositora y cantante se desperdicia aquí con unas instrumentales demasiado mínimos y rígidos. “Ahizpak” o “Garai Galduak” apenas tienen un esqueleto rítmico, tan básico que parece una demo, un bajo y algún toque puntual de otros instrumentos, mientras que en “Harrapatu Ninduen” no hay mucho más que un simple riff de sintes y el sonido de la lluvia. Es verdad que temas como “Su pelo” o “Niña soñando” tienen melodías innegables, que se sobreponen a estos defectos y atrapan de verdad. Y sin duda mi nula comprensión del euskera me impide disfrutar de la mayoría de las letras, lo cual probablemente tenga algo que ver con que casi no me emocione con una voz tan bella como la de Arzuaga. Pero el caso es que, para mí, Verde Prato aún tiene que encontrar una forma más convincente de presentar sus canciones, que escape del hieratismo de estas producciones y libere la potencia de su voz y sus melodías.

Pero en general el carisma del grupo reluce y el disco sirve como banda sonora para un estado emocional muy particular, melancólico pero ligero

Los madrileños La Paloma habían hecho cierto ruido en los últimos dos años con sus singles y EPs, y por fin lanzaron su primer álbum a finales de febrero. Todavía no lo forman once canciones de pop guitarrero y ruidoso, en las que los buenos ganchos y el estilo directo y sin pretensiones en general compensan bastante bien la falta de elementos distintivos en su sonido. Puede que haya mil canciones como “Sigo aquí”, pero el caso es que no puedo evitar corear esa letra tan de nuestro tiempo (“un estado emocional frágil/consecuencia de una vida fácil”) y me divierte mucho escucharla. Lo mismo puede decirse de “Polvo”, “Tiré una piedra al aire”, “Algo ha cambiado” o “No es una broma”. Es verdad que a veces, si la calidad de las melodías no es tan alta, como en “Todo esto”, o si las letras son más cuestionables, como en “El adversario”, o si la progresión del tema es más torpe, como en “Cosquilleo”, el disco se hace plano, anónimo. Y ya son muchos peros, desde luego. Pero en general el carisma del grupo reluce y el disco sirve como banda sonora para un estado emocional muy particular, melancólico pero ligero. No va mucho más allá de eso, pero tampoco lo pretende. Falta saber qué tal es el grupo en directo, cosa que comprobaré en el Canela Party este verano; si son igual de desenfadados y frescos que en estudio, seguro que el concierto merecerá la pena.



Un fotograma de Live at Bush Hall, de los británicos Black Country, New Road.

Como sabrá cualquiera que siga este blog, los británicos Black Country, New Road son sin duda el grupo que más me obsesiona en los últimos años. Sus dos LPs, For the first time (2021) y Ants From Up There (2022), se cuentan entre mis discos favoritos no ya de sus respectivos años, sino de todos los tiempos.

Como sabrá cualquiera que siga este blog, los británicos Black Country, New Road son sin duda el grupo que más me obsesiona en los últimos años. Sus dos LPs, For the first time (2021) y Ants From Up There (2022), se cuentan entre mis discos favoritos no ya de sus respectivos años, sino de todos los tiempos. Sin embargo, la marcha de su cantante, letrista y guitarrista, Isaac Wood, había creado una situación de incertidumbre sobre el futuro del grupo; por más que ellos dijeran que iban a seguir su camino sin él, era difícil imaginar cómo se las apañarían para reemplazar a un cantante con tanta personalidad. Lo que hicieron fue lanzarse a componer un repertorio completamente nuevo para su gira de 2022, cantado a tres bandas entre el saxofonista Lewis Evans, la pianista May Kershaw y la bajista Tyler Hyde. Ahora han lanzado una película y un disco en directo, Live at Bush Hall, grabados en los últimos conciertos de esa gira, que demuestran a las claras que el grupo está muy vivo aunque sigan emocionalmente tocados por la marcha de Isaac. Abriendo el concierto está “Up Song”, seguramente su canción más pegadiza, cuyo estribillo (“Look at what we did together/BCNR, friends forever!”) es una celebración radiante de lo conseguido por el grupo hasta ahora y se convertirá en uno de los momentos esenciales de sus directos. Hay canciones que siguen por territorios similares a los explorados en el último álbum, como la magnífica y desoladora “Laughing Song”, “Dancers” o “I Won't Always Love You”, y otras que exploran caminos cercanos al folk más barroco, como “The Boy” o “Across the Pond Friend”. En cualquier caso, lejos queda ya el tenso y espartano post punk con toques de klezmer de su debut. También queda claro que Hyde es la cantante con más presencia de los tres nuevos, y que Evans tiene que ganar un poco de confianza para ejercer ese rol con garantías (“The Wrong Trousers” es la peor canción del disco con bastante margen). Y luego está “Turbines/Pigs”, un mastodonte de canción que empieza como una desconsolada balada al piano cantada por Kershaw y culmina en un impresionante crescendo grupal que demuestra que Black Country, New Road, con o sin Isaac, son uno de los grupos de rock más creativos y poderosos de su generación. No parece que vayan a convertir este repertorio en un álbum de estudio propiamente dicho; más bien querían dar a los fans algo con lo que calmar sus ansias y al mismo tiempo pasar página. Objetivo conseguido; ahora las esperanzas en el futuro del grupo son mucho más firmes.

No es que sea un mal disco, pero me parece demasiado irregular para considerarlo la obra maestra que está vendiendo la crítica

Caroline Polachek ha hecho el disco de pop más comentado en lo que va de año. La ex de Chairlift había conseguido llamar la atención de poppies y alternativos por igual con Pang (2019), un disco de pop electrónico con sensibilidad indie que contenía uno de los mayores hits de los últimos tiempos. “So Hot You're Hurting My Feelings” era tal monumento que resultaba imposible ignorarla, y Polachek ha aprovechado la atención extra. Tras la pandemia, colaboró con Charli XCX, fue telonera de Dua Lipa y acumuló singles de éxito, reunidos ahora en Desire, I Want to Turn Into You, un disco tan obsesionado con el amor y la sensualidad que fue lanzado el día de San Valentín. Es obvio que Polachek sabe componer hits adictivos con un toque excéntrico: “Welcome to My Island” contrapone unas estrofas medio rapeadas y apagadas con un estribillo explosivo, cuya guitarra eléctrica complementa de forma épica la voz de la neoyorquina; “Bunny Is a Rider” se inserta en el cerebelo gracias a su minimalismo, y “Blood and Butter” tiene una progresión perfecta y un aire veraniego embriagador. Pero no es menos cierto que entre momentos así de brillantes también se cuelan otros bastante cuestionables: ahí está el aire latino-flamenco de todo a cien de “Sunset”, el poco interesante intento de balada dramática pero sutil que es “Crude Drawing of an Angel” o la sosez que es “Hopedrunk Everlasting”. No es que sea un mal disco, pero me parece demasiado irregular para considerarlo la obra maestra que está vendiendo la crítica.

Lo que encontramos es un R&B lento y muy sensual, sencillo pero cuidado en las formas, con alguna incursión ocasional en el hip hop

La colombiana-estadounidense Kali Uchis saltó a la fama con un debut exquisito, Isolation (2018), un álbum muy diverso en su sonido pero lleno de temazos pop de tres minutos, perfectos a nivel compositivo. Más tarde se volcó hacia sus raíces latinas en Sin Miedo (Del Amor y Otros Demonios) (2020), un disco más imperfecto, que fue recibido con más tibieza, pero que mostraba lo claras que tiene las ideas y lo fuerte de su personalidad artística (entre otras cosas por cantar casi exclusivamente en español). Su tercer álbum, Red Moon in Venus, profundiza en su personaje de femme fatale a lo largo de sus quince cortes y 43 minutos, que esta vez suenan de forma bastante más homogénea. Básicamente, lo que encontramos es un R&B lento y muy sensual, sencillo pero cuidado en las formas, con alguna incursión ocasional en el hip hop. Lo bueno de esta fórmula es que se centra en el que sin duda es uno de los puntos fuertes de Uchis como cantante, su registro vocal más aterciopelado y sugerente. Lo malo, por contra, es que quizás cuesta más destacar una canción concreta frente a las demás: no hay aquí hits tan claros como en sus trabajos anteriores, y eso es un pecado mortal en un disco pop. Lo cual no quiere decir que no haya buenas canciones: “I Wish Your Roses”, “Hasta Cuando”, “Endlessly” o “Deserve Me” dan muestras una vez más de su talento compositivo y su capacidad para moverse con naturalidad entre el inglés y el español. Es, en fin, un disco muy sólido, aunque quizás le falten esos momentos icónicos que lo conviertan en uno inolvidable.

La última vez que supimos de Gorillaz fue con Song Machine, Season One: Strange Timez, un álbum compuesto de singles colaborativos lanzados a lo largo de todo 2020 y que recuperó mucha de la magia que el grupo había perdido en sus últimos discos. El título parecía insinuar que habría nuevas “temporadas” de este formato, pero de momento tenemos que conformarnos con otra cosa: Cracker Island, el LP que lanzaron en febrero, es un álbum tradicional en su formato y, la verdad, bastante aburrido también en su contenido. Es verdad que el funk de la canción titular tiene una energía contagiosa, en gran parte gracias a la inestimable colaboración de Thundercat, cuyo siempre llamativo bajo le da mucha garra al instrumental. Pero más allá de esto, he encontrado pocas razones para volver al disco. Quizás el ejemplo más obvio para explicar por qué sea “Tormenta”, el tema colaborativo con Bad Bunny. El dancehall barato de la base desmerece a un grupo de este nivel, y aunque hay alguna idea intrigante la sensación es que su única razón de ser es contar con la aparición del artista más escuchado del mundo: sin la voz de Benito, la canción perdería todo sentido. Y qué decir de “New Gold”, una combinación de los peores instintos de Gorillaz con lo más irritante del sonido de Tame Impala. O del horroroso uso de la voz de una leyenda como Stevie Nicks en “Oil”. Otro disco mediocre que empaña la discografía de uno de los grupos esenciales de este siglo.

Su nuevo trabajo, Shook, sí que consigue abrir una vía nueva y fecunda para la banda de Atlanta

Algiers se ganaron un merecido prestigio con su politizada mezcla de punk, blues y gospel en su debut homónimo (2015) y su segundo álbum, The Underside of Power (2017), pero habían decepcionado en 2020 con el tercero, There Is No Year (2020). Parecía que el sonido del grupo había perdido la fuerza que lo caracterizaba y que no terminaban de dar con algo nuevo y diferente que resultara interesante. Su nuevo trabajo, Shook, sí que consigue abrir una vía nueva y fecunda para la banda de Atlanta. A su cóctel de sonidos anterior han añadido aún más géneros sacados de las ilustres páginas de la historia de la música negra, incluyendo el jazz en cortes como “Green Iris” y, sobre todo, el hip hop más furioso y consciente. Para ello se valen de una amplia nómina de invitados que incluye a gente tan interesante como billy woods, Backxwash (“Bite Back”, donde aparecen ambos, es una de las canciones destacadas), Big Rube o Zack de la Rocha. Hay muchos momentos vibrantes, donde la energía de las interpretaciones te atrapa, como “Irreversible Damage”, “A Good Man” o “I Can't Stand It!”. Pero también es cierto que el disco se hace un poco largo: cada canción suena diferente a la anterior, de modo que no es el LP más coherente, y además la intensidad resulta agotadora, especialmente dado que muchos de los momentos menos ruidosos vienen en forma de arengas o discursos inflamados por parte de invitados. En conclusión: el disco es sin duda admirable, pero no termina de invitar a volver a escucharlo con mucha frecuencia, más allá de algunos temas sueltos.

A pesar de su escaso éxito de público, los californianos Xiu Xiu son, sin lugar a dudas, uno de los grupos de pop experimental más admirados del mundo

A pesar de su escaso éxito de público, los californianos Xiu Xiu son, sin lugar a dudas, uno de los grupos de pop experimental más admirados del mundo. Se ganaron esa fama gracias a canciones ruidosas y extrañas, con letras perturbadoras y expresivas pero de estribillos adictivos, en discos como A Promise (2003) o Fabulous Muscles (2004), y cada nueva entrada en su discografía genera expectación. Sin embargo, en la constante pugna que se da en su sonido entre lo experimental y la inmediatez pop, siento que su nuevo álbum Ignore Grief se inclina demasiado por lo primero. Al sonido industrial por el que se hicieron conocidos se le une aquí el uso de cuerdas y vientos que crean texturas verdaderamente aterradoras, que les sirven para abordar temáticas aún más desoladoras de lo habitual, en esta ocasión con mucha más presencia para la voz de Angela Seo frente a la de Jamie Stewart. El problema es que en canciones como “666 Photos of Nothing” o “Dracula Parrot, Moon Moth” hay mucha tensión y poca recompensa. No son tantos los momentos en que realmente se crea algo de continuidad, en que aparece un ritmo sostenido o una melodía exige nuestra atención, en que una canción avanza de forma reconocible; en pocas palabras, hay pocas canciones que entren de primeras. Quizás “Tarsier, Tarsier, Tarsier, Tarsier” siga una estructura más tradicional, y desde luego se agradece la presencia de un elemento rítmico que dé estructura en “Esquerita, Little Richard” y la primera parte de “Brothel Creeper”. Pero en conjunto, Ignore Grief me parece un disco hostil, poco agradecido, que en comparación con sus clásicos deja muy pocos momentos memorables y da pocos motivos para volver a darle al play. Creo que en su lugar seguiré escuchando “Apistat Commander” varias veces al día.

Estos alemanes se mueven en el peculiar subgénero del funeral doom, una versión extremadamente lenta y pesada del doom metal que, además, ellos abordan desde la literalidad, convirtiendo sus canciones en la banda sonora de un cortejo funerario

Una eterna cuenta pendiente de este blog es la de hablar aunque sea un poco de metal. Me temo que mi dieta musical siempre ha tenido una marcada carencia en este sentido, y que más allá de ciertos grupos míticos y fenómenos puntuales (el Sunbather de Deafheaven, los trabajos clásicos de Mastodon) me cuesta emocionarme con discos del género, o incluso estar pendiente de lo que ocurre en él. El nuevo disco de Ahab, al que llegué por recomendación de Hipersónica, sí que me ha enganchado. Estos alemanes se mueven en el peculiar subgénero del funeral doom, una versión extremadamente lenta y pesada del doom metal que, además, ellos abordan desde la literalidad, convirtiendo sus canciones en la banda sonora de un cortejo funerario. En este The Coral Tombs, concretamente, acompañan el descenso hacia su muerte en los abismos del océano al Profesor Arronax, el personaje de 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne. La mayor parte del álbum consiste en largos pasajes de ritmos morosos donde las guitarras dibujan melodías lúgubres pero ingeniosas. La voz de Daniel Droste oscila aquí entre unos growls guturales y mortecinos y unos tonos más limpios, con los que declama unas letras que reflejan la obsesión mórbida y casi mística de su personaje principal por el mundo que se esconde en el fondo del mar. La calidad de las composiciones y de las interpretaciones del grupo arrastran a un estado de trance a lo largo de sus más de sesenta minutos de duración, con momentos especialmente bellos en canciones como “Ægri Somnia” o “The Sea as a Desert”. Pero además, sus momentos de mayor intensidad, como el inicio de “Prof. Arronax' Descent into the Vast Oceans” o la sección intermedia de “Mobilis in Mobili”, sacan a ratos del estupor y dan fuerza a los momentos de mayor horror en la narración. Así pues, se trata de un muy buen disco con el que asomarse a un subgénero de metal que gustará a los fans de la música lenta y oscura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com