Inagra en Navidad

'Los mejores discos de 2024. Parte II: 10-1'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 1 de Enero de 2025
Los granadinos Ramper.
Javi Fetisha
Los granadinos Ramper.

Y ahora sí, con la llegada del Año Nuevo, os presento mi top 10 de discos de 2024. Si queréis leer la primera parte de esta lista, aquí la tenéis. Ha sido un año extraordinariamente fecundo; cualquiera de estos discos merece vuestras escuchas, vuestra atención y vuestro cariño. Pese a ello, como ya ha ocurrido en alguna otra ocasión, a nadie que me haya leído le sorprenderá quién ocupa el primer lugar de la lista. Pero no nos adelantemos. Antes de empezar con los LPs, quiero destacar tres EPs que me han encantado: el brevísimo y adictivo A la mierda, que ha servido para consolidar el sonido de las maravillosas Aiko el grupo; el estupendo regreso al indie folk de Bon Iver en SABLE,; y el brutal Connla's Well, de Maruja, el grupo de post-punk británico que más hype ha creado sin sacar aún un álbum.

Por último, para quien quiera estrenar el año repasando la mejor música de los doce meses anteriores, pero prefiera escuchar a leer, también os dejo por aquí una playlist con mis canciones favoritas de 2024. ¡Feliz año!

10.  Julia Holter – Something in the Room She Moves

Tras seis largos años de ausencia, la maestra del art pop contemporáneo volvió al fin en este 2024, y no decepcionó. A medio camino entre la refinada inmediatez de Have You In My Wilderness (2015) y el derroche experimental de Aviary (2018), este Something in the Room She Moves vuelve a mostrarnos a Holter como una compositora y cantante incomparable. La producción es excelente, como siempre, y en esta ocasión consigue que el disco suene al mismo tiempo fluido y contundente, visceral y ligeramente psicodélico, en un intento por reflejar las contradictorias sensaciones que implica la experiencia corporal del ser humano. Y es que Holter ha pasado en estos años por momentos complicados a raíz de dos situaciones intensas, pero totalmente contrapuestas, como lo son la maternidad y la muerte de su sobrino. El single “Sun Girl” apela a la primera, con su sonido vivaz y sus graciosas inflexiones inspiradas en canciones de cuna; mientras que “Talking to the Whisper” refiere a la segunda, sobre todo en ese clímax en que exclama: “love can be/shattering”. Entre ambos polos, el disco deja espacio para toda la complejidad emocional de la vida: la sensualidad de “Evening Mood”, la euforia de “Spinning”, la placentera pereza de “Something in the Room She Moves”. Todo ello hilvanado por una sutil y elegante corriente de fondo cargada de erotismo, esa pulsión que nos atraviesa y nos impulsa a todos. Porque ser humana implica desear, implica amar, implica sufrir, implica sentir placer; y este delicioso disco es capaz de evocar todas esas sensaciones.

9. Remi Wolf – Big Ideas

Todo lo que prometía Remi Wolf en su primer álbum de estudio, Juno, lo ha cumplido con creces en Big Ideas. Este segundo LP no podía haber salido en mejor momento que a mediados de julio: su pop colorido y ecléctico, con influencias tanto del rock alternativo como del R&B y el soul, es una invitación irresistible al disfrute que encaja como un guante en la temporada veraniega. Ya sea con los bailables ritmos funk de “Cinderella” o “Toro”, con el bedroom pop expansivo de “Pitiful” o “Kangaroo”, con el synthpop ochentero de “Soup” o “Slay Bitch” o con el rock noventero de “Alone in Miami” o “Wave”, la californiana seduce por completo al oyente gracias a tres ingredientes clave. El primero, la producción, a veces más contenida, por lo general más expansiva, pero siempre interesante y detallista. El segundo, la calidad de las composiciones, que representan a la perfección el ideal de la canción pop clásica con estrofas divertidas, estribillos apasionantes y puentes creativos. Y por último, pero no por ello menos importante, el talento vocal de Wolf, que es tan capaz de tenerte enganchado en canciones dulces e irónicas como “Just the Start” como en baladones románticos como “Motorcycle” o en despliegues de energía como “Alone in Miami” o “Soup”. No sé hacia dónde avanzará desde aquí, pero en mi opinión esas virtudes que brillan en este disco demuestran que estamos ante una de las voces esenciales del pop de su generación, así que haga lo que haga, yo la seguiré.

8.  Somos la Herencia – Joven predicador

Hace cuatro años, Somos la Herencia lanzaron Dolo, un disco que llevaba el post-punk más oscuro a terrenos aún más escalofriantes, con influencias del darkwave, cortes de ambient glacial y una cierta actitud hip hop en las letras de Gonso. Tenía esperanzas puestas en su segundo LP, pero cualquier expectativa se ha visto superada con creces. Joven predicador es uno de los discos de rock más imaginativos de esta década. Y eso a pesar de que la mayoría de temas tienen el esqueleto de una canción clásica de post-punk. La presentación, sin embargo, es siempre oblicua, explosiva: la ensordecedora distorsión del bajo que engulle la voz en “Joven predicador”, el crujiente sonido de la batería en “Müntzer”, la mezcla perfectamente sucia de “Granada FAI”... Por no hablar del caos puro de “Una flor”, una de las canciones más alucinantes e impredecibles que he escuchado en mi vida. Todo ello se da la mano de la brillantez de todos los músicos con sus respectivos instrumentos: cada línea de bajo poderosa, cada guitarra cortante, cada figura creativa con la batería suman para convertir estas canciones en pequeñas bombas de mano, en armas de doble filo. Y encima, Gonso lleva aún más lejos la influencia del rap en su voz, con esa dicción hipnótica y esas imágenes que se graban a fuego en la primera escucha (“en mi interior hay una cueva/en la que todos podréis convivir/comeréis a través de mi boca/beberéis a través de mi boca”, en “Cenar de pie”). Ahora ya no hay dudas: Somos la Herencia están aquí para quedarse, para volarnos la cabeza, y tenemos todos una cita con ellos en sus impresionantes conciertos.

7.  Godspeed You! Black Emperor – "NO TITLE AS OF 13 FEBRUARY 2024 28,340 DEAD"

Describir una obra de arte como “importante” es, en muchos sentidos, un elogio envenenado. Que a una película, un libro o un disco lo defina el tratar una temática social o políticamente interesante puede convertirse en una forma de limitar o condicionar su mérito estético, su valor intrínseco en tanto que forma de expresión humana. Parecería que solo es valioso porque habla de tal o cual cosa, y no por cómo habla de ello. El octavo álbum de estudio del grupo más legendario del post-rock va mucho más allá de esa etiqueta. Los canadienses han compuesto la banda sonora del hecho más atroz de nuestros tiempos: el genocidio contra el pueblo palestino por parte del Estado de Israel (con el patrocinio de Occidente). Afortunadamente esta música, instrumental y por tanto ajena a las trampas reduccionistas de la palabra, no se limita a describir la tragedia: la transforma, la reinterpreta, la redefine. Sus canciones más lúgubres y desoladoras (“PALE SPECTATOR TAKES PICTURES”, “BROKEN SPIRES AT DEAD KAPITAL”) nos sitúan en medio de la destrucción, pero las más extáticas y trascendentales (“BABYS IN A THUNDERCLOUD”, “RAINDROPS CAST IN LEAD”) muestran que, incluso en medio de la devastación más profunda, el ser humano encuentra fuerzas para seguir. "NO TITLE AS OF 13 FEBRUARY 2024 28,340 DEAD" es una proeza artística y humana, porque se enfrenta de cara a la crueldad, a la brutalidad, a la muerte, y lo que nos devuelve es la certeza de que ni todas las bombas del mundo pueden exterminar la esperanza. ¡Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá!

6.  Sumac – The Healer

A la hora de hacer este tipo de listas, algo a lo que a menudo se le da vueltas es a la diferencia entre los discos que te parecen “mejores” y los discos que más has escuchado. ¿Es justo situar en una posición alta un LP que realmente no has escuchado mucho solo porque te parece “bueno”, mientras que otros discos a los que has vuelto una y otra vez languidecen en puestos más mediocres? En ese sentido, ¿qué quiere decir que un disco sea bueno? Entiendo que pueda existir este debate, pero para mí está claro: hay discos (como también hay películas o libros) que son obras maestras, pero que no siempre quiero escuchar (o ver o leer), porque requieren de una disposición emocional concreta para poder disfrutarlos. Eso no hace que sus méritos estéticos sean menores. Para muestra, un botón: The Healer, el quinto álbum de estudio del supergrupo de post-metal Sumac, no es una escucha para todos los días. Sus cuatro canciones suman un total de hora y cuarto de duración. Son composiciones largas y abstractas, sin apenas estructura a la que aferrarse, y por momentos puedes sentir que te pierdes en sus devaneos y meandros. Sin embargo, en el momento adecuado (para mí, un paseo o un viaje en autobús se han demostrado ideales), The Healer se muestra como la barbaridad que es: la pericia de Aaron Turner (guitarra y voz), Brian Cook (bajo) y Nick Yacyshyn (batería) con sus instrumentos es tal que, cuando te dejas llevar por su mano, cada nota, cada silencio, cada tímido avance, parece un milagro. Si alguna vez has pensado en cómo sonaría un disco de sludge metal tocado como si fuera free jazz, aquí tienes la respuesta. Quizás solo lo escuches una vez, pero te aseguro que lo recordarás siempre.

5.  Adrianne Lenker – Bright Future

Después de lanzar, junto a sus compañeros de Big Thief, un disco tan ambicioso (y exitoso) como Dragon New Warm Mountain I Believe in You (2022), ¿qué le quedaba por demostrar a Adrianne Lenker? Nada, en realidad, pero aun así Bright Future es un álbum de tal calidad que ha vuelto a dejarnos con la boca abierta. Se trata de una nueva confirmación de que Lenker es una de las mejores compositoras de su generación, esta vez con menos adornos y parafernalia y, por tanto, con aún más mérito. Las canciones de este álbum apenas tienen arreglos: grabadas en directo en un estudio casero, lo único que acompaña a la voz de Lenker y su guitarra acústica son unos coros o un piano, en ocasiones un violín, percusión o un banjo, muy rara vez una guitarra eléctrica. No necesitan más, gracias a la perfección de las composiciones y a que sus acompañantes y ella tienen una química más que evidente. No hay más que escuchar la versión aquí recogida de “Vampire Empire”, mucho más vibrante y visceral que la versión electrificada de Big Thief de 2023, que ya de por sí era una gozada. Canciones de la simplicidad de “Real House” o “Free Treasure” cortan la respiración, con sus letras tan cuidadas y sus melodías delicadas y conmovedoras. Y qué decir de “Sadness as a Gift”, que desde ya pertenece al canon de las grandes canciones de desamor de todos los tiempos. Podría compararla con Bob Dylan y Joni Mitchell, pero no hace falta: Adrianne Lenker ya no necesita esas comparaciones, porque su nombre inspira ya por sí mismo el mismo tipo de devoción.

4.  Vampire Weekend – Only God Was Above Us

¿Quién podía esperar que Vampire Weekend hicieran uno de los discos del año en 2024? El grupo neoyorquino ha creado uno de los trabajos más coherentes y redondos de su carrera, una exploración de las frustraciones y contradicciones que marcan nuestra era, de la repetición cíclica de los conflictos y los desencantos a lo largo de las generaciones, de la reproducción de la sociedad de clases, de la relación entre arte y dinero. Lo han hecho a través de un sonido más robusto y agresivo, pero que no renuncia a la finura que los convirtió en uno de los grupos esenciales del indie de los últimos 2000 y primeros 2010. La capacidad de introducir capas y más capas de instrumentos sin que en ningún momento la mezcla suene sobrecargada es el secreto que hace de este álbum un tesoro: cada escucha va revelando más detalles sonoros, al tiempo que permite dar nuevas interpretaciones a sus letras poéticas y evocadoras. Hay aquí bases rítmicas que suenan a hip hop, contrabajos propios del jazz, agresivos riffs de surf rock, momentos africanistas que recuerdan a su primer disco, arreglos orquestales y explosiones ruidistas, todo integrado con una habilidad técnica y un buen gusto alucinantes. Y esto, por supuesto, va de la mano de unas composiciones excelentes, una colección de canciones de altísimo nivel, como “Mary Boone”, “Classical”, “Ice Cream Paino” o “Prep-School Gangsters”. La despedida con “Hope”, el corte más largo de su carrera y quizás también el más sincero, ata todos los cabos de un disco que asienta a Vampire Weekend como la banda definitoria de su generación.

3.  Za! + Perrate – Jolifanto

Aunque algunos se empeñen en lo contrario, en definir unos límites sólidos y estancos para sus formas, el flamenco ha sido siempre una música de frontera. Nacido en la intersección de múltiples tradiciones musicales, abierto a influencias de todas partes y a los cambios que han ido llegando con los nuevos tiempos, el flamenco lleva en su ADN ser travieso y rompedor. Apelando a ese espíritu, el cantaor Tomás de Perrate se ha aliado con los imprevisibles Za! para crear uno de los discos esenciales de la música popular española de esta década. A partir de la sólida base rítmica que provee el dúo catalán, Jolifanto se expande en todas direcciones, con momentos de desenfreno rockero que coronan desarrollos marcados por la contención, aderezados con posos del kraut, querencias prog, rastros de jazz, ramalazos latinos, destellos de techno... En concordancia con estos juegos con el tono, un camaleónico Perrate usa su voz de todas las maneras imaginables: desde el scat bañado en reverb de “Steve Kahn” hasta la delicadeza melancólica de “Tarareos”, pasando por la fuerza dolorida de “Seguirilla MIDI” o el canto difónico de “Jolifanto”. Todo ello atravesado por un espíritu vanguardista que no renuncia a los momentos de humor, sino que los lleva por bandera. Estamos, por tanto, ante un disco que consigue llevar al flamenco y el rock experimental a un espacio de colisión fructífera, de tensionamiento mutuo, que permite imaginar nuevos territorios para ambos géneros. La máquina Jolifanto es más que un álbum: es un mapa, una invitación, una llave.

2.  Magdalena Bay – Imaginal Disk

En un año triunfal para el pop más maximalista y raro, quizás el triunfo más interesante haya sido el de Magdalena Bay. Este dúo estadounidense de origen argentino no ha tenido la omnipresencia de Charli XCX ni el aura underground de Cindy Lee, pero han conseguido una suerte de combinación de esos dos fenómenos con su segundo álbum, Imaginal Disk. Su synthpop alternativo, con toques psicodélicos y hasta progresivos, es absolutamente adictivo gracias a una producción impoluta, una auténtica obra maestra de ingeniería de sonido que hace que cada instrumento, cada sonido tenga su lugar justo. Si a ello le sumamos las magníficas interpretaciones vocales de Mica Tenenbaum, el resultado es que cada canción acumula un momento tras otro en el que la música te hace cosquillas en el cerebro y sientes cómo este libera sus endorfinas, provocando ese subidón inconfundible que genera la mejor música. Al mismo tiempo, el álbum tiene todo un lore detrás, con sus reflexiones sobre la identidad y el cambio, sobre las relaciones y la culpa, sobre la confusión que genera el mundo contemporáneo. Estas ideas no solo están presentes en las letras, sino también en los videoclips, las redes sociales del grupo y en general en todo el aparato promocional, generando el tipo de obsesión que aumenta el impacto de la música en sí. Pero incluso sin participar de ese aspecto, temazos tan excelentes y diversos como “Death & Romance”, “Cry For Me”, “That's My Floor”, “Killing Time”, “Tunnel Vision” o “Image” conquistarían al más escéptico. El pop bizarro está en un momento dulce, y Magdalena Bay son sus mejores embajadores.

1.  Ramper – Solo postres

Ya es raro escribir una crítica de un disco que han hecho tus amigos; no digo nada de nombrarlo como el mejor del año. Sin embargo, sería deshonesto por mi parte no hacerlo. No me puedo esconder: Solo postres es un álbum tan cruzado con mi biografía emocional que me es imposible no amarlo. Al mismo tiempo, no estoy solo: para cierto tipo de aficionado a la música en España, ha sido difícil hablar de otra cosa en 2024. Ramper han crecido en todos los sentidos en este segundo álbum. A nivel compositivo, han creado canciones más complejas e intrigantes, y sin embargo más inmediatas en muchos sentidos, con algunos grandes estribillos (mención especial para el escalofriante “sé delicado, por favor”, de “Solo postres”) y un uso aún más efectivo de los vientos. Esto ha venido de la mano de una producción incomparablemente mejor, más detallada, donde todos los instrumentos tienen más espacio para respirar, lo que les ha permitido definir mejor su sonido (llegando a lo que llamé el gótico andaluz de “Un miembro fantasma”, “Día estrellado” y “Poderoso puño”) al tiempo que lo expandían (especialmente reseñables en este sentido son las tres canciones centrales, “Reina de farolas”, “En nuestros últimos días” y “Solo postres”, por su uso de sintetizadores, cajas de ritmos y otros elementos digitales). Y también ha habido un salto cualitativo en las letras, mucho más maduras y cuidadas. Si bien siguen teniendo una textura emocional similar, hablando de miedos y obsesiones que emergen desde algún lugar anclado en la infancia, ahora articulan mejor esas sensaciones y delinean una trayectoria, un camino hacia delante. Solo postres es, en muchos sentidos, la historia de cómo un grupo de amigos se han hecho adultos juntos y han aprendido a vivir con lo que sienten, en gran medida gracias a y a través de la música. Esa historia, no obstante, está contada de modo que podría ser la mía, la tuya, la de cualquiera que haya sentido esos mismos miedos. Y es por eso (además, claro, de porque han firmado con Humo Internacional, el sello perfecto para ellos) que la banda ha crecido también en cuanto a público. Esto ya no es un pequeño proyecto local al que escuchamos unos pocos frikis en Granada: Ramper son ahora un grupo de culto entre los aficionados al rock underground en España y parte del extranjero. Y lo mejor es que esto no ha hecho más que empezar. Quienes no lo hayáis hecho, aún estáis a tiempo de subiros al carro; quizás pasen otros cuatro años hasta que llegue el próximo álbum, pero como decía aquel viejo lema del 15M, vamos despacio porque vamos lejos.

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com