Gente como tú mejora el mundo. Campaña CCOO
artículo por Alfonso Martínez Foronda

'El racismo invisible'

Política - Alfonso Martínez Foronda - Jueves, 20 de Noviembre de 2025
Un excelente artículo de Alfonso Martínez Foronda, sobre la cruda realidad laboral en el campo, y la hipocresía de fortunas enriquecidas por la mano de obra barata y sin derechos que siguen postulados de derecha o extrema derecha que criminalizan al emigrante.
Migrantes en la recolección.
CCO Andalucía.
Migrantes en la recolección.
No los levantó la nada,

ni el dinero ni el señor,

sino la tierra callada,

el trabajo y el sudor.


(“Andaluces de Jaén” de Miguel Hernández)

Hace unos días la televisión de Bonilla emitía un documental sobre la “desaparición” en Villacarrillo (Jaén) de dos temporeros del África subsahariana: uno del maliense, Tidyani Coulibaly, en 2013; y otro del senegalés Ibrahima Diouf, en enero de 2021. Y ambos asociados curiosamente al mismo “patrón”, por lo que éste fue detenido, acusado de homicidio y puesto en libertad condicional hace unos meses por falta de pruebas concluyentes. Durante el proceso de instrucción de ambos casos, todo demostraba que ambos temporeros habían discutido con el mismo “empresario” por el maltrato laboral de que fueron objeto y la reclamación de mejores salarios, muy por debajo del convenio colectivo. Y luego, “desaparecieron”.  No seré yo quien valore ese proceso judicial abierto, pero al tratarse de Villacarrillo el reportaje no pudo sino impactarme directamente porque fue allí donde crecí sentimental y políticamente. Todo me fue muy familiar, aunque no conozco personalmente al imputado, pero sí la calle y la casa donde se alojaban esos temporeros, los rostros de otros vecinos y, sobre todo, el paisaje y el paisanaje de esa tierra de olivos donde la explotación laboral ha formado parte de mi existencia desde mi juventud.

Desde jóvenes aprendíamos a cavar los pies de olivos en otoño –práctica ya en desuso- con azadas de siete libras, metidos debajo del árbol a 50 pesetas el pie, dando dentelladas a la tierra y cuidando que la azada no te golpeara en la cabeza y con el cuerpo siempre doblado

Cuando vemos el mar de olivos pareciera un manto estático, seráfico, eterno, un decorado con el telón del cielo azul, al fondo, en el que el tiempo se ha petrificado. Y, sin embargo, esa capa verde encierra un sacrificio de siglos que visibiliza el esfuerzo humano que se ha tenido que realizar para llegar a esa fotografía. Ya son eternos los versos de Miguel Hernández de “Andaluces de Jaén” porque detrás del oro verde hay mucho sacrificio, mucho sudor. Detrás de ese olivo de ensueño que tantos poetas han cantado, detrás de sus troncos retorcidos del dolor de un árbol apaleado, están las manos encallecidas y las espaldas rotas que de “sol a sol y de luna a luna” han astillado sus huesos. A mí, lejos de las metáforas idílicas, los olivos siempre me produjeron tristeza. Desde jóvenes aprendíamos a cavar los pies de olivos en otoño –práctica ya en desuso- con azadas de siete libras, metidos debajo del árbol a 50 pesetas el pie, dando dentelladas a la tierra y cuidando que la azada no te golpeara en la cabeza y con el cuerpo siempre doblado; luego aprendías a varear sin darle a las contras para que el árbol no sufriera demasiado, a tirar de los pesados mantones aunque la tierra estuviera mojada, a ir a pie hasta los tajos, aunque estuvieran embarrados o, en el caso de las mujeres, muchas de avanzada edad, a recoger a mano las aceitunas caídas, aunque hubiera un dedo de escarcha.

Recogida de productos del campo por migrantes. CCOO Andalucía.

Mi primera visita al cuartel de la Guardia Civil –todavía era menor de edad- se produjo porque en una mañana de sabañones el dueño del olivar, bien calentito, botas enterizas y pelliza de borrego, se bajó de su Land Rover y, pestuga en mano, como señor de vidas y haciendas, comenzó a castigar las manos de las mujeres que, como sarmientos, estaban agarrotadas por el frío cortante de la mañana

Mi primera visita al cuartel de la Guardia Civil –todavía era menor de edad- se produjo porque en una mañana de sabañones el dueño del olivar, bien calentito, botas enterizas y pelliza de borrego, se bajó de su Land Rover y, pestuga en mano, como señor de vidas y haciendas, comenzó a castigar las manos de las mujeres que, como sarmientos, estaban agarrotadas por el frío cortante de la mañana. Se salvó de una respuesta también violenta, pero no de mis imprecaciones, con algún calificativo malsonante –lo reconozco-, pero volvió con una pareja de la Benemérita para detenerme y recordarme que todavía estábamos bajo una dictadura y ellos seguían siendo los dueños de nuestras vidas. Disgusto familiar y reprimenda paterna porque algunas vecinas, clientas de la tienda de mi padre, le advirtieron que dejarían de comprar en el comercio de un “rojo”. Otras clientas se sumaron a las primeras cuando en el invierno de 1978/79 hicimos la primera huelga de la aceituna después de la Guerra de España reclamando un convenio colectivo –entonces los trabajadores no negociaban nada y todo se imponía vía gubernativa a través de las ordenanzas laborales franquistas- y mejoras salariales. 

Después, en los noventa del siglo pasado, asumí la responsabilidad de la dirección de las CCOO de Jaén, desde donde tuve que confrontar, de nuevo, con la patronal agraria –sobre todo con ASAJA- para la firma de un nuevo convenio colectivo en el campo que, entre otras reivindicaciones, pedíamos que a igual trabajo, igual salario, ya que las mujeres, por el mero hecho de serlo, cobraban menos que los hombres

Villacarrillo se convirtió en una referencia de lucha de las zonas olivareras tras dos semanas de paro y la única solución de la patronal y de las autoridades gubernativas fue la de siempre: la represión, nada más que represión. Y, de nuevo, al cuartel de la Guardia Civil donde a Bartolomé Torres García, a Pilar Belver y a mí mismo, nos leyeron la cartilla mientras un batallón de los famosos antidisturbios de Linares, frente al cuartel, recordaban de qué lado estaban. Nos impusieron una multa de 50.000 pesetas, que no pagamos, lógicamente. Después, en los noventa del siglo pasado, asumí la responsabilidad de la dirección de las CCOO de Jaén, desde donde tuve que confrontar, de nuevo, con la patronal agraria –sobre todo con ASAJA- para la firma de un nuevo convenio colectivo en el campo que, entre otras reivindicaciones, pedíamos que a igual trabajo, igual salario, ya que las mujeres, por el mero hecho de serlo, cobraban menos que los hombres. Me sentí muy orgulloso de esa conquista histórica, pero ese convenio, como todos, era papel mojado si no había una fuerza sindical que exigiera su cumplimiento. Y así fue y más desde que desde en esos tiempos, la emigración irregular irrumpiera con fuerza y quebrara, en la práctica, los convenios colectivos. Perdonen este cuéntame qué pasó para explicar por qué mi relación con ese “paraíso interior” con el que se ha bautizado Jaén, en términos turísticos, me produzca tanta desazón.

Las leyes de Aznar, de la derecha política, social y mediática de siempre no le interesaba –no le interesa- regular los flujos migratorios, sino romper el mercado laboral y beneficiar a los empresarios ya que la mano de obra barata, desregulada y sin derechos, volvía a repercutir, de paso, sobre el resto de los trabajadores porque, inevitablemente, producía dumping social

Ahora me sorprende –o quizá no- que tengamos memoria de pez, que algunos no se acuerden ya que los gobiernos de Aznar (1996-2004), con los apoyos de la derecha catalana -los padres de Junts-, modificara la Ley de Extranjería con el objetivo de que había que frenar y controlar el fluyo migratorio de entrada, pero lo que perseguía, como ahora, era reducir drásticamente los derechos de los “ilegales” que ya estaban dentro, a los que se les reconocía derechos “comparables” a los españoles, pero no “idénticos” y respecto a los que llegaban todos los demás derechos, incluido el de huelga. Fue una reforma que institucionalizó la explotación de los más débiles, de los más pobres poniéndolos a los pies de los caballos de los “empleadores” –que no empresarios- más desaprensivos y sin escrúpulos, al tiempo que los condenaba a la clandestinidad social. La ley creaba una mano de obra barata sin derechos y sin posibilidad de defenderse, una nueva clase de trabajadores sumisos y serviles que justificarían un nuevo racismo latente entre otros trabajadores que los veían como “competidores” baratos. Además, debilitaba la negociación colectiva en determinados sectores -fundamentalmente en el sector agrícola- porque los inmigrantes sin derechos eran, en la práctica, “esquiroles forzosos” que, para sobrevivir, emularían a los esclavos de todos los tiempos. En fin, que no era nada nuevo bajo el sol, ya que las leyes de Aznar, de la derecha política, social y mediática de siempre no le interesaba –no le interesa- regular los flujos migratorios, sino romper el mercado laboral y beneficiar a los empresarios ya que la mano de obra barata, desregulada y sin derechos, volvía a repercutir, de paso, sobre el resto de los trabajadores porque, inevitablemente, producía dumping social.

Porque es indignante que establezca categorías de inmigrantes de “primera y segunda” en función de su origen nacional. Y es, además, falso y ventajista, un “brindis al sol” hacia la comunidad hispanoamericana que, en su inmensa mayoría, también sufre las carencias de derechos y servicios sociales en muchas comunidades autónomas

Ha pasado el tiempo y todo sigue igual. Mejor dicho: peor. Porque con la irrupción de VOX y su discurso netamente fascista, ha arrastrado al PP en sus posiciones respecto a la criminalización de la inmigración. La reciente “Declaración de Murcia” del PP vuelve a presentar a la inmigración como un problema y la vincula a cuestiones netamente ajenas a ella. Un discurso falso y alarmista como que el modelo migratorio español es irregular, lo que supone una mentira difundida constantemente en la sociedad española que incide negativamente en su propia convivencia. El PP confunde –o no- “integración” con “asimilación”, pues obligaría a los inmigrantes a renunciar a su identidad cultural, llevándolos como en otros países a guetos, exclusión y marginación. Porque es indignante que establezca categorías de inmigrantes de “primera y segunda” en función de su origen nacional. Y es, además, falso y ventajista, un “brindis al sol” hacia la comunidad hispanoamericana que, en su inmensa mayoría, también sufre las carencias de derechos y servicios sociales en muchas comunidades autónomas.  Y todo esto es falso porque como demuestran los datos oficiales, frente a los 15.400 euros que de media gana una persona española, el salario medio de una extranjera es de 7.900 euros al año, casi la mitad. Y ello porque estos últimos trabajan en sectores altamente precarizados y con contratos temporales. Y eso, además, les impide acceder a las prestaciones por desempleo.

Una pancarta en una manifestación. CCOO Andalucía.

El fenómeno migratorio, como intenta VOX y secunda el PP, no puede incendiar a la sociedad con mentiras como asociarla a la delincuencia, al efecto llamada o al colapso de los recursos sociales como la educación o la sanidad

El fenómeno migratorio, como intenta VOX y secunda el PP, no puede incendiar a la sociedad con mentiras como asociarla a la delincuencia, al efecto llamada o al colapso de los recursos sociales como la educación o la sanidad. Ese discurso altamente nocivo empuja el voto hacia la extrema derecha que no duda en expandir bulos sin entrar, porque no le interesa, en el verdadero problema: la necesidad de organizar adecuadamente los flujos migratorios para prevenir –y ésa es la cuestión- la explotación de los inmigrantes, protegiendo las condiciones laborales de todos los trabajadores, sean españoles o de otro cualquier lugar del mundo.  El problema de los flujos migratorios no se soluciona con reformas reaccionarias, sino asegurando, por ejemplo, la entrada de inmigrantes con contratos previos de trabajo (temporales o fijos) en función de las demandas empresariales. Pero es obvio que esto no interesa porque supondría el cumplimiento de los convenios colectivos, seguros sociales, etc.

No quieren reconocer públicamente que la riqueza de muchos mal llamados “empresarios” agrícolas se ha debido a esta inmigración clandestina que ha soportado humillaciones aberrantes: salarios de miseria, jornadas interminables, pésimas condiciones de habitabilidad, sin costes en seguridad social o, incluso, sin derecho a ponerse enfermos

Ahora que se acerca otra campaña de la aceituna, seguirán llegando inmigrantes a los pueblos olivareros y la sociedad –sálvese quien pueda- mirará para otro lado. Acaso muchos de los que se limpian ahora sus lágrimas de cocodrilo no quieren reconocer públicamente que la riqueza de muchos mal llamados “empresarios” agrícolas se ha debido a esta inmigración clandestina que ha soportado humillaciones aberrantes: salarios de miseria, jornadas interminables, pésimas condiciones de habitabilidad, sin costes en seguridad social o, incluso, sin derecho a ponerse enfermos. Y todo porque la ganancia rápida a la que se han acostumbrado está basada en ese ejército fantasmal de trabajadores en el límite de la esclavitud.

Ahora que tanto proliferan jovencitos pijos a la caza del inmigrante cantando el “cara al sol con la camisa nueva”, podrían meterse en un invernadero a 50 grados o ir a la campaña de la aceituna por el módico precio de 30 euros de sol a sol, dormir en un cortijo en camastros, sin luz ni agua caliente y luego al salir contaran su experiencia porque la mía siempre me ha dicho que “cara al sol”, lo que se dice al sol, lo único que pasa es que siempre te pones malo. ¡Ay! ¿Dónde quedó aquella máxima tan cristiana de no desear para los demás lo que no queremos para nosotros mismos? Lo dicho, sálvese quien pueda, porque de cocodrilo, sus fauces y sus lágrimas.

Alfonso Martínez Foronda.Alfonso Martínez Foronda (Jaén, 1958). Es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada. Desde 1984 es profesor de Enseñanza Secundaria. Ya jubilado, su último destino fue el IES Albayzín. Ha sido secretario general de CCOO de Jaén desde 1993-2000 y desde 2004 es miembro de la Comisión Ejecutiva de CCOO-A, desde donde ha presidido hasta 2103 las Fundaciones de Estudios Sindicales-Archivo Histórico y la de Paz y Solidaridad.Como investigador, ha publicado numerosos artículos de opinión sobre aspectos docentes y sociales. Colaborador habitual del Diario Jaén desde 1994-2000 publicó La firma del viento (2007), una antología de artículos de opinión. Como investigador del movimiento obrero andaluz ha publicado La conquista de la libertad. Historia de las Comisiones Obreras de Andalucía (1962-1977), en 2005; De la clandestinidad a la legalidad (Breve historia de las Comisiones Obreras de Granada), en 2007; sobre las Comisiones Obreras de Jaén desde su origen a la legalización del sindicato (2004); la unidad didáctica El sindicalismo durante el franquismo y la transición en Andalucía; diversas biografías de dirigentes sindicales andaluces como Ramón Sánchez Silva. Al hilo de la historia (2007); Antonio Herrera. Un hombre vital, en 2009; Andrés Jiménez Pérez. El valor de la coherencia, en 2010, entre otros. En 2011 su investigación La dictadura en la dictadura. Detenidos, deportados y torturados en Andalucía durante el Estado de Excepción de 1969, (2011), fue premiada por la Junta de Andalucía como la mejor investigación social de ese año. Posteriormente, ha publicado La “prima Rosario” y Cayetano Ramírez. Luchadores por la libertad en una provincia idílica (2011); sobre el movimiento estudiantil en la UGR, con otros autores, “La cara al viento. Estudiantes por las libertades democráticas en la Universidad de Granada (1965-81); sobre la historia del movimiento obrero granadino, con su investigación La lucha del movimiento obrero en Granada. Paco Portillo y Pepe Cid: dos líderes, dos puentes“, 2012; sobre el Tribunal de Orden Público, La resistencia andaluza ante el Tribunal de Orden Público en Andalucía (1963-1976); Diccionario de la represión sobre las mujeres en Granada (1936-1960) o La resistencia malagueña durante la dictadura franquista (1955-1975). Actualmente, junto a Pedro Sánchez Rodrigo, está confeccionando un diccionario sobre la represión en Granada desde la II República al golpe de estado de 1981.

Desde hace años es colaborador habitual de El Independiente de Granada, donde ha publicado numerosos artículos y reportajes sobre Memoria Democrática, muy seguidas por lectoras y lectores de este diario digital.