Artículo de Opinión por Elisa Cabrerizo, Asunción Coronado y Victoria Robles. Podemos Feminismos Granada.

Y, sin embargo, se mueve. Lo que también construimos ante un 25 de Noviembre

Ciudadanía - por Elisa Cabrerizo, Asunción Coronado y Victoria Robles. Podemos Feminismos Granada. - Sábado, 25 de Noviembre de 2017
En el 25N, artículo de opinión firmado por Elisa Cabrerizo, Asunción Coronado y Victoria Robles. Podemos Feminismos Granada.
Podemos
Las conciencias sociales han tenido momentos de sacudida a lo largo de nuestra historia reciente cuando hablamos de violencias machistas. El asesinato de Ana Orantes hace 20 años, uno de los momentos más duros que vivimos, supuso el salto cualitativo en la opinión pública y en la confluencia de instituciones dedicadas a asuntos de género, medios de comunicación, sectores jurídicos y educativos. Pero entre todo esto, la supervivencia y apoyo a las mujeres agredidas había sido muchas veces posible gracias a las redes informales de apoyo mutuo, de asesoramiento y sostén, que prestaron redes de mujeres conscientes del problema. Este hilo de amparo y defensa entre mujeres viene de largo y con el viento en contra y, sin embargo, se mueve.

Cuando escuchamos los testimonios de las represaliadas y encarceladas de la posguerra civil española, aventurando el horror humanitario que debió ser aquella época de represión para ellas, nos encontramos con que en muchos de esos relatos aparece un elemento positivo, un motor que impulsó sus vidas, un motivo que las sostuvo en la violencia irracional de la época: la solidaridad entre compañeras, ese saberse iguales ante el dolor apoyándose de mil formas para la superación de la soledad, juntas fortaleciéndose

Cuando escuchamos los testimonios de las represaliadas y encarceladas de la posguerra civil española, aventurando el horror humanitario que debió ser aquella época de represión para ellas, nos encontramos con que en muchos de esos relatos aparece un elemento positivo, un motor que impulsó sus vidas, un motivo que las sostuvo en la violencia irracional de la época: la solidaridad entre compañeras, ese saberse iguales ante el dolor apoyándose de mil formas para la superación de la soledad, juntas fortaleciéndose. Un buen ejemplo de lo que decimos lo representaron las maestras, al continuar con sus enseñanzas -como podían, eso sí- en los presidios lúgubres del régimen, revelándose a su modo contra el sistema que las quería aisladas e inconscientes, en favor de una brizna de conocimiento para las compañeras analfabetas, quienes a su vez encontraban un sostén en aquellas letras plenas de ideas y emociones imposibles. 
 
Las narraciones clandestinas de muchas de aquellas mujeres sobre episodios de sus vidas combinados con debates sobre cuestiones personales y políticas fueron igualmente un impulso contra el ocultamiento histórico, asegurando con esos recuerdos el sentido vivo de sus luchas. Eliminadas las libertades públicas y recluidas todas ellas forzosamente en un canon de mujer obligado, encontraron en la memoria, la educación clandestina, en su dolor compartido, en la escucha y la solidaridad un ejercicio político de resistencia frente a las violencias del régimen misógino.
 
Ese motor de lucha pacífica solidaria logró reconvertir la falta de formación política e ideológica sobre las violencias cotidianas de aquellas mujeres en identidad colectiva de resistencia. Esas identidades se gestaron en distintos escenarios donde había constatación de discriminación específica. Este espacio de confrontación contra el régimen fue magistralmente recogido por los movimientos de mujeres y feministas semiclandestinos y de la Transición democrática en aquel lema: “lo personal es político”, que venía a significar el malestar oculto en la reserva del hogar que ahora debía y tenía que ser asunto público y político. Así, las mujeres fuimos dando forma a nuestra identidad individual, a nuestros cuerpos y a nuestro derecho sobre ellos, a la libertad personal y a nuevos significados de familia y amor alejados de las culturas patriarcales.
 
Fue el inicio entonces de un proceso de subversión de los mandatos del machismo, desobedeciendo las leyes implícitas en la cultura de las violencias, arropándonos de lenguajes comunes que nos explicaran qué sucedía y por qué (violencia, acoso, abuso, violación, patriarcado y machismo), dándonos herramientas para el entendimiento y la comprensión de las trampas del maltrato, aprendiendo junto a otras a no sentirnos culpables de no amar bien, con ayuda mutua que nos ha permitido continuar levantándonos una y otra vez, con cuidados y enseñanzas, con conciencia colectiva de ser todas, no una sola. Fueron, también, esas otras políticas de los feminismos, no ya adscritas a leyes, medidas de igualdad e instituciones de atención y apoyo a las mujeres, sino vinculadas a la cotidianeidad y al componente moral de hacernos sujetos libres de violencias.
 
Si recordamos, Juana Rivas sufrió violencia de su pareja. El Convenio de Estambul, la Convención de la ONU sobre los Derechos del niño, la Ley de Protección de la Infancia y la Adolescencia establecen que sus hijos son víctimas de violencia de género sólo por ser testigos, pese a lo cual la Administración de Justicia los obligó a que conviviesen con el padre. Y Juana tomó la decisión de desobedecer llevándolos a las casas de todas las mujeres y hombres feministas que pusieron el cartel: "JUANA ESTÁ EN MI CASA" en sus espacios y en las calles.  Este gesto fue un volcán de solidaridad, de afecto, de compromiso personal y social para compartir la angustia de Juana, para darle refugio y para defender sus derechos y los de sus hijos. La solidaridad y compromiso común, como respuesta a un problema que se pretendía privado e individual, ha colocado en primera línea política y social la ausencia de transversalidad en las normas, la existencia de otras víctimas de violencia machista, la violencia institucional, la sensibilidad y la respuesta del sistema judicial como institución que protege.
 
En estos días, y con independencia de los procesos judiciales, los alegatos y recursos de las defensas de un grupo de hombres violadores, el sentir popular y el grueso de la población femenina no tolera ya ni una sola excusa ante la barbaridad de ser víctima de violencia sexual y querer dejarla en entredicho por la simple cuestión de querer rehacer su vida, seguir disfrutando del día a día, que a buen seguro tendrá un antes y un después de este siniestro episodio vital.
Y sí, algo se mueve cuando una violación en grupo a una mujer joven, y una  recurrente y arcaica defensa de los agresores cuestionando el testimonio de la víctima, consigue unificar a un numeroso grupo de mujeres y hombres que dicen: "YO TE CREO", que simbólicamente arropan y acompañan a la víctima hasta su declaración en el juzgado, en su salidas a la calle, en su derecho a rehacer su vida, haciendo nuestra la ofensa y el cuestionamiento de tantas mujeres que han sido víctimas del acoso y la violación, reaccionando a gritos en las redes sociales que no somos culpables de la violencia que otros ejercen sobre nosotras. 
 
Con todo, algo movemos con conciencia de sumar, de construir sociedad libre de violencias, de cuidar y de vivir, vivir en común.
 
Por Elisa Cabrerizo, Asunción Coronado y Victoria Robles. Podemos Feminismos Granada.