Dani de Morón expande su universo musical más allá del flamenco
La clave para ser un gran músico no es, no puede ser, la mera pericia técnica. La música pop nos lo muestra de forma muy clara: ser un gran artista no tiene que ver necesariamente con ser un gran instrumentista, o un gran cantante, aunque sin duda esas habilidades ayudan; en el mundo del pop, ser un gran artista tiene que ver con trascender la mera música, con crear una relación con el público que vaya más allá del sonido y convertirse en un icono cultural. En géneros musicales que son, de por sí, más técnicos, como el jazz o el flamenco, trascender de esa manera puede ser difícil, aunque haya habido ejemplos (Charlie Parker, Camarón). Pero por muy técnico que sea el género, lo que distingue a los y las grandes siempre tiene que ver con una chispa, un magnetismo que permite que se establezca una conexión emocional con quienes escuchan. Eso es lo que distingue al mero virtuoso (sin eliminar el valor que eso tiene) del gran músico.
Dani de Morón es un músico con mayúsculas, y su cuarto disco, 'Creer para Ver', lo demuestra con una soltura y una fluidez envidiables. El sevillano es también un virtuoso, de eso no cabe duda. Pero ya en su anterior disco, '21' (2018), había mandado un fuerte mensaje contra los peligros del virtuosismo hueco, al situar su instrumento, en un gesto de humildad tan sincero como poderoso, en su posición clásica y canónica: el acompañamiento al cante flamenco
Dani de Morón es un músico con mayúsculas, y su cuarto disco, Creer para Ver, lo demuestra con una soltura y una fluidez envidiables. El sevillano es también un virtuoso, de eso no cabe duda. Pero ya en su anterior disco, 21 (2018), había mandado un fuerte mensaje contra los peligros del virtuosismo hueco, al situar su instrumento, en un gesto de humildad tan sincero como poderoso, en su posición clásica y canónica: el acompañamiento al cante flamenco. Los resultados fueron sobresalientes, mostrando en su disco más colaborativo (cada palo lo cantaba un artista diferente) la mejor versión de su particular sello, esa identidad artística que lo caracteriza y lo distingue como uno de los grandes guitarristas de su generación. En este nuevo LP, y a pesar de lo anónimo de la portada, esa identidad se refina y se vuelve aún más personal. Tanto es así, que la obra del guitarrista se escapa ya definitivamente de los confines del flamenco, su matriz formativa, para crear un género propio, un sonido inconfundible que bebe de todo lo que escucha y lo funde en algo nuevo.
Por ejemplo, “Distopía”, el fantástico primer corte, se basa en el tiempo de la seguiriya, pero introduce ciertos cambios rítmicos y acaba sonando radicalmente diferente. Mientras, la canción que da nombre al disco es una especie de soleá descoyuntada, rota en tres secciones y vuelta a montar. Por no hablar de las canciones que Dani escoge para versionar. La clásica copla “Ojos Verdes”, guiada por sus expertas manos, se transforma en una despaciosa exploración de la melancolía al tiempo que resulta totalmente reconocible (y no solo por samplear la versión de Conchita Piquer al inicio). En “Sura”, versión del laudista tunecino Dhafer Youssef, aprovecha una melodía extraordinaria y la arropa con interpretaciones inspiradas y enérgicas, quizás las mejores del disco. Por último, versiona al contrabajista israelí Avishai Cohen (otro artista con formación en un género, el jazz, que se le ha quedado pequeño) en “Ani Maamin”, donde sustituye con su guitarra el piano y el contrabajo de la original, sin que se eche en falta otro instrumento en la pieza resultante. Tres temas muy diferentes que el sevillano se lleva a su terreno, “no metiéndolo[s] en el flamenco sino contándolo[s] a mi forma”, y que iluminan el proceso por el que se ha ido formando su lenguaje musical.
Un proceso en el que han jugado un papel importante los dos colaboradores principales del de Morón en este disco, puesto que lo llevan acompañando desde su debut, Cambio de Sentido (2012). José Manuel Posadas, “Popo”, al bajo y el contrabajo, y el gran Agustín Diassera, percusionista de cabecera de todos los grandes del flamenco joven, aportan muchísimo a la visión artística de Dani, creando atmósferas singulares y dotando de músculo a algunas de las mejores composiciones del disco. El bajo eléctrico de Popo y el toque de caja a contrarritmo de Diassera dan a “Conke” un dinamismo propio del rock. En “Mary Anne” (el título es un pequeño chiste de Dani, una traducción al inglés del nombre del palo en el que se inspira la canción, la mariana) el sevillano muestra su ingenio al encontrar, en la peculiar construcción rítmica que crean sus compañeros, espacios para insertar su guitarra que no parecen estar ahí a primera vista. La mencionada “Sura” despliega una riqueza impresionante pese a contar con solo tres instrumentistas, sin nada que envidiar a la original de Youssef. En resumen: Dani elige muy bien a sus compañeros de viaje, encontrando quien le rete y le obligue a inventar nuevas formas de expresarse. De hecho, se llega a echar de menos a estos dos acompañantes en algún corte más breve, como “Llorar de Alegría”, que tal vez no se desarrolla tanto como merecería.
La riqueza de este álbum se muestra también en la diversidad de registros que aborda con éxito. La animada y urgente “La Mazaroca” (llamada así por el restaurante de unos amigos de Dani: el carácter personal de estas canciones se extiende incluso a sus títulos), que presenta las únicas palmas del disco, es tan fascinante como la oscura y misteriosa “Camino, verdad y vida”, cuyo inicio, con su violenta percusión y ese inquietante motivo de guitarra, genera una tensión que no se libera hasta sus compases finales. Otro ejemplo de esa versatilidad es el contraste entre “Distopía” y “Distopía #2”, claramente emparentadas en su sonoridad pero construidas de maneras tan diferentes que no hay una sola sección idéntica. Incluso un sencillo interludio, como es “Latente”, brilla gracias a los arreglos de Diassera y, por supuesto, al sentido toque de Dani.
Así pues, Creer para Ver es un paso más en la progresión de un artista en plena madurez, cuyo dominio de su instrumento no lo lleva al ensimismamiento, sino a un infinito hambre de expansión de sus horizontes. Para Dani de Morón, ser músico significa compartir, dialogar, sentir y hacer sentir. Adentrarse en su obra es dejarse llevar por su talento y, lo que es más importante, por su generosidad, para disfrutar de la música sin límites ni ataduras.
Puntuación: 8.3/10
Si quieres escucharlo, pincha en el siguiente enlace: Dani de Morón – Creer para Ver