Dióscoro Galindo, el maestro cojo fusilado junto a Federico García Lorca
El magisterio fue uno de los colectivos más perseguidos por el franquismo, ya que el gobierno de la República les había confiado la difícil tarea de reformar el sistema educativo. Su proyecto político más ambicioso incluía las llamadas misiones pedagógicas, destinadas a erradicar el analfabetismo, muy extendido entre la población rural. Y aquí se toparon con los intereses de la Iglesia, que utilizaba la escuela para adoctrinar a las jóvenes generaciones en el dogma católico y garantizarse así el monopolio religioso del país. Por eso, la jerarquía católica apoyó el golpe militar y lo bendijo con el nombre de “cruzada”. Alguien dijo, y con razón, que la guerra la ganaron los curas y la perdieron los maestros.
De todos los maestros represaliados por los golpistas del 36, el caso de Dióscoro Galindo Gónzalez, fusilado junto al poeta Federico García Lorca, se ha convertido en símbolo de centenares de maestros republicanos, que fueron víctimas del régimen de Franco.
A raíz de un fatal accidente que obligó a amputarle una pierna, abandonó los estudios de Veterinaria en Madrid y regresó a Valladolid para hacer la carrera de Magisterio
Díóscoro Galindo nació en Ciguñuela, provincia de Valladolid, el 12 de diciembre de 1877. Estudió en Madrid la carrera de Veterinaria, tal y como solían hacer los jóvenes de provincias pertenecientes a familias acomodadas. El joven Dióscoro seguía las costumbres de la época, vistiendo la tradicional capa que un día iba a marcar su vida para siempre. Al bajarse de un tranvía se enganchó la capa y fue atropellado, con tan mala suerte que su pierna izquierda quedó atrapada en los raíles y el tranvía le paso por encima. Los médicos no tuvieron más remedio que amputarle la pierna, en una arriesgada operación quirúrgica, para evitar la gangrena que había acabado con su vida. A raíz del fatal accidente, Dióscoro abandonó los estudios de Veretinaria y volvió a Valladolid para hacer la carrera de Magisterio que se convertiría en su verdadera vocación.
Dióscoro Galindo, un maestro humanista, comprometido con la escuela popular y laica de la República.
Primero en Santiponce (Sevilla) y después en Pulianas, Dióscoro Galindo destacó como un maestro humanista y solidario, ya que organizaba clases nocturnas para los jornaleros y sus propios hijos, que no podían ir a la escuela en las horas habituales por tener que ayudar a sus padres en las faenas del campo. Rafael González, alumno de Santiponce, tiene 85 años y no olvidará nunca aquellos días felices en los que abrió, por primera vez, un cuaderno de lectura y escribió con tiza en la pizarra: “Don Dióscoro fue mi primer maestro y con él aprendí mis primeras letras”. Recuerda además: “Era un maestro cojo, pero buena persona. No sólo era simpático con los chiquillos, sino que sabía enseñar, porque era muy paciente”.
Contaba con el apoyo de las familias liberales, pues impartía una educación laica. Participó en campañas de alfabetizació organizadas por el Gobierno de la República para enseñar a leer y escribir a la población analfabeta de las zonas rurales
Dióscoro contaba con el apoyo de las familias liberales, pues impartía una educación laica. Sin embargo, no gozaba de la simpatía de los padres más conservadores, que expresaban su malestar por las enseñanzas que transmitía a sus hijos sobre igualdad, libertad y justicia social. Según las familias católicas era un mal ejemplo para los alumnos “porque escupía al cielo y negaba ante los pequeños la existencia de Dios”. Dióscoro no ocultaba sus ideas republicanas y admitía que no era creyente, pero de ahí a blasfemar ante los niños había un abismo. Todo parece indicar que esa acusación formaba parte de una campaña de desprestigio organizada contra el maestro. También participó en las campañas de alfabetización organizadas por el gobierno de República para enseñar a leer y escribir a la población analfabeta de las zonas rurales.
Dióscoro Galindo con el grupo escolar de Santiponce, en Sevilla.
Además, el maestro cojo se significó aún más como republicano en las elecciones del 16 de febrero de 1936, cuando representó al Frente Popular en la mesa electoral de Pulianas, frente a los candidatos de la derecha. Y jugó un papel decisivo para impedir que los caciques de Pulianas cometieran fraude en aquella jornada electoral. Sus adversarios políticos nunca le perdonaron la intensa actividad que desarrolló para garantizar la limpieza de la consulta democrática. Cuando el Frente Popular ganó las elecciones, muchos vecinos desfilaron delante de su casa, gritando: “Viva el maestro nacional de Pulianas”. Pero el clima de hostilidad hacia el maestro alcanzó su máxima tensión el 20 de julio de 1936, día del golpe militar en Granada. Dióscoro Galindo era ya un hombre señalado por los falangistas de Pulianas como “el maestro rojo”.
"Ya no volvimos a verlo"
Un mes más tarde, registraron su casa para buscar documentos o libros comprometedores con los que poder denunciarlo, pero no encontraron nada. Dióscoro respiró tranquilo. Le dijeron entonces que no le molestarían más y se lo creyó. Por eso, nunca pensó en ocultarse, ni mucho menos en fugarse, pues el hecho de ser cojo haría muy difícil la huida. Se quedó en casa, creyendo que lo peor ya había pasado. Él nunca había ocultado su ideología republicana y siempre había sido un hombre pacífico y respetuoso con las ideas de los demás. Por tanto, pensó, no tenía nada que temer.
Su hijo Antonio intentó seguir en su bicicleta al coche en el que llevaban detenido a su padre, pero amenazaron con matarlo
Sin embargo, cuando apenas habían pasado dos días del registro, los falangistas se presentaron de nuevo en su casa. No se lo llevaron detenido, pero quedó bajo arresto domiciliario hasta nueva orden. Y a las dos de la madrugada del 18 de agosto, se presentaron por tercera vez. En esta ocasión, tuvo que acompañarlos al cuartel para prestar declaración, aunque le dijeron que no había motivos para preocuparse, pues volvería enseguida. “Ya no volvimos a verlo”, dijo su hijo Antonio Galindo. Antonio intentó seguir en su bicicleta al coche en el que llevaban detenido a su padre, pero amenazaron con matarle y se quedó en casa. Al amanecer, se dirigió a la Comandancia para contarle lo ocurrido al capitán Péramo, un amigo de la familia, que después de hacer varias llamadas de teléfono le dijo: “Ya no se puede hacer nada”.
El maestro Dióscoro Galindo, un ejemplo de solidaridad. Impartía clases nocturnas para enseñar a leer y a escribir a los hijos de los jornaleros.
Dióscoro Galindo tenía 58 años cuando fue llevado el Gobierno Civil y trasladado junto a Federico García Lorca a La Colonia de Víznar, convertida en prisión por los golpistas. Sobre las cinco de la madrugada del 18 de agosto, fue “paseado” por el barranco de Víznar y Alfacar, junto al poeta García Lorca y los banderilleros Galadí y Cabezas, donde acabaron con sus vidas. La clave para saber el día del crimen la dio el escritor Titos Martínez en su libro “Verano del 36 en Granada”. Martínez publicó la carta que José María Bérriz, simpatizante de los golpistas y secretario de los Rodríguez Acosta, remitió a los banqueros granadinos, que estaban veraneando en Estoril (Portugal). Bérriz escribió a las 13 horas y 30 minutos del 18 de agosto: “Manuel y Bernabé llegan ahora de su guardia en la Casa de la Perra Gorda, me dicen que han matado anoche las fuerzas de la Falange a Federico García Lorca”. Y junto al poeta, también mataron al maestro cojo.
Expediente de depuración contra Dióscoro
Pocos días después de fusilar a Dióscoro Galindo, el régimen representó una farsa macabra. El 5 de septiembre de 1936 le abrió un expediente de depuración por el que fue suspendido de empleo y sueldo, junto con 31 maestros más. La Comisión Depuradora del Magisterio Nacional, presidida por el escritor y falangista José María Pemán, pidió información sobre su comportamiento político y religioso para acusar a un desaparecido que no podía defenderse.
La sentencia: "Dióscoro Galindo González, individuo que fue fusilado por sus ideas comunistas y sus propagandas extremistas y antirreligiosas a los niños"
El primero en declarar contra Dióscoro fue el cura de Pulianas, José Tovar Castillo, quien le acusó de impartir a los niños una enseñanza atea, que negaba la existencia de Dios: “Don Dióscoro nos dice que Dios no existe, así que su labor fue destructora y, debido a ello, muchos padres retiraron a sus hijos de la escuela”. Y Antonio Ramírez, cabo de la Guardia Civil de Maracena, calificó al maestro Galindo como “un individuo de extrema izquierda” y tuvo la desfachatez de decir que se había pasado a zona roja. A los cinco meses del crimen cometido en el barranco de Víznar-Alfacar, la Comisión Depuradora dictó sentencia: “Dióscoro Galindo González, individuo que fue fusilado por sus ideas comunistas y sus propagandas extremistas y antirreligiosas a los niños”.
A pesar de que la Comisión Depuradora había confirmado ya su ejecución, Dióscoro figuraba todavía, el 5 de agosto de 1940, como desaparecido en el Registro Civil de Pulianas. Todos sabían de sobra que el maestro había sido fusilado, pero nadie se atrevía a certificar su defunción. Tuvo que pasar más de un año, el 6 de septiembre de 1941, para que Dióscoro dejara de ser desaparecido y se convirtiera oficialmente fallecido. Más de un año, para que dos testigos se atrevieran a prestar declaración en el Registro Civil, a petición de su viuda Juliana Monge, que necesitaba el certificado de defunción para mantener a su familia con la pensión de viudedad. .
La familia del maestro rojo
Tras el asesinato del maestro, la familia Galindo quedó en total desamparo. Todo el afán de su mujer, Juliana Monge, era saber adónde habían llevado a su marido y animaba a Antonio, su único hijo varón, a preguntar por él para localizarlo. Cuando se confirmó que Dióscoro había sido fusilado en el barranco de Víznar, la familia quedó destrozada. Antonio Galindo estaba señalado como el “hijo del maestro rojo”, por lo que tuvo que pasarse a la zona republicana, pues su vida corría peligro. Se unió a un grupo de 16 fugitivos para atravesar la línea del frente, desde Granada hasta Almería. Caminaban de noche y se ocultaban de día y, como la travesía era tan dura, tuvieron que dejar atrás a un compañero que se puso enfermo.
Antonio Galindo se alistó en el Ejército republicano y prestó servicio en la 89 Brigada Mixta, de la que llegó a ser teniente de sanidad. Todos sus conocimientos de Medicina los puso al servicio de la República. Al acabar la guerra, los vencedores prometieron que no habría represalias contra los republicanos que no tuvieran las manos manchadas de sangre, y Antonio Galindo se entregó. Pero todo era mentira, pues lo detuvieron y pasó tres años en las cárceles franquistas.
Su nieta adoptiva ha solicitado una tercera búsqueda en la fuente del Parque García Lorca de Alfacar
Al llegar la democracia, Antonio Galindo pensó que el nuevo orden constitucional haría justicia a su padre y a todos los republicanos fusilados en la guerra civil. Era el gran momento esperado por Antonio. Sin embargo, se sintió profundamente decepcionado al ver que pasaba el tiempo y el maestro Dióscoro permanecía en el olvido. Antes de morir, pidió a su hija adoptiva, Nieves Galindo, que siguiera buscando la fosa común donde yace el maestro, junto con el poeta y los dos banderilleros. Y así lo está haciendo. En 2009 impulsó, junto con el nieto del banderillero Francisco Galadí, la búsqueda en la zona del monolito, en 2014 lo intentó de nuevo en el Peñón del Colorado y ahora ha solicitado una tercera búsqueda en la fuente del Parque García Lorca de Alfacar.
Nieves Galindo, nieta adoptiva de Dioscoro, sigue buscando los restos del maestro cojo, tal y como le pidió su padre antes de morir.
Nieves no se da por vencida y piensa seguir adelante, en el nombre de su padre “que lo habría dado todo -dice- por encontrar los restos del maestro cojo”.
Paco Vigueras es periodista y portavoz de la Asociación Granadina Verdad, Justicia y Reparación.
Las fotografías publicadas en este reportaje han sido cedidas por Nieves Galindo, nieta adoptiva del maestro.
En colaboración con:
las asociaciones memorialistas de Granada.