'Adiós Amores nos llevan de vuelta a los setenta con elegancia'
Comentaba hace unos meses que la escena musical granadina está en un momento dulce. A pesar de las dificultades generalizadas que está enfrentando la industria musical (especialmente sangrante en Granada es el problema de la falta de espacios para tocar para los grupos emergentes), hay una gran cantidad de proyectos locales que se están afianzando. El último en dar el paso de editar su primer LP es Adiós Amores, el dúo formado por la granadina Iman Amar y la sevillana Ana Valladares. Estas dos, apoyadas siempre por Guille Briales en labores de producción, habían ido sacando singles a lo largo de 2020 y 2021 y finalmente los reunieron en aquel recopilatorio que lanzaron el año pasado, que prometía muchas cosas. Su estética retro, que claramente refiere al pop vocal de los sesenta y setenta en nuestro país, junto a sus bonitas voces que entonan unas canciones de factura igualmente clásica, las hacían fácilmente identificables. Así, consiguieron llamar la atención del sello madrileño Sonido Muchacho, cuyo peso en la música independiente patria parece aumentar cada año, y firmaron por ellos.
Estos diez temas consiguen trasladarte al pasado con enorme elegancia gracias a una producción muy rica y detallista (a cargo del propio grupo y de Raúl Pérez, de Pony Bravo), cargada de delicias sonoras que se reparten a lo largo de todo el tracklist
El 20 de octubre pasado salía por fin El camino, el que es oficialmente el debut de Adiós Amores en largo, y hay que decir que el dúo ha conseguido cumplir mayormente con aquello que prometían sus primeras canciones. Estos diez temas consiguen trasladarte al pasado con enorme elegancia gracias a una producción muy rica y detallista (a cargo del propio grupo y de Raúl Pérez, de Pony Bravo), cargada de delicias sonoras que se reparten a lo largo de todo el tracklist. Aparte de la formación clásica de banda de rock, que suena en casi todos los cortes, estas canciones están adornadas con guitarras acústicas, steel guitars, pianos, órganos, sintetizadores, acordeón, arreglos de cuerda y de viento, panderetas, castañuelas, palmas y hasta chasquidos con los dedos. Este festín sonoro arropa a la perfección las suaves voces de Ana e Iman, que entonan letras muy bien medidas y muy expresivas en múltiples registros: sentimentales sin ser empalagosas, divertidas sin ser ridículas, con poso poético sin ser pretenciosas. En pocas palabras: El camino presenta a Adiós Amores como un proyecto maduro y perfectamente definido.
Además, aunque haya una gran coherencia estética a lo largo de todo el LP, los referentes concretos que toman en cada canción varían
Además, aunque haya una gran coherencia estética a lo largo de todo el LP, los referentes concretos que toman en cada canción varían. Partiendo de un núcleo duro que está a medio camino entre el pop barroco y el soft rock, Adiós Amores se acercan a la rumba (“La culpa”, donde tanto recuerdan a Las Grecas), a esa versión hispana del funk que adoptaron los grupos del sonido de Caño Roto (el final de la anterior canción o de “Canción de despedida”), a un synth-funk más ochentero (la segunda mitad de “Humo Negro”), a las bandas sonoras de los spaghetti westerns (“El camino”) o a la cumbia (“Cumbia de la serpiente”), todo ello con resultados notables. Esta capacidad para deslizarse sin sobresaltos ni estridencias entre diversas encarnaciones de un mismo espíritu es la clave por la que el disco suena fresco en todo momento. Aunque hay que decir que difícilmente se podría hacer pesado: los diez cortes suman apenas treinta minutos que se pasan volando; incluso en este punto se nota el clasicismo del grupo.
Cada canción es una pequeña viñeta cargada de personajes memorables y emociones indelebles
En general, las composiciones aquí recogidas son de lo más sólidas. “Ave rapaz” da inicio al álbum con un retrato despiadado de un hombre tan mediocre como prepotente (“Patán, inepto y cretino/Fantasma, poeta desvalido/Rastrero y con celos, engreído/Ya te puedes marchar”). “Soleada” compara la sensación de que la luz del sol caiga sobre la piel con la presencia de un/a amante: agradable pero peligrosa, pues lo que calienta puede abrasar. La instrumentación refleja perfectamente la calidez de las palabras y de las voces de Iman y Ana. “Cumbia de la serpiente” cuenta una fábula en la que el reptil del título huye de la vida en la selva en busca de las emociones de la ciudad, solo para encontrarse que los ruidos y la vida atropellada de la capital la espantan y que desea regresar a “su lugar”. “Caras nuevas” habla de cómo la narradora ha tratado de encerrar sus recuerdos de un amante en una “libreta en el desván”, llena de “letras de canciones que sé que no te interesan” y “dibujos en los que tú siempre sales por la puerta”. Cada canción es una pequeña viñeta cargada de personajes memorables y emociones indelebles.
Justo por ese gran nivel de la mayoría de cortes, destaca para mal “La Sirena”: una cancioncilla melancólica, que dibuja una mínima imagen de una sirena solitaria y triste frente al mar y después termina antes de llegar a arrancar propiamente. Los arreglos son también más discretos, menos vistosos, incluso con algún detalle que no termina de encajar y chirría mínimamente. Por otro lado, hay otro par de canciones a las que les falta un pequeño toque para ser redondas. “Humo Negro”, por ejemplo, pese a que tiene unos arreglos muy interesantes y diferentes al resto del álbum, con esa segunda mitad tan sintética, no termina de evolucionar lo suficiente: se limita a repetir la misma estrofa básica en tres ocasiones. Quizás algún puente o coda habrían servido para rematarla. Por su parte, “Ese Lugar” no termina de integrar bien todos sus elementos sonoros; en particular, a las cuerdas les falta lustre en comparación con el resto de cortes y desentonan un poco.
En cualquier caso, en este debut de Adiós Amores predominan los aciertos, el último de los cuales es cerrar el LP con “Canción de despedida”
En cualquier caso, en este debut de Adiós Amores predominan los aciertos, el último de los cuales es cerrar el LP con “Canción de despedida”. No solo es una de las mejores canciones del conjunto, sino que además tiene el mensaje perfecto para concluir (“Ya me marcho sin mirar atrás”) y da un giro excelente en su segunda mitad, de un tono de balada triste a uno más animado, abierto a lo nuevo que traiga el futuro. Y es que si algo demuestra El camino es que, aunque tengan un sonido que remite al pasado, Adiós Amores tienen un futuro brillante por delante.