La Ley contra la Violencia de Género cumple 20 años en pleno embate del negacionismo
El 7 de octubre de 2004, el Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad el primer proyecto de ley de la legislatura. La primera ley del Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Fue la Ley Integral contra la Violencia de Género, que tras proseguir su tramitación, pasando por el pleno del Senado, recibió el visto bueno definitivo del Congreso el 22 de diciembre. Ese 22 de diciembre de 2004, por tercera vez, los grupos parlamentarios dieron su apoyo unánime al texto. El Rey la sancionó con fecha 28 de diciembre y, tras su publicación en el BOE el día 29, entró en vigor un mes después.
Con esa norma, España se convirtió en el primer país de la Unión Europea que se dotaba de una ley integral para combatir la violencia que golpea y mata a las mujeres por ser mujeres.
Aunque parezca inconcebible, ahora hay diputados y senadores sentados en sus escaños, como también ediles, que niegan la violencia de género. Son los representantes de la ultraderecha, para la que no hay 'cordón sanitario' en España, porque el PP se ha aliado con Vox en numerosos gobiernos
Veinte años después de aquel 28 de diciembre de 2004, la fecha que quedó plasmada en la ley orgánica para su publicación y, con ella, la posterior entrada en vigor, la violencia machista sigue golpeando con dureza mientras ese consenso político alcanzado en aquel momento se resquebraja. Porque, aunque parezca inconcebible, ahora hay diputados y senadores sentados en sus escaños, como también ediles, que niegan la violencia de género. Son los representantes de la ultraderecha, para la que no hay 'cordón sanitario' en España, porque el PP se ha aliado con Vox en numerosos gobiernos. A pesar de haber puesto en escena este año una ruptura en los autonómicos, las alianzas se mantienen en los municipios. Y son altavoces que lanzan repetitivamente un mensaje peligroso, alentado también por las nuevas formas de comunicación en redes sociales, que cala en el debate público.
Consecuencias de ese negacionismo que se ha instalado en la política sin pudor: no se pueden aprobar, por el 25N, declaraciones institucionales, iniciativas que requieren del voto de todos los grupos municipales, en aquellos ayuntamientos donde Vox se niega a respaldarlas; hay representantes de Vox que no acuden a las concentraciones contra la violencia machista, se ausentan de los minutos de silencio o se colocan fuera de las pancartas.
Y ello a pesar que, desde el 1 de enero de 2003, cuando comenzaron a recopilarse estos datos, hasta la fecha, 1.291 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas. Este año han sido, hasta el 28 de diciembre, 46, que han dejado huérfanos a 35 niños y niñas. Y un dato, si cabe, aún más trágico, el de los menores víctimas de la violencia vicaria. Cinco han sido asesinados este año.
El principal objetivo tras estas dos décadas se sitúa ahora en renovar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género que logró forjarse entre todas las fuerzas políticas parlamentarias en 2017 -entonces Vox no estaba en el Congreso de los Diputados-. En 2021 el Pacto fue ratificado por todos los grupos políticos salvo Vox, ya con representación.
En el contexto de este 20 aniversario de la ley, el pasado 25 de noviembre, en el marco del Día contra la Violencia de Género, El Independiente de Granada pidió al expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero que rememorara lo que supuso la aprobación de la ley y su opinión respecto a la actual ola de negacionismo. "No debemos negar el negacionismo, hemos de ser muy conscientes del problema que representa como actitud", advierte en unas palabras en las que subraya que esa ley supuso "un antes y un después". Recuperamos sus palabras.
Rodríguez Zapatero, en marzo pasado, en la presentación del libro 'Crónica de la España que dialoga'. eva ercolanese/PSOE
Rodríguez Zapatero: "El negacionismo es un estímulo para redoblar la lucha contra la violencia de género"
─ ¿Qué supuso en su momento la aprobación de esta ley?
─ 25 años después de haber entrado en vigor la Constitución, alcanzar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres era en buena medida una cuestión pendiente en nuestro país cuando llegamos al gobierno en 2004, y había que empezar por el principio, por la desigualdad más intolerable, porque la que representa la violencia ejercida sobre las mujeres.
Por eso, fue nuestra primera ley, una ley aprobada por consenso. Y su principal razón de ser era doble: por un lado, sacar claramente el problema del ámbito doméstico, hacerlo público, porque al ser víctimas las mujeres por el hecho de serlo, por prevalerse algunos hombres de su superioridad física y del despliegue de su agresividad frente a ellas, la interpelación, la responsabilidad de abordarlo, nos concierne a todos, recae sobre el conjunto de la sociedad; y en segundo lugar, y como consecuencia de ello, había que abordarlo con una estrategia integral, poniendo a disposición un arsenal de medios públicos, preventivos y reactivos, punitivos y asistenciales, comprometiendo a los cuerpos policiales, a la Justicia y a los servicios sociales. Eso fue y es la Ley de Violencia de género. Que, concebida así, supuso, en efecto, un antes y un después.
─ ¿Cree que con el avance del negacionismo y las posiciones de ultraderecha está en peligro esta conquista?
Hemos de ser muy conscientes del problema que representa como actitud, porque puede debilitar la lucha contra la violencia, la protección de las mujeres en definitiva
─ El avance del negacionismo es preocupante, aunque no sea la primera vez que una conquista histórica, social, de derechos, produce reflujo o reacción en algún sector social o generacional. Pero este se sitúa, además, en el contexto de la ofensiva antilustrada que estamos padeciendo; muchos de los que ponen en duda las vacunas o el cambio climático son los mismos que, contra toda evidencia estadística, discuten que la violencia de género lo sea. Les incomoda que lo sea y niegan que lo sea. Nosotros, en cambio, y si se me permite expresarlo así, no debemos negar el negacionismo, es decir, hemos de ser muy conscientes del problema que representa como actitud, porque puede debilitar la lucha contra la violencia, la protección de las mujeres en definitiva. Y creo que para evitarlo hay que intensificar el esfuerzo en la pedagogía, en explicar una y otra vez lo que supone la violencia de género, y en condenar con la máxima energía cada asesinato, cada maltrato… como si fuera el primero. El negacionismo es un estímulo para redoblar la tarea.