El próximo 8 de mayo de 2024 tendrá lugar en Alicante un homenaje a aquellos cientos de personas (soldados, médicos, maestros, obreros, mecánicos, aviadores, diputados…) que, huyendo del ejército golpista de Franco, embarcaron en el carbonero inglés, el Stanbrook. Las escenas que se vivieron en el puerto de Alicante aquel 28 de marzo de 1939 se podrían calificar de dantescas ya que de las diez mil personas que en el puerto se agolpaban para embarcar solo pudieron hacerlo unas 3.000. Allí quedaron, presos de la desesperación, otras miles de personas a merced del ejército franquista.

La guerra estaba prácticamente acabada, la República estaba agonizando. Solo quedaba una labor primordial que hacer: poner a salvo del ejército franquista el mayor número posible de militantes republicanos

A finales de febrero de 1939 varias circunstancias aceleran el final de la Guerra Civil: la sublevación del coronel Casado en Madrid, la dimisión del presidente Azaña, la huida de la flota republicana, el pesimismo del ejército republicano… La guerra estaba prácticamente acabada, la República estaba agonizando. Solo quedaba una labor primordial que hacer: poner a salvo del ejército franquista el mayor número posible de militantes republicanos.  

Al constatar la inminente caída de la República miles de personas se dirigen hacia las costas levantinas, principalmente hacia Alicante, con la esperanza de embarcar en algún transporte marítimo que los aleje de España. Esta situación, impregnada de zozobra e incertidumbre, hace que una inmensa multitud se concentre en el puerto de Alicante el día 27 de marzo con la esperanza de embarcar en uno de los dos barcos atracados en el puerto en ese momento. Estos barcos son el Stanbrook y el Marítime. En el primero embarcaron el 28 de marzo todos aquellos republicanos que el barco pudo dar cabida. En el segundo, el Marítime, solo pudieron embarcar incomprensiblemente 32 personas.

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El Stanbrook, navegando poco después de su botadura en 1909. Imagen de De Clive Ketley - Tyne Built Ships.

A las 11 de la noche el Stanbrook, el pequeño carguero inglés, con sus casi 3.000 personas a bordo, inicia su singladura hacia uno de los puertos más cercanos del norte de África, Orán en Argelia. Aquella silenciosa multitud, hacinada en aquel pequeño espacio de apenas 70 metros de largo por 10 metros de ancho, soporta con nerviosismo y ansiedad ante lo desconocido aquellas primeras y agobiantes horas de travesía.

En la tarde del 29 de marzo el barco ancló a la entrada del puerto de Orán, pero no se le permite atracar en el muelle. Sin embargo, aquella multitud espera con ansia un pronto desembarco que los conduzca hacia la libertad

Finalmente, en la tarde del 29 de marzo el barco ancló a la entrada del puerto de Orán, pero no se le permite atracar en el muelle. Sin embargo, aquella multitud espera con ansia un pronto desembarco que los conduzca hacia la libertad.

Las autoridades francesas no autorizan el desembarco de los exiliados sometiendo a estos, durante casi un mes, a unas terribles condiciones de vida. Eran informados por los altavoces del buque de que debían permanecer en el barco hasta que se habilitaran albergues para recibirlos. Mientras tanto, hasta el barco se acercaban pequeñas embarcaciones cargadas con comida, fletadas por los sindicatos franceses, la oficina de refugiados españoles y la Solidaridad Internacional Antifascista. Los alimentos que se les suministraban a los pasajeros eran muy escasos, valga el ejemplo que su base alimentaria consistía en 150 gramos de pan más un pequeño trozo de chorizo, arenques o un poco de paté.

De todas formas, la alimentación de los pasajeros no fue el principal problema sino el sanitario. Para una población de unas 3.000 personas solo disponían de dos retretes, con escasísima agua para beber y asearse. Estas condiciones higiénicas, claramente insalubres, hicieron proliferar auténticas plagas de parásitos. De nada servía que se pasaran muchas horas despiojándose unos a otros.

Las autoridades francesas seguían negándose a permitir el desembarco, este se hizo gradualmente: los primeros días se desembarcó a mujeres, niños y ancianos

Por otro lado, las autoridades francesas seguían negándose a permitir el desembarco, este se hizo gradualmente: los primeros días se desembarcó a mujeres, niños y ancianos. Un segundo grupo de hombres, unos 550, fue desembarcado y alojado en el Campo nº1, cerca del puerto, y donde las condiciones sanitarias mejoraron sensiblemente.

El 27 de abril de 1939, finalmente, se produce el final del desembarco. Estos pasajeros, en su mayoría, fueron conducidos al Camp Morand, campo de concentración situado a tres kilómetros del pueblo de Boghari, un territorio totalmente desolado.

En este último convoy va Francisco.

En estas terribles condiciones de vida se desenvolvió Francisco López Peña, natural de Íllora (Granada), pasajero Nº 942 del 'Stanbrook'

En estas terribles condiciones de vida se desenvolvió Francisco López Peña, natural de Íllora (Granada), pasajero Nº 942 del Stanbrook.

Cuando estalló la guerra él trabajaba como recaudador de impuestos para el Ayuntamiento de Íllora. El día 21 de julio, ante los acontecimientos que se avecinaban y como prueba de su honradez, entregó el dinero recaudado. Poco después y ayudado por los Niños de la Noche huye a Guadix, donde trabaja para el Comité de Refugiados de la zona de la República. Ya no tenemos más noticias de él hasta su embarque en el Stanbrook.

Según documentos existentes en los Archivos Franceses de Aix en Provence perteneció a la ejecutiva de la UGT de Orán

Hemos investigado en los Archivos Franceses de Outre Mer, en Aix en Provence, y en ellos hemos descubierto que permaneció en Camp Morand hasta ser liberado por los americanos en la Operación Torch  (1942). Posteriormente, se instaló en Orán donde se dedicó a la fabricación y venta de jabón. Según documentos existentes en los Archivos Franceses de Aix en Provence perteneció a la ejecutiva de la UGT de Orán.

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La imagen de grupo es del día de su vuelta del exilio. Está tomada en la carretera de Alomartes y se ve parte del tajo del Castillo de Íllora al fondo. Algunos familiares fueron a esperarle a la estación de tren de Moreda. La esposa de Francisco López Peña -vestida de negro- y su hija -que aparece cogida del brazo a su izquierda-, con algunos más, se unieron a ellos en Granada. Al llegar a Íllora se hicieron la foto.

Al fin, vuelve a España en 1949 con un delicado estado de salud. Su vuelta, según testimonio oral no documentado, fue posible gracias a los buenos oficios del embajador francés por su colaboración con el General Leclerc

Al fin, vuelve a España en 1949 con un delicado estado de salud. Su vuelta, según testimonio oral no documentado, fue posible gracias a los buenos oficios del embajador francés por su colaboración con el General Leclerc.

En esta triste aventura del exilio fue acompañado por su amigo Nicolás Giménez Molina, diputado nacional por el PSOE de Granada, y sus cuatro hermanas, también de Juan Serrano López, alcalde de Íllora cuando estalló la guerra, todos ellos viajeros del Stanbrook. Otro illoreño Dionisio Peña Pérez, de quien desconocemos por qué medios llegó a Argelia acabando con Francisco y Juan en Camp Morand.

Con ellos se escribió una de las páginas más bochornosas para Francia. En la línea de lo que nos relata el historiador Juan Martínez Leal, padecieron penalidades incontables, privados de libertad, hacinados en tiendas de campaña a más de 50 grados durante el día, sometidos a frecuentes malos tratos, con una alimentación absolutamente insuficiente.

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Antonio José López López, catedrático de Inglés y Doctor en Filología Inglesa, es hijo de Francisco López Peña.

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El Foro de la Memoria de El Independiente de Granada, con la colaboración de investigadores e investigadoras y asociaciones memorialistas, para el recuerdo y el homenaje a las víctimas del franquismo.

Para que nunca se olvide. Para que nunca se repita.

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