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'Vampire Weekend luchan contra el cinismo a base de pop y ruido'

Blog - Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - Miércoles, 17 de Abril de 2024
Vampire Weekend – 'Only God Was Above Us'.
Portada de 'Only God Was Above Us', de Vampire Weekend.
Indegranada
Portada de 'Only God Was Above Us', de Vampire Weekend.

De los grupos que nacieron en la era de los blogs de música indie, a finales de los 2000, ninguno ha tenido la longevidad de Vampire Weekend. Algo bastante sorprendente si se piensa que toda su estética parecía destinada a ser una anécdota que envejecería fatal: eran cuatro pijos neoyorquinos orgullosos de serlo, que se habían conocido en Columbia y se basaban en (o, según a quién le preguntes, explotaban) la música africana para hacer un pop fresco con letras eruditas hasta lo ridículo. Y sin embargo, estamos en 2024 y no solo nunca han sacado un mal álbum, sino que el nuevo, el quinto de su discografía, es uno de los mejores discos del año. Que además lo hayan conseguido pese a perder a Rostam Batmanglij, el multi-instrumentista y productor que los guió en su evolución desde su africanismo original hacia un indie pop florido y barroco, primero, y hacia un rock minimalista, solemne y sombrío, después, es para quitarse el sombrero.

En conjunto, se trata de su disco más agresivo y disonante, en coherencia con las repetidas referencias de las letras a la guerra y el conflicto; pero como buen disco de Vampire Weekend, esos sonidos más duros están introducidos con una enorme elegancia en un tapiz de pop sofisticado, urbano y, por momentos, celestial

Father of the Bride (2019) había sido un buen disco tras seis años de silencio, pero era también el más imperfecto, el menos pulido y centrado de sus trabajos. Only God Was Above Us, en cambio, es un álbum perfectamente bruñido, tanto en el aspecto sonoro como en el conceptual. En conjunto, se trata de su disco más agresivo y disonante, en coherencia con las repetidas referencias de las letras a la guerra y el conflicto; pero como buen disco de Vampire Weekend, esos sonidos más duros están introducidos con una enorme elegancia en un tapiz de pop sofisticado, urbano y, por momentos, celestial. Koenig se posiciona como un comentarista de nuestros tiempos preocupado por la aparente inevitabilidad de la injusticia, por los ciclos que perpetúan la violencia, por el insoportable peso del pasado que parece destinado a repetirse. Usando la ciudad de Nueva York como un espacio físico e histórico, pero también metafórico, escribe unas letras tan complejas y esotéricas como siempre, pero que incluso cuando revisitan obsesiones anteriores, como la necesidad e imposibilidad de ser sincero o la fuerza de la fe y la desolación que supone perderla, lo hacen con un grado mayor de urgencia, casi desesperación.

La gran virtud de Koenig siempre ha sido su capacidad para encajar estas disquisiciones en exquisitas composiciones pop, y puede que el tracklist de 'Only God Was Above Us' sea el más consistente de la carrera del grupo

No obstante, la gran virtud de Koenig siempre ha sido su capacidad para encajar estas disquisiciones en exquisitas composiciones pop, y puede que el tracklist de Only God Was Above Us sea el más consistente de la carrera del grupo. La única canción ligeramente más floja es “The Surfer”, quizás porque es la segunda más larga y, sin embargo, es de las más vacías. Y aun así es un muy buen tema, con las orquestaciones más grandilocuentes del álbum y momentos de una riqueza instrumental alucinante. Por lo demás, ningún corte baja del notable alto, con algunas canciones verdaderamente sobresalientes. “Classical”, por ejemplo, combina una percusión que es puro hip hop, una guitarra eléctrica tan aguda que resulta irreal, un contrabajo casi jazzístico y un slide guitar pasado de vueltas... ¡solo en la intro! A ello se suman en distintos momentos un piano de lo más jovial, un órgano dulce y sereno o un saxofón incendiario, en una deliciosa cacofonía que culmina en ese estribillo tan pegadizo: “untrue, unkind, and unnatrual/how the cruel, with time, becomes classical”; nada menos que una reflexión sobre cómo el arte sirve para naturalizar la brutalidad del pasado y convertirla en “belleza”.

Pero incluso en este tema tan cargado de decibelios, consiguen introducir todo tipo de sonidos en su fantástico y expansivo estribillo

“Mary Boone”, por su parte, tira de coros angelicales, cuerdas, piano, contrabajo y órgano para hilvanar unas melodías increíbles, antes de que llegue ese estribillo instrumental, cuando entra un beat de crujiente boom bap noventero y Ezra suelta un “woo!” de placer que es totalmente contagioso. Esto a pesar de estar narrando una historia agridulce sobre el sempiterno romance entre arte y negocio, entre impulso creativo y deseos de ascenso social. Otras canciones optan por un sonido mucho más rockero, como “Gen-X Cops”, con ese riff de guitarra tan disonante y abrumador, casi una versión pasada de vueltas del “Miserlou” de Dick Dale, con el que acompañan las reflexiones de Koenig sobre los choques generacionales y la precariedad vital de los millenials. Pero incluso en este tema tan cargado de decibelios, consiguen introducir todo tipo de sonidos en su fantástico y expansivo estribillo. Y también hay cortes que remiten a su primer época, como la ambigua balada africanista sobre Rusia (¿y quizás sobre el comunismo?) que es “Pravda”.

En contraste, “Capricorn” es un tema mucho más lento y contemplativo, si bien en su segunda mitad la canción se llena de sonidos estridentes, casi explosiones

Más directa es “Prep-School Gangsters”, donde Koenig explora las diferencias de clase y las sutiles formas en que se excluye a la gente de los lugares de privilegio. A la fantástica melodía vocal del estribillo le sigue un excelente solo de guitarra que evoca de nuevo los inicios del grupo, y más tarde aparecen también un órgano y un sintetizador que le dan mucho dinamismo al instrumental. “Connect”, por su parte, habla de la inocencia perdida y la dificultad para conectar con el mundo del modo en que conseguía hacerlo de joven, y en coherencia con esa añoranza tiene la base rítmica más jovial y divertida del álbum, con mucho contratiempo, además de un desarrollo musical de lo más interesante y sorprendente. En contraste, “Capricorn” es un tema mucho más lento y contemplativo, si bien en su segunda mitad la canción se llena de sonidos estridentes, casi explosiones. Koenig usa la idea de alguien nacido en los últimos días de un año como metáfora de la frustrante sensación de la generación millenial de haber llegado demasiado tarde para algunas cosas y demasiado pronto para otras (referencia a la letra de “Diane Young” incluida).

Es la canción más larga de su carrera, casi ocho minutos de repetición de su estructura cíclica, lo que refuerza el mensaje sobre la imposibilidad de escapar de los mismos problemas sociales que se reproducen una y otra vez.

Y es que al final Only God Was Above Us habla de cómo envejecer sin volverse un cínico, pero aceptando que hay cosas que soñamos que podríamos cambiar y que finalmente estamos condenados a repetir. Ese es el núcleo de lo que exploran la primera y la última canción. “Ice Cream Piano” (siempre los juegos con la homofonía en los títulos) abre el disco con una acusación: “You don't want to win this war 'cause you don't want the peace”, antes de lanzarse a un furioso y divertidísimo rock and roll coronado con unas cuerdas frenéticas. ¿Es posible siquiera ganar, se pregunta Ezra? “Hope” concluye el álbum con una respuesta clara: “The enemy's invincible/I hope you let it go”. Es la canción más larga de su carrera, casi ocho minutos de repetición de su estructura cíclica, lo que refuerza el mensaje sobre la imposibilidad de escapar de los mismos problemas sociales que se reproducen una y otra vez.

Podría parecer una respuesta acomodaticia y hasta reaccionaria, pero no es esa la sensación que queda. Más bien parece que Koenig quiere preguntarnos: ¿cómo salir de nuestro propio bucle de frustración? Quizás haya que empezar por aceptar que hay cosas del mundo que, por terribles que sean, no está en nuestra mano cambiar, porque responden a fuerzas sociales demasiado poderosas. Después, tal vez podamos descubrir mejores formas de enfrentarnos a ellas. Se puede no estar de acuerdo con ese mensaje, pero lo que es innegable es que Vampire Weekend han demostrado con este álbum que, más de quince años después de su salto a la fama, aún tienen muchísimas cosas que decir en lo musical. Hay que disfrutar de grupos así, que maduran junto a nosotros, permitiéndonos entendernos mejor a nosotros mismos y dándonos además tantas canciones inolvidables por el camino.

Puntuación: 8.7/10

Imagen de Jesús Martínez Sevilla

(Osuna, 1992) Ursaonense de nacimiento, granaíno de toda la vida. Doctor por la Universidad de Granada, estudia la salud mental desde perspectivas despatologizadoras y transformadoras. Aficionado a la música desde la adolescencia, siempre está investigando nuevos grupos y sonidos. Contacto: jesus.martinez.sevilla@gmail.com