¿Qué fue de las famosas mazmorras de cautivos de la Alhambra?
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En 1494, el viajero Munzer enumeró catorce silos subterráneos en la colina del Abahul, utilizados como prisión de miles de cristianos
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Las mazmorras fueron progresivamente cegadas con escombros desde 1537 hasta mediados del siglo XIX
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Aparecieron varias más, dentro de la Alhambra, durante las excavaciones de finales del siglo XIX y principios del XX
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La última mazmorra en ser redescubierta en el Paseo de los Mártires fue durante unas obras en el año 1986
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Hoy se tienen localizadas plenamente quince mazmorras dentro de la Alhambra, en los Mártires y en el Carmen de Peñapartida
Es muy habitual en las películas sobre guerras en las edades antigua y media que las gentes de castillos, pueblos y ciudades corran a esconder a niños y mujeres en mazmorras subterráneas. La excavación de pozos, silos o mazmorras subterráneos donde esconder lo más valioso de los pueblos fue una costumbre muy extendida y, llegado el caso, también escondrijo de las personas. Esta costumbre era más usual aún entre los pueblos árabes y norteafricanos llegados a la Península a partir del siglo VIII.
El sistema de escondrijo subterráneo lo utilizaron también los judíos de la Garnata Al-Yehud (zona de San Matías y Realejo). De ahí que a partir de 1492 surgiera una vorágine excavadora en busca de tesoros subterráneos
Cuenta el último rey de la dinastía granadina Zirí (en sus Memorias del siglo XI) que el subsuelo de la Alcazaba Vieja (Albayzín) estaba horadado con infinidad de agujeros utilizados como almacenes y “cajas fuertes” de tesoros. El sistema de escondrijo subterráneo lo utilizaron también los judíos de la Garnata Al-Yehud (zona de San Matías y Realejo). De ahí que a partir de 1492 surgiera una vorágine excavadora en busca de tesoros subterráneos.
Mohammed Ibn Nasr, Alhamar, fundador de la dinastía Nazarita a partir de 1238 no iba a ser menos cuando se fijó en las colinas Roja y Abahul para construir su ciudadela y sede de su gobierno. En estos montes fueron excavando a lo largo de los siguientes siglos una serie de silos subterráneos que utilizaron como los almacenes generales de los habitantes de la ciudad: granos, legumbres, sal, municiones, etc. Posteriormente, con el inicio de las ofensivas castellanas, muchos de ellos fueron reconvertidos en mazmorras y prisiones. Que es realmente la imagen que trasmitió la cultura castellana a partir de la conquista.
Primeras crónicas e imágenes del Corral de Cautivos
Los primeros cronistas cristianos del siglo XIV ya hablan de la existencia de mazmorras en forma de embudo invertido en la ciudadela de la Alhambra y, sobre todo, en el monte situado frente a ella. Era el lugar donde de noche encerraban a los cautivos; de allí liberaban sólo a aquellos por quienes sus familias pagaban rescate en los reinos cristianos del Norte; también padecieron tormento algunos religiosos cristianos. Pero la mayoría eran esclavizados mientras aguantaban sus fuerzas.
La primera referencia inequívoca a las mazmorras-prisión del monte Abahul las tenemos en 1483, cuando Boabdil fue hecho prisionero en la batalla de Lucena. El acuerdo para su liberación incluyó la puesta en libertad de 400 cristianos esclavizados en aquellas mazmorras, más otros 300 durante los cinco años siguientes
La primera referencia inequívoca a las mazmorras-prisión del monte Abahul las tenemos en 1483, cuando Boabdil fue hecho prisionero en la batalla de Lucena. El acuerdo para su liberación incluyó la puesta en libertad de 400 cristianos esclavizados en aquellas mazmorras, más otros 300 durante los cinco años siguientes.
El viajero Jerónimo Munzer, en su visita a Granada en 1494, contó la existencia de catorce mazmorras-prisión de cristianos en el Corral de Cautivos. Especuló con que dos años antes, en Granada llegó a haber hasta 14.000 cautivos, tanto en estas mazmorras como en otros edificios. Pero a 2 de enero de 1492 sólo quedarían con vida unos 1.500 de ellos. Munzer habló con un presbítero que estuvo encarcelado y le contó los verdaderos horrores que había padecido.
En este fragmento de la vista de Hoefnagel (1565) de Granada desde el Oeste ya marcó varias mazmorras por debajo de la ermita de los Mártires.
Otra perspectiva de Granada desde la Vega en la que también señaló los agujeros de las mazmorras por encima de la Antequeruela.
En cambio, otro cronista de origen francés que estuvo en la toma de la ciudad redujo a 700 el número de prisioneros liberados de las mazmorras del monte Abahul. Todos ellos habrían salido el día de la Toma harapientos, esqueléticos y con las cadenas de su presidio entre sus manos. Se dirigieron en procesión hasta el campamento cristiano de Santa Fe entonando cánticos de acción de gracias en latín: “Benedictus dominus deus Israel quia visitavit et fecti redemptionem plebis suae” (Bendito Señor Dios de Israel que nos has visitado y redimido a tu pueblo).
Buena parte de aquellas cadenas y grilletes que les esclavizaron fueron a unirse a otras que ya habían ordenado colocar los Reyes Católicos en la fachada del Monasterio de San Juan de los Reyes de Toledo, donde todavía continúan algunas.
¿Cómo era la vida de los cautivos cristianos en aquellas mazmorras? Los silos primero y las mazmorras después fueron construidos de forma troncocónica, con profundidades aproximadas entre de 6-8 metros y diámetro en su base de similares proporciones. Sus bocas tenían una abertura de unos dos metros; solían estar rodeadas de un brocal de obra alrededor. Son oquedades bastante resistentes pues están excavadas a pico y pala en un terreno duro y seco. Cuando fueron utilizadas como silos de grano, sal y otros alimentos se les solía poner una tapa encima para evitar la entrada de agua. En cambio, cuando se utilizaron como prisiones de cristianos permanecían al descubierto, vigiladas por soldados y perros, ya que era prácticamente imposible escapar de ellas sin ayuda. También existió en el monte Abahul una torre vigía desde la que se controlaban todas las bocas de las mazmorras; esta construcción es mencionada por algunos historiadores; también aparece dibujada en la tabla flamenca La Virgen de Granada, quizás el cuadro más antiguo que existe sobre la ciudad.
Los cautivos sólo entraban en ellas a dormir en horas nocturnas. Los nazaritas los utilizaron como prisioneros para cultivar tierras, construcciones de obras públicas y sirvientes domésticos. Los prisioneros eran bajados y subidos a través de escalas de cuerdas. El interior de algunas de estas mazmorras estaban subdividas por pequeños tabiquillos radiales, a modo de separación de espacios individuales. Tenían pequeños poyos en los alrededores para sentarse, algunas orzas o jarros para el agua y oquedades a modo de vasares. También hay restos de haber tenido encaladas las paredes. En el centro del suelo de las mazmorras había un pequeño rebaje a donde se supone que irían a parar los detritus humanos.
La primera imagen gráfica que existe de aquellas mazmorras nos la ofreció el pintor y grabador Joris Hoefnagel. Este autor estuvo en Granada en 1563-65 tomando apuntes para su libro 'Civitatis Urbis Terrarum', es decir, retratos fidedignos de las ciudades de la tierra
La primera imagen gráfica que existe de aquellas mazmorras nos la ofreció el pintor y grabador Joris Hoefnagel. Este autor estuvo en Granada en 1563-65 tomando apuntes para su libro Civitatis Urbis Terrarum, es decir, retratos fidedignos de las ciudades de la tierra. Elaboró e imprimió varias vistas de Granada en las que resaltó la existencia de aquellas mazmorras, tanto desde perspectivas generales como en detalles. La más interesante de todas ellas no la publicó en Citivitatis, pero se conserva un interesantísimo apunte en el Museo Británico.
Desde Torres Bermejas hasta los Alixares
El campo del Abahul era una suave loma situada de forma paralela a la muralla Sureste de la Alhambra. Se extendía entre las Torres Bermejas y los Alixares, algo más de un kilómetro de extensión. Se situaba frente a la que fue puerta habitual de acceso a la ciudadela, la Puerta de los Siete Suelos. El terreno es de una lastra dura, casi impermeable, muy apto para la construcción de silos subterráneos donde guardar granos.
Fue en este lugar donde en realidad entregó Boabdil las llaves de la Alhambra y del Reino de Granada (no frente a la Ermita de San Sebastián). Nada más tomar la ciudad, la reina Isabel ordenó bendecir el llamado Corral de Cautivos y la construcción de una ermita en la zona más alta de aquel campo de mazmorras. El sitio recibió el nombre de Campo de los Mártires, igual que su ermita original.
Las primeras acciones de los dominadores cristianos consistieron en ordenar el cegado de aquellas mazmorras que tanto sufrimiento habían causado a los cristianos. También, con el tiempo, fueron levantadas varias cruces de piedra en la avenida central del Campo de los Mártires. Aquel extenso territorio de propiedad real fue poco a poco fraccionándose, de manera que la parte alta fue adjudicada a los Carmelitas Descalzos para la construcción de su iglesia y monasterio (a partir de 1573). Mientras que en las partes laterales y bajas surgieron huertas, olivares y una extensa zona de recreo conocida como Peñapartida, la más cercana a Torres Bermejas.
Hacia 1537, el Concejo de Granada ordenó que las mazmorras del Campo de los Mártires fuesen utilizadas como escombreras públicas. Empezó así el rellenado de las oquedades que se iba a prolongar, en algunos casos, hasta la segunda mitad del siglo XIX. Las ordenanzas municipales de 1544 volvieron a reiterar que los escombros de los derribos tenían que ser llevados a tapar las mazmorras de los Mártires y una gran vaguada que había por debajo de la Puerta de Elvira.
Fueron tres largos siglos (XVI a XVIII) en que la vida transcurrió lentamente en el Campo de los Mártires o Corral de Cautivos, con las mazmorras o silos del reino nazarita colmatándose poco a poco de los escombros de una ciudad que se transformaba de musulmana a renacentista
¡La de miles de toneladas de restos de la Granada medieval que albergarán aquellas mazmorras! Incluso cuenta Henríquez de Jorquera que también eran utilizadas para arrojar los cadáveres producto de asesinatos (Anales correspondientes al año 1609). Fueron tres largos siglos (XVI a XVIII) en que la vida transcurrió lentamente en el Campo de los Mártires o Corral de Cautivos, con las mazmorras o silos del reino nazarita colmatándose poco a poco de los escombros de una ciudad que se transformaba de musulmana a renacentista.
La primitiva ermita de los Mártires fue erigida por los Reyes Católicos en la parte más alta del Corral de Cautivos (zona del actual Carmen de los Mártires). El oratorio fue adscrito a la capellanía de la Capilla Real y celebraba cada 2 de agosto una función denominada San Pedro Ad Vincula. En el atrio de la capilla estaba la primera mazmorra. Pero cuando los Carmelitas descalzos construyeron y ampliaron su iglesia y monasterio (a partir de 1573 y hasta 1620), la mazmorra fue reconvertida en un aljibe ubicado justo en mitad de la nave de la iglesia.
El canónigo y secretario del arzobispo Pedro de Castro, Justino Antolínez de Burgos, aseguró por aquellos años (Historia Eclesiástica de Granada), que una serie de murales al fresco adornaban la ermita de los Mártires narrando los martirios de los cristianos que allí sufrieron cautiverio y muerte. También escribió que el antiguo retablo narraba los tormentos, pero al derribar el muro del ábside para ampliar la iglesia del convento los carmelitas ya no volvieron a reponerlo. Por allí anduvo unos años San Juan de la Cruz como prior de la orden.
En 1707, cuando las dibujó Pietr Van der Aa, la mayoría de las mazmorras permanecían totalemente abiertas y la gente continuaba escudriñandolas
En 1707, cuando las dibujó Pietr Van der Aa, la mayoría de las mazmorras permanecían totalemente abiertas y la gente continuaba escudriñandolas.
Profundos cambios en el siglo XIX
El principio del fin para las mazmorras del Campo de los Mártires llegó en 1835 con la desamortización de Mendizábal y la exclaustración definitiva de los carmelitas. El convento de los Mártires y sus extensas huertas, alamedas y secanos fueron troceados y empezaron a pasar de mano en mano de particulares. El objetivo final no fue dar nuevos usos a los claustros y a la iglesia, sino demolerlos para reaprovechar los materiales y convertir la zona en cultivable. En 1838 fueron derribadas las cuatro cruces que adornaban el paseo y talada la chopera. En 1842 la mayor parte del olivar y las hazas que daban a la Antequeruela pasaron a manos de Rafael García López; el convento fue adquirido por Francisco López Castaño, que acabó la demolición de los edificios. Uno y otro continuaron el relleno de las mazmorras que quedaron dentro de sus respectivas propiedades. En el caso del edificio conventual, López Castaño acabó vendiéndolo a Juan Manuel Calderón, quien daría la puntilla final al utilizar los últimos materiales y escombros en la urbanización y relleno del Paseo de los Mártires. Bajo esta avenida quedaron definitivamente desaparecidas unas cuantas mazmorras de la zona alta del Corral de Cautivos.
Rafael García López, uno de los propietarios iniciales, escribió un extenso artículo en la Ilustración Española y Americana (1877). Dio datos muy concretos de la situación en que estaban las mazmorras hacia mediados del siglo XIX. Para comenzar, aseguró que él vio como cegaban en 1848 la mazmorra-aljibe que caía en mitad de la nave de la iglesia. Muy cercano a esta mazmorra, bajo la sacristía, también fue cegado el panteón subterráneo que servía de cementerio a la comunidad carmelita.
“Toda la prolongada cima –escribió Rafael García López– del cerro que reseño, desde dicha Huerta de los Mártires hasta Torres Bermejas está horadada con profundas y grandes cuevas, abiertas a pico en la roca (…) cada cueva no tenía otra comunicación exterior que una lumbrera circular, abierta perpendicularmente en lo más alto de la parte superior abovedada, como puede verse aún en las que existen dentro del Huerto del Porcel (antes conocido por el Tío Polo), que se sitúa desde Peñapartida hasta Torres Bermejas, en cuya finca hay varias, siendo la mayor la que llaman de los Murciélagos, cuya capacidad y altura de sus naves y rotondas circulares es tan grande que, no obstante la incalculable cantidad de cascajo que inunda el suelo, caben holgadamente en ella, con sobrado aire y luz, más de mil quinientos hombres”.
“En la parte oriental del deliciosísimo Paseo de los Mártires (la más cercana a la Antequeruela, Auditorio Manuel de Falla actual) han quedado rellenas con cascajo y despedregros de mis tierras contiguas cinco cuevas subterráneas de igual construcción que las reseñadas anteriormente…”
Allí estaba la mazmorra de la Muerte, también grandísima y situada por debajo del estanque del jardín. No obstante, lo más significativo de su escrito es que él mismo rellenó cinco de las mazmorras: “En la parte oriental del deliciosísimo Paseo de los Mártires (la más cercana a la Antequeruela, Auditorio Manuel de Falla actual) han quedado rellenas con cascajo y despedregros de mis tierras contiguas cinco cuevas subterráneas de igual construcción que las reseñadas anteriormente…”
Finalmente, Rafael García menciona la existencia de restos de un torreón próximo a la calle Callejón de la Sierra (actual Niño del Rollo), que pareció formar parte de un tramo de muralla antigua entre la Puerta de la Justicia y la Puerta del Sol (Bib Mauror). Este torreón aparece pintado en el cuadro de la Virgen de Granada.
Los hallazgos de nuevas mazmorras y situación actual
A finales del siglo XIX se había perdido casi por completo la memoria de mazmorras de época musulmana, tanto las descritas y dibujadas en el Corral de Cautivos como dentro de la ciudadela de la Alhambra.
El primer hallazgo de un silo sellado desde 1492 apareció casualmente en la zona de Peñapartida en junio de 1836. Dio cuenta de su descubrimiento el periódico madrileño El Artista (edición de 1 de julio), aunque no fue muy explícito
El primer hallazgo de un silo sellado desde 1492 apareció casualmente en la zona de Peñapartida en junio de 1836. Dio cuenta de su descubrimiento el periódico madrileño El Artista (edición de 1 de julio), aunque no fue muy explícito. En aquel año sólo se publicaba en Granada el Boletín Oficial de la Provincia y no insertó ni una sola línea. Leopoldo Torres Balbás especuló en 1944 que aquel silo estaba lleno de sal. Parece ser que al estar sellado y escondido cuando fue entregada la ciudad nadie se percató de su existencia hasta tres siglos y medio más tarde.
Hasta el siglo XIX sólo se tenía conocimiento de la existencia de una gran mazmorra troncocónica dentro del recinto amurallado de la Alhambra, aunque de menor tamaño que las de los Mártires. Era la situada en el jardincillo tras el Baño del Polinario. Después fueron apareciendo otras cuatro más en los jardines altos.
Entre finales del siglo XIX y 1910, los trabajos de limpieza y arqueología acometidos en la Alcazaba por los directores Mariano Contreras y Modesto Cendoya permitieron dar con dos silos-mazmorras en el recinto castrense. La primera mazmorra es la situada al lado Este de la Torre de la Vela, en perpendicular a la Torre de Armas (su brocal tiene forma cuadrada). La segunda mazmorra de la Alcazaba fue descubierta por Modesto Cendoya delante de la Torre Quebrada. A esta última le fue perforada una escalera de caracol de modo paralelo que permite acceder a ella.
Una de ellas tiene las paredes recubiertas de ladrillo, señal inequívoca de que en principio fue diseñada como un silo para almacenar grano. Tienen tabiquillos y solerías de ladrillo en el suelo a modo de compartimentos, además de un pozo central para detritus, que denotan su último uso como prisiones
Una de ellas tiene las paredes recubiertas de ladrillo, señal inequívoca de que en principio fue diseñada como un silo para almacenar grano. Tienen tabiquillos y solerías de ladrillo en el suelo a modo de compartimentos, además de un pozo central para detritus, que denotan su último uso como prisiones.
La siguiente en aparecer dentro de los patios de la Alhambra es la situada a unos diez metros al Norte de la Puerta del Vino (Su existencia es delatada por una simple rejilla en el suelo cementado). Fue descubierta nada más llegar Leopoldo Torres Balbás, en 1923. Es algo mayor en tamaño que las dos existentes en la Alcazaba. Su interior estaba relleno de escombros con aproximadamente un metro de altura; cuenta Torres Balbás en sus escritos que el rellenado debió comenzar en época inmediata a la toma por los Reyes Católicos, pues fue encontrada una moneda de la época en su fondo, además de abundante cerámica rota (alguna recompuesta y expuesta hoy en el Museo de la Alhambra). La mazmorra de la Puerta del Vino tiene en su fondo veintiséis compartimentos, está reforzada con yeso y encalada en origen.
A finales de la década de los años veinte, también bajo la dirección de Torres Balbás, apareció la gran mazmorra del Secano o de los Abencerrajes, por hallarse ante lo que fue aquel palacio, posteriormente destruido.
Unos años más tarde, el nuevo propietario del Carmen de los Mártires (Huberto Meersman) descubrió una nueva mazmorra de las que seguramente habían sido cegadas años anteriores. La acabó de rellenar y no dejó constancia de su ubicación exacta.
En el diario de obras de la Alhambra correspondiente al año 1930, Torres Balbás anotó la aparición de otra mazmorra más (apunte del 6 de mayo), situada junto al Carmen de Matamoros (actual Auditorio Falla) y mientras se hacían obras de reparación de muros en los Mártires. Este silo tenía una cueva en dirección a la puerta Siete Suelos. No dejó escritos más detalles (quizás se tratase de una de las cegadas por Rafael García a mediados del XIX).
La última aparición de una mazmorra nazarita ocurrió durante unas obras en el año 1986. Está situada en el paseo lateral izquierdo de la Avenida de los Mártires (sentido de subida), frente a un portón que tiene un cartel donde estuvo el taller de empleo de cantería. Tiene unos diez metros de base, aunque su profundidad apenas rebasa los 5,5 metros. Su abertura, de unos 2,5 metros de diámetro, se encontraba tapada con cuatro vigas de hierro y un entramado de rasillas. Era señal inequívoca de que había sido taponada a finales del siglo XIX o principios del XX. En su interior tiene construido un muro que lo divide y aísla de dos galerías que parten en dirección al jardín de los Mártires y hacia la puerta Siete Suelos (zona del actual colegio Ángel Ganivet).
Es probable que dichas galerías conectasen en tiempos pasados con la concentración de silos-mazmorras que existió ante la puerta Siete Suelos. Algunas de ellas fueron destruidas o reaprovechadas sus oquedades al construir los grandes depósitos de agua que hay a ambos lados de la cancela baja del secano de los Mártires, justo detrás del hotel Washington Irving y en la trasera del colegio Ganivet.
Para resumir, la situación lo que se conoce actualmente de los silos-mazmorras que han llegado a nuestros días, tanto dentro de la Alhambra como en el antiguo cerro del Abahul, es la siguiente:
1. Dentro de la Alcazaba existen dos: frente a torre de Armas y al lado de torre Quebrada, la única accesible por escalera de caracol.
2. Una junto a la Puerta del Vino.
3. Una en la parte trasera del Baño del Polinario, por encima de la Puerta de los Carros.
4. Una bastante grande en el Secano, delante de los cimientos del Palacio de los Abencerrajes, detrás del control de acceso al Generalife.
Entre todas las mazmorras conocidas hay al menos quince. Más las cinco que dijo haber cegado Rafael García López al despedregar su olivar; seguramente alguna más permanece oculta bajo el asfalto de la ancha avenida de acceso al Carmen de los Mártires y, sobre todo, en los jardines del Carmen de los Catalanes
6. La situada en el Paseo de los Mártires, lateral izquierdo de subida (redescubierta en 1986).
7. Frente a la puerta de la Siete Suelos, en lo que es el asfalto de la calle, existen otras dos localizadas, excavadas y con bocas de acceso marcadas.
8. El Carmen de Peñapartida/Valparaíso/Capricho de Colón o de los Catalanes, que de todas estas formas se ha llamado, fue adquirido por la Alhambra en el año 2002. Cada año se acometen en él obras de restauración y consolidación. Cuatro son las mazmorras que se tienen localizadas, con bocas y brocales construidos y protegidos para evitar accidentes. Dos de ellas deben ser la de los Murciélagos y de los Muertos a que hacía mención Rafael García en su artículo de 1877; otra de ellas debe tratarse de la que estuvo llena de sal durante varios siglos.
Es decir, que entre todas las mazmorras conocidas hay al menos quince. Más las cinco que dijo haber cegado Rafael García López al despedregar su olivar; seguramente alguna más permanece oculta bajo el asfalto de la ancha avenida de acceso al Carmen de los Mártires y, sobre todo, en los jardines del Carmen de los Catalanes.
No existe constancia documental alguna de que ninguno de estos silos fuese destinado a almacén veraniego de nieve y hielo. Quizás la cercanía a los neveros de Sulayr y el servicio de arrieros de la nieve diario no lo hizo necesario en el caso de Granada capital.
Existe otra media docena de mazmorras y oquedades menores en el recinto de la Alhambra, que permiten especular que por lo menos llegó a haber unas veinte en la recta final del reinado de Boabdil.