Esquía en primavera en Sierra Nevada.

'Lonnie Holley prosigue su búsqueda musical y espiritual'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 23 de Abril de 2025
Lonnie Holley – 'Tonky'.
Portada de 'Tonky', de Lonnie Holley.
Discos Marcapasos.
Portada de 'Tonky', de Lonnie Holley.

Lonnie Holley ha pasado de ser un reconocido escultor y artista plástico a convertirse de forma tardía, ya en la setentena, en una de las revelaciones musicales de los últimos tiempos gracias a una serie de trabajos entre los que destaca el último, Oh Me Oh My (2023). Se trataba de una obra de carácter casi monolítico, totémico: un álbum de gran profundidad espiritual cuyas canciones eran como los distintos pasos necesarios para completar un ritual de purificación. Musicalmente, se trataba de una original reinterpretación de los géneros afroestadounidenses por antonomasia: elementos del blues, el soul, el jazz y el funk pasados por un tamiz electrónico sutil y elegante. Sobre ese telón de fondo, Holley usaba su expresiva y quebradiza voz para preguntarse y preguntarnos por el lugar que nos corresponde en este mundo, por el sentido existencial del dolor, por las consecuencias de la esclavitud en las almas de los descendientes de las personas esclavizadas. Escuchar el disco era hacer un viaje introspectivo guiado por el mejor chamán. No en vano lo nombré uno de los diez mejores discos de aquel año.

Dos años más tarde, Holley intenta repetir la jugada con Tonky, una nueva entrega que incide en los mismos temas y las mismas propuestas estéticas, y en general hay que decir que lo consigue

Dos años más tarde, Holley intenta repetir la jugada con Tonky, una nueva entrega que incide en los mismos temas y las mismas propuestas estéticas, y en general hay que decir que lo consigue. Quizás no sea una experiencia tan redonda como Oh Me Oh My, ni tenga un hilo conductor tan evidente, pero hay aquí nuevas y sugerentes maneras de abordar los mismos temas y sonidos. Desde los ritmos funky híper-minimalistas de “Protest with Love” a las guitarras distorsionadas a lo “Maggot Brain” de “That's Not Art, That's Not Music”, desde los coros que aparecen en muchos temas a los samples vocales de la última canción, nada casualmente titulada “A Change Is Gonna Come”, Holley y su productor, Jacknife Lee, prosiguen su deconstrucción y reconstrucción de la música negra, añadiendo por el camino sonidos tanto sintéticos como orgánicos. El clarinete de “The Burden” o la marimba de “The Same Stars” son tan creativos y efectivos como los synth pads de “Did I Do Enough?” o el bajo sintético de “I Looked Over My Shoulder”, si no más.

La brutalidad de los castigos físicos y psíquicos recibidos aparece aquí como una huella imborrable en la memoria del de Alabama y como un legado crucial que siente la responsabilidad de transmitir, para que no se olvide el dolor infligido por el racismo

Seguramente el mejor ejemplo de esta fusión de sonidos sea la primera canción, “Seeds”. Sus nueve minutos avanzan entre percusión electrónica sutil, cuerdas tocadas en staccato, voces sampleadas, una batería paciente y pequeños toques de arpa, mientras Holley nos narra su experiencia en el reformatorio al que fue enviado como adolescente, del que ya nos habló en “Mount Meigs”. La brutalidad de los castigos físicos y psíquicos recibidos aparece aquí como una huella imborrable en la memoria del de Alabama y como un legado crucial que siente la responsabilidad de transmitir, para que no se olvide el dolor infligido por el racismo. Pese a su larga duración, no hay un solo segundo en que la canción languidezca: estamos totalmente prendados de la voz de Holley de principio a fin, y este efecto hipnótico se debe tanto a su habilidad como intérprete como a la calidad y el detallismo de la producción.

El contraste entre una y otra sirve para recalcar el mensaje de ambas: frente a la injusticia histórica sufrida por su gente, la herramienta que Holley ha encontrado para perseverar es el poder de la música

Un excelente ejemplo de esta atención al detalle es otra de las grandes canciones del tracklist, “We Was Kings in the Jungle, Slaves in the Field”. El tema empieza con un línea de sintetizador ondulante, un hi hat constante y unos inquietantes efectos de fondo, que sirven para generar tensión, hasta que de pronto entra un sencillo shaker que, por sí solo, lanza la canción hacia adelante. También es impresionante el repentino uso de los coros mediada la canción, en el momento de mayor silencio, antes de que entren todos los demás instrumentos para crear un tapiz precioso y perfectamente trenzado. En el extremo opuesto en cuanto a tono está la siguiente canción, “Strength of a Song”, con Alabaster DePlume, que exhibe un jazz minimalista, apenas unas notas de piano y un lecho de cuerdas, que recuerda al Promises de Floating Points y Pharoah Sanders. El contraste entre una y otra sirve para recalcar el mensaje de ambas: frente a la injusticia histórica sufrida por su gente, la herramienta que Holley ha encontrado para perseverar es el poder de la música.

En línea con esa idea va “Protest with Love”, quizás la canción más alegre y animada del disco: una defensa del uso del amor (y, cabe pensar, de la música) como herramienta de protesta, con un groove delicioso y un uso muy acertado tanto de vientos metal como de flautas

En línea con esa idea va “Protest with Love”, quizás la canción más alegre y animada del disco: una defensa del uso del amor (y, cabe pensar, de la música) como herramienta de protesta, con un groove delicioso y un uso muy acertado tanto de vientos metal como de flautas. En cambio, “That's Not Art, That's Not Music” destaca porque el estadounidense interpreta aquí un personaje, un censor que se siente legitimado para determinar lo que es y lo que no es arte (lo cual dejaría fuera, claro, la propuesta del propio Holley). El sonido de este corte es más contundente, con una percusión insistente y marcial y una guitarra absolutamente salvaje y estruendosa. De modo similar, hacia el final de “What's Going On?” (otra canción cuyo título refiere a la historia de la música negra) la mezcla es absolutamente asfixiante, ahogando la voz de Holley... y precisamente en ese momento este exclama “we can't breathe!”, atravesando ese muro de sonido.

Diría que las únicas excepciones son las dos colaboraciones con raperos: ni “The Same Stars”, con Open Mike Eagle, ni “I Looked Over My Shoulder”, con el gran billy woods, no terminan de funcionar

Así pues, podemos ver que en general la música va amoldándose bien a las temáticas que Holley explora, subrayando y dándole mayor profundidad a sus letras. Diría que las únicas excepciones son las dos colaboraciones con raperos: ni “The Same Stars”, con Open Mike Eagle, ni “I Looked Over My Shoulder”, con el gran billy woods, no terminan de funcionar. La primera tiene una base algo floja y los flows de Open Mike Eagle son excesivamente calmados, hasta llegar a resultar planos; sobre todo teniendo en cuenta que la letra explora el punto de vista de las personas esclavizadas mientras eran llevadas en barco a las Américas. En cuanto a la segunda, el uso disonante de las cuerdas y la percusión con efectos la hacen algo cacofónica, pese al buen papel de woods. También diría que “Did I Do Enough?”, que vuelve a hacerse las preguntas espirituales que marcaron Oh Me Oh My (¿he usado bien mi tiempo sobre la tierra? ¿He sido el mejor ser humano que podía llegar a ser?), tiene como defecto un inicio demasiado lento, carente del dinamismo que caracteriza al resto del álbum.

Más allá de estos pequeños defectos, Tonky es otro gran disco de un autor que, a la vejez, ha encontrado una nueva manera de expresarse y de conectar con sus semejantes, que son los objetivos de todo gran artista

Más allá de estos pequeños defectos, Tonky es otro gran disco de un autor que, a la vejez, ha encontrado una nueva manera de expresarse y de conectar con sus semejantes, que son los objetivos de todo gran artista. La despedida en “A Change Is Gonna Come” no podía ser más adecuada a esta visión del arte, ni más esplendorosa. Mientras una voz de mujer se pregunta “How can I love God without loving you?” (¿cómo puedo amar a Dios sin amaros a vosotros?), en referencia quizás a la totalidad de la humanidad, la conjunción de piano, sintetizadores, percusión, guitarra, cuerdas y trompeta sube y sube de intensidad, hasta llegar a una preciosa y serena despedida llena de esperanza. Se avecina un cambio, nos dice Holley; y aunque el mundo últimamente no dé muchos motivos para el optimismo, consigue convencernos de que sí que podemos sanar algo más profundo y menos obvio. Tonky es la banda sonora perfecta para ello.

 

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com