¿No le ha ocurrido a usted...?
¿No le ha ocurrido a usted, alguna vez, que ha agotado varias veces la lista de canales y no ha encontrado nada interesante en la televisión? Pues es curioso, porque antes nunca habíamos tenido tantos en nuestro país.
Ahora que Canal Sur se ha convertido en la última pelota de pimpón entre los partidos políticos tras el resultado electoral del 2D, me gustaría compartir con usted algunos argumentos sobre la televisión en España.
Fíjese que yo le diría que lo que más vale de Canal Sur es precisamente su archivo, un patrimonio audiovisual de 30 años en el que a cualquier persona de Andalucía le resultaría fácil reconocerse, al margen de que le guste más o menos cómo se hace y gestiona la RTVA. Y es que estoy convencido de que no tendrá que ir muy lejos de su puerta para encontrar a alguien que haya denunciado, se haya quejado o haya expresado su opinión a través de los micrófonos de Canal Sur en este tiempo, incluso a otros a quienes les gustaría tener la imagen de aquel evento en el que aparecía alguien familiar y que nunca supieron cómo encontrarla. A veces me duele que ningún partido hable de esto, que es lo que realmente justifica la existencia de una televisión autonómica, pero seamos sinceros, ya sabe usted que Canal Sur es como ese amigo incómodo, que nadie llama y nadie ve, pero en el que todo el mundo quiere aparecer.
Quizás le parezca interesante saber que en unos días se espera una resolución de la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia que afecta a Mediaset y Atresmedia, los dos grandes grupos televisivos españoles. Su origen es también curioso. Las asociaciones de anunciantes, o sea, los que ponen la ‘pasta’ en el sector privado audiovisual, no en el público, han denunciado una situación de duopolio. Dicen que con una cuota del 54 por ciento acaparan el 83 por ciento de la inversión publicitaria. En plata, los que sostienen este sector con su dinero están pidiendo a las autoridades que se tomen medidas para crear más oferta y evitar la concentración actual. Así que es algo llamativo que se pida ahora cerrar algunas televisiones en nuestro país, ¿no cree?
"¿Qué partido toma medidas para meterle las cabras en el corral a dos grupos televisivos tan poderosos? Es mejor sacar el comodín de Canal Sur, que realmente sí que es una amenaza para la libre competencia y la libertad de información"
Pero el tema es aún más grave, no sólo porque choca con algunos principios básicos del derecho a la información, que ya sería suficiente, sino porque atenta directamente contra una de las principales ideas liberales del mundo económico: la de la libre competencia. En la pintoresca América de Trump, las cifras alcanzadas por este duopolio habrían alarmado a los sectores más conservadores y se habrían emprendido acciones para repartir más esta tarta tan golosa. Pero claro, ¿qué partido toma aquí medidas para meterle las cabras en el corral a dos grupos televisivos tan poderosos? Es mejor sacar el comodín de Canal Sur, que realmente sí que es una amenaza para la libre competencia y para la libertad de información.
Quizás a usted le sea familiar ese término tan singular que suena a épocas analógicas: la radiodifusión. ¿Le suena, verdad? Pues bien, en España, desde 1980, primero con el Estatuto de Radio y Televisión, y después con otras leyes similares, el servicio de radiodifusión es un concepto completamente público, y así funciona prácticamente en el resto de Europa y en gran parte del mundo occidental. ¿Por qué le digo eso? Por que en España la televisión privada funciona a través de concesiones de dominio público temporales. A cambio de esa explotación, sus prestatarios están obligados a contraer una serie de compromisos que no siempre cumplen con agrado, como es el caso de la publicidad. Hace sólo unos días la Audiencia Nacional ha condenado a Telecinco por publicidad encubierta, y desde hace más de un lustro, las asociaciones de telespectadores no han dejado de denunciar los incumplimientos de tiempo fijados de publicidad por hora, sin que se haya resuelto nada.
"Quizás corramos el riesgo de que, sin faltarnos el entretenimiento a la carta, mañana nos encontremos con que nadie va a recoger la denuncia de que nuestros hijos están sin calefacción en el colegio"
Desde hace varios años, usted bien recordará, ha habido intentos para que en España se extienda la televisión de pago, en varios casos con desastrosos desenlaces financieros. En cambio, ahora parece que empiezan a afianzarse plataformas televisivas. Es lógico que muchas personas estén dispuestas a pagar por ver algo que les gusta. Pero es un fracaso que no se haya diversificado la oferta en la televisión tradicional. Quizás corramos el riesgo de que, sin faltarnos el entretenimiento a la carta, mañana nos encontremos con que nadie va a recoger la denuncia de que nuestros hijos están sin calefacción en el colegio. Primero, porque habrá menos informativos, y segundo, porque quienes puedan cubrirlo, no lo harán, a menos que sea el mismo de los hijos de Belén Esteban.
Y puestos a poner ejemplos, le diré que el coste por hogar de una RTV como Canal Sur apenas alcanza un par de mensualidades de esa plataforma que se ha hecho ahora tan popular y que tiene nombre de tableta de chicles sin azúcar. Netflix.
Comprenderá ahora por qué le he preguntado que si le ha ocurrido alguna vez que haciendo ‘zapping’ no haya encontrado nada de su interés. Pues ¿sabe una cosa que me dijo alguien como usted hace pocos días?
“Qué tiempos aquellos en los que sólo había dos canales de televisión y realmente se podía elegir”.