El distrito exige con urgencia una atención integral y preferente que nunca llega por la vergonzosa inacción de las inst
La zona Norte exige más que respeto
El distrito más necesitado de atención preferente de Granada exige con toda la razón respeto, para que no confundamos a la inmensa mayoría de habitantes honrados con aquellos que desprecian la ley y la convivencia, pero también reclama que sus habitantes sean tratados como ciudadanos y ciudadanas de primera, lo que urge una actuación integral, coordinada y multidisciplinar de todas las instituciones y organismos que procure esperanza y futuro a una población harta del desprecio y abandonado con el que han sido tratados.
P.V.M.
Centro Cívico de la Zona Norte, el corazón de un barrio malherido por la dejación de las administraciones.
Nunca habrá justicia social en la capital granadina sin una intervención global como merece el distrito Norte, ninguneado por todas las administraciones y organismos, que se limitan a acciones puntuales de vez en cuando, que sin embargo no oculta el fracaso de una gestión compartida. Planes que concluyen y no se renuevan por falta de presupuesto, medidas o rehabilitaciones que se quedan a medias y que no atienden a la raíz de una situación con numerosas vertientes y complejas, pero para eso está la política.
Por supuesto que se ha intervenido, pero un simple paseo por algunas zonas de las barriadas certifica que aún ni tan quiera alcanza el grado de insuficiente. Recuerda la atención que precisa la Zona Norte, y que no recibe, aquellos debates y proclamas sobre la deuda histórica de Andalucía, la que exigía para compensar el abandono sistemático.
¿Y la zona Norte de la capital? ¿Acaso no requiere una compensación en forma de planes decididos y valientes, que permitan regenerar las zonas más afectadas y no solo en vivienda?
Granada, Andalucía, la Junta de Andalucía, e Ayuntamiento… ¿no mantienen una deuda histórica con los siete barrios que conforman el distrito y sus 37.000 residentes?
¿Para cuándo? ¿Cómo puede ser verdad?
Lo primero que sorprende a cualquier visitante que se acerca por las proximidades de la espalda de la Comandancia de la Guardia Civiles es el brutal olor a marihuana que se siente en el ambiente y penetra. Pero, ¿cómo es posible? Más allá de chanzas, es vergonzoso e infame.
Uno piensa en los chiquillos que corretean –la tasa de absentismo escolar está por encima de la media de la capital-, en los jóvenes y no tan jóvenes que se reúnen en una de las plazas cerca del edificio municipal de distrito –el paro es descomunal- y en la gente que transita o que asoma por las ventanas de sus casas que, acostumbrados al aroma, -a cualquier hora del día y de la noche, y cuando sopla viento es atroz- debe ser inmune a la fuerza. ¿Hay derecho a eso? ¿Alguien responde?
Encomiable esfuerzo de la plataforma de vecinos por hacerse escuchar. P.V.M.
El olor a marihuana confirma lo que no se puede ocultar ni con lluvia que cayera una semana: un tráfico descarado. Pasa algún coche policial, pero no a pie. La Fiscalía dice ahora que se va a coordinar y actuará de oficio. Ya tarda. Y si no quiere pisar el terreno, que hable con Endesa que contabiliza un millar de viviendas con un consumo anormal de electricidad que, sostiene la compañía, le genera un fraude al año de 10.000 euros por casa enganchada.
Pero lo peor, son los cortes de luz diarios, a cualquier hora, que sufren vecinos y vecinas que pagan puntualmente sus facturas, no precisamente baratas, como el resto.
¿Hay derecho a eso? Enfermos, niños, personas mayores… Pasa en Granada capital.
Y mientras eso ocurre, inevitables problemas de convivencia que soportan y padecen honrados vecinos y vecinas, que marchan hacia la parada de la LAC antes de que amanezca para ir a sus trabajos y regresarán bien entrada la tarde. O los que se quedan para buscarse la vida o ver pasar otro día más, alimentando sus ilusiones.
Problemas de convivencia –graves- a los que también contribuimos los medios de comunicación al informar muchas veces sin sensibilidad alguna –mea culpa, el primero-, buscando al vecino o la vecina para que nos cuente “eso”, y a ser posible con imagen grabada o vídeo. Y luego, adiós. Pero el vecino o la vecina volverá a su casa, a encontrarse en la soledad de su diaria realidad.
Un ejemplo de dejadez
Vecinos piden reiteradamente al Ayuntamiento que poden, por favor, un árbol , cuyas ramas impiden el paso. No se trata de un caso de épocas recomendable para podar o no. Simplemente, no podían transitar por la calle. Ante el silencio, un vecino se ofrece a podarlo y el resto de afectados le abonan una cantidad (5 euros por cabeza) por el trabajo que no ha realizado Medio Ambiente.
Por ello, lamento no poder citar con nombres y apellidos, a maravillosas personas que aman su barrio, valientes y decididos que quieren contribuir a hacerlo brillar… y que cuentan lo mejor de sus vivencias y lo peor de una angustiosa situación a la que deben hacer frente, difícil de imaginar.
Ante tanta desesperanza, ruboriza que alguien anime a los vecinos y vecinas a que “denuncien”, como dijo el alcalde de Granada, que es también de la Zona Norte. Fácil decirlo para el que fue delegado del Gobierno en Andalucía. Y si fuera yo el afectado, solo de pensarlo me entran escalofríos. ¿Qué más necesitan todas las autoridades y responsables, cada uno en su parcela, para dar la cara por ellos?
Dar la cara por los vecinos y vecinas. Como comprobé –y de qué forma- que asumía la concejal socialista Jemi Sánchez, con quien me cité para un paseo por el barrio en un día especialmente conflictivo. Uno, que cree firmemente en la necesidad de una profunda regeneración de los partidos, para regenerar la democracia, vi en su actitud y compromiso lo que debería ser una política o un político. Lo que siempre debió ser. De frente, intentado dar solución a lo que en apariencia es más que complejo.
Pero la marihuana, como escribe Ana Fuentes, periodista y residente en Norte, en GranadaiMedia, “es sólo un síntoma de una enfermedad estructural y sistémica”. Y agrega en su espléndido artículo: “Es como un ritual o bucle continuo: los vecinos se desesperan y protestan por los cortes de luz, sobre todo en invierno. Endesa dice que no puede hacer más y apunta hacia el cultivo de marihuana. Las administraciones se reúnen y dicen que van a colaborar. Hay un gran operativo policial, seguido de otros puntuales… Y otra vez vuelta a empezar”.
Es verdad que en el distrito Norte cohabitan muchos microdistritos, algunos infranqueables, cada uno con sus necesidades e historias. Pero esos, los más necesitados de actuación, también requieren de la solidaridad de todos y todas. Viven ahí al lado. Y también son nuestros vecinos y vecinos.