Los Corpus animados por “hombres monos” en globo, escalatorres y parachutistas
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El “hombre mono” Vilaregut sobrevoló el Albayzín colgado de un trapecio y fue a estrellarse en el patio del convento de Santa Inés
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Los escalatorres hacían sus exhibiciones trepando por las fachadas de los edificios más altos de la ciudad
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En el Corpus de 1952, Jams Vills se arrojó con su paracaídas desde tres edificios de la Plaza del Carmen y Puerta Real
La aparición de la Fábrica del Gas Lebón junto al río Genil, a partir de 1866, facilitó la afición por soltar globos al aire durante las fiestas del Corpus. Los granadinos disfrutaban viendo aquellos aerostatos de tipo veneciano perderse en todas direcciones. Incluso hay referencias a que les colgaban algún regalillo para que los niños corrieran tras ellos en busca de dónde caían.
Pero no fue hasta el Corpus de 1893 cuando apareció por primera vez en Granada un globo tipo Mongolfier en el que ascendía una persona
Pero no fue hasta el Corpus de 1893 cuando apareció por primera vez en Granada un globo tipo Mongolfier en el que ascendía una persona. Si bien se trataba de un cautivo del que colgaba un trapecio, cuerda o jaula; elevaba a un equilibrista que asombraba con sus arriesgados ejercicios a unas decenas de metros del suelo. Se trató de espectáculos ligados a circos. El de 1893 era el circo de José Deu Totti; entre su plantilla traía a Jaime Sunyé Vilaregut, más conocido como Capitán Vilaregut o el hombre mono. El espectáculo circense tuvo lugar en el coso de la Plaza de Toros del Triunfo, a razón de un real por espectador. Las ascensiones del hombre con su globo hasta casi cincuenta metros se convirtieron en lo más comentado de aquel Corpus. La experiencia volvió a repetirse con este tipo de globos en la Carrera de la Virgen la tarde del viernes 25 de mayo del Corpus de 1894, pero con ascensión de pocos metros por encima de la línea de edificios.
En el de 1899, el 'hombre mono' ya vino a Granada al frente de su propia compañía
El Ayuntamiento apalabró el espectáculo del acróbata Vilaregut con su globo para los siguientes corpus. En el de 1899, el hombre mono ya vino a Granada al frente de su propia compañía. El programa de fiestas decidió regalar la atracción, de manera gratuita, a todos los granadinos (entristecidos por la reciente pérdida de Cuba y Filipinas). Ubicó la exhibición sobre el Embovedado de Puerta Real. Tres elevaciones sobre la ciudad, previo pago de 500 pesetas con cargo al erario público.
Toda Granada quedó boquiabierta al contemplar cómo los globos flotaban sobre los tejados, a más trescientos metros de altura. Fue la primera vez que alguien contempló Granada sobre el cielo, colgado de un trapecio
Cuenta Ana Sánchez en la revista Alhóndiga que después, a las seis y media de la tarde del 6 de junio, varios globos se elevarían tripulados para dar una vuelta por los cielos de la ciudad. Toda Granada quedó boquiabierta al contemplar cómo los globos flotaban sobre los tejados, a más trescientos metros de altura. Fue la primera vez que alguien contempló Granada sobre el cielo, colgado de un trapecio. Miles de personas corrían por las calles persiguiendo con la vista el lento discurrir de los aerostatos. Vilaregut parecía un ángel volando sobre los cielos durante unas tres horas.
Hasta que un rato después, cuando el globo del capitán intentaba ascender por la ladera del Albayzín, en la Cuesta del Granadillo, alguna racha de viento o un problema técnico le hicieron perder altura de manera incontrolada. El globo y su trapecista fueron a estrellarse estrepitosamente contra el tejado del claustro del Convento de Santa Inés, más conocido como la Presentación, en la calle San Juan de los Reyes.
El susto para las tres docenas de monjas que vivían plácidamente su clausura, silencio y oración debió ser mayúsculo
El susto para las tres docenas de monjas que vivían plácidamente su clausura, silencio y oración debió ser mayúsculo. Gritaron asustadas creyendo que el diablo, montado en una extraña mezcla de tela y trapecio, les chorreaba por las paredes del claustro. “Es el demonio, el mismísimo demonio”, gritaron algunas religiosas. Incluso se encerraron en sus celdas al ver salir de entre las lonas a un hombre vestido de payaso. Las pobres mujeres fueron prontamente tranquilizadas y auxiliadas por el gentío que aporreó su puerta y les explicó que todo se debía a un accidente de atracción de feria. No se tiene conocimiento de ningún infarto de monja ni daños de consideración de Vilaregut.
El capitán cumplió su contrato y volvió a elevarse con su globo arreglado el día 10, en el mismo sitio y a la misma hora. Pero el trapecista catalán ya nunca más regresó a actuar al Corpus granadino.
Globos venecianos en las plazas
El gusto por volar globos no tripulados -solamente con algún regalo o una gallina como premio- regresó en el Corpus de 1900. Los encendían con luces al atardecer. Los escenarios de la suelta de estos globos fueron varias plazas de la ciudad: San Miguel Bajo, San Nicolás, Plaza Larga, etc. Desde la Plaza de San Nicolás se acompañó con el lanzamiento de fuegos artificiales. Todos aquellos globos venecianos y fantoches que se soltaban al aire eran fabricados por entonces en el taller de Antonio Garrido, situado en el Campillo Alto, 23.
La tradición de soltar globos venecianos y fantoches al atardecer o primeras horas de la noche se prolongó unos años más
La tradición de soltar globos venecianos y fantoches al atardecer o primeras horas de la noche se prolongó unos años más, al menos los programas recogen esta actividad hasta el Corpus de 1944. En 1925 hubo elevación de globos en la Plaza de Gracia; en 1940 soltaron en el Campo del Príncipe; y en 1944 en el Albayzín.
La era de los aeroplanos y parachutistas
El Corpus de 1911 vio irrumpir los primitivos aeroplanos por los cielos de Granada y los Llanos de Armilla. Los pioneros granadinos compartían el espacio con los globos surgidos a finales del XIX. Aquel Corpus vino a Granada el belga Julius Tyck con su aparato de ala monoplana Bleriot XI. Fue la primera vez que se vio al hombre volar sobre una avioneta por los cielos de la Vega. Dos años más tarde, en 1913, el piloto Lucien Demazel, de Francia, dio unas cuantas pasadas sobre la ciudad y los Llanos de Armilla a unos 1.500 metros de altura.
La elevación de globos y los vuelos de avionetas solían estar ligados al Corpus, como una atracción más de feria. Miles de personas salían a calles, plazas y los arenales del Genil de donde partían los aerostatos; también se acercaban a los campos de Armilla donde tomaban tierra las primeras avionetas.
Tal fue el interés y la atracción por entonces que el Ayuntamiento de la capital se unió al Aeroclub de España y organizaron el que resultó Primer Festival de la Aviación en el Corpus de 1914
Tal fue el interés y la atracción por entonces que el Ayuntamiento de la capital se unió al Aeroclub de España y organizaron el que resultó Primer Festival de la Aviación en el Corpus de 1914, entre los días 17 y 22 de junio. Lo hicieron en la doble modalidad de globos y de aviones, con el Certamen Nacional de Aviación y Copa Granada de Globos. En la variante de globos tuvo un importante papel el militar Luis Dávila Ponce de León y Wilhelmi, quien hasta su muerte en 1925 fue el aviador más destacado de los granadinos. Los tres globos participantes habían venido desde el Parque de Aerostación Militar de Guadalajara. Se llamaban Sirio, Bayo y Saturno. Ganó el Sirio, capitaneado por Luis Dávila. El gentío se concentró en el entorno del cauce seco del Genil para verlos hinchar con el gas de la Fábrica Lebón y despegar hacia los cielos.
El Corpus de 1914 fue espectacular en los aires. Un puñado de aparatos llegados de España y la mayoría extranjeros dieron dos vueltas aéreas, en forma de óvalo, entre los Llanos de Armilla y la Alhambra. Las balizas para girar eran el hipódromo de Armilla y la Torre de la Vela de la Alhambra. Lo hicieron a muy baja altura, de manera que los gritos de la gente eran aterradores pensando que se iban a estrellar contra el monumento.
En ambos concursos-atracción de Corpus hubo sustanciosos premios para los ganadores
En ambos concursos-atracción de Corpus hubo sustanciosos premios para los ganadores. Gustó tanto la experiencia que en el Corpus siguiente se repitió la experiencia. Pero la I Guerra Mundial impidió que vinieran aparatos de procedencia extranjera, con lo cual quedó deslucido. No obstante, tras el conflicto mundial, en 1921, regresaron los vuelos por Corpus. Pero para esa fecha la aviación no sólo era considerada espectáculo, también pasó a utilizarse como arma militar. Surgió el Aeródromo de Armilla (1922) como base para los aviones que iban a la guerra de Marruecos.
El escalatorres que nunca regresó a Granada
A finales del siglo XIX había un muchacho en Granada de cuerpo estilizado, huesudo y fibrado. Tenía dotes de equilibrista, escalador y sin vértigo. Se llamaba José Puertollano. Pasaba hambre todos los días. Hacia 1890 asistió a las atracciones del Circo Cortés que solía instalarse en Plaza Nueva por Corpus. En 1892 estuvo en el circo de Manuel Feijoo en el Humilladero. Decidió sumarse a esta compañía circense gallega e irse tras ellos a recorrer España. Iba a ser un trapecista más. Incluso acabó casándose con una equilibrista en Vall d’Uxó.
Pero aquel tipo de espectáculo de feria no les daba para vivir y alimentar a los hijos que ya empezaban a llegar
Él y su mujer consiguieron formar un grupo de acróbatas que hacían campañas en diversos circos; acrobacias, trapecio, caminaban por la maroma. Se quedaron a vivir primero en Estepona y después marcharon a Cervera del río Alhama; desde allí recorrían plazas de los pueblos aragoneses y catalanes intentando ganarse los garbanzos. Pero aquel tipo de espectáculo de feria no les daba para vivir y alimentar a los hijos que ya empezaban a llegar.
José Puertollano empezó desafiando a alcaldes de los pueblos por cien pesetas si era capaz de trepar a los campanarios vestidos de clown
Se le ocurrió convertirse en escalatorres. Ya había demostrado su condición de escalatorres cuando desmontó una veleta en Estepona años atrás. Subir a los edificios sirviéndose solo de las manos lo habían puesto de moda jóvenes portugueses que se desplazaban por los pueblos de la Península ascendiendo iglesias y torres que parecían imposibles. José Puertollano empezó desafiando a alcaldes de los pueblos por cien pesetas si era capaz de trepar a los campanarios vestidos de clown. La idea tuvo éxito y los ingresos empezaron a ser más sustanciosos. Desde Aragón se trasladó a vivir a Galicia. En la zona Noroeste permaneció varios años subiendo a torres, no sólo como espectáculo, también contratado para colocar cruces, arreglar tejados y pintar fachadas.
Su fama saltó a los periódicos cuando escaló la torre del reloj de la Catedral de Santiago de Compostela. Desde allí saludó al rey Alfonso XIII y al presidente del Gobierno Antonio Maura, que el 25 de julio de 1909 estaban haciendo la ofrenda al Apóstol. Consiguió entregar al Rey un memorial con sus trabajos y le solicitó permiso para escalar todas las torres que pudiese en el país. Aquello le abrió la puerta para que iglesias y catedrales lo contrataran para subir a sus torres a arreglarlas, pintarlas o colocar pararrayos.
Pero el granadino “rey de las alturas” jamás regresó a su ciudad natal a demostrar sus habilidades como escalatorres
Pero el granadino “rey de las alturas” jamás regresó a su ciudad natal a demostrar sus habilidades como escalatorres. Sus hijos Miguel y Gloria le sucedieron en “el negocio” de subir a las alturas. Jamás tuvieron ningún tipo de percance grave.
Aquella especialidad de portugueses y algunos españoles por escalar edificios y torres también llegó a Granada por fiestas de Corpus y día de la Patrona. Ninguno de ellos consiguió subir al edificio más alto de la ciudad, la Catedral. Pero sí era habitual que trepasen a casas de cuatro y cinco plantas en la Gran Vía o Plaza del Carmen.
Aquellos días festivos actuó también en el teatro Cervantes y en el Coliseo del Campillo, tal como recogía la prensa del momento con profusión de espacios
Mientras los Puertollano copaban la zona norte de España, el “hombre araña” portugués Néstor López se dedicaba a recorrer las ciudades del sur encaramándose a los edificios. En la fiesta de la Virgen de las Angustias de 1928 estuvo en Granada. El 29 de septiembre, sábado, escaló el Edificio La Paz, en la Gran Vía, hasta colarse por una claraboya de la buhardilla superior. Aquellos días festivos actuó también en el teatro Cervantes y en el Coliseo del Campillo, tal como recogía la prensa del momento con profusión de espacios. Hizo su espectáculo vestido de soldadito Flitz.
El negocio debió resultar bastante sustancioso al portugués, ya que programó al año siguiente unas cuantas escaladas por las fachadas de Granada. En el Día de la Hispanidad de 1929 subió por el edificio del Café Royal de la Plaza del Carmen.
Llegan los parachutistas en los años treinta
En la década de 1930 apareció la modalidad de parachutistas en los espectáculos de feria, asociados al vuelo de las avionetas más perfeccionadas. Parachutista derivaba de la palabra francesa parachute, que era el artilugio de tela y cuerdas inventado para lanzarse desde las alturas. El término se utilizó durante unos cuantos años, hasta que la Real Academia dictaminó que era mejor emplear paracaídas.
En los años de la II República se legisló cómo y quiénes podían lanzarse en paracaídas desde los aviones. Primaba por entonces el lanzamiento de tipo espectáculo o como reclamo comercial. El primer paracaidista que se lanzó al vacío sobre Granada fue Casimiro Ruiz, el 8 de julio de 1933. Desde un avión pilotado por Augusto Puga. Al día siguiente participó en la Fiesta de la Aviación de Armilla. Casimiro Ruiz llevaba dos años realizando saltos desde una avioneta y lanzando publicidad sobre la playa de la Concha, en San Sebastián. El alcalde de esta ciudad escribió al de Granada solicitando permiso para que su paisano Casimiro pudiese lanzarse sobre el Albaicín; tanto en el salto de Granada como sobre Armilla lanzó folletos de las fiestas de San Sebastián.
Casimiro Ruiz entró posteriormente a formar parte del Ejército de Aviación
Casimiro Ruiz entró posteriormente a formar parte del Ejército de Aviación. Se prodigó efectuando saltos en exhibiciones militares y por las fiestas de ciudades. Hasta que el 23 de agosto de 1935 perdió la vida al no abrirse su paracaídas en un salto de 700 metros en las fiestas de Málaga.
El paracaidista más famoso que actuó en Granada aún se encontraba formándose el día que falleció su compañero Casimiro Ruiz. Se trató de Julián Zamarriego Sevillano. Nacido en Madrid en 1912 y sin miedo a volar con un paracaídas. Ingresó en el ejército en 1932 como mecánico de aviones en el aeródromo de Cuatro Vientos. Obtuvo licencia para saltar desde aviones el 22 de febrero de 1936, con vigencia de seis meses. Efectuó pocos saltos privados y publicitarios, ya que fue alistado por el Ejército Republicado durante la guerra civil. Aparece en una foto junto al general Miaja, El Campesino y Santiago Carrillo durante un festival deportivo-militar celebrado en los Campos de Chamartín madrileños en el verano de 1937.
Logró salir ileso durante los tres años de contienda y superar el proceso de depuración política. Fuera del ejército, aparece a final de la década de 1940 ligado a espectáculos circenses y efectuando algún que otro salto desde aviones
Logró salir ileso durante los tres años de contienda y superar el proceso de depuración política. Fuera del ejército, aparece a final de la década de 1940 ligado a espectáculos circenses y efectuando algún que otro salto desde aviones. Descubrió que, a falta de aviones desde los que saltar, la fabricación de paracaídas había permitido que se pudieran efectuar saltos desde alturas más pequeñas cada vez. Zamarriego incluso le introdujo modificaciones para que la tela se desplegara en menos de un segundo. Para eso no le hacía falta un avión, con la terraza de un edificio alto tenía suficiente.
Empezó a hacerse popular por lanzarse desde canastillas de globos, el Tajo de Ronda, edificios de Barcelona, el puente colgante de Bilbao, etc. Se sucedieron infinidad de anécdotas y accidentes en sus saltos, como caer dentro de una cárcel, romperse un brazo, aterrizar en un mercado de melones, quedarse enganchado en árboles… Hacia 1950 fue contratado por la firma comercial Licor 43 como reclamo publicitario. Arrojaba botellitas a la multitud colgadas de pequeños paracaídas; después él se lanzaba desde terrazas de edificios altos.
En el Corpus de Granada de 1952 protagonizó la única actuación en Granada. Ya para entonces su nombre artístico era Jams Will. Iba repartiendo tarjetas de su supuesto representante Julián Zamarriego Sevillano, con oficinas en Madrid y Barcelona. Evidentemente, era él mismo.
Aquel único Corpus que actuó en Granada convocó a la gente en tres sitios diferentes del centro de la ciudad
Aquel único Corpus que actuó en Granada convocó a la gente en tres sitios diferentes del centro de la ciudad. Competía con el atractivo festival aéreo de Armilla, pero se llevó las preferencias de la mayoría del público. La tarde del 11 de junio se encaramó en el edificio del Café Royal (recién vendido al Banco de Vizcaya); lanzó primero unas botellitas de Licor 43. Después se arrojó él mismo con un paracaídas herméticamente cerrado que se abrió casi cuando el protagonista estaba a unos tres metros del suelo. El edificio tenía sólo cuatro plantas de altura. Jams Will no sufrió daño alguno.
Ante el éxito obtenido, el pequeño paracaidista repitió sus lanzamientos los dos días siguientes: el 12 se arrojó desde el Edificio Olmedo de Puerta Real y el 13 tocó el turno desde el pedestal de la estatua de Isabel la Católica en el teatro del mismo nombre. Fueron millares las personas que abarrotaron los tres escenarios para no perderse la principal atracción de todas las fiestas del Corpus de aquel año.
Su carrera como saltador parachutista desde edificios le trajo algunas veces más a Granada, dentro del colectivo de trabajadores del Circo Price
Su carrera como saltador parachutista desde edificios le trajo algunas veces más a Granada, dentro del colectivo de trabajadores del Circo Price, pero ya no se dedicaba a arriesgar la vida arrojándose desde edificios de tan poca altura. Logró sobrevivir a tan arriesgado oficio, falleció de causa natural en el año 1980.
Consiguieron permisos del Ayuntamiento de Granada y de la Catedral para tender un cable desde la torre hasta la Plaza de Bibarrambla
Las últimas personas que desafiaron a la muerte desde los cielos de Granada fueron los famosos funambulistas Hermanos Bordinis. No fue por fiestas del Corpus, sino el 27 de abril de 1979. Venían de Madrid, donde solían tender su cable en la Plaza de España y Plaza Mayor, pero aquel año el Ayuntamiento madrileño les prohibió actuar. Consiguieron permisos del Ayuntamiento de Granada y de la Catedral para tender un cable desde la torre hasta la Plaza de Bibarrambla. Sobre este cable con una pronunciada pendiente montaron su motocicleta de circo, subieron y bajaron cuanto quisieron, hicieron equilibrios sobre la moto y un sinfín de diabluras. La expectación en las plazas de abajo, repletas de gente, evolucionó del terror al aplauso cuando acabaron su exhibición.
Uno de los hermanos Bordinis (Julián de la Horra) que actuaron en 1979 en Granada, sin sufrir rasguño alguno, perdió su vida en un accidente en Madrid, en 1986, al rompérsele una correa de sujeción.
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