GUÍA DE LAS PRINCIPALES VIVIENDAS DE CORREDOR GRANADINAS

El corral de vecinos que surgió en Granada en el XVI y Madrid rebautizó como corrala

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 25 de Septiembre de 2022
Gabriel Pozo Felguera nos invita a un espléndido paseo por Granada para visitar un singular modelo de viviendas, el corral, que tuvo su origen en esta ciudad, en los tiempos andalusíes, y de las que aún quedan algunas, rehabilitadas, dignas de ver. ¿Nos acompañas por este recorrido guiados por un maestro del Periodismo, reconocido por lectoras y lectores como el cronista de la ciudad?
Casa del Chapiz, a principios del siglo XX, cuando era un corral de vecinos.
MARTÍNEZ DE VICTORIA
Casa del Chapiz, a principios del siglo XX, cuando era un corral de vecinos.
  • Este modelo de bloque de viviendas comunitarias en torno a un patio fue traído a Al-Andalus por la cultura musulmana

  • A finales del siglo XIX fueron muy populares en Granada; llegó a haber unas 300, de las que quedan algo más de 50 muy reconvertidas

La corrala es un modelo comunitario de viviendas que se asocia con Madrid. Su nombre también procede de la capital de España. Pero es poco conocido que la corrala actual es hija del corral o corralón de vecinos granadino, aparecido en Granada ya desde el primer tercio del siglo XVI para acoger a los emigrantes cristianos y militares tras la Toma. Durante el segundo apogeo de este tipo de viviendas populares de corredor, en el siglo XIX, en Granada llegó a haber más de trescientos edificios de este tipo; casi el 15% de los granadinos de entonces vivían en ellas. Desgraciadamente, en la segunda mitad del siglo pasado desaparecieron las más espectaculares. Pero todavía quedan más de medio centenar de corrales y patios de vecinos; casi todos ellos reconstruidos y rescatados de la ruina, algunos habitados o reconvertidos para el turismo y centros oficiales. Vamos a recorrer unos cuantos en este artículo.

No está claro dónde surgió el modelo de edificio de viviendas en corredor. Es decir, casa de varias plantas con una escalera común y balconadas exteriores desde las que se accede a los pisos, apartamentos o habitaciones. Es probable que nacieran en la zona de Babilonia u Oriente Medio hace tres milenios; los romanos las copiaron en sus ínsulas. Pero lo que tenemos claro es que la cultura musulmana trajo ese tipo de construcciones a Al-Andalus. Para el siglo XII se documentan edificios cerrados en corredor en ciudades de la Península. Algunos claustros de conventos son simples copias de fundak musulmanas. Incluso algunos adarves andalusíes (calles sin salida) tuvieron forma de corral abalconado. En Granada subsiste el mejor edificio de viviendas en corredor conservado desde el siglo XIV: el Corral del Carbón. Quizás este tipo de modelos de antiguas alhóndigas musulmanas fuese tomado por los cristianos del Norte y La Mancha para construir sus corrales, corralones de casas, corrales de comedias y de cantes. Y por qué no pudieron venir de vuelta a Granada tras la Toma de 1492. Al igual que surgieron también en Sevilla, Cádiz y Córdoba como albergue de las clases más populares.

Alhóndiga Gidida (Corral del Carbón), la inspiradora de todas las corralas de vecinos de España (siglo XIV). Esta foto es de 1889, cuando era casa de vecinos y almacén. AHMG
Hasta los conventos utilizaron el sistema de construcción en corredor para acceder a las celdas de las monjas. M. RIOBOÓ.
La característica común a todos los tipos de corral de vecinos surgidos en Granada a principios del siglo XVI consiste en un edificio cerrado, con un portón de acceso, zaguán o pasillo que se abre a un patio comunal. Este patio es el centro de la actividad social y laboral de sus habitantes. La forma del corral solía ser cuadrada o preferentemente alargada. Con sus cuatro caras construidas de apartamentos; todos daban luces al patio central. Pero en buena parte de los casos no había suficiente solar como para permitir viviendas en los cuatro costados, con lo cual muchas de ellas disponían de tres corredores, incluso de dos en forma de L, que miraban a la tapia medianera del bloque vecino.

Si el corral o corralón era grande, solía tener dos escaleras de acceso en extremos opuestos; pero por lo general ofrecía sólo una escalera de acceso a los corredores

Si el corral o corralón era grande, solía tener dos escaleras de acceso en extremos opuestos; pero por lo general ofrecía sólo una escalera de acceso a los corredores. Los apartamentos o viviendas, repartidos por lo general en dos o tres alzados, disponían de unas dimensiones nunca superiores a treinta metros cuadrados: una puertecilla que daba al corredor, una ventanilla, una primera estancia que hacía las veces de salón, cocina, comedor, sala de estar; y al fondo, sin ventilación en la mayoría de los casos, había una sola habitación separada por una cortina, en la que dormían todos los miembros de la misma familia. Era una forma de vida precaria y sin ventilación. Se alumbraban a base de candiles y/o velas (eso provocó abundantes incendios, algunos de ellos trágicos).

Lo habitual es que cada corrala dispusiera de un retrete comunitario (placa turca) en cada una de las plantas de los corrales. Si eran de pequeño tamaño, incluso sólo había uno para todos en la planta baja. La limpieza del aseo y zonas comunes se hacía por turnos, cada vecino pasaba la llave o la tablilla colgada en la puerta del siguiente encargado. El agua les llegaba a través de acequia o acopiada mediante cántaros por cada uno de los vecinos desde la fuente más cercana; solían guardarla en tinajas. El patio central disponía de las pilas de lavar comunes; cada lavandera tendía en cuerdas extendidas en su parte de corredor. La limpieza corporal solía ser escasa y se hacía en palanganas en la única habitación interior, sobre todo en el caso de las mujeres.

Los vecinos vivían en un entorno sin prácticamente ninguna intimidad, donde todos sabían las alegrías y sufrimientos de todos

El patio servía como centro de la vida comunitaria de todo el vecindario. A él acudían a hacer las tareas domésticas, pero también a charlar, a organizar fiestas, a cotillear, etc. Los vecinos vivían en un entorno sin prácticamente ninguna intimidad, donde todos sabían las alegrías y sufrimientos de todos. La vida que llevaban era como la de una extensa familia o quizás como la de una comunidad religiosa. La solidaridad era una característica destacable. En la recta final del siglo XX, cuando apareció la televisión, el primer vecino en comprarla solía sacarla al corredor o al patio y todos se arremolinaban en torno al aparato para ver las corridas de toros.

Casi todos los corrales eran verdaderas factorías donde desarrollaban sus trabajos los propios habitantes

Pero también aquellos patios y buena parte de los bajos fueron en su mayoría espacios laborales. Casi todos los corrales eran verdaderas factorías donde desarrollaban sus trabajos los propios habitantes; Granada se caracterizaba por su potencia como fábrica de cuerdas (atarazana) para barcos; fraguas; carpinterías; talabarterías; orfebrerías; cerámicas; bordadores; sombrereros; fieltreros; peleteros; zurreros; confiteros, etc. etc. De ahí que los patios estuviesen repletos de materias primas (lino, esparto, maderas, piedra, hierros) y cachivaches necesarios para la manufactura. Algunos de sus zaguanes albergaron pequeñas tiendas (almonas) y chiscones de buhonero.

Desde el siglo XVI

El boom de las viviendas de corredor se produjo en Granada muy pronto, ya a principios del siglo XVI. El motivo fue claro: era una tierra recién conquistada por los cristianos que atrajo a militares y muchos emigrantes en busca de oportunidades. La iniciativa de los Reyes Católicos y la nobleza de poner en marcha un extenso programa constructivo (Hospital Real, Catedral, San Jerónimo,Chancillería, Capilla Real) y la llegada de infinidad de órdenes religiosas necesitaban de mano de obra para levantar tanta iglesia y convento. Y todos los nuevos oficiales y sus familias precisaban viviendas baratas en las que cobijarse. Los edificios de corrales surgieron en la periferia de los barrios más cercanos a las obras (los primeros fueron junto al Hospital-Real San Lázaro, e inmediatamente se contagiaron el Realejo y barrio de la Magdalena).

El modelo de corrala más antiguo se habilitaba sobre una tanda de pilares de piedra arenisca o de Alfacar, de considerable grosor; sobre ellos se iba urdiendo un entramado de madera para conformar la estructura de todo el edificio

Los ricos del momento (nobles, órdenes religiosas, genoveses y algún incipiente comerciante) se convirtieron en los primeros inversores inmobiliarios de aquellos edificios de viviendas sociales. Surgieron como corrales o corralones de una o dos plantas de alzado; con el tiempo fueron cargando una tercera e incluso una cuarta sobre su base. El modelo de corrala más antiguo se habilitaba sobre una tanda de pilares de piedra arenisca o de Alfacar, de considerable grosor; sobre ellos se iba urdiendo un entramado de madera para conformar la estructura de todo el edificio. Los materiales de cierre de tabiques y solería solían ser pobres, a base de ladrillos, adobe y yeso. Los corredores eran de palenque, aunque en muchos casos también cerraron las barandillas con ladrillo y yeso. El resultado eran apartamentos muy elementales y de baja calidad constructiva. Una corrala pensada originalmente para alquiler de pobres se caracteriza por carecer de adornos en zapatas y pilares; las casas de vecinos que antes fueron palacetes nobiliarios o de ricos –tanto nazaritas, moriscas o cristianas- sí disponen de pilares redondos de mármol, con algún tipo de capitel y zapatas labradas.

En algunos momentos llegó a utilizarse la palabra “corralero” con tono despectivo, dirigida a los granadinos pobres y necesitados

La cocina para guisar era muy elemental. A lo sumo un hornillo alimentado con unas ramas o con carbón vegetal; era habitual ver los corredores llenos de leña, jaulas con gallinas y conejos. Incluso algunas corralas dispusieron de cuadras para animales en sus bajos, aunque eran los menos. Y si no tenían leña para guisar, mucho menos existió hogar y chimenea para encender fuego; los inviernos eran heladores, los más pudientes conseguían tener braseros de picón y reunirse en torno a las faldas de una mesa-camilla. Solía ser habitual que se reunieran varias familias en la casa del que disponía de una fuente de calor. En el verano, lo contrario, se asaban dentro y tenían que salirse a tomar el fresco a las calles. En aquellas condiciones no era de extrañar que las enfermedades y las plagas se cebaran con los colectivos de residentes en corrales; en los corrales y casas de vecinos la mortalidad era bastante mayor por deficiente alimentación, hacinamiento, promiscuidad y ausencia de higiene. En algunos momentos llegó a utilizarse la palabra “corralero” con tono despectivo, dirigida a los granadinos pobres y necesitados.

Muchos de los expulsados por el derribo de 302 edificios para abrir la Gran Vía acabaron cobijándose en estas corralas

En el siglo XVIII empezó la decadencia de la aristocracia granadina, bien por extinción o por su marcha a Madrid en busca de la Corte. Los palacetes señoriales que habían levantado los primeros conquistadores durante el siglo XVI empezaron poco a poco a reconvertirse también en corrales de vecinos; incluso también ocurrió con algunos palacios que fueron de familias nazaritas hasta finales del XV. La zona de la Carrera del Darro y el Albayzín experimentaron esa transformación. Sobre todo, cuando aumentó la presión demográfica a finales del XIX y principios del XX. Muchos de los expulsados por el derribo de 302 edificios para abrir la Gran Vía acabaron cobijándose en estas corralas.

Incluso los espacios de espectáculos públicos surgidos en Granada a finales del siglo XVI (Corral o Coliseo de Comedias) adoptaron el sistema de tres corredores y patio central de butacas para albergar a los espectadores. El teatro Napoleón, que sustituyó al Corral de Comedias de la calle Mesones en 1810, repitió la forma de corralón. Algo similar ocurrió con el teatro Isabel la Católica de la Plaza de los Campos (quemado en 1936). Y una vez más la fórmula de corral de comedias volvió a repetirse cuando levantaron el teatro Cervantes en el Campillo (derribado en 1966), como se aprecia en la foto de arriba (1915). Ítem más, la efímera plaza de toros de madera que se adosó al Palacio de Carlos V a principios del siglo XIX se hizo como una corrala de vecinos de tipo manchego.

También Madrid –famoso por sus 500 corralas en la actualidad– vivió un movimiento muy similar al de Granada, aunque posterior: a partir de 1561, con su elección como capital del Reino, empezó a llegar gente y se hizo necesario levantar estas corralas (las viviendas sociales baratas del momento, o apartahoteles)

También Madrid –famoso por sus 500 corralas en la actualidad– vivió un movimiento muy similar al de Granada, aunque posterior: a partir de 1561, con su elección como capital del Reino, empezó a llegar gente y se hizo necesario levantar estas corralas (las viviendas sociales baratas del momento, o apartahoteles); a mediados del XIX, nuevamente hubo que levantar decenas de corrales (de hasta seis plantas en el caso madrileño). Aquellas viviendas madrileñas de corredor empezaron a ser llamadas popularmente corralas, por vez primera en el siglo XIX. En Granada nunca se las llamó corralas, siempre se habló de corral, corralón, casa de vecinos o patio vecinal. La palabra corrala apareció por vez primera en Granada en 1989 con motivo de la compra y rehabilitación oficial del Corral de Santiago, 5.

Desaparición y transformación de los corrales

A partir de los años cuarenta del siglo pasado, las corralas de Granada empezaron a contar con al menos una toma de agua potable y un desagüe a medida que se iban extendiendo las redes municipales. Este servicio llegó de manera tardía a la ciudad, pero ya era algo. Aunque las condiciones de hacinamiento y falta de empleo empezaron a hacer mella entre sus moradores. Ya para entonces habían comenzado a ser desalojados los talleres de sus bajos y patios, las fábricas y polígonos industriales aparecían en las afueras. La gente de los corrales empezó a nutrir la emigración en dos direcciones: la más numerosa hacia los barrios de la periferia (Zaidín y Chana principalmente), y también hacia otras regiones y países.

Palacete morisco en Cuesta de la Victoria, reconvertido en corral de vecinos y herrería, hacia principios del siglo XX. Las tareas de lavado y aseo tenían lugar en pilas o lebrillos a la intemperie. M. RIOBOÓ

Los corrales, muy deteriorados por falta de mantenimiento, empezaban a quedarse vacíos. Sus propietarios olían la especulación que se avecinaba. Entre las décadas de 1960 y 1980 desaparecieron a decenas, para reconvertirse en bloques de nuevas viviendas. Algunos corrales tuvieron más suerte y lograron llegar hasta que el Plan General de 1985 les puso cautelas. Muchos de ellos se han idotransformando desde entonces en casas de vecinos normales, aunque evidentemente ya no se vive de modo comunitario como antes. No se comparte pila de lavar, cada una tiene su cocina y su aseo independiente. A lo sumo, sus corredores comunes están llenos de plantas y bicicletas. También de alguna jaula de canarios, pero no de conejos, leña ni gallinas. Son comunidades de vecinos de apartamentos pequeños en torno a un patio con corredor. Ya no existe portera que vigile ni administrador que represente al dueño, sino un presidente de comunidad. Incluso en algunos casos conviven propietarios con inquilinos de paso. Otros muchos corrales han pasado a ser hoteles, hostales o apartahoteles más asequibles

En Madrid hay censadas algo más de 500 corralas en la actualidad, todas ellas reconvertidas en apartamentos normales. Lo único que las liga a tiempos pasados es su estrechez y el corredor exterior de acceso. Yo calculo que en Granada quedan todavía algo más de 50 edificios a los que se puede calificar –salvando las distancias y usos– como viviendas de corredor. Y todas ellas nacieron inspiradas en estructuras musulmanas similares a nuestro Corral del Carbón.

PEQUEÑA GUÍA DE CORRALES PRESENTES Y AUSENTES DE GRANADA

El Realejo, el más corralero

El barrio del Realejo ha sido históricamente el que mayor número de corrales de vecinos ha concentrado. También de los de mayores dimensiones y números de vecinos en ellas. Todavía guarda las dos más genuinas y mejor conservadas. Así mismo, es la zona de Granada que mayores pérdidas ha experimentado de este tipo de edificios.

Estado de la Corrala de Santiago antes de 1989, cuando todavía la habitaban varias familias.
Corrala de Santiago en la actualidad, con uso cultural y residencia estudiantil. El patioo conserva las tres pilas de lavar de las vecinas.

La Corrala de Santiago fue rebautizada con este nuevo nombre en esa fecha, pues antes se la conocía como el corral o el patio de la calle Santiago

En la calle Santiago, número 5, se conserva la conocida Corrala de Santiago, sin duda la más completa de Granada. También la mejor recuperada y de carácter público. Esta casa de vecinos estuvo cumpliendo su cometido hasta el año 1989, si bien ya llegó muy deteriorada. Sus antiguos moradores se fueron trasladando a nuevas urbanizaciones. El consejero de Obras Públicas, Jaime Montaner, la adquirió a sus propietarios con el fin de rehabilitarla y destinarla a un instituto público de arquitectura. La obra de rehabilitación fue dirigida por el arquitecto Carlos Sánchez. Las estancias y corredores se encontraban malamente, con miradores cegados y reaprovechados. Para 1991 se había conseguido devolverle el aspecto que presenta en la actualidad, es decir, la planta baja para uso de actividades culturales y sociales; en las plantas altas se hicieron apartamentos para personal universitario. En el patio se dejaron las pilas de lavar y el grifo de agua comunitario del que se nutrían sus moradores.

La Corrala de Santiago fue rebautizada con este nuevo nombre en esa fecha, pues antes se la conocía como el corral o el patio de la calle Santiago. En 1991, un nuevo consejero de Obras Públicas, Juan López Martos, la cedió a la Universidad para darle el uso que tiene desde entonces.

Corrala de la calle Santiago, 7, muy similar en estructura a su vecina de la Universidad, aunque con una crujía menos.

Paredaña a la Corrala de Santiago, en el número 7, se conserva la Corrala de la Alberca. En este caso, su patio es de un tamaño, tipología y datación muy similar a la de la Universidad. Aunque consta sólo de tres lados de soportales. Es alargada, pero orientada de Norte-Sur; el edificio dispone de un antepatio cuadrado mucho más pequeño. En la actualidad este bloque está convertido en un complejo de apartamentos de uso privado.

Entre las calles Molinos y Santiago existieron varios corrales más de vecinos, la mayoría con dos accesos, uno por cada calle

Entre las calles Molinos y Santiago existieron varios corrales más de vecinos, la mayoría con dos accesos, uno por cada calle. Un poco más adelante existió un complejo de casas de vecinos con la estructura de corrala que tenían acceso a través del espacio conocido como Corral del Paso. En realidad, era una calle irregular o casa de paso que comunicaba las dos calles grandes: se bajaban unos escalones desde Molinos hasta entrar en aquel corral lleno de palenques y apartamentos; también había varios accesos laterales para entrar a otras corralas, incluso comunicaban con la calle Jarrería.

Donde antes hubo un corral irregular (Corral del Paso) lleno de balconadas de madera, a partir del incendio de 1915 fue alineada la nueva calle Sor Cristina Mesa, con este feísimo aspecto actual.

No sólo se perdieron la media docena de corralas que había en su entorno, también el nombre que arrastraba el lugar desde el siglo XVII

El Corral del Paso sufrió un incendio en el año 1915; las llamas consumieron la mayoría de las viviendas y unas ochenta familias que vivían en los apartamentos hubieron de emigrar a otros lugares. Entre 1916 y 1940 estuvo aquella zona en obras para alzar los nuevos bloques de pisos. El resultado fue lo que se ve actualmente, una calle más o menos regular y derecha, en rampa, y con el nuevo nombre de una religiosa que habitó el vecino Convento de Comendadoras de Santiago, Sor Cristina Mesa. No sólo se perdieron la media docena de corralas que había en su entorno, también el nombre que arrastraba el lugar desde el siglo XVII.

Uno poco más adelante, entre estas mismas dos calles Molinos y Santiago, hubo otras dos grandes corralas que desaparecieron en los años sesenta-setenta y hoy las sustituyen enormes bloques de pisos.

Fotografía tomada en 1975 de la corrala Siete Moros, meses antes de que fuese derribada. Ya tenía en ruina la tercera planta. F. G. NOGUEROL

Nuestro recorrido en busca de vestigios de corrales de vecinos por la zona nos hace mirar justo a la fachada de enfrente de la calle Molinos, 13-15, casi en perpendicular a la embocadura de la calle Sor Cristina Mesa. Estuvo habitado hasta 1975 la entrada principal de la Casa de los Siete Moros. Fue otra corrala, de menor tamaño que las anteriores, que tenía también acceso trasero por el Campo del Príncipe, 20. Se llamaba de los Siete Moros por el curioso escudo que lucía sobre el dintel del acceso principal; estaba formado por dos cuarteles verticales, el de la izquierda con una especie de oso comiendo madroños, en el de la derecha figuraban las cabezas de siete personajes con turbante. Su derribo finalizó en 1977, tras la típica polémica en prensa local y la desidia de los responsables políticos; para entonces ya no quedaban dentro ninguna de los 16 núcleos familiares que la habitaban.

Durante muchos años, cuando ya no tenía uso como cárcel, su patio adintelado de madera fue utilizado también como corrala de vecinos

Un poco antes, en esa misma fachada, en la esquina de acceso al Campo del Príncipe (donde actualmente hay una tienda Covirán), estuvo ubicado el Arresto Municipal. Durante muchos años, cuando ya no tenía uso como cárcel, su patio adintelado de madera fue utilizado también como corrala de vecinos.

Con el tiempo, antes de ser reconvertido en sede del Centro de Lenguas Modernas, también este edificio tuvo su momento como corrala de vecinos

Muy cerca de este lugar, en la Placeta del Hospicio Viejo, estuvo ubicado el Hospital de la Santa Cruz. En su origen no fue un edificio concebido con estructura y uso de corral de vecinos, sino como casona de uso público. Su patio es cuadrado, está soportado en sus dos plantas por columnas redondas de piedra de Sierra Elvira, con arcos rebajados en la planta baja y dinteles de madera en la alta. Una balaustrada de madera cierra el corredor alto. Con el tiempo, antes de ser reconvertido en sede del Centro de Lenguas Modernas, también este edificio tuvo su momento como corrala de vecinos.

De antiguo Hospital a centro universitario. Su origen no fue corral de vecinos, pero en los siglos XIX y XX acabó ocupado por varias familias.

En lo que era periferia del Realejo fueron levantados entre finales del XVIII y principios del  XIX cuatro edificios en el lugar que se consideraba la zona industrial por excelencia del barrio. En los números 4, 6, 8 y 10 de la calle Solares surgieron actividades fabriles relacionadas con la manufactura del chocolate/galletas (chocolates Alerta), la curtiduría, fábrica de sombreros y peletería (sombreros Seyco y Heycan); estaban situados sobre el ramal de la Acequia Gorda que pasaba por allí. Las estructuras de aquellos bloques de viviendas eran corrales de vecinos, en cuyos bajos se desarrollaba la actividad y en los corredores superiores vivían las familias en pequeños apartamentos. Aquellas cuatro corralas tenían forma de L, de manera que las pares miraban hacia un lado y las impares al contrario, como si quisieran completar un rectángulo. Estuvieron en pie hasta finales del siglo XX, cuando fueron reconvertidas en las actuales viviendas.

Cartuja y San Lázaro ¿las más antiguas?

La aparición de los barrios cristianos extramuros de Cercado Bajo de Cartuja y San Lázaro se debió a la urbanización cristiana sobre los inmensos terrenos que ocupó el cementerio musulmán de Ben Malik. Fue a partir de la revuelta mudéjar de 1500 y el comienzo del periodo morisco. El primer gran “bocado” a aquel camposanto se lo dieron los nuevos pobladores tomando terrenos para ubicar a parte de la guarnición militar que dejaron en la ciudad, el poblado de San Lázaro; el segundo, el acotamiento de los terrenos para el Hospital Real, comenzado en 1511.

La solución más rápida y barata fue levantar edificios de pequeños apartamentos comunales, los corrales o corralones

Ambos barrios se llenaron de soldados, alarifes, canteros y artesanos. La nueva población arribada a la ciudad necesitaba de lugares donde residir. La solución más rápida y barata fue levantar edificios de pequeños apartamentos comunales, los corrales o corralones. Surgieron aquellos primitivos “apartoteles” para las primeras familias de emigrantes por cuestiones laborales. Y lo hicieron justo al lado de donde tenían sus trabajos.

En el barrio de San Lázaro se nombraron hasta principios del siglo XX tres corralas de vecinos de tamaño medio, aparte de algunos corrales más abiertos que funcionaron como posadas para transeúntes

En el barrio de San Lázaro se nombraron hasta principios del siglo XX tres corralas de vecinos de tamaño medio, aparte de algunos corrales más abiertos que funcionaron como posadas para transeúntes. Nos han quedado los nombres de Corrala de la Mina de San Lázaro y Corrala de Escamilla. Es de suponer que la primera rodeó el principal pozo que surtía al barrio (hoy bajo el edificio La Pirámide). Hay referencias que en el siglo XIX en su patio y locales de la parte baja había instalada una fábrica de cerámica y varios talleres artesanales que se dedicaban a construir sillas con madera de chopo de la Vega y anea. También alguna actividad de cordelería, tan abundante en toda la ciudad.

No muy alejada de las dos anteriores se menciona el Corralón de vecinos del Altillo de las Eras, esquina a la iglesia de San Juan de Letrán.

En esta foto aérea de 1930 se ven con los números 3 y 4 las corralas del Almed y Atarazana, en la calle Hornillo de Cartuja. Con el 1 se marca el Hospital Real y el 2 la antigua plaza de toros. En el solar de la Almed se abren hoy tres patios de luces de pisos.

Un poco más arriba fue surgiendo el Cercado Bajo de Cartuja, lo que hoy se entiende por barriada de Alonso Cano, encajonado en el triángulo enmarcado por la muralla que bajaba paralela al camino de Alfacar, el camino de Pulianas por abajo y la Cuesta de los Cerdos (actual Avenida de Murcia). Justo por detrás de la inmensa parcela del Hospital Real y edificaciones de servicios anexas, en la calle Hornillo de Cartuja, se ubicaron sus corrales de vecinos de mayores dimensiones. Las conocidas como Corrala del Almed y Corrala Atarazana tuvieron tres plantas de alzado; llegaron hasta la década de los años setenta del siglo pasado, en que fueron demolidas y transformadas en bloques de pisos. En los siglos XVI y XVII se ubicaron en sus patios y bajos actividades de herrería, carpintería, embreado, cantería, etc. para suministrar a la obra lindera del Hospital Real; suponemos que también al elevado número de obras públicas y religiosas que se desarrollaban por esos siglos en la nueva sociedad cristiano-renacentista.

Durante la guerra civil de 1936 se ubicaron en ellas colectivos relacionados con la milicia, con lo cual se convirtió en objetivo de la aviación republicana

Hubo otro corral de vecinos, conocido como Escuelas, que procedía de la reconversión de una casa solariega; se la recuerda por tener en el zaguán de acceso un llamativo poyo para que su propietario pudiese subir y bajar de su caballo. Estos tres casos de corrales de vecinos no estuvieron ajenos en los siglos XVIII y XIX a la condición de atarazanas para el tejido de lonas de barcos y cordelería. Durante la guerra civil de 1936 se ubicaron en ellas colectivos relacionados con la milicia, con lo cual se convirtió en objetivo de la aviación republicana (en un bombardeo de agosto de 1936 murió un hombre sentado tomando el fresco en la puerta).

En la Medina (San Andrés y Santiago)

En las parroquias de Santiago y San Andrés, es decir, en el entorno medio y final de la calle Elvira se ubicaron varias casas más del tipo corrala de vecinos. El más importante fue el Corral de Poyo; estaba ubicado detrás del solar que hoy ocupa la Subdelegación del Gobierno, entre la Plaza de los Naranjos y la Acera del Triunfo (actual calle Naranjos). Se trataba de un corralón enorme, abierto hacia el suroreste, y con corredores en tres de sus crujías. En los documentos más antiguos aparece nombrado como Poyo, con lo cual cabe pensar que recibía ese nombre por el característico poyo del zaguán para descansar o auparse al caballo. Ya muy a finales del siglo XIX el escritor Afán de Ribera lo escribe como Pollo y explica que era así llamado por contener en su patio un juego de cucaña en el que ganaba quien conseguía descabezar los pollos que colgaban del poste. Este edificio se lo llevó la piqueta con la remodelación urbana provocada por la apertura de la Gran Vía.

No nos ha quedado nada más que la queja de la Comisión de Monumentos, su descripción y un dibujo que levantaron

La misma suerte –a causa de la Gran Vía– corrió una preciosa casa de vecinos hecha a base de palillería, de dos alzados, que existía en la calle Postigo de la Inquisición, 17. No nos ha quedado nada más que la queja de la Comisión de Monumentos, su descripción y un dibujo que levantaron. En esa parroquia de Santiago cayeron bastantes casas más de vecinos, de menor tamaño, que apenas nos ha dejado rastros documentales. 

Algo similar ocurrió con el palacio de Cetti Meriem o Casa de los Infantes. El antiguo palacio de la saga Granada Venegas derivó en corral de vecinos en el siglo XIX. La mayor parte de sus bajos fueron aprovechados para almacén de madera y carpintería. Las obras de la Gran Vía derribaron lo que quedaba de la casona del siglo XV, ya bastante deteriorada; su solar lo ocupa hoy la calle y buena parte de la manzana de los números 14 y 16 de la avenida de los azucareros.

La Casa Cuna, en la calle Elvira (siglos XVI-XXI), quizás sea una de las más genuinas en cuanto a uso comunitario de las que quedan en Granada. Es de las pocas que conservan pilares cuadrados de piedra caliza. En sus tres plantas más áticos habitan casi una veintena de familias.

La Casa Cuna, una manzana antes de la iglesia de San Andrés, acabó convirtiéndose también en corrala de vecinos cuando a mediados del siglo XIX dejó de tener ese cometido.  Hoy tiene su acceso principal por la calle Elvira, pero originalmente lo tuvo por y un acceso del Postigo de la Cuna (al lado del Pozo Airón). Se entraba a un patio de pilares cuadrados de piedra arenisca, sobre el que cargaban dos y/o tres plantas más de estructura de madera. Esta corrala de vecinos llegó muy deteriorada a comienzos del siglo XXI. Una cuidada rehabilitación reciente la ha recuperado como casa de vecindad en la que habita casi una veintena de familias.

Una cuidada rehabilitación reciente la ha recuperado como casa de vecindad en la que habita casi una veintena de familias

En esta misma calle, en el número 100, hubo hasta los años setenta otra casa señorial que derivó en patio de vecinos con el tiempo. Tampoco existe.

Y en el Albayzín ¿qué?

El barrio del Albayzín es el que mayor número de patios y casas de vecinos ha acumulado desde su conformación como tal a partir de las profundas reformas que experimentó con la expulsión de los moriscos en 1570 y siguientes años. No hubo palacete señorial nazarita que no se fuera colmatando de varias familias cobijadas en ella. Incluso a partir del siglo XVIII, cuando la nobleza granadina se hizo absentista y emigró a la Corte, los palacetes que habían construido en la Carrera del Darro y Cuesta del Chapiz  (siglo XVI) empezaron a derivar en patios de vecinos. Su momento de esplendor y mayor ocupación tuvo lugar en el siglo XIX y principios del XX, cuando se refugiaron en esta zona las clases populares expulsadas de las parroquias de San Gil, Santiago y San Andrés para la construcción de la Gran Vía. Después, a partir de la década de los cincuenta, sus descendientes empezaron a emigrar hacia el Zaidín, Chana y Vergeles a medida que iban naciendo estas nuevas barriadas. La Casa del Chapiz, los tres corrales de Horno de Oro, dos en la calle Gloria, en la calle Pardo, en la calle San Luis, etc. fueron las casas que actuaron como pequeñas corralas, en su mayoría habitadas por una misma familia, allegados y descendientes.

La parte más exterior de lo que fue zona palaciega en época zirí, el Palacio del Gallo, pasó a albergar la atarazana y taller más importante de Granada en la confección de velas para de barcos y sus correspondientes cabotajes

El siglo XIX vio el nacimiento de la que fue más grande y más famosa corrala de Granada: la Casa de la Lona. La parte más exterior de lo que fue zona palaciega en época zirí, el Palacio del Gallo, pasó a albergar la atarazana y taller más importante de Granada en la confección de velas para de barcos y sus correspondientes cabotajes. Cuando a principios del siglo XIX decayó la actividad, sus propietarios (nobles y una orden religiosa) reconvirtieron el edificio en una corrala de vecinos. A la fábrica se le añadió hacia el Suroreste un corredor de madera y se compartimentó en apartamentos. El corral o casa de la Lona no estaba cerrado por completo, ya que había un gran tramo abierto que hacía de mirador hacia la Vega. En sus instalaciones se fueron cobijando gentes humildes en número de hasta noventa familias; algunas de ellas mantenían actividad laboral relacionada con la cordelería y los telares.

Casa de la Lona a finales del XIX. Tenía un corredor largo y dos cortos en los extremos, su patio estaba abierto a la ciudad. La torre que aparece al fondo es San Cristóbal.

A principios del siglo XX también se cobijaron en las partes más inhabitables los mendigos o gentes sin casa que llegaban a la ciudad, generando situaciones de conflicto social. El comienzo del fin de la Casa de la Lona fue en 1927, cuando su propietario la troceó y empezó a venderla. Poco a poco fueron levantando casas en la fachada que da al Carril de la Lona, mientras la parte original de la fábrica del siglo XVIII quedó arruinada y con un solo muro al Callejón del Gallo como testigo de su esplendor; todo su solar está sin construir. La desaparición definitiva ocurrió en el año 1975. Sólo nos han quedado postales y añoranzas de aquel entorno de vida comunitaria.

En este espacio, con su enorme estanque central, vivieron y trabajaron no menos de veinte familias hasta época relativamente reciente

Muy cerca, en la calle de la Tiña, pervivió hasta la década de los años ochenta otro gran corral de vecinos. En este espacio, con su enorme estanque central, vivieron y trabajaron no menos de veinte familias hasta época relativamente reciente.

Bajando por San Juan de los Reyes se encontraba la Corrala del Juego de Bolas, con la constante presencia de aguadores que iban a cargar a su famoso aljibe. Un poco más arriba, en el Camino Nuevo de San Nicolás, existió otro corral de vecinos que ya a mediados del siglo XX fue transformado en un cine de verano.

La Casa de los Migueletes y la casa del Capitel Nazarí, hoy hoteles de lujo, fueron primero casas de la nobleza local construidas entre los siglos XVI y XVII. Sus estructuras son propias de casas señoriales, con patios porticados a base de materiales nobles. Pero en el XIX derivaron en cuartel del cuerpo de Migueletes y de los primeros guardias civiles que llegaron a Granada, y en casas de vecinos repletas de niños.

La casa de los Migueletes, hoy hotel 1900, conserva el esplendor de su origen noble. En el XIX fue cuartel y finalmente casa de vecindad antes de su deterioro y rehabilitación hostelera.

Ya junto a Plaza Nueva, en Convalecencia, 2, surgió en el siglo XIX otra pequeña corrala. Aquella casa había sido proyectada en 1520 como Hospital de Nuestra Señora la Virgen, conocido por ser refugio de convalecientes (dio el nombre a la calleja). Tenía un patio rectangular de tres lados y tres alzadas, soportado por columnas de tipo toscano en su planta baja. En el siglo XIX dejó de usarse como edificio sanitario y derivó en casa de vecinos. A finales del siglo XX fue objeto de un tremendo expolio por parte de los chamarileros del momento. Prácticamente convertido en solar, fue rehecho después con elementos acopiados de otros edificios hasta devolverle un aspecto parecido al que tuvo. En la actualidad forma parte del complejo asistencial del Asilo de San Juan de Dios.

Corrala moderna en el antiguo colegio de San José (Casa del Almirante).

El bajo Albayzín cuenta con la que quizás sea la última construcción surgida con el sistema de corral de vecinos. Se encuentra en la calle San José, justo por encima de la iglesia de este nombre y frente a la Casa del Almirante. El edificio principal fue levantado por las Damas Apostólica como colegio de niñas en el siglo XIX. Tras la permuta de esta zona por la comunidad religiosa, el edificio del colegio no pudo ser demolido; solamente desapareció parte del patio de ladrillo interior. El arquitecto conservó algunos arcos del claustrillo, reconvirtió la zona en jardín y añadió unos curiosos corredores de acceso a los apartamentos resultantes. Esta corrala moderna mira a la ciudad y la Vega a través de la nueva plaza abierta,  surgida encima del aparcamiento junto al Palacio y la alberca ibera.

En Duquesa, la Magdalena y San Antón

Los corrales-huertos que nacieron con la llegada de cristianos en la parte llana de Granada fueron dando origen a los barrios de la Duquesa, Magdalena y San Antón. Unos de aquellos corrales dieron origen a patios de mesones y posadas; otros a casas señoriales; y algunos más se convirtieron en corrales de vecinos. Estas tres barriadas estuvieron –y están todavía en algunos casos– salpicadas de patios de vecindad. No se puede decir que sean corralas en sentido estricto, aunque arquitectónicamente sí lo son. Otros se han reconvertido en hoteles. 

Lo continúan habitando diez familias en apartamentos de tamaños muy similares a los originales 

En la calle Almona Vieja, 8, ha conseguido renacer una corrala de tamaño medio que tenían su origen en el siglo XVIII. Este edificio ardió en el año 1986 y fue reconstruido en 1990 de una forma muy similar, aunque salvando las distancias con el original. Consta de un patio principal de tres fachadas con corredores, de hasta tres alzados en la zona de calle, más un patio secundario cuadrado. Solamente conserva dos pilares redondos originales de mármol de Sierra Elvira; el resto de maderas son nuevas. Lo continúan habitando diez familias en apartamentos de tamaños muy similares a los originales (entre 30 y 40 metros cuadrados). Obviamente, ahora el patio es para luces y no tiene aseos y lavaderos comunes.

Patio principal, de tres fachadas, de los dos que conserva el corral de Almona Vieja, 8. Dos pilares de mármol en las esquinas y el resto son puntales de madera sobre plintos.

En las calles Gracia y Jardines se contaron también varias casas patio de vecinos, hoy desaparecidas. Entre las calles del Ángel y Águila existió otra casa a la que se podía calificar como corrala.

En la zona de San Antón se localizó (en Nueva de la Virgen) una corrala de vecinos que tenía la particularidad de que era uno de los patios más largos de Granada. En él se ubicaba una atarazana que tenía un torno en uno de sus extremos para el liado de sogas y cuerdas; la mayoría de sus vecinos trabajaban en el mismo lugar fabricando cabotaje, sacos de arpillera, espuertas y lonas. También había algún talabartero.

Apartamentos INN, en el número 10 de Padre Alvover. Se conservan todas las columnas de mármol originales de finales del siglo XVIII, así como la estructura del patio.

En poco más arriba, en la calle Padre Alcover, 10, hubo un corral de vecinos. El edificio, tras una profunda restauración, ha dado paso al Hotel Inn. Esta antigua casa de vecinos levantada en el siglo XVIII conserva el corredor bajo soportado todo por columnas de mármol de Sierra Elvira, casi todas originales; no así las maderas y zapatas, que son nuevas. El corredor largo, de los tres que conserva, ha sido incorporado a las habitaciones, mientras su pasillo de acceso se ha trasladado a la parte trasera. Tiene 32 habitaciones. El patio que antiguamente sirvió para ubicar las pilas de lavar, ahora acoge terraza-bar y una pequeña piscina para clientes.

El patio que antiguamente sirvió para ubicar las pilas de lavar, ahora acoge terraza-bar y una pequeña piscina para clientes

Un poco más abajo, en el número 8 de Nueva de San Antón, pervivió hasta finales de los años  sesenta otra gran corrala de tres corredores. Su solar era enorme, lleno de pasillos y corredores hasta llegar al patio. A la calle daba una fachada de menos de dos metros.(Aquel enorme corralón interior de esta manzana todavía permanece sin construir, con una pequeña parte de la corrala en ruinas).

La entrada a la corrala de Nueva de San Antón se hacía sólo por la puerta de la izquierda, a través de un largo pasillo; al fondo se abría el inmenso corralón que se adivina a la izquierda. ÓLEO DE JUAN GARCÍA PEDRAZA.
Situación de la Corrala de Nueva de San Antón, en Google Maps.

Al otro lado de la Carrera, en la calle San Pedro Mártir, cercana a San Jacinto, se ubicó la casa patio de vecinos en la que nació Ángel Ganivet.

La flecha marca el corralón que acogió hasta los años sesenta varios bloques de viviendas en el interior el Rastro. Esta foto es de 1915. M. de VICTORIA.

Aunque para corrala-patio de vecinos enorme e irregular, el Rastro de la Carrera de la Virgen. Tenía una puerta de entrada al espacio interior, al que daba todo tipo de actividades laborales, de comercio, el Circo Gallístico, teatro de verano, etc. Y, por supuesto, apartamentos de vecinos en sus laterales. Hasta que a mediados del siglo XX el padre de Ana Obregón, el constructor  Antonio García Fernández, levantó el primer edificio de Galería Preciados (hoy El Corte Inglés). Su larga fachada hacia el Oeste la delimitaba el cauce del río Darro.

Los corralones del XIX

Las necesidades de nuevas viviendas surgidas por la bonanza económica de la Restauración (por el boom azucarero y el lino en la Vega de Granada) atrajeron población rural y propiciaron crecimiento económico a finales del siglo XIX y principios del XX. Todavía para esos años continuaba vigente el modelo de edificios por el sistema de corrales o viviendas de corredor.

Acabó siendo propiedad de la familia Castellanos, unos pasteleros de Baza, antes de dar paso a la nueva edificación

Entre la Ermita de San Sebastián y el Alcázar Genil surgió una enorme corrala. Hoy corresponde con el solar ocupado por el hotel Senator. En aquel edificio, en sus bajos, se instalaron una ebanistería, arreglo de carruajes y los primeros talleres relacionados con la mecánica de automóviles. Acabó siendo propiedad de la familia Castellanos, unos pasteleros de Baza, antes de dar paso a la nueva edificación.

En una zona no muy alejada, nada más iniciar la subida de la Avenida Cervantes, a la izquierda, surgió a finales del XIX el Corralón de Ganivet. Se la llamó así por ser una urbanización mediante el sistema de corrala, de dos plantas de alzada, pero de grandes dimensiones. Tuvo mucho éxito pues una de las primeras líneas de tranvía le pasaba al lado. Fue parecida a lo que surgió en el franquismo en la zona de Cardenal Parrado. Aquel corralón dio nombre a la calle actual y se mantuvo en pie hasta finales de los años ochenta.

Urbanización lineal de estilo corrala que sobrevive (con protestas) a la presión de las construcciones de lujo que colonizan la zona de Bola de Oro, por encima del Genil.

Un poco más arriba de esa zona, por debajo del palacio de la Quinta y colgado sobre las instalaciones deportivas de Bola de Oro, todavía existe una línea de viviendas de corredor. Está formada por casillas unifamiliares, con corredores de acceso comunes en el bajo y primera planta. Está de actualidad debido a una obra moderna que están construyendo a su lado.

Bibarrambla, la corrala por excelencia

Es una pena que la que fue gran corrala de Granada dejara de existir en la primera mitad del siglo XIX. Entre principios del siglo XVI y el XVIII buena parte de esta plaza mayor de la ciudad cristiana fue conformada como un gran corral de vecinos. Su estructura fue calcada exactamente del Corral del Carbón: pilares de ladrillo o piedra que sostenían enormes vigas de madera hasta de cuatro o cinco plantas de alzada. Su fachada se compartimentaba en huecos cuadrados, con tabiques de obra por balaustradas. Cada uno de sus huecos solían corresponderse con un apartamento de alquiler. El acceso a las viviendas se hacía a través de los corredores abiertos al exterior.

Dibujo de Bibarrambla donde la mayoría de casas eran del tipo “corral del Carbón”. Por William Gell, noviembre de 1808.

Toda la plaza de Bibarrambla estuvo construida mediante este sistema de corrala de vecinos, a excepción del rincón lateral de la Curia-Palacio Arzobispal y el tramo de la Casa de los Miradores. Las reformas y alineaciones que comenzaron en el primer tercio del siglo XIX y se prolongaron casi hasta final de esa centuria fueron sustituyendo los corrales por los bloques de pisos actuales.

 Es la alhóndiga más antigua de las que se conservan en España de este tipo, modelo de inspiración de otros muchos edificios del tipo corrala

También muy céntrica estuvo la casa comunal de vecinos más antigua de Granada, el Corral del Carbón. Tras haber sido alhóndiga y fundak en época árabe (siglo XIV), en siglos posteriores se reconvirtió en almacén de carbón y casa de vecinos. Estuvo a punto de caer víctima de la piqueta, pero gracias a Torres Balbás se consiguió recuperarla y rehabilitarla para usos públicos. Es la alhóndiga más antigua de las que se conservan en España de este tipo, modelo de inspiración de otros muchos edificios del tipo corrala.

Corral del Carbón, en 1931, tras ser restaurada por Torres Balbás y adquirida por la Alhambra. Todavía continuaba siendo vivienda de algunos vecinos. PAG.

Detrás de ella, en la calle Escudo del Carmen, la casa número 3, conocida como Casa Rey Soler, fue en origen una mansión señorial. Acogió diversas actividades artesanales hasta que en 1918 fue reformada por el arquitecto Fernando Wilhelmi y dotada de agua y servicios. Las viviendas resultantes ya no eran apartamentos pequeños, sino precursoras de pisos actuales. En la vecina calle San Matías hubo al menos otras dos casas de vecinos que se pueden considerar pequeñas corralas de patio cuadrado.

En su patio funcionó un campo de pelota y varias actividades relacionadas con el esparto, costura, cerámica, etc

Otro edificio público musulmán del siglo XIV que derivó el corrala de vecinos fue el Maristán. Su estructura era un cuadrado de dos plantas de alzada, con corredores en las cuatro paredes. A este pasillo de palillería daban habitaciones minúsculas para acoger a enfermos y locos. En época cristiana derivó en casa de moneda, hasta 1843, en usos particulares y casa de vecinos hasta la segunda mitad del siglo XX. En su patio funcionó un campo de pelota y varias actividades relacionadas con el esparto, costura, cerámica, etc.

Corralas de labor y rurales

Corralas de las más genuinas y patios-corrales de vecino abundaron y todavía quedan en algunos pueblos. Algunas fueron verdaderas maravillas, que han llegado incluso hasta el siglo XXI. Se trató de corralas preparadas para albergar al personal que acudía como temporero a realizar trabajos relacionados con el lugar. En la zona de huertas que discurre entre Granada y Ogíjares hubo varias; la más importante de ellas fue el Cortijo Nuevo de las Angustias.

Cortijo-corrala Virgen de las Angustias, hoy sede de la Fundación Campus de la Salud.

Por fuera es un cortijo típico andaluz, de planta cuadrada, con portón y zaguán de entrada; su interior parecía la típica corrala manchega, de dos plantas de corredores construidos completamente en madera y alero en el mismo material. A través de una escalera en uno de los corneros se accedía al piso superior, donde se distribuían los apartamentos o habitaciones. El edificio fue propiedad de la familia Moreno Barreda; estaba situado en medio de la enorme finca de 30 hectáreas; a finales del siglo XX se mantenía bastante bien conservado, con los zócalos y cintas de puertas pintados en añil y la madera en color almagra. Parecía una casa manchega.

En la reforma incluso se le eliminaron unas curiosas garitas añadidas durante la guerra civil de 1936, cuando fue utilizado con fines militares

Los terrenos fueron adquiridos para formar parte del Campus de la Salud; el edificio permaneció abandonado durante el largo proceso de tramitación administrativa. Esta corrala rural corrió la misma suerte que el cercano Cortijo de la Nocla: grupos de rumanos y vagabundos lo vandalizaron, hasta que un día acabaron por prenderle fuego. Hace poco más de diez años, la Fundación Campus de la Salud decidió rehabilitar lo poco que quedaba (en pié sólo los muros exteriores) y fijar en él sus oficinas. Exteriormente aparenta ser original; internamente es toda una decepción a base de hormigón y mármol blanco. En la reforma incluso se le eliminaron unas curiosas garitas añadidas durante la guerra civil de 1936, cuando fue utilizado con fines militares. El cortijo está un tanto rehundido a un tiro de piedra de la biblioteca de la Facultad de Medicina.

Este modelo de corrala también fue utilizado en la zona de la Costa desde finales del siglo XIX y hasta hace poco más de cuarenta años

Este modelo de corrala también fue utilizado en la zona de la Costa desde finales del siglo XIX y hasta hace poco más de cuarenta años. Hubo corralas llamadas Los Aperos junto a la Azucarera Virgen del Pilar de Motril y otra en Salobreña. Los aperos eran las residencias en las que se alojaba, principalmente, a los agricultores de la Alpujarra que se desplazaban cada año con sus mulas a las temporadas de la zafra de caña de azúcar. En el piso bajo solían estar las cuadras y en la superior las habitaciones para temporeros.

Localidades próximas a Granada se contagiaron también de los corrales de vecinos o patios, aunque con notables diferencias a los de la capital

Localidades próximas a Granada se contagiaron también de los corrales de vecinos o patios, aunque con notables diferencias a los de la capital. En Maracena existieron, y todavía quedan algunos corrales de vecinos. Se trata de espacios cerrados por una tapia perimetral; en su centro suele haber huerta o espacio para carros, almacenes o actividades artesanales. Por dentro de sus tapias surgían las casas, normalmente de dos plantas. Si tenían dos portones en lados opuestos, el vecindario solía utilizarlas como casas de paso. En Maracena son conocidos los corrales de Valdés, el Bigotes, Cachinorra, las Pequeñas, Cacharro, los Castillas, Coheteros, callejón de Arce, Alicates, callejón de Castril, Casa del Señor, patio del Poyo, los Zuritas, etc.

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