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ARTÍCULO POR ISABEL DAZA

'¿Merece la pena? La carta y el 1 de mayo'

Ciudadanía - Isabel Daza - Miércoles, 1 de Mayo de 2024
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Sánchez, junto a Antonio Arias, Erik Jiménez y Jota.
@sanchezcastejon
Sánchez, junto a Antonio Arias, Erik Jiménez y Jota.

Aún con resaca emocional tras los acontecimientos del fin de semana, sigue resonando esta pregunta que nos lanzaba a todas y todos los españoles el pasado miércoles el presidente Pedro Sánchez: ¿Merece la pena?

Sin lugar a dudas, es una pregunta que todas y todos nos hacemos cuando, a pesar de trabajar sin parar, pagar la factura de la luz se convierte en un drama, comprar aceite de oliva en un lujo o mantener una vivienda (alquilada o propia) en una misión difícil. Realmente, ¿merece la pena?

Sin lugar a dudas, es una pregunta que todas y todos nos hacemos cuando, a pesar de trabajar sin parar, pagar la factura de la luz se convierte en un drama, comprar aceite de oliva en un lujo o mantener una vivienda (alquilada o propia) en una misión difícil. Realmente, ¿merece la pena?

Lo cierto es que merezca la pena o no, todas y todos seguimos engrasando la maquinaria capitalista porque ya no sabemos cómo parar el carro. Ni las derechas ni las izquierdas, lo hemos comprobado este fin de semana, hoy por hoy no hay izquierda fuera del capitalismo. Dicho de otro modo, el capitalismo ha comprado también el discurso de la izquierda y, probablemente, un paso necesario para conseguirlo haya sido convertir la política en un lodazal. De la “máquina del fango” nos hablaba Pedro Sánchez en su carta citando a Umberto Eco.

La misma carta se ha ofrecido como un acto espontáneo y sincero de un hombre que no teme mostrar sus emociones en público; un hombre nuevo, que goza de una nueva sentimentalidad, sosegado y reflexivo (¡5 días!), abiertamente feminista y, ahora lo sabemos, profundamente enamorado de su mujer. Un héroe contemporáneo en toda regla. El rico, guapo y bueno del culebrón, que de buenos y malos hemos escuchado hablar en la ejecutiva del P.S.O.E.

Una buena parte de la población ha decidido que merece la pena “comprar” este relato, es decir, creérselo, por muy increíble que resulte pensar que un político del siglo XXI actúe sin que un equipo de asesores, de publicistas y creadores de imagen que calculen cuidadosamente cada paso

Una buena parte de la población ha decidido que merece la pena “comprar” este relato, es decir, creérselo, por muy increíble que resulte pensar que un político del siglo XXI actúe sin que un equipo de asesores, de publicistas y creadores de imagen que calculen cuidadosamente cada paso. Y puede que haya tenido mucho de crisis sincera pero, sin duda, es también una estrategia calculada. Los ciudadanos y las ciudadanas, que como el sr. Presidente tampoco somos ingenuas, sabemos que es posible mentir diciendo la verdad. De hecho, en política es lo más probable.

Recuerdo que el pasado verano tuvimos el placer (realmente lo fue) de conocer al sr. Sánchez y he de reconocer que me pareció un hombre amable, cercano, honesto y hasta divertido. Al día siguiente, el mismo Pedro (quien lo haga en su nombre), que venía acompañado de un fotógrafo profesional, publicó en sus redes unas fotografías con las que mostraba a la ciudadanía el rato distendido que había pasado con los artistas de la ciudad. El problema es que, sin ser mentira, tampoco era verdad. El rato fue distendido, sí, y muy agradable pero no fue una fiesta ni la noche espontánea que venden las fotografías, sino un acto programado, previamente organizado por su equipo, y en el que no estuvo más de una hora antes de irse a cenar con unos/as dignatarios/as europeos. Cuestiones de agenda. Tampoco fue un acto cualquiera sino un evento de esos que los publicitas organizan para crear “imagen de marca” y al que servimos todas y todos los que estábamos allí queriendo o sin querer.

No es una justificación. Al menos para mí, esta experiencia personal arroja algo de luz: en la política actual nada/nunca/nadie es lo que parece

No es una justificación. Al menos para mí, esta experiencia personal arroja algo de luz: en la política actual nada/nunca/nadie es lo que parece.

Por eso, me cuesta mucho trabajo creer que, aún habiendo algo de verdad en toda esta historia, ese algo de verdad sea, a estas alturas, algo más que el marco de una estrategia muy útil para aglutinar a la izquierda al grito de “no pasarán” (sabiendo que ya pasaron y qué ha pasado después) y a favor de un partido que ha demostrado hasta la saciedad lo incómodo que se siente junto a esa misma izquierda. Una estrategia que no sólo no ataca la polarización política, sino que la fomenta y la produce apelando, como los discursos de los que cree alejarse, a la misma política sentimental, melodramática y muy poco reflexiva que practican las muy lamentables y aún más corruptas derechas españolas.

Nadie se pregunta por la verdad sino si vende o no una verdad aunque tengamos que retorcerla hasta que nos beneficie

La famosa carta, como los hechos que denuncia, se hunde en la máquina del fango porque el fango, además de la agresividad y la violencia con la que los políticos tratan a sus adversarios, además de la corrupción periodística que supone dar soporte a noticias falsas, se forma también con la falta de claridad con la que asimismo se manipula la opinión pública, esa falta de claridad justa que permite mentir diciendo la verdad y hacerlo porque beneficia a la marca. Nos hemos acostumbrado al marketing político. Nos hemos acostumbrado al marketing digital, social y hasta a practicar un marketing íntimo. Nadie se pregunta por la verdad sino si vende o no una verdad aunque tengamos que retorcerla hasta que nos beneficie.

Hoy, Primero de mayo, un día internacionalmente reivindicativo, conviene recordar que el capitalismo ha comprado todos los discursos y se lo permitimos porque ha comprado también el nuestro. Promocionar nuestra imagen digital, gestionar nuestro tiempo, rentabilizar nuestros esfuerzos por ser visibles, ser más productivos, más competitivos, etc., son exigencias del sistema, del mercado capitalista, aunque las hayamos asumido profundamente convirtiéndolas en nuestro día a día, en nuestra propia vida, enfangándonos con nuestras propias prácticas hasta no advertir el lodo y sin pararnos a pensar -no todas podemos tomarnos unos días y volver como si nada- si merece la pena seguir así o si hay alguna alternativa al capitalismo que nos saque de este lodazal del que, sin duda, merece la pena salir. 
Isabel Daza es Filología y profesora.