'100 gecs se conforman con ser los bufones del hyperpop'
El verano pasado escribí un artículo en el que examinaba el estado del hyperpop a través de tres discos de artistas españoles. Hablaba sobre las tensiones entre expansión y pureza que se estaban produciendo a causa del éxito del sonido característico del género. Cada vez más cosas sonaban a hyperpop, pero la comunidad que se había creado en torno a él sentía que eso era lo que lo estaba matando. Esta dinámica incluso se ha incrementado desde entonces: la participación de la granadina Rakky Ripper en el Benidorm Fest ha dado una gran visibilidad mainstream al género en nuestro país. Al final del artículo, señalé que uno de los grupos esenciales para entender ese boom comercial, 100 gecs, el dúo formado por Dylan Brady y Laura Les, tenía que sacar disco, y que quizás este fuera el momento decisivo para saber qué iba a pasar, qué camino seguiría el hyperpop.
Debo decir, en primer lugar, que mi principal sorpresa ha sido la falta de sorpresas. Quizás por lo novedoso y rompedor que sonó 1,000 gecs en aquel lejano 2019 y por la diversidad del disco de remixes que lanzaron al año siguiente, esperaba algo que me dejase boquiabierto
Ha habido que esperar más tiempo del que parecía, pero los de St. Louis lanzaron al fin el 17 de marzo su esperado segundo álbum, 10,000 gecs. Debo decir, en primer lugar, que mi principal sorpresa ha sido la falta de sorpresas. Quizás por lo novedoso y rompedor que sonó 1,000 gecs en aquel lejano 2019 y por la diversidad del disco de remixes que lanzaron al año siguiente, esperaba algo que me dejase boquiabierto. Y eso a pesar de que su EP de diciembre, Snake Eyes, ya había sido más de lo mismo. En cualquier caso, la realidad es que el nuevo disco es de lo más predecible: su parecido con el debut no podía ser más notorio. Tanto en su estructura (de nuevo 10 canciones y veintipocos minutos de duración) como en su contenido. El sonido del dúo es una mezcla frenética de trap, punk, EDM, metal, ska y pop combinados con una sola máxima en mente: crear las canciones más graciosas y estúpidas del mundo.
El problema para mí es doble. Por una parte, todo chiste pierde gracia si lo repites demasiado
El problema para mí es doble. Por una parte, todo chiste pierde gracia si lo repites demasiado. Los trucos de los que tira el grupo siguen siendo los mismos y su sentido del humor sigue siendo igual de pueril. Esto no sería un problema tan grave si no fuera porque, al mismo tiempo que han perdido gracia, también ha bajado el nivel medio de sus canciones. Por supuesto, siguen siendo capaces de componer hits: “Hollywood Baby” es un trallazo de pop punk distorsionado lleno de ganchos vocales fantásticos. “Doritos & Fritos” tiene una base muy dinámica, con un bajo robusto que ancla la canción mientras esos agudos samples de guitarra tiran en todas direcciones, y además cuenta con el mejor estribillo del álbum (“And the TV's tuned to cable/And I'm sleeping when I'm able/But the TV's on so loud it hurts my brain, brain, brain”).
Pero demasiado a menudo, a estos dos les puede su alma payasa y priorizan hacer una gracieta sobre componer una buena canción
Pero demasiado a menudo, a estos dos les puede su alma payasa y priorizan hacer una gracieta sobre componer una buena canción. “Frog on the Floor” es el ejemplo más claro: la letra sobre que el nuevo compañero de piso de Brady es una rana que causa divertidos malentendidos con su actitud despreocupada e impulsiva es, literalmente, algo que haría reír a mi sobrino de cinco años. Mientras tanto, la base ska suena hueca y superficial, poco trabajada. Sí, lo sé, le estoy dando demasiadas vueltas a una canción de coña. Pero ese es el problema: para 100 gecs, es más importante meter bromas infantiles en sus discos que hacer buenas canciones pop. Lo cual es enervante cuando ves de lo que son capaces cuando se ponen. “I Got My Tooth Removed” es igualmente ridícula: en ella los gecs se despiden con dramatismo de... una muela que les dolía. Pero aquí la broma sí tiene gracia, entre otras cosas porque usan la música para hacerla más divertida: los pasajes que suenan a balada de desamor realmente te hacen pensar que la canción tiene otro trasfondo, hasta que entran los marchosos vientos y las guitarras ska y rematan el chiste.
Así pues, la inconsistencia acaba por echar a perder 10,000 gecs. Lo mismo suena el electropop futurista y creativo de “757” que el insufrible y cacofónico homenaje al nu metal de “Billy Knows Jamie” o esa chorrada inexplicable que es “One Million Dollars”. Y no es que 1,000 gecs fuese un disco redondo precisamente: también había cortes tontísimos (“I Need Help Immediately” me sigue pareciendo insoportable) y quedaba la sensación de que podían hacer algo mucho mejor si depuraban un poco su propuesta. Pero en aquel caso se les perdonaba porque era la primera vez y yo acababa de descubrir que se podía hacer algo tan absurdo y que sonara tan bien como “745 sticky” o “ringtone”. Ahora, un puñado de buenas canciones ya no compensa por esta sensación de que me están tomando el pelo, y mucho menos si algunos de los cortes que pretenden ser “serios” (para sus estándares) tienen estribillo tan molestos como el de “mememe”. Para mí, aunque ninguno de los dos sea una obra maestra, 1,000 gecs sonaba al futuro, mientras que 10,000 gecs, con su evidente nostalgia noventera y sus aires de déjà vu, suena a pasado.
Es posible que 100 gecs estén condenados a ser uno de esos grupos cuya enorme influencia en el sonido de su época no se traduce en una gran discografía
Es posible que 100 gecs estén condenados a ser uno de esos grupos cuya enorme influencia en el sonido de su época no se traduce en una gran discografía. Pero en cualquier caso, lo que veo claro es que esta vía que propone el dúo no parece demasiado interesante para el futuro del hyperpop. Asentados en un sonido muy concreto y, sobre todo, devorados por sus personajes, 100 gecs se contentan con repetirse. Creo que hay artistas haciendo cosas más interesantes, con menos miedo a incluir algo de seriedad, algo de sinceridad, en fin, a reflejar la complejidad de la adultez en su música, sin por ello perder la frescura y el punto irónico y ligero que definen al género desde sus inicios. O quizás el hyperpop haya muerto y 10,000 gecs sea su acta de defunción, si es que eso significa algo.
Puntuación: 6.3/10