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'Lucy Dacus revive su adolescencia con nostalgia y alivio'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 14 de Julio de 2021
Lucy Dacus – 'Home Video'
Portada de 'Home Video', de Lucy Dacus.
Indegranada
Portada de 'Home Video', de Lucy Dacus.

Hay pocas figuras más respetadas en el mundo del indie actual que la tríada de cantautoras jóvenes que forman el supergrupo boygenius. Phoebe Bridgers, Julien Baker y Lucy Dacus aparecieron en escena poco después de cumplir los veinte, a mediados de la década pasada, y ahora rondan los veintiséis. Las tres son orfebres de la canción con un gran talento compositivo y que escriben letras de una honestidad desarmante, con una sensibilidad muy de su generación (que es la mía). Las tres combinan influencias del folk, el rock y el country en diversas proporciones. Cuando se reunieron para formar boygenius y lanzaron su estupendo EP homónimo (2018), algo hizo clic para el público y la crítica. En los años posteriores, les ha tocado dar el paso de asentarse en ese lugar de honor, y aquí sí debo decir que su suerte ha sido desigual, al menos desde el punto de vista artístico.

En los años posteriores, les ha tocado dar el paso de asentarse en ese lugar de honor, y aquí sí debo decir que su suerte ha sido desigual, al menos desde el punto de vista artístico

Punisher (2020), de Bridgers, fue uno de los álbumes más aplaudidos del curso pasado, y con razón. La combinación de desoladora tristeza, tierna ironía y esperanza truncada de sus letras se unió a una producción exquisita y original, convirtiéndolo en uno de mis favoritos del año. Julien Baker, que contaba en su haber con el álbum mejor considerado de las tres antes de boygenius (su Turn Out the Lights había recibido bastantes menciones entre lo mejor de 2017), tardó cuatro años en sacar un sucesor, y personalmente la decepción fue importante. Little Oblivions (2021), aunque ha vuelto a cosechar buenas críticas, es una escucha difícil por tres motivos: las canciones no son memorables, las letras (sobre una recaída en las drogas) son demasiado duras, sin nada de esa ironía que salva las de Bridgers, y la producción no podía ser más anodina. Mediocre es la palabra que me viene a la mente cuando pienso en este proyecto.

Ahora le ha tocado el turno a Dacus, que acaba de lanzar su tercer LP, Home Video. La crítica ha vuelto a ser entusiasta, pero en mi opinión el disco se queda más cerca de la decepción que me inspira Little Oblivions que de la brillantez que aprecio en Punisher. No se trata de un disco malo, solo irregular. En sus mejores momentos, la capacidad de Dacus para contar historias deslumbra y su voz cristalina emociona. En los peores, unos arreglos poco imaginativos y algunas malas decisiones en cuanto a la producción impiden el disfrute de esas cualidades. Muy ocasionalmente a alguna canción le falla el estribillo o la estructura, o se queda un poco corta. Pero en conjunto Home Video es una interesante exploración de la adolescencia como fase de transición en la vida, de la nostalgia y el alivio de una joven adulta por haber superado dicha fase, y de la compleja relación entre la religiosidad y la orientación sexual no normativa de la autora.

¿Cómo no emocionarse con esa historia sobre su primer novio, al que conoció en un campamento de verano cristiano, que tenía unos padres violentos y pocos motivos para creer que Dios le quiere, y al que Dacus se empeñó en apoyar para que viera la luz?

“VBS” me parece un buen resumen de las virtudes y defectos del disco. Es verdad que la instrumentación es un poco estereotípica del indie rock. Es verdad también que ese momento en que el volumen aumenta mientras Dacus dice “playing Slayer at full volume helps to drown it out” es un poco efectista. Pero, aun así, ¿cómo no emocionarse con esa historia sobre su primer novio, al que conoció en un campamento de verano cristiano, que tenía unos padres violentos y pocos motivos para creer que Dios le quiere, y al que Dacus se empeñó en apoyar para que viera la luz? Especialmente cuando ella misma se da cuenta de lo errado de su propia conducta: “You say that I showed you the light/But all it did in the end/Was make the dark feel darker than before”. Con este tipo de giros, la cantautora de Richmond, Virginia, se acerca realmente a la trascendencia, y deja claro que merece su consideración como una de las mejores compositoras de su generación.

Por eso mismo cortes como “Partner in Crime” defraudan tanto. No porque la historia no sea interesante: cuenta cómo salió con un hombre mucho mayor que ella y mintió diciendo que era mayor de edad, y explora su responsabilidad por haberse puesto en esa situación. Pero el uso de auto-tune (que al parecer empezó como algo provisional y se quedó por su valor metafórico: el auto-tune disfraza la voz como ella disfrazó su edad) resulta aquí muy desagradable, y el solo de guitarra distorsionado del final es de un mal gusto sorprendente. Algo parecido pasa con “Brando”, otra historia curiosa sobre un chico que se creía muy interesante por saber un poco de pelis antiguas, pero que tiene un estribillo aburrido y unos arreglos cuestionables, con mención especial para los platillos de la caja de ritmos. Los defectos compositivos y, sobre todo, de producción aparecen también en “First Time” o “Christine”. ¿Por qué usar el mismo tono de órgano sintético en todo el álbum, por ejemplo?

Eso sí, el LP abre y cierra muy bien, con “Hot & Heavy” y “Triple Dog Dare”, respectivamente. La primera es un medio tiempo exquisito que marca el tono nostálgico del álbum desde el principio

Eso sí, el LP abre y cierra muy bien, con “Hot & Heavy” y “Triple Dog Dare”, respectivamente. La primera es un medio tiempo exquisito que marca el tono nostálgico del álbum desde el principio. Sus arreglos se limitan a ser lo suficientemente buenos para que la letra y la melodía enganchen por completo. La segunda cuenta otra historia conmovedora: su relación con una chica, algo más que una amistad, aunque ninguna de los dos pudiera reconocerlo en ese momento, que acabó porque la madre de la chica vio lo que estaba pasando y les prohibió pasar tiempo juntas. Dacus se permite cambiar el final de la historia, fantaseando con una huida en barco de las dos amantes, dejando atrás a sus familias que las dan por muertas, y terminando el disco con la ambivalente y desoladora perspectiva de la madre que se interpuso entre ambas: “Through the grief, can't fight the feeling of relief: nothing worse could happen now”. Sus siete minutos de paciente construcción dejan en evidencia indirectamente al resto del disco: usan los mismos ingredientes que las otras canciones, pero de forma infinitamente mejor.

Pero si hay un momento sublime en el álbum ese es “Thumbs”. Lanzado en marzo como primer single, destaca por su austera instrumentación: solo un órgano y algunos efectos puntuales

Pero si hay un momento sublime en el álbum ese es “Thumbs”. Lanzado en marzo como primer single, destaca por su austera instrumentación: solo un órgano y algunos efectos puntuales. Sobre ese fondo, Dacus conmueve con una historia brutal: la de una ocasión en que acompañó a una amiga a ver a su abusivo y desaparecido padre. La tensión del encuentro y el miedo de su amiga despiertan en Dacus sentimientos homicidas: “I would kill him if you let me/I would kill him, quick and easy/I imagine my thumbs on the irises pressing in until they burst”. Estas violentas fantasías son escalofriantes y dejan huella; no creo que sea exagerado afirmar que es una de las canciones del año. Por eso mismo choca el que le siga algo tan inofensivo como la pastoral “Going Going Gone”, con ese folk tan a lo Iron & Wine. Eso sí, los coros grupales, con la participación de Baker y Bridgers entre otros (¡también está Mitski!), son preciosos.

Home Video es, en fin, un trabajo demasiado inconstante, demasiado poco original como para declararle amor incondicional, pero reúne suficientes destellos de genialidad para mantener la esperanza en su autora. Lucy Dacus tiene que encontrar a su equivalente del “Trilema”, el equipo de producción que acompaña a su amiga Phoebe Bridgers. Solo así sus canciones podrán tener el envoltorio de calidad que las permita brillar al nivel que merecen. Mientras tanto, seguiré escuchando “Thumbs” en bucle y sintiendo cómo se me pone la carne de gallina cada vez.

Puntuación: 6.7/10

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com