Homenaje a los libros prohibidos y quemados
Arde la Memoria 2017
Día: domingo, 23 de abril (Día del Libro)
Lugar: Plaza de Bib-Rambla (Granada)
Hora: 12:00
Granada Abierta rinde homenaje, un año más, a los libros prohibidos y quemados a lo largo de la historia en las hogueras del fanatismo. Y lo hacemos con el recital poético-musical Arde la Memoria en la Plaza de Bib-Rambla, escenario de la hoguera inquisitorial que redujo a cenizas la Biblioteca de la Madraza en 1499, hace ya 518 años.
Arde la Memoria forma parte del programa oficial de la Feria del Libro de Granada y se ha convertido en un lugar de encuentro intercultural en el que participan el Colectivo Andaluz de Mujeres Musulmanas, la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad y estudiantes de la Universidad de Granada, que leerán poemas en árabe y castellano para promover la convivencia entre las culturas. Prohibida hace cinco siglos por Cisneros, la lengua árabe vuelve a escucharse en la emblemática plaza granadina. Es nuestra forma de celebrar el Día del Libro y reivindicar el plurilingüismo, como símbolo de una ciudad integradora. Este año se suman a la lectura poética Ángeles Mora, Premio Nacional de Poesía, y Antonina Rodrigo, biógrafa de Mariana Pineda. Y como broche de oro, la música andalusí de Suhail Serguini...
Durante el acto, recordamos que Cisneros ordenó el asalto a la Biblioteca de la Madraza y arrojó más de 5.000 libros a la hoguera, incumpliendo las Capitulaciones que los Reyes Católicos se habían comprometido a respetar “para siempre jamás”. No conforme con eso, mandó requisar todos los libros que hubiera en casas particulares para arrojarlos igualmente a las llamas. Juan de Vallejo, cronista de Cisneros, lo describe así: “Y para desarraigarlos de su perversa y mala secta, mandó a los alfaquíes tomar todos los coranes y otros libros particulares, hacer grandes fuegos y quemarlos todos”. Sin embargo, Vallejo añade: “Se quemaron todos, sin quedar memoria, excepto los libros de medicina y botánica. Su señoría mandó traer 30 o 40 volúmenes, que están hoy puestos en la librería del insigne Colegio y Universidad de Alcalá de Henares”. El cronista se refiere al expolio que sufrió la Biblioteca de la Madraza, unos 40 libros que Cisneros salvó de la quema para llevárselos, y que deberían ser devueltos a la Universidad de Granada. También se salvaron algunos coranes particulares que sus dueños ocultaron hábilmente, logrando burlar los registros de la Inquisición. Uno de estos coranes fue descubierto hace diez años en la alacena de una casa del Albayzín, donde había permanecido oculto más de cinco siglos. Y los Padres Escolapios decidieron restaurarlo como gesto de tolerancia y reconciliación.
La quema de manuscritos continuó luego en la America conquistada con la cruz y la espada. Los frailes españoles llevaron a cabo, con particular delirio, la destrucción de códices que ellos consideraban como “obras del demonio”. Por ejemplo, el bello colorido y los extraños caracteres de los libros autóctonos mayas hicieron pensar que se trataban de objetos que “contenían mentiras del Diablo”. Y durante el sitio de México, en 1521, los conquistadores destruyeron la capital azteca y un número incalculable de documentos.
La quema o expolio de libros se ha repetido a lo largo de la historia. No olvidemos tampoco que en 1933 los nazis quemaron miles de libros judíos y comunistas en la Plaza de la Ópera de Berlín y apenas seis años después, en 1939, el régimen franquista celebró una infame Fiesta del Libro, consistente en arrojar a la hoguera miles de ejemplares republicanos. El diario Arriba justificó así este nuevo atentado contra nuestro patrimonio bibliográfico: “Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas, a los de la leyenda negra, anticatólicos, a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes pseudocientíficos, a los textos malos y a los periódicos chabacanos”.
También en la guerra de Bosnia, años noventa, los serbios destruyeron más de 40 bibliotecas. Especialmente dramático fue el bombardeo de la Biblioteca de Sarajevo, en el que la artillería acabó con dos millones de libros y miles de manuscritos. Y en 2003, durante la toma de Bagdad por los marines de Estados Unidos, la Biblioteca de Irak también fue incendiada y centenares de libros expoliados. Sin olvidar la Biblioteca de Tombuctú, destruida en 2012 por integristas de al-Qaeda en la guerra de Malí. Ante esta barbarie que no cesa, Granada Abierta denuncia todas las hogueras de la intolerancia que han intentado destruir la memoria escrita de los vencidos y recuerda las palabras del poeta alemán Heinrich Heine: “Allí donde queman libros, acaban quemando hombres”.
Francisco Vigueras y Juan Antonio Díaz