Comunicación no verbal
Hay gente para la que leer supone algo más que un esfuerzo, supone una molestia desagradable. Es gente que mira con desprecio a quien pasa las páginas de un libro en la tumbona de la playa, en el asiento del metro, del autobús, o en un banco bajo los tilos del parque. Gente que no solo menosprecia la palabra escrita, sino que desdeña al que lee en la orilla, en el metro o en el parque. Porque más allá de una cuestión de gustos, de aficiones, entretenimiento, placer, etc., la lectura provoca aversión en quienes no leen. Es un fenómeno que no se da entre los que practican deporte frente a los que no lo practican o los que viven la vida loca y los que gozan contemplando la travesía de la babosa circundando el tiesto de una maceta. El caso es que todos conviven en sociedad y todos deben acatar las normativas que hacen factible la convivencia. Y para que no haya dudas ni confusiones ni ambigüedades, se creó un lenguaje no verbal, universal, además. La ley visual de vocación universal, se llama. Una comunicación no verbal basada en símbolos que entienda todo el mundo sin mayor esfuerzo.
Una señal de prohibido aparcar con un cartel añadido en el que se especifica que son las caravanas las que tienen restringido el aparcamiento, por mucho que se acompañe de un "Atención" en rojo, puede resultar difícil de entender para quienes rechazan la palabra
El Código Internacional de Señales que rige la circulación es el más conocido. Una señal de prohibido aparcar con un cartel añadido en el que se especifica que son las caravanas las que tienen restringido el aparcamiento, por mucho que se acompañe de un "Atención" en rojo, puede resultar difícil de entender para quienes rechazan la palabra. Por eso los ayuntamientos se han gastado este verano un pellizquito en llenar la costa de señales muy sencillas. Las encontramos desde Cerro Gordo a la Punta de la Mona en La Herradura. Una caravana, una tienda de campaña, una campers tachadas con unas líneas rojas. Fácil. Sin embargo, justo bajo el cartel, no un poquito a la derecha o a la izquierda, sino justo donde está el cartel, acampan caravanas y campers que extienden sus enseres en la arena.
Lo verdaderamente extraño es la desfachatez con la que acampan bajo la señal de prohibido, a sabiendas, es evidente, de que no van a ser sancionados
Más allá del hecho de que la policía haga la vista gorda como no lo haría con un vehículo cualquiera aparcado en un lugar restringido, más allá de que el ayuntamiento gaste de las arcas un dinero en señales que terminan resultando absurdas en tanto no cumple la función ni siquiera de recaudar con sanciones el dinero invertido en ellas, y más allá de que parezca que los únicos supuestos beneficiados son los fabricantes de estas señales, y tal vez algunos intermediarios, lo verdaderamente extraño es la desfachatez con la que acampan bajo la señal de prohibido, a sabiendas, es evidente, de que no van a ser sancionados. Se trate de un gesto de soberbia frente a la prohibición, o se trate de negados incapaces de procesar intelectualmente ya no las palabras, sino ni siquiera un dibujo simple e ingenuo que hasta un niño de infantil entendería, son comportamientos que sirven para comprender actitudes a priori incomprensibles como la de quienes aparecen en una convención con un apósito pegado a la oreja para aclamar a un líder que en pleno siglo XXI propugna la doctrina del derecho divino y su autoridad para gobernar, proveniente de la voluntad de Dios y no de la voluntad de sus electores, perdón, quise decir, seguidores. Apósitos en la oreja como distintivo, símbolos que por encima de las palabras configuran el sentido de una religión y nos retrotrae de un modo burlesco, pero no menos turbador, a la masa fanática que tergiversa palabras y adora y son seguidores de la calabaza santa frente a la sandalia que pierde el pobre Brian huyendo precisamente de esa masa ignorante y por ende necesitada de líder en la mítica Vida de Brian, dirigida por Monty Python y producida por George Harrison. Porque es claro que al ignorante lo alimenta la soberbia y las arengas de un líder tuerto que en el país de los ciegos es el rey y, si tiene contacto directo con Dios, la autarquía está servida.
Ha publicado: Peces en la Tierra. Antología de mujeres poetas entorno a la Generación del 27 (Vandalia. Fundación José Manuel Lara, 2010), Con un traje de luna. Diálogo de voces femeninas de la primera mitad del siglo XX (Vandalia. Fundación José Manuel Lara, 2022), Rafael Guillén. Del conocimiento al asombro (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, Junta de Andalucía, 2022), El haza de las viudas (Espuela de Plata. Renacimiento, 2008), Todos los cuentos, el cuento (Col. Narrativa, Diputación de Cádiz, 2007); entre las ediciones críticas destacan: El diván del Tamarit de Federico García Lorca (Cátedra, 2018), Una sombra entre los dos de Elisabeth Mulder (Renacimiento. 2018), El retablo de Salomé Amat de Elisabeth Mulder (Renacimiento, 2021) y Sinfonía en Rojo de Elisabeth Mulder (Tigres de papel, 2022).
Cofundadora de la editorial ELENVÉS EDITORAS, dirige la colección Bernal de narrativa.
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