Estimados «viajeros y lectores en casa», como dijera en su día el británico Richard Ford: ésta es la crónica de un viaje en automóvil programado y realizado por el autor entre el invierno y la primavera de 1984, siguiendo los pasos del accitano Pedro Antonio de Alarcón, quien once décadas antes había recorrido la Alpujarra a lomos de caballo, dando más tarde testimonio de su experiencia en uno los libros de culto para los posteriores visitantes de la comarca: La Alpujarra (sesenta leguas a caballo, precedidas de seis en diligencia).

No esperen encontrar una guía turística al uso actualmente extendido entre viajeros sólo interesados en cuestiones intrascendentes, sino el relato detallado de su propio recorrido por la comarca

El ejemplo del escritor de Guadix fue así el antecedente de la obra del motrileño que ahora tienen en sus manos, si bien el cronista actual tuvo la precaución de cambiar para su viaje el cuadrúpedo alarconiano por un vehículo de cuatro ruedas y motor de explosión. De ahí el título de este libro, La Alpujarra en caballos de vapor, en cuyas páginas no esperen encontrar una guía turística al uso actualmente extendido entre viajeros sólo interesados en cuestiones intrascendentes, sino el relato detallado de su propio recorrido por la comarca. Un recorrido que, antes de ceñirse al seguido en su día por Alarcón, se extendió por diferentes rutas para abarcar la totalidad del territorio alpujarreño. Y un relato que, como el de su antecesor un siglo antes, describe no sólo las vivencias personales, sino que incluye, asimismo, infinidad de citas literarias, históricas, geográficas, arqueológicas, etnográficas, folclóricas e, incluso, periodísticas, con el fin de resumir en una sola crónica los pasajes más interesantes de las decenas de libros, revistas y documentos consultados para su redacción, concluida en 1992.

Al cumplirse ahora 25 años desde que fue escrita y parcialmente publicada en la Guía General de la Alpujarra –donde no se incluyó la primera parte del viaje, entre Granada y el puente de Tablate–, la crónica que por fin ve aquí la luz en su extensión original hace referencia a algunas personas y distintos establecimientos hosteleros que ya no existen, mientras que ignora otros de los que han surgido con posterioridad y que, sin duda, merecerían figurar en sus páginas. El autor ha preferido, sin embargo, respetar el texto primitivo, que no en vano fue concebido como literatura de viajes y no como guía turística. A pesar de ello, y por respeto a los actuales «viajeros y lectores en casa», en notas a pie de página se aclaran los principales cambios observados en el itinerario aquí descrito.  

Una obra que merece ser leída y que será presentada en la Feria del Libro de Granada este sábado a las 13.00 horas en el centro cultural CajaGranada de Puerta Real, con un invitado de lujo: el hispanista Ian Gibson.   

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Eduardo Castro (Torrenueva, Granada, 1948) es escritor y periodista. Ha trabajado en numerosos medios de comunicación, entre los que destacan las revistas Posible, Ciudadano, Cuadernos para el Diálogo y La Calle; los periódicos El País, Diario de Granada e Ideal; la BBC de Londres, de la que fue corresponsal de radio en Andalucía durante cinco años, y TVE, a cuya plantilla de redactores perteneció desde 1983 hasta 2005, fecha de su elección por el Parlamento autonómico como miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía.

Es autor de varios libros de narrativa, ensayo y poesía, entre los que destacan los títulos de Muerte en Granada: la tragedia de Federico García Lorca (Madrid, 1975); La mala conciencia, premio Ángel Ganivet en 1978 (Granada, 1979); Tú (a Tacuara), 2º premio Arcipreste de Hita en 1981 (Málaga, 1989); Versos para Federico (Lorca como tema poético) [Murcia, 1986; Granada, 1999]; Guía General de la Alpujarra (Granada, 1992 y 1995); El burro del Cardenal (Granada, 2003), Sábados a contracorriente (Granada, 2004), Razón de vida (Granada, 2007) y Tiempo de hablar (Ocho escritores a grabadora abierta) [Granada, 2010]. El 25 de abril de 2005 fue elegido miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada, donde desde el 8 de mayo de 2006 ostenta la medalla con la letra H. Su discurso de recepción versó sobre El vino en la literatura (Breve ensayo preliminar para una futura antología).