'Los mejores discos de 2020. Parte I: 25-11'
Ahora sí, parece que este año catastrófico llega a su fin. Quién sabe lo que nos depara el 2021, o si será mejor que lo ocurrido en 2020. Pero al menos podremos quitarnos el peso simbólico de ese número que ha quedado para siempre asociado a una pandemia que ha removido los cimientos de nuestra sociedad. Más allá de la enfermedad y de las gravísimas pérdidas humanas que han afectado a tantas de nosotras, el confinamiento, la distancia social y la nada normal “nueva normalidad” han acentuado uno de los problemas sociales más graves que nos afectan: el individualismo que nos separa y atomiza, que nos deja solos y ansiosas y tristes y perdidos. Sin embargo, si hay un aliado con el que siempre podremos contar para unirnos, para crear una comunión entre personas diversas y acercarnos a pesar de nuestras diferencias, es la música. Por eso este año la hemos necesitado más que nunca: para consolarnos, para permitirnos estar tristes, para animarnos, para romper nuestra soledad. No hemos podido disfrutar de los conciertos en vivo, lo cual está siendo durísimo para artistas y locales, ni tampoco entregarnos al hedonismo y el sudor en las pistas de baile. Ojalá esos aspectos de la música vuelvan pronto. Pero lo que se ha mantenido intacto es la capacidad de un álbum para conectar con nosotros, para transmitirnos exactamente lo que necesitamos sentir en un momento determinado. Estos han sido los veinticinco discos que más me han servido a mí. Espero que a vosotros, lectores, también os sirvan.
Para hacer más fluida la lectura, comparto primero los puestos 25 al 11. La semana que viene, ya oficialmente en 2021, os llegará mi top 10. Mientras tanto, y como siempre dice mi editor Juan Ignacio, ¡que suene la buena música!
25. græ – Moses Sumney
Moses Sumney es un artista magnético. Quizás por eso, a pesar de sus defectos, su segundo disco sigue instalado en mi cabeza después de todos estos meses. Lanzado en dos partes, græ es un trabajo excesivo e hipnótico, irregular pero fascinante. La poderosa voz de Sumney canta aquí sobre emociones complejas y profundas vividas a flor de piel con una intensidad casi insoportable. En sus mejores momentos, a esa voz la acompañan instrumentales ricos, diversos y coloridos. La tristeza y el miedo a la soledad de “Me in 20 Years” caben junto al optimismo abrumador de “Bless Me”. La confesión masoquista de “Cut Me”, acompañada de unos preciosos vientos, da paso a la vigorosa y electrónica “Virile”. ¿Qué más dará que haya canciones cuestionables, cuando græ contiene algo tan bello como “Colouour”? Aunque a veces se equivoque, Sumney ignora las convenciones y se rige únicamente por su propio impulso creador. Solo por eso merece la pena escucharle.
24. songs – Adrianne Lenker
A veces, lo único que necesitamos es que alguien nos susurre suavemente bellas melodías acompañada de una simple guitarra acústica. Adrianne Lenker ha creado el disco perfecto para esos momentos. La falta de pretensiones que denota su sencillo y descriptivo título no debe llevar a engaño: Lenker es una maestra y sabe muy bien lo que hace en cada una de sus composiciones. Acompaña con las florituras justas unas letras poéticas, en ocasiones dulces, en otras desoladoras, inspiradas por su ruptura reciente con su novia Indigo Sparke. Apenas detectamos un suave piano (“two reverse”) o un casi imperceptible xilófono (“my dragon”), o en ocasiones el sonido de la lluvia (“come”) o los pájaros (“zombie girl”). Esta desnudez reduce las canciones a su mínima expresión, y así el talento de la neoyorquina nos llega sin filtros. Es imposible resistirse a la infinita tristeza del estribillo de “anything”: solo puedes dejarte acunar.
23. Nuestros mejores deseos – Ramper
Al grabar un álbum debut, uno espera poder dar con un sonido definido, algo que suene coherente y al mismo tiempo original, propio. Los granadinos Ramper pueden decir que lo han conseguido. Nuestros mejores deseos es un trabajo absorbente, desde esos primeros momentos de ominoso y caótico free jazz. Como buen disco de post rock, contiene largas composiciones que alternan la calma y el caos, como “Nuestros mejores deseos”, “Pánico en las calles” o “Murga”. Pero también hay otras cosas: “Oxígeno” es vigorosa y directa, mientras que “Amalola” parte de sus guitarras distorsionadas a lo shoegaze y se convierte en algo parecido a una marcha de Semana Santa, con ese toque de caja, ese órgano y esos vientos que la conducen a un final que es puro éxtasis. Francamente, es incomprensible que no los hayan firmado aún desde ninguna discográfica independiente: tienen por delante una de las carreras más prometedoras del rock española.
22. Calambre – Nathy Peluso
Hacía ya tres años desde el salto a la fama de esta argentina afincada en España y empezábamos a impacientarnos. En 2020 por fin nos ha llegado su álbum debut, y no ha decepcionado: Nathy es la completa artista de pop latino que nos prometían sus singles y EPs. En Calambre, combina con soltura el hip hop, el jazz, el soul, el tango y la salsa en canciones que a veces suenan modernas, otras clásicas, pero que siempre suenan frescas. El gran talento vocal de Nathy, unido a su arrolladora personalidad, le permite destacar por igual cuando entona baladas como la preciosa “BUENOS AIRES”, cuando despliega su chulería en “SANA SANA” y cuando hace temas bailables como “SUGGA”. Lo mejor es cuando se atreve a pasar de un estilo a otro en la misma canción como ocurre en “AMOR SALVAJE”. No cabe duda: estamos ante una estrella en ciernes.
21. Ep.01-Causa – Taifa Yallah
Dellafuente es un artista mucho más esquivo y difícil de definir de lo que podría parecer para quien no presta atención. Este año ha querido dejarlo claro. Con su nombre artístico habitual ha lanzado un notable disco que escenificaba su propia muerte como artista, que él mismo describía como un caballo de Troya para con la música comercial y las discográficas multinacionales. Pero es que antes ya había desvelado este asombroso proyecto, Taifa Yallah, un cóctel único de rock andaluz y sonidos contemporáneos. En este primer proyecto lo mismo mete unos guturales y un doble bombo que su habitual auto-tune. Hay pasajes que suenan a Medina Azahara o a Extremoduro, pero resultan originales gracias a la peculiar forma de engarzarlos que tiene el granadino. Respeto a la tradición y bastardismo militante, junto a una estética inspirada en Al-Ándalus, son los principios que guían a Dellafuente en esta empresa. El riesgo ha dado sus frutos: probablemente sea su mejor álbum.
20. Future Nostalgia – Dua Lipa
Menudo chute de energía supuso escuchar este disco en pleno confinamiento. Dua Lipa se ha convertido definitivamente en una de las grandes divas del pop de nuestros días gracias a esta joya de disco-pop retrofuturista llena de líneas de bajo adictivas y estribillos pegadizos. Arropada por una producción exquisita, la británica de origen albanés nos encandiló con su vozarrón en hitazos como “Don't Stop Now”, “Break My Heart” y “Physical”. Pero además de los singles, el disco contiene otras pequeñas maravillas, como “Pretty Please”, que añade instrumentos poco a poco hasta su fantástico clímax, o “Levitating”, con su punto boogie que recuerda a los Jackson 5. Las dos últimas canciones rompen la unidad estilística del álbum, es cierto. Pero el resto de temas me han dado tantas horas de disfrute y de bailar solo ante el espejo, echando de menos las pistas de baile, que sin duda Future Nostalgia estará entre los discos que más recuerde de 2020.
19. Women in Music Pt. III – Haim
Cuando un grupo lanza un disco y sitúa sus tres exitosos singles promocionales como bonus tracks, sabes que va sobrado de temazos. No es que necesitásemos pruebas de la capacidad de hacer grandes canciones pop de las hermanas Haim, pero nunca habían conseguido que todo un álbum fuera tan sólido como este Women in Music Pt. III. Por una parte, su vertiente más accesible está a pleno rendimiento, ya sea homenajeando a su ciudad natal con la neo soul “Los Angeles”, tirando de su clásico soft rock en la divertida “The Steps”, tomando prestado del G-funk en la sexy “3am” o virando hacia el country-pop acústico en “Leaning On You”. Por otra, aún les sobran tiempo y talento para experimentar con sonidos diferentes en “Up From A Dream”, “All That Ever Mattered” o “I Know Alone”. Incluso meten un mensaje feminista en “Man From the Magazine”. En fin, un disco redondo.
18. 2017-2019 – Against All Logic
Nicolás Jaar ha tenido un 2020 hiperactivo, lanzando no uno, ni dos, sino tres LPs, además de un single. Pero su mejor trabajo ha sido, en mi opinión, este firmado con su alias Against All Logic. Frente al deep house eufórico de 2012-2017, su anterior álbum con este sobrenombre, 2017-2019 destaca por un tono más agresivo y oscuro. Hay disonancias, hay ritmos avasalladores, y sobre todo hay un espíritu de confrontación que se explicita en ese sample vocal que aparece en “If You Can’t Do It Good, Do It Hard”: “If you can't beat 'em, kill 'em/If you can't kill 'em, fuck 'em/If you can't fuck 'em, kill 'em”. Se trata, por tanto, de un disco más difícil, pero no menos apasionante. Es el tipo de música que escuchar cuando sientes al mundo en tu contra y lo que quieres es mandarlo a la mierda y sentirte invencible. Algo que ha pasado más a menudo de lo que nos gustaría este año.
17. Dolo – Somos La Herencia
Una de las grandes sorpresas del año. El cuarteto madrileño ha creado una escalofriante estética propia en la intersección entre el post punk y la electrónica. Sintetizadores y cajas de ritmos, por un lado, y guitarras, bajos y baterías, por otro, dan forma por igual al universo de este disco, cuyas oscuras letras hablan sobre la alienación respecto a uno mismo y los demás en el capitalismo tardío. Historias siniestras como la búsqueda nocturna de un asesino de perros en el centro de Madrid en “Parque de Atenas” o la disociación mediada por los selfies de “Injusto” te atrapan como una buena película de terror. Hay cortes de inclinación más rockera, como “Un nuevo idioma” u “Hombres libres”; “Espuma”, por su parte, son seis minutos de tenebroso ambient. “Paso de brutalismo, te quiero en vídeo/que ya habían cerrao la fábrica cuando nacimos”, entona Gonzalo en “Pesar”, y ese vacío al que se refiere nunca había resultado tan terrorífico ni tan atractivo.
16. Shore – Fleet Foxes
Si había algo que no esperábamos que pasara en 2020 era que nos llegara música nueva de Fleet Foxes. Afortunadamente, Robin Pecknold no estaba dispuesto a dejar pasar otros seis años entre disco y disco. Esta vez, además, no quería que se tratara de un ejercicio introspectivo como los de Helplessness Blues y Crack-Up, sino que quería volcarse hacia afuera. Inspirado por los grandes músicos que han muerto antes de tiempo a quienes nombra en la magnífica “Sunblind”, el de Seattle compone aquí sus canciones más alegres, celebrando la vida a pesar de todo e intentando aprovecharla mientras se pueda. El álbum resultante es su trabajo más rockero, optimista y colaborativo, con la aparición de varios vocalistas invitados. La calidez de canciones como “Wading in Waist High Water”, “Cradling Mother, Cradling Woman” o “For a Week or Two” resulta purificadora y reconfortante: exactamente lo que necesitábamos de Fleet Foxes en 2020.
15. Song Machine, Season One: Strange Timez – Gorillaz
La banda virtual más famosa del mundo se ha renovado este año con el proyecto Song Machine: han lanzado un single al mes, con su vídeo correspondiente, con colaboradores nuevos en cada ocasión y sin un gran concepto que unificara. El resultado ha sido por momentos excepcional: “Aries”, “Desolé”, “Momentary Bliss” y “The Pink Phantom” se encuentran entre los mejores singles de su carrera. Cuando los reunieron en un solo álbum, editado en octubre, se hizo patente que, aunque no hubiera sido intencionado, el disco sí tenía una idea que ejercía de hilo conductor: el escapismo. Sea a través de la euforia de “Chalk Tablet Towers” o de la melancolía de “Friday 13th”, Gorillaz han sabido plasmar las ganas de huir de la realidad que nos ha dejado este 2020. Lo mejor es que en 2021, tendremos más: Song Machine tendrá una segunda temporada, y por aquí estaremos esperándola con ganas.
14. Creer para ver – Dani de Morón
Llega un momento en la trayectoria de cualquier gran artista en que las etiquetas y los géneros se le quedan estrechos. En el flamenco, le pasó a Morente, cuando hizo Misa Flamenca, Negra si tú supieras y Omega; le pasó a Manolo Sanlúcar, cuando incorporó las ambiciones formales de la música clásica al toque flamenco en trabajos como Fantasía para guitarra y orquesta o Medea; le pasó a Camarón cuando grabó La leyenda del tiempo; y ahora le ha pasado a Dani de Morón. En Creer para ver escuchamos al sevillano encontrando su propio lenguaje expresivo más allá y más acá del flamenco. Sus personalísimas versiones de composiciones de Dhafer Youssef, Avishai Cohen o Quintero, León y Quiroga así lo muestran. Pero también lo vemos en su forma de descomponer la soleá, la mariana o la seguiriya, o en la forma de acercarse formalmente al rock de “Conke”. Lo dicho: a Dani de Morón se le queda estrecha ya cualquier etiqueta, menos la de artista.
13. Alfredo – Freddie Gibbs & The Alchemist
Freddie Gibbs está decidido a demostrar que es uno de los mejores MCs del mundo, y lo está consiguiendo. A sus sobresalientes discos con Madlib suma ahora este breve e impecable proyecto con otro productor legendario, The Alchemist. El trabajo de este último es esencial: las bases suenan de lujo, sencillas y elegantes pero con mucha atención al detalle, y hay una gran coherencia en el sonido de todo el proyecto a pesar de que las canciones son bastante diferentes entre sí. Pero lo que es alucinante es la capacidad de Freddie de rapear sobre todas estas bases con la misma confianza, ejecutando cambios de flow constantes y mostrando un ingenio inagotable. Da igual que siempre hable de los mismos temas (su habilidad como rapero y como narcotraficante): nunca cansa, porque los aborda desde ángulos distintos cada vez. La mayor prueba de su talento es que, aunque la lista de raperos invitados del disco es espectacular, la escucha no deja dudas: Freddie es el mejor.
12. Miss Colombia – Lido Pimienta
Menuda forma de ajustar cuentas de su relación con su país natal ha tenido Lido Pimienta. En este disco, ha creado una forma de pop electrónico con raíces en la música afrocolombiana y lo ha puesto al servicio de una narrativa compleja y contradictoria sobre su amor y su odio por su tierra de origen. Presenta esta relación como un amor tóxico y no correspondido, atravesado por temas como el racismo. Pero lo maravilloso es que no es necesario entender ese subtexto para disfrutar del álbum: basta con dejarse llevar por los radiantes vientos de “Eso que tú haces”, por la luminosa progresión de “Te quería”, por el ritmo infeccioso de “Quiero que me salves”, por todas las maravillosas melodías vocales que la cantante sitúa a lo largo de sus once canciones. Los contrastes entre las producciones electrónicas y las acústicas enriquecen y dan profundidad a un trabajo de un magnetismo difícil de explicar. Simplemente hay que escucharlo para sentirlo.
11. Bellavista – Viva Belgrado
Para mí este ha sido el grower del año. Un disco de una honestidad desarmante, incluso vergonzante en algunos momentos, pero de una fuerza irresistible. Bellavista une el post hardcore más melódico y confesional con el más desgañitado y vehemente, ambos producidos con igual mimo y encapsulados en apenas 36 minutos. Los cordobeses se atreven también con experimentos como el pasaje aflamencado de “Un collar” o el lo-fi chill hop de “Más triste que Shinji Ikari”. Eso sí, en última instancia lo que eleva este disco es la historia que cuenta, la historia de un grupo que casi muere de éxito y se pregunta para qué. Una historia que empieza con la sarcástica y distante desesperación de “Una soga” y cierra con la agridulce pero de alguna forma victoriosa “¿Qué hay detrás de la ventana?”. Efectivamente, como bien sabe todo el que haya leído Los Detectives Salvajes, detrás de la ventana no hay nada; solo lo más importante, lo decisivo e impenetrable, lo que nos mantiene con vida, quién sabe para qué. En cualquier caso, no puedo sino unirme al mensaje de esos últimos versos: que no nos falten los conciertos, que vengan pocos desencuentros, y que no pasen cuatro años.