¿Quién acribilló a balazos al arcángel San Miguel de la Catedral de Granada?
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En 1666 fue desechada la idea de Diego de Siloé de erigir la segunda torre gemela; se sustituyó por una especie de contrafuerte rematado por la estatua
Los franceses que invadieron Granada en 1810 pusieron de moda afinar la puntería disparando a veletas, campanas y yamures que coronaban las torres de la ciudad. Debía hacerles gracia el sonido de los proyectiles rebotando en el metal. Enseñaron a los granadinos del tumultuoso siglo XIX; pegar tiros a cabezas, brazos y piernas de altorrelieves de portadas de iglesias y monumentos fue entretenimiento habitual en la época más anticlerical conocida hasta entonces. Especialmente en el sexenio revolucionario (1868-74), que otros llaman sexenio democrático.
Me apunto a la tesis más probable de que fue durante el siglo XIX cuando alguien le tomó el gusto a disparar al arcángel San Miguel que corona la torre sur de la Catedral de Granada
Me apunto a la tesis más probable de que fue durante el siglo XIX cuando alguien le tomó el gusto a disparar al arcángel San Miguel que corona la torre sur de la Catedral de Granada. Aunque cabe la posibilidad de que ocurriese en cualquier otro momento de la Historia. No han quedado referencias escritas. Incluso hay teorías que apuntan que los disparos contra la estatua pudieron suceder durante la II República o principios de la guerra civil de 1936. Todo son incógnitas.
El descubrimiento en el arreglo de 1991
Vamos con los hechos que afectan a este “asesinato” frustrado del arcángel San Miguel. En el año 1991 se decidió acometer la restauración de los pináculos que coronan las cornisas de la Catedral; el proyecto también incluyó a la estatua que remata la cupulilla de la torre Sur, la que cierra la esquina lindera con la iglesia del Sagrario. Dirigía los trabajos el arquitecto Pedro Salmerón Escobar, que llevaba pocos años como maestro conservador de la montaña pétrea.
Se encontró que la estatua de San Miguel estaba prácticamente desmoronada, rajada en siete grandes bloques. El metal que sujetaba las alas de bronce a la espalda había oxidado la piedra blanca
Se encontró que la estatua de San Miguel estaba prácticamente desmoronada, rajada en siete grandes bloques. El metal que sujetaba las alas de bronce a la espalda había oxidado la piedra blanca. El riesgo de desmoronamiento total era evidente. Por primera vez en más de tres siglos se decidió desmontar las alas para proteger sus anclajes con acero inoxidable y neopreno, para evitar que continuase la corrosión. También se le colocaron unos tensores con los que resistir los terremotos y vendavales. La escultura de piedra fue recompuesta y asegurada. Quedaba claro que la reparación superficial del año 1929 no había aportado soluciones, más bien había acrecentado sus problemas de conservación. De aquella intervención no quedó una memoria explicativa para conocer si ya constataron la presencia de los disparos.
La sorpresa surgió al desmontar las alas de bronce y analizar su estado. Faltaba algún remache original. Pero lo más extraño fue verificar que el ala derecha presentaba tres perforaciones causadas por otros tantos proyectiles
La sorpresa surgió al desmontar las alas de bronce y analizar su estado. Faltaba algún remache original. Pero lo más extraño fue verificar que el ala derecha presentaba tres perforaciones causadas por otros tantos proyectiles. Cada uno de los agujeros con sus correspondientes rebabas o bordes evertidos hacia arriba. No se le hicieron exámenes de balística para intentar conocer el tipo de bala utilizado y fecha del “angelicidio”. Pero quedaron claros algunos aspectos: lo más probable era que los tres balazos procediesen de la misma arma y efectuados en la misma fecha; el proyectil utilizado debió ser de punta de acero por la fricción que dejó; es imposible saber su calibre porque las balas contra las láminas de bronce suelen dejar agujeros más estrechos que el calibre que los perfora; pero los bordes de salida son bastante aparatosos. En cuanto al ángulo de los disparos, todo hace pensar que el tirador los hizo desde abajo, en algún lugar frente a la puerta principal o Plaza de las Pasiegas. Aunque las trayectorias indican que varió la posición en cada uno de ellos.
Los tres disparos afectaron al ala derecha. Fue así por la posición del tirador, ya que la izquierda la tapa el propio cuerpo del arcángel y apenas se ve desde ese punto
Los tres disparos afectaron al ala derecha. Fue así por la posición del tirador, ya que la izquierda la tapa el propio cuerpo del arcángel y apenas se ve desde ese punto. El mal estado de la piedra de la estatua no permite saber si el escopetero también acertó a la cabeza o cuerpo; al menos no quedaban erosiones visibles. Tampoco tenían daños la espada ni la rama de metal que empuña San Miguel (o Uriel); son más finas y difíciles de acertar con un fusil desde algo más de cincuenta metros.
Robadas por un chatarrero
El arquitecto director de la obra decidió bajar las pesadas alas de bronce para proceder a su restauración. Los albañiles las dejaron guardadas a pie de obra, en caseta cerrada con llave. Era un viernes por la tarde. La nueva sorpresa llegó el lunes siguiente, cuando se percataron de que los husmeadores de chatarra y herramientas por las obras se las habían llevado. ¡Menudo problemón! No se trataba de una herramienta sustituible, eran nada menos que unas alas fundidas en el último tercio del XVII, piezas artísticas únicas. Los obreros conocían los círculos habituales en que se movían los rateros que visitaban obras por la noche en busca de ferralla o herramientas; sabían los lugares a los que habitualmente había que acudir a recomprar sus propias herramientas.
El arquitecto Pedro Salmerón no quiso que corriera el rumor de la importancia de las piezas robadas por un delincuente de poca monta. Ni que se denunciara en comisaría
El arquitecto Pedro Salmerón no quiso que corriera el rumor de la importancia de las piezas robadas por un delincuente de poca monta. Ni que se denunciara en comisaría. Podría asustarse el perista o chatarrero, incluso el ladronzuelo si todavía las tenía en su poder, y destruirlas a martillazos o hacerlas desaparecer. Lo mejor era actuar con cautela. Se decidió poner el asunto en manos de un joven que trabajaba de peón en la obra de la Catedral; por su ambiente social era conocedor de esos circuitos de ladrones de chatarra. Le dijeron que simulara que estaba de vacaciones y que se dedicara a buscar las alas por los lugares habituales de compra.
No tardó mucho en dar con ellas: estaban ya en exposición en una chatarrería de la calle Molinos
No tardó mucho en dar con ellas: estaban ya en exposición en una chatarrería de la calle Molinos. La estrategia del arquitecto continuó siendo no denunciar el robo a la Policía, el temor a que se presentaran agentes pidiendo información podría ser contraproducente. Así es que lo mejor era intentar recomprar las alas al chatarrero, costara lo que costara. Por supuesto, siempre sin mostrar demasiado interés por la importancia de las piezas ni decir de dónde procedían. El joven obrero regateó lo que pudo; el chatarrero las había comprado al peso, por cuatro duros. Al final las consiguieron pagando por ellas varias veces el precio de compra, pero se eliminó el riesgo de que las trocearan o desaparecieran para siempre. Pedro Salmerón esperaba con una carretilla en las inmediaciones de la chatarrería para que no se olieran el gran valor histórico de lo robado.
No acabó la historia de las alas de San Miguel con su retorno a la Catedral. Todavía quedaba un nuevo sobresalto
No acabó la historia de las alas de San Miguel con su retorno a la Catedral. Todavía quedaba un nuevo sobresalto. Se las entregaron a un herrero para ponerle los nuevos anclajes de acero inoxidable y sujeciones para los tensores de seguridad. El artesano cumplió con la función encomendada por el arquitecto. E incluso dio un paso más. “Le he tapado tres agujeros que tenía” −sorprendió al arquitecto cuando fue a recogerlas−. El herrero había dado unos martillazos a las rebabas y había intentado enderezar el material a su estado original. Pedro Salmerón se echó las manos a la cabeza y rogó al artista que volviera a dejar los bordes evertidos tal como se los habían entregado. Eran vestigios históricos que debían ser conservados. Y así están estas alas perforadas a tiros desde entonces.
¿Quién y cuándo disparó a San Miguel?
Siguen siendo incógnitas sin desvelar quién, cuándo y por qué fueron tiroteadas las alas del arcángel de la Catedral. No ha quedado ningún registro de los hechos en documentos del Cabildo. Tampoco en la prensa. Podrían haber ocurrido durante alguno de los tumultos de la historia granadina del siglo XIX o incluso en la última guerra civil. Tampoco es descartable que sus autores fuesen franceses entre 1810-12.
No acabó la historia de las alas de San Miguel con su retorno a la Catedral. Todavía quedaba un nuevo sobresalto
He estado repasando las fotografías más antiguas del arcángel San Miguel y ha sido imposible ver con detalle si cuando sus autores las hicieron ya existían o no los orificios. La foto más antigua que se conserva es la de Claude Marie Ferrier; se subió a la torre mayor en la primavera de 1857 y disparó hacia varios puntos de la ciudad; en una de ellas aparece el ángel, pero no con la suficiente cercanía ni nitidez como para ver si ya tenía los agujeros. En otra fotografía de 1885, tomada desde el ático central de la fachada, tampoco se aprecia nada. Son de pequeño calibre y sólo se ven con prismáticos y en una posición de luz favorable; sólo se aprecian desde abajo en las raras ocasiones en que se hace coincidir la Luna en la línea de visión.
El 17 de agosto de 1869 hubo un importante tiroteo en el entorno de la Catedral. ¿Pudo ser entonces?
Como posibilidad remota apunto que esos disparos pudieron registrarse en el verano de 1869. Se vivió una situación muy tensa en Granada como consecuencia de la gran inestabilidad política del país. El gobierno anticlerical de Manuel Ruiz Zorrilla promulgó unas leyes, llamadas liberales y progresistas, que obligó a acatar a todos los obispados. El arzobispo de Granada Bienvenido Monzón y el cabildo de la Catedral de Granada fueron de los pocos colectivos católicos que no se pronunciaron al respecto; ambientes republicanos granadinos no dejaron de presionar para que las acataran. Hubo encierro de religiosos en la catedral, cercos, carreras por los tejados y disparos. Se puso de moda disparar contra las campanas porque los republicanos decían que les molestaban los badajos tocando a todas horas. El 17 de agosto de 1869 hubo un importante tiroteo en el entorno de la Catedral. ¿Pudo ser entonces?
El más importante de los sucesos en la Catedral fue el corte del óleo de la Virgen de la Soledad, de Cano, que se exhibía en la capilla de San Miguel
El sexenio revolucionario acumuló varias agresiones más al patrimonio eclesiástico y de la Catedral. Fue derribada la iglesia de san Gil y se quiso demoler San Jerónimo. El más importante de los sucesos en la Catedral fue el corte del óleo de la Virgen de la Soledad, de Cano, que se exhibía en la capilla de San Miguel. En noviembre de 1873 un individuo lo extrajo del marco y lo tenía preparado para venderlo a un italiano. Afortunadamente, fue localizado antes de emprender viaje y perderse para siempre.
El 5 de diciembre de 1666 fue fecha crucial para la continuación y acabado de la Catedral de Granada
Tampoco se descarta que esos tiros pudieran haber sido disparados durante los atentados contra iglesias y conventos de Granada ocurridos en la II República. Podría ser así ya que quienes hicieron la restauración de 1929 no dijeron que las alas tuviesen disparos. O no le dieron importancia en caso de que ya estuvieran desde años atrás.
La torre descartada en 1666
El 5 de diciembre de 1666 fue fecha crucial para la continuación y acabado de la Catedral de Granada. Hasta entonces, y desde 1523, todos los maestros mayores que se sucedieron en la dirección del proyecto siguieron la traza renacentista dibujada por Diego de Siloé. Obviamente, haciendo cambios obligados por las circunstancias o interpretando lo no concretado en papeles por el maestro burgalés. La mayor modificación de todas fue dejar inconclusa la torre norte cuando empezaron a aparecer grietas en 1590. (Ver: La imponente Catedral de Granada que diseñó Siloé y se quedó en 'torremocha').
De la fachada y del inicio de la segunda torre, la Sur, poco se hablaba. Había habido varios dibujos de arquitectos que reinterpretaron la fachada de Siloé y sus dos torres gemelas, pero quedaron sólo en dibujos
La efusividad, euforia e ilusión con que la empezaron en el primer tercio del siglo XVI se fueron enfriando en las décadas siguientes. Con el tiempo se fue perdiendo entusiasmo y escaseaban los fondos. Granada ya no era vista en la segunda mitad del siglo XVII como una de las ciudades más importantes para la monarquía; los ejes de poder estaban desplazados a otras capitales. La construcción de la Catedral avanzaba lenta, falta de entusiasmo para el año 1664. Iban ya 141 años de trabajos, con grandes interrupciones, que hacían crecer lentamente pilastras, muros y cierres de naves por tramos. De la fachada y del inicio de la segunda torre, la Sur, poco se hablaba. Había habido varios dibujos de arquitectos que reinterpretaron la fachada de Siloé y sus dos torres gemelas, pero quedaron sólo en dibujos.
Hasta que en 1666 llegó el momento de tomar la decisión de levantar la fachada y la torre Sur. Hubo un baile de maestros de obras, con ceses voluntarios y vacantes
Hasta que en 1666 llegó el momento de tomar la decisión de levantar la fachada y la torre Sur. Hubo un baile de maestros de obras, con ceses voluntarios y vacantes. Incluso alguno se negó a hacer una propuesta de fachada. Hasta que en la fecha indicada del 5 de noviembre de 1666 hubo que decidir la forma de acabar la Catedral de una vez. El cabildo optó por la fachada que creyó más barata y rápida de hacer y, lo más doloroso de todo, que ya no se levantara la segunda torre gemela planteada por Diego de Siloé. El acta de aquella sesión dice que, en su lugar, “… se edifique de suerte que tenga la proporción necesaria para recibir la obra”.
En caso de que hubiesen decidido seguir manteniendo el proyecto de Siloé cabe preguntarse si habrían elevado la segunda torre en su totalidad o la habrían dejado también torre mocha como se quedó la Norte para siempre a causa de los fallos estructurales
Es decir, que se hiciera una especie de torre o grueso machón que funcionara como receptor de las cargas de la esquina del edificio. Los canónigos y arquitectos que los asesoraban dieron la puntilla al proyecto siloesco. La única razón que se barajó fue la económica, el dinero escaseaba y se deseaba acabar el edificio cuanto antes. No explicaron razones técnicas o estéticas, ni se aclaró si la cimentación estaba hecha como aparece en algún dibujo anterior. Lo más probable es que no se hubiera iniciado nada de ese cornero, como bien dejó plasmado Ambrosio de Vico en su Plataforma de 1612. En caso de que hubiesen decidido seguir manteniendo el proyecto de Siloé cabe preguntarse si habrían elevado la segunda torre en su totalidad o la habrían dejado también torre mocha como se quedó la Norte para siempre a causa de los fallos estructurales.
El resultado fue que el último maestro mayor, Gaspar de la Peña, dio la espantada y se despidió sin dignarse hacer un dibujo para continuar la fachada
El resultado fue que el último maestro mayor, Gaspar de la Peña, dio la espantada y se despidió sin dignarse hacer un dibujo para continuar la fachada. El Cabildo recurrió a Alonso Cano y le pidió que hiciera una traza; el Racionero hizo el dibujo que conocemos como realidad, con escasos cambios posteriores, y recibió el nombramiento de arquitecto mayor de la obra. Era el 4 de mayo de 1667; el genial artista tenía su estudio en la torre Norte y gozaba de los privilegios de un racionero real. Ya contaba 66 años y no tenía muy buena salud. Falleció repentinamente el 3 de septiembre de aquel año, cuando llevaba en el cargo poco más de tres meses. Al menos, dejó el dibujo de una nueva portada que se consideraba rompedora, genial, más barata y rápida de hacer. En el estilo barroco que sucedía a la traza renacentista inicial.
Inmediatamente fue contratado José Granados de la Barrera (1667-85) para que pusiese en ejecución los dibujos de Alonso Cano
Inmediatamente fue contratado José Granados de la Barrera (1667-85) para que pusiese en ejecución los dibujos de Alonso Cano. Buena parte de su labor coincidió con el impulso que dio a las obras el arzobispo Fray Alonso Bernardo de los Ríos (1677-92). Y empezó a crecer la segunda torrecilla, la torre-estribo contrafuerte. Su traza en el cuerpo inferior es una repetición de los machones esquinados de la gran torre Norte, de aproximadamente un tercio de su grosor. Da la impresión de tratarse de un contrafuerte macizo, pero no es así, tiene en su interior una escalera practicable delatada por una fila vertical de ventanillas. En su parte baja incluso se alojó la contaduría. Pero el aspecto general es de un gran machón de sujeción.
A partir del entablamento ya se rompe el diseño renacentista y aparece una torre achaflanada con aires barrocos
Hasta el aparatoso entablamento intermedio incluso continuaron la misma cenefa iniciada un siglo antes en la torre Norte, más la cartela central; solamente añadieron cuatro bucráneos (cabezas de buey) y unas metopas. A partir del entablamento ya se rompe el diseño renacentista y aparece una torre achaflanada con aires barrocos. Se remata con una estética cúpula de piedra semiesférica, un pináculo y lo corona la estatua del arcángel San Miguel.
Talla de Lucas González
El elegido para tallar en piedra blanca la imagen del arcángel San Miguel fue el escultor local Lucas González. Era granadino de nacimiento, estaba haciendo trabajos en iglesias del obispado de Granada. También obras menores en la misma Catedral granadina. Se basó para el vaciado del ángel en el dibujo que había hecho Alonso Cano (hoy perdido). El encargo lo recibió en 1677 mediante un contrato de 3.300 reales. La figura de San Miguel (o Uriel) lleva una espada dentada en la mano derecha, alzada en tono amenazante, y una rama en la izquierda. Las alas semiabiertas se decidieron añadírselas en metal. Tanto las alas como la espada y la rama están hechas con una aleación de bronce. En el primer caso, cosidas con remaches. Las partes metálicas fueron trabajadas por el fundidor Jerónimo Fernández.
Lucas González es más conocido por los trabajos que le precedieron en la Catedral de Jaén
Lucas González es más conocido por los trabajos que le precedieron en la Catedral de Jaén, labrados dos años antes que el arcángel de Granada (1675). Dos de los relieves de las sobrepuertas de Jaén salieron de su mano: Las bodas de Canaán y Santa Catalina.
Dos curiosidades finales:
- 1. No se sabe el motivo exacto por el cual el rosetón o estrella apuntada que corona el arco central, bajo el jarrón de flores, está inserto en un óvalo y no en una circunferencia perfecta, como los otros que abundan en la fachada. La diferencia de altura con relación al ancho es de medio metro, aproximadamente. ¿Un error de medidas? ¿Un mensaje oculto? Pues no. El constructor lo hizo para acentuar la perspectiva a nivel de calle. Es de los poquísimos rosetones ovalados que existen en una catedral. Se trata de un diseño complejo de dos estrellas de ocho puntas (estrellas tartésicas) con eje en el mismo centro; las puntas verticales están más estilizadas que las horizontales. La estrella tartésica se asocia a la cultura islámica.
- 2. ¿A qué obedece que el arcángel San Miguel esté repetido en la fachada? Además del que corona la torre Sur, existe otro San Miguel justiciero, con casco y lanza luchando contra un dragón. Es el más cercano sobre la cornisa próxima a la torre Norte. Fue añadido en 1781, esculpido por Miguel Verdiguier. Quizás esta posible repetición es la que hace pensar que el de la torrecilla es San Uriel.
Fuentes:
─Con información y fotos de Pedro Salmerón Escobar, arquitecto conservador de la Catedral.
─Algunos datos han sido extraídos del libro multidisciplinar de la Catedral, coordinado por Lázaro Gila Medina (2005).