Como neerlandés, nacido en un país que en gran parte se encuentra bajo el nivel del mar y que sufrió en 1953 una devastadora inundación, quiero advertir al Ayuntamiento de Almuñécar sobre la necesidad de tratar con la máxima seriedad los problemas relacionados con el agua y el clima, en relación con la construcción del hotel de 5 estrellas de Fuerte Group Hotels en La Herradura.

En mi país, donde el rey Guillermo Alejandro se especializó en gestión del agua antes de asumir el trono, hemos aprendido de las inundaciones provocadas por desastres naturales una lección esencial: hay que dar espacio al agua y evitar construir en las riberas. No tentemos al destino en este hermoso lugar, que en los últimos tiempos ha sufrido los estragos de fenómenos meteorológicos extremos.

Es comprensible considerar los argumentos a favor del desarrollo económico, el empleo y la mejora de la imagen turística, que el Ayuntamiento resalta como beneficios del proyecto del Daia Slow Beach Hotel en La Herradura, en la Costa Tropical. Incluso si el proyecto está respaldado por más de 24 años de discusiones, no se deben ignorar las lecciones del pasado.

Reflexionen antes de actuar. En este municipio, las secuelas de otro desastre, el colapso de viviendas en Carmenes del Mar, aún no han sido resueltas. A día de hoy, los propietarios y residentes no han sido compensados, y las ruinas siguen siendo visibles. Allí también influyó la naturaleza, además de una planificación deficiente. Quince años después, el impacto sigue siendo enorme.

Un Ayuntamiento ambicioso no puede cerrar los ojos ante las consecuencias del cambio climático. Las víctimas y los familiares de la reciente tragedia en Valencia están experimentando hoy, y lo seguirán haciendo durante años, lo devastador que puede llegar a ser.

En mi país, luchamos día tras día contra el agua. Mi consejo: involucren a expertos neerlandeses en gestión del agua antes de que la primera pala toque el suelo para construir este hotel. La responsabilidad que recae sobre los hombros de los actuales tomadores de decisiones es enorme. Porque, cuando el agua actúe sin piedad, ¿quién pagará la factura? ¿El Ayuntamiento que dio luz verde al proyecto o los propietarios del hotel?