UNO DE LOS FILÁNTROPOS MÁS APRECIADOS DE GRANADA

Ingenieros y amigos de toda Andalucía acuden al homenaje a Miguel Giménez Yanguas

Ciudadanía - Redacción El Independiente de Granada - Sábado, 11 de Noviembre de 2023
Te informamos del merecido homenaje a uno de los filántropos más apreciados de Granada.
El Gerente de los Ingenieros granadinos, Manuel Gómez Pastor, entrega un reloj de recuerdo para la extensísima colección de Miguel.
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El Gerente de los Ingenieros granadinos, Manuel Gómez Pastor, entrega un reloj de recuerdo para la extensísima colección de Miguel.

Algo más de un centenar de ingenieros industriales de Andalucía Oriental y de amigos rindieron anoche un merecido homenaje a Miguel Giménez Yanguas con una cena y posterior velada. Con este detalle han querido destacar sus valores profesionales y humanos a lo largo de sus 84 años de vida. El acto contó con la presencia del presidente de la Asociación Profesional de Ingenieros Industriales de Andalucía Oriental, Juan José Nievas Aranda; y el Gerente del Colegio de Ingenieros Industriales de Granada, Manuel Gómez Pastor. Además del colectivo de ingenieros, le acompañaron amigos de otros sectores: catedráticos, profesores, arquitectos, periodistas, directores de empresas. Se prescindió de representaciones oficiales de instituciones granadinas, como la Universidad, Junta o el Ayuntamiento, a los que tantos servicios ha prestado en el último medio siglo.

Miguel pronunció, tan reacio a homenajes, un emotivo discurso, que reproducimos íntegro para los lectores.

DISCURSO PRONUNCIADO POR DON MIGUEL GIMÉNEZ YANGUAS

EN LA CENA HOMENAJE CONVOCADA POR EL COLEGIO OFICIAL DE INGENIEROS

10 NOVIEMBRE 2023

Queridos amigos:

He de confesaros mi rubor por tener que ejercer esta noche como involuntario protagonista de un homenaje. Alguien lo ha convocado a mis espaldas y cuando me lo han comunicado hace pocos días, ya no había manera de negarse ni desconvocar la cena. De modo que aquí me tienen, sorprendido porque encima se premie a quien toda la vida ha disfrutado con lo que hace. Prefiero pensar que me encuentro, como uno más, en una reunión de amigos y que lo verdaderamente importante es que nos reconocemos como tal y disfrutamos de este encuentro ocasional, con independencia del motivo que nos reúne. Acepto, pues, este mal trago a condición de pasar una velada entrañable con quienes me han acompañado toda la vida y con los que he forjado lazos de amistad y cariño que van más allá de lo profesional. Hoy me toca ser un ocasional “primus inter pares”, pero esa condición la tenéis también cada uno de vosotros.

En realidad, he tenido la suerte de recibir más de lo que he dado. Quienes me conocen saben que soy persona poco dada a hacer discursos

No se trata de falsa modestia, sino de hacer patente que mis pretendidos méritos nunca habría podido ostentarlos sin vuestra ayuda y compresión; al fin y al cabo, uno se proyecta a través de las personas con las que convive y de todos y cada uno de vosotros he recibido conocimiento, apoyo y complicidad. En realidad, he tenido la suerte de recibir más de lo que he dado. Quienes me conocen saben que soy persona poco dada a hacer discursos. Y lo peor de estos actos es que estás obligado a ello, de modo que intentaré ser breve y huir de formalismos, que no caben en una reunión de amigos.

Y quiero creer que en este reconocimiento que me hacéis hoy no solo se valora un determinado ejercicio profesional, sino una actitud ante el pasado y el esfuerzo que entre todos hemos hecho y seguimos haciendo por preservar algunas de sus huellas

He de comenzar agradeciendo al Colegio de Ingenieros que haya tomado esta iniciativa, haciéndola extensiva a muchas otras personas que no forman parte de la profesión. He de reconocer que, como ingeniero industrial, he sido un colegiado un tanto atípico, porque mis actividades me han llevado a cultivar un estrecho contacto con docentes universitarios, historiadores, arquitectos, académicos y técnicos en muy variados campos. Nos ha unido la preocupación por la defensa de un determinado patrimonio colectivo, el heredado del mundo del trabajo y de la tecnología puesta a su servicio; un patrimonio en el que también reside una parte de la memoria de Granada. Y quiero creer que en este reconocimiento que me hacéis hoy no solo se valora un determinado ejercicio profesional, sino una actitud ante el pasado y el esfuerzo que entre todos hemos hecho y seguimos haciendo por preservar algunas de sus huellas. Por eso me conmueve especialmente esta variopinta reunión de profesionales.

Miguel, con su esposa Carmen.

Y me veo obligado a recordarles que las personas no somos importantes. Si acaso, lo que puede llegar a serlo es lo que hemos hecho a lo largo de nuestra vida, el legado que dejamos en la memoria de los demás

En segundo lugar, no puedo dejar de agradecer el apoyo de mi familia, que ha demostrado una paciencia infinita con mis aficiones. Carmen se ha resignado a que su hogar acabe convertido en un almacén de objetos diversos y a que el taller de restauración sea una constante fuente de ruidos y polvo. Mi hija ha crecido entre libros, documentos, máquinas de vapor y relojes. Mis nietos, con esa capacidad de amor incondicional y admiración tan propios de la infancia, están convencidos de que su abuelo debe ser una persona importante, porque juegan entre objetos y artilugios incomprensibles para ellos, entre diplomas y distinciones que algunas instituciones han tenido a bien concederme. Y me veo obligado a recordarles que las personas no somos importantes. Si acaso, lo que puede llegar a serlo es lo que hemos hecho a lo largo de nuestra vida, el legado que dejamos en la memoria de los demás. 

Algo más de un centenar de profesores, arquitectos, médicos y amigos se disponen a cenar.

Sin la ayuda y la complicidad de mi familia y amigos, mi labor hubiera sido irrelevante, por más empeño que hubiera puesto en ella.  Pero, como les decía al principio, lo más gratificante de todo esto es que he disfrutado mucho con ello. Cada persona tiene sus propios sueños y aspiraciones y la vida ofrece la oportunidad de alcanzarlos. Desde la perspectiva de mis más de ochenta años de vida, creo haberlos cumplido en parte y me llena de satisfacción haberlos compartido con vosotros. Por azares del destino, he tenido la ocasión y el placer de contribuir, quizá de un modo más activo que otros, a la puesta en valor de nuestro patrimonio tecnológico, que constituye una dimensión más de nuestro patrimonio histórico y cultural. Con ello, no he hecho sino sumar mi esfuerzo al de otras muchas personas que estáis aquí presentes o que ya nos han dejado.

Preservar el patrimonio significaba por entonces, y en buena medida lo sigue significando hoy, oponerse a la destrucción y el arrasamiento; convencer a propietarios privados e instituciones públicas del valor que revisten determinados restos del pasado económico

Año tras año, creo que entre todos hemos conseguido que el olvido no se apodere de una parte de nuestro pasado. Preservar el patrimonio significaba por entonces, y en buena medida lo sigue significando hoy, oponerse a la destrucción y el arrasamiento; convencer a propietarios privados e instituciones públicas del valor que revisten determinados restos del pasado económico; gestionar la adquisición de maquinaria y documentos por parte de las instituciones culturales a las que debía competer su custodia; promover campañas de denuncia pública de muchos expolios, colaborar en proyectos museológicos que tuvieron una desigual fortuna. Eran tiempos en que casi todo estaba por hacer en este campo, era necesario implicarse públicamente y me cupo a mí ostentar un protagonismo del todo inmerecido, convirtiéndome en portavoz de una sensibilidad que muchos compartíamos. De ahí que a lo largo de las cuatro últimas décadas haya tenido ocasión de intervenir en estos debates y contribuir modestamente a la valoración, conservación y uso público de algunos de nuestros bienes industriales.

A la vista de lo que con tan pocos medios hemos conseguido y a pesar de lo que no hemos podido evitar en muchos casos, me siento profundamente satisfecho de haber formado parte de ese esfuerzo colectivo que ha logrado salvar para la historia algunos testimonios relevantes de la ciencia y la tecnología local

Pero tal esfuerzo habría carecido de proyección de no haber estado a menudo amparado y estimulado institucionalmente. Porque las preocupaciones y tareas personales, por más meritorias que puedan ser, de poco sirven si no son asumidas como propias por las instituciones responsables y por la sociedad en su conjunto. Gracias a este esfuerzo conjunto, ha sido posible salvar una parte significativa de los restos mecánicos de una industria azucarera local que comenzó a desmoronarse desde la década de los 70, logrando que muchas de las máquinas de vapor que hicieron de Granada una ciudad próspera e industrial durante casi un siglo se hayan librado de ser destruidas para enriquecer los fondos del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología o para embellecer la ciudad y los campus universitarios. Asimismo, a través de la Escuela Taller de Rehabilitación del Patrimonio Científico e Industrial de la Universidad de Granada, lamentablemente clausurada, se logró restaurar un rico patrimonio mueble, del que son ejemplos relevantes una antigua fábrica aceitera expuesta en el Parque de la Ciencias, el primer microscopio electrónico activo en Granada o uno de los telescopios más interesantes del Observatorio de Cartuja. A la vista de lo que con tan pocos medios hemos conseguido y a pesar de lo que no hemos podido evitar en muchos casos, me siento profundamente satisfecho de haber formado parte de ese esfuerzo colectivo que ha logrado salvar para la historia algunos testimonios relevantes de la ciencia y la tecnología local.

Siempre he considerado que soy un mero depositario de un patrimonio que es de todos y me he limitado a cuidarlo, enriquecerlo y compartirlo con cuantos lo aprecian

Casi todos los presentes nos encontramos instalados ya en el otoño de nuestra vida, ese momento en que uno tiende a mirar hacia atrás más que adelante. Y esa constatación de que tenemos más pasado que futuro resulta inevitable. Sin embargo, lejos de inducir a una cierta tristeza, puede resultar un ejercicio placentero y estimulante si le hemos dado sentido y contenido a nuestra vida, tanto en lo profesional como en lo afectivo. Echo la vista atrás y me siento satisfecho con lo que he hecho hasta el momento y un poco abrumado por lo mucho que me queda por hacer. Aparte de continuar restaurando lo que queda pendiente y seguir cultivando la amistad de quienes me acompañan, me preocupa el futuro de todo lo que a lo largo de los años he rescatado de la destrucción y el olvido; de esos numerosos y dispares documentos y objetos vinculados con la ciencia y la tecnología, adquiridos aquí y allá, restaurados pacientemente y disponibles para todo el que ha querido hacer uso de ellos. No se trata de una colección destinada al deleite personal de quien la ha reunido, sino de un muestrario del pasado local que siempre ha tenido una vocación pública. Mi voluntad y la de mi familia es que esta colección pudiera ser acogida por una institución, sin otra contrapartida que velar por su conservación y difusión. Siempre he considerado que soy un mero depositario de un patrimonio que es de todos y me he limitado a cuidarlo, enriquecerlo y compartirlo con cuantos lo aprecian. Y buscando objetos, he encontrado amigos. Este doble premio justifica todos los sinsabores y hace que esta noche sea especialmente emotiva para mí.

Muchas gracias a todos por vuestra asistencia 

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