Ser indiferente a mis deficiencias
“Gradualmente aprendí a ser indiferente a mi yo y a mis deficiencias”. Bertrand Russell
Soy firme seguidora de la fórmula porque, cuanto más capaz de algo nos consideremos, mayor será el esfuerzo y el tiempo que estaremos dispuestos a dedicar al perfeccionamiento de aquello que consideramos una habilidad que nos define. Esta dedicación repercutirá en el resultado final, haciendo más posible alcanzar las metas que nos habíamos fijado. De esta forma, nos introducimos en lo que los psicólogos llaman el “círculo virtuoso del éxito “.
Este círculo consiste en que la satisfacción que nos proporciona la experiencia del éxito al enfrentarnos a una actividad que supone un desafío hace que disfrutemos con ella; el disfrutar realizándola hará que la valoremos positivamente y esta valoración positiva de la actividad hará aumentar nuestro deseo de realizarla nuevamente. Como resulta evidente, la mayor práctica de la actividad supone un mayor aprendizaje y perfeccionamiento en su ejecución.
Este proceso irá mejorando nuestras capacidades y habilidades para realizar las actividades y nuestro rendimiento en las mismas será mayor; las repeticiones con éxito de las tareas proporcionará más recompensas y las gratificaciones serán más frecuentes y esto nos llevará a querer practicarlas aún más y así daremos una vuelta más al círculo virtuoso del éxito
Este proceso irá mejorando nuestras capacidades y habilidades para realizar las actividades y nuestro rendimiento en las mismas será mayor; las repeticiones con éxito de las tareas proporcionará más recompensas y las gratificaciones serán más frecuentes y esto nos llevará a querer practicarlas aún más y así daremos una vuelta más al círculo virtuoso del éxito. Cada vuelta es un refuerzo positivo para iniciar otra vuelta.
Del mismo modo, cuando una persona se considera a sí misma poco eficaz para llevar a cabo determinadas tareas, tenderán a evitar a toda costa aquellas que le resultan complicadas; se darán antes por vencidos ante las dificultades que se les puedan presentar en el desempeño de las mismas; al prestar tanta atención a sus deficiencias, es fácil que rebaje sus aspiraciones.
Tal convencimiento de nuestras limitaciones para lograr el éxito en determinadas metas, generan ansiedad y nerviosismo al tener que enfrentarnos a ellas y este estado de tensión hacen que nuestro rendimiento y posibilidades de éxito disminuyan.
Caemos así en el “círculo vicioso del fracaso“ que consistiría en que la frustración y el malestar que acarrea el fracaso ante una actividad hace que enfrentarnos a ella u a otras que requieran las mismas habilidades y capacidades nos generen miedo y ansiedad; este estado nos empujará a evitarlas. Si las evitamos, estamos eliminando la práctica y aprendizaje de las mismas, lo que conllevará un menor rendimiento y nulo aprendizaje de las habilidades y competencias que la tarea requiere para ser superada con éxito. Esta actitud también hace imposible disfrutar de las recompensas y gratificaciones que significaría lograr hacerlo. Todo esto provoca una falta de motivación y comenzaríamos una nueva vuelta en el círculo vicioso del fracaso.
Así, creer que no somos capaces de algo, dificulta enormemente que lo intentemos y la falta de intento es el factor fundamental y determinante de que no lo logremos. Antes de enfrentarnos a alguna situación que nos asusta, es bueno observar qué me asusta exactamente, cómo determina mi comportamiento ese miedo y preguntarse qué me impide hacer. La mayoría de las veces, observar de cerca esos miedos los transforma y eso me anima a intentarlo. Y, a veces, lo consigo.
Y la recomendación musical de este semana: