La cripta de Fray Leopoldo, con 2.000 personas diarias, es el lugar de Granada más visitado tras la Alhambra
La cripta de Fray Leopoldo, de cuya beatificación se cumple este lunes el sexto aniversario, recibe una media de 60.000 personas al mes que acuden allí para dejar sus plegarias motivados por la devoción a este fraile capuchino que vivió y murió en Granada, donde yacen sus restos mortales.
Desde la beatificación del fraile limosnero, que se produjo el 12 de septiembre de 2010, la afluencia de gente que pasa por la cripta es mayor y constante todos los días y, de hecho, es el lugar más visitado en Granada después de la Alhambra, con más de 2.000 visitas diarias a su tumba, según los datos que maneja la Archidiócesis de Granada.
La cripta está ubicada en el interior de la parroquia de La Inmaculada, en la Avenida Divina Pastora, que a su vez alberga el convento de franciscanos capuchinos de Granada.
Fray Leopoldo fue beatificado el 12 de septiembre de 2010 en un acto que tuvo lugar en la Base Aérea de Armilla al que asistieron más de 60.000 personas. Culminaba así un proceso iniciado hacía 64 años, y que tuvo como consecuencia primera que la Iglesia instituyera el 9 de febrero, fecha de su muerte, como el día del beato Fray Leopoldo.
Nacido en el pueblo de Alpandeire, de la la Serranía de Ronda (Málaga) el 24 de junio de 1864, Francisco Tomás, Fray Leopoldo, se dedicó en su niñez a cuidar un pequeño rebaño de ovejas y cabras y a arar la tierra, y años más tarde, el 16 de noviembre de 1899, tomó el hábito de los capuchinos en Sevilla, donde continúo trabajando en el huerto de los frailes.
En el otoño de 1903 se trasladó a Granada y desde un principio desempeñó el oficio de hortelano, con estancias alternativas en los conventos de esta ciudad, Sevilla y Antequera. En 1914 regresó para quedarse definitivamente a Granada. De limosnero, recorrió los pueblos de Andalucía Oriental y en ocasiones llegó a ser insultado y apedreado, aunque su devoción, especialmente por la Virgen, no cesaba. De hecho, cuando alguien le pedía un favor, siempre instaba al peticionario a rezar tres Ave Marías.
Tres años antes de su muerte cayó rodando por unas escaleras y sufrió fractura de fémur, y, tras una convalecencia hospitalaria, consiguió volver a caminar con ayuda de dos bastones y continuar con su vida contemplativa, pero ya en el convento. Fray Leopoldo falleció en la mañana del 9 de febrero de 1956, y multitud de fieles acudieron al convento a darle su último adiós. Desde entonces, cada 9 de febrero miles de devotos visitan la cripta en la que descansan sus restos.