Hija de esclava, mulata, transexual condenada por la Inquisición... y primera médica-cirujana
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Nació de Alhama de Granada, hija de un agricultor y de su esclava negra; se casó y parió como mujer antes de adoptar el papel de hombre
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Era inteligente y atractiva; ejerció de calcetera y sastra; aprendió a leer y escribir, incluso puede que también latín con Juan Latino. Obtuvo los títulos de médico y cirujano
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A los veintidós años decidió adoptar el papel de hombre; mantuvo relaciones sexuales con infinidad de mujeres; a los 40 años se casó con una joven doncella
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Fue denunciada ante la justicia civil y el Santo Oficio; condenada en auto de fe a servir como médica en un hospital, donde le perdemos la pista: ¿Huyó a las Indias?
La figura de este apasionante personaje granadino empieza a ser conocida en los últimos cuarenta años, a partir de varias publicaciones centradas en su avanzado pensamiento en materia sexual, su valentía como mujer disconforme con su tiempo y desde el punto de vista de primera mujer cirujana de la Historia
En Alhama de Granada, donde nació Elena de Céspedes hacia 1545, una placa en la pared recuerda que por el barrio próximo a la iglesia mayor debió corretear de pequeña una singular mulata, nacida de las relaciones entre una esclava negra y un jameño blanco. Cada mes de junio, la localidad toledana de Yepes incluye una recreación del proceso inquisitorial seguido contra el/la cirujano/a Eleno/a de Céspedes, que allí casó con una vecina de la zona, vivió en matrimonio con ella durante más de un año y ejerció la medicina por la comarca. Este año, la representación la tienen prevista el próximo día 10 de junio, dentro del programa de Jornadas Calderonianas.
La figura de este apasionante personaje granadino empieza a ser conocida en los últimos cuarenta años, a partir de varias publicaciones centradas en su avanzado pensamiento en materia sexual, su valentía como mujer disconforme con su tiempo y desde el punto de vista de primera mujer cirujana de la Historia. Las menciones a Elena/o del siglo XIX y principios del XX sólo se centraron en ella para reducirla al catálogo de mujeres-soldados que hicieron la guerra disfrazadas de hombre o extraños matrimonios entre mujeres. Apenas se había destacado la carrera profesional de esta mujer en el campo de la medicina, e incluso de sus conocimientos de abogacía que, en buena parte, la salvaron de morir en la hoguera. Elena/o de Céspedes fue considerada en los siglos XVI y XVII como una hechicera o producto de la brujería en manos de Satán; así la valoró Miguel de Cervantes al hablar de ella como la bruja Zenotia.
1545-1565: Alhama, matrimonio, parto y Juan Latino
Tenemos sobradamente documentado por los estudios de Raya Retamero que en la ciudad de Alhama vivía a principios del siglo XVI un agricultor, y quizás molinero, llamado Benito de Medina, casado con Elena de Céspedes. No era de clase hidalga, pero sí debía tener hacienda suficiente para tener criados y esclavos. Una de sus esclavas se llamaba Francisca de Medina; era negra etíope (así se nombraba entonces a los africanos), que había sido traída a la Península por negreros portugueses.
Debajo, encabezamiento de una hoja del rollo en el que se deja constancia su lugar de origen.
De la negra Francisca de Medina nació un bebé mulato, al que también bautizaron como Francisca de Medina. Le hicieron los orificios en los lóbulos de las orejas para los arillos, la vistieron de niña y como tal estuvo viviendo en casa del amo durante los 8-10 primeros años de su vida. Por entonces le marcaron la cara como hija de esclava. Lo más probable es que la niña fuese fruto de las relaciones del amo con su esclava; no era el único bebé mulato nacido de las relaciones extraconyugales de Benito de Medina con la esclava, ya que también tuvo a otro llamado Juan de Medina. No obstante, oficialmente figuró como padre un tal Pedro Hernández, de oficio molinero. Quizás se tratara de un empleado del dueño de la esclava.
Benito de Medina y su esposa Elena de Céspedes tuvieron antes una hija, bautizada como Ana de Medina y Céspedes, que casó y fue a residir a Vélez-Málaga (ciudad originaria de los Céspedes).
La joven Elena fue dada en matrimonio a un albañil procedente de Jaén. Contrajo matrimonio con Cristóbal Lombardo cuando ella tenía alrededor de 16. La pareja no debió congeniar bien, pues el albañil se desplazó Baza a los tres meses de la boda y nunca más regresó al lado de su esposa a Alhama. El fruto de aquella relación entre albañil y mulata fue un niño, nacido a los diez meses
La mulatita Francisca de Medina afirmó ante la Inquisición, muchos años después, que no había nacido como todos los niños o niñas, sino que ya de joven comenzaron a considerarla como neutro o ambiguo. Machotón o marimacho son los términos utilizados en la comarca de Alhama para definir a las mujeres con rasgos hombrunos.
A partir de los diez años fue enviada a Vélez-Málaga como sirvienta de su hermanastra Ana de Medina. Allí permaneció unos dos años. No obstante, al fallecer el ama Elena de Céspedes en Alhama, regresó a esta ciudad granadina y adoptó el nombre de la finada en su honor: a partir de entonces la mulata se llamaría Elena de Céspedes.
A través del análisis grafológico de los escritos de Elena/o de Céspedes quedan muy claras dos cosas: su gran inteligencia y que aprendió a escribir desde muy pequeña. Esto demostraría que no fue tratada como una hija de esclava normal, sino que su padre se preocupó por darle una formación. El hecho de que supiese leer y escribir desde muy temprana edad le iba a ser de vital importancia para su destino final.
La joven Elena fue dada en matrimonio a un albañil procedente de Jaén. Contrajo matrimonio con Cristóbal Lombardo cuando ella tenía alrededor de 16. La pareja no debió congeniar bien, pues el albañil se desplazó Baza a los tres meses de la boda y nunca más regresó al lado de su esposa a Alhama. El fruto de aquella relación entre albañil y mulata fue un niño, nacido a los diez meses. Lo bautizaron con el nombre del padre y, con pocos meses de vida, Elena se fue a Sevilla y se lo donó a un comerciante llamado Marco Antonio (El niño seguía vivo en 1587, cuando tuvo lugar el auto de fe). Elena nunca más se interesó por él.
Entre los 16-18 años vivió en Alhama al servicio de Gaspar de Bédmar y aprendió calcetería en casa del maestro Castillo. Con 18 años, ya con su madre fallecida, inició una vida nómada llena de insatisfacciones que le iba a llevar a treinta y tres ciudades/pueblos de España, quizás buscando nuevos horizontes
Resultaba evidente que no tenía instinto maternal. Según relató la propia Elena, durante las dilataciones del parto se le rompió un pellejo que tenía sobre el caño de la orina y la salió la cabeza de lo que después ella creyó que era un miembro de hombre. Lo más probable es que se tratara de una elongación de clítoris que ella tomó como base para su futuro comportamiento mental como macho.
Entre los 16-18 años vivió en Alhama al servicio de Gaspar de Bédmar y aprendió calcetería en casa del maestro Castillo. Con 18 años, ya con su madre fallecida, inició una vida nómada llena de insatisfacciones que le iba a llevar a treinta y tres ciudades/pueblos de España, quizás buscando nuevos horizontes o tratando de moverse entre sociedades que no supieran de su naturaleza de género: primero ambiguo o hermafrodita como ella defendía, después como el varón que quiso ser e incluso consiguió serlo a base de múltiples artificios.
El Colegio de San Miguel estuvo situado en lo que hoy es Plaza de las Pasiegas (marcado con el número 61 en la Plataforma de Ambrosio de Vico).
Hacia el año 1564 se desplazó hasta Granada. Tenía medio aprendido el oficio de calcetera y tejedora; en la capital del Reino había bastante actividad en este sector de tejidos y sedas, pero también una rígida estratificación gremial. Consiguió colocarse como sirvienta del tesorero de la Capilla Real y racionero del Colegio de San Miguel. Esta institución estaba ubicada en lo que hoy es la Plaza de las Pasiegas, el atrio de la Catedral de Granada. Allí le ocurrió uno de los acontecimientos más importantes que marcarían sus aspiraciones profesionales futuras: conoció a Juan de Sessa o Juan Latino.
Autógrafo del catedrático Juan de Sessa o Juan Latino, primer negro o mulato que alcanzó ese grado en las universidades españolas.
Juan Latino (1518?-1596?) fue una figura sublime de la Granada renacentista. Nació esclavo en la casa Fernández de Córdoba (descendientes del Gran Capitán), probablemente también mulato engendrado por el nieto del ilustre militar. El duque, su amo, lo formó junto a su hijo legítimo; se licenció en la Universidad de Granada el 2 de febrero de 1546 en la rama de Artes, aunque él siempre mostró sus deseos de hacerlo en Medicina, que era la preferida de los moriscos y mudéjares para alcanzar mayor reconocimiento social. En 1562 ya nos aparece como catedrático de Artes en el claustro universitario. Fue el primer negro o mestizo en alcanzar tal categoría en España. Tan reconocido fue en su tiempo que Felipe II ordenó que le enviaran un retrato suyo para ponerlo entre los personajes ilustres del Alcázar de Madrid.
La joven Elena de Céspedes tuvo ocasión de verse reflejada en Juan Latino, mulata como él y de origen liberto. También cristiana etíope. El entorno era apropiadísimo para que Elena mejorase sus conocimientos y, quizás, comenzase a tomar sus primeras nociones de latín
La joven Elena de Céspedes tuvo ocasión de verse reflejada en Juan Latino, mulata como él y de origen liberto. También cristiana etíope. El entorno era apropiadísimo para que Elena mejorase sus conocimientos y, quizás, comenzase a tomar sus primeras nociones de latín; en el entorno de Juan Latino se aprendía latín en el Colegio Eclesiástico, en el Colegio de San Miguel y en la Universidad Literaria (Curia), donde Latino impartió clases hasta su jubilación.
La calcetera y tejedora Elena de Céspedes estudió para sastre, que por entonces era un oficio más de hombre que de mujer. Para ello se puso a trabajar para Alonso Martínez Trompeta, un artesano del barrio de La Churra. Precisamente el lugar donde Juan Latino vivía y tenía varias casas más. En Granada había por entonces algo más de un millar de esclavos (de una población en torno a 43.000 almas), de los cuales 807 estaban censados en los barrios céntricos y se agrupaban en la Hermandad de la Paciencia de Cristo (según recoge el censo de 1561 o de moriscos). Pero Elena no aguantó más de un año; quizás viese que los rígidos gremios de calceteros y sastres de Granada no le iban a dejar hueco.
1566-73: A Cádiz, cambio de género, mujer soldado
Con unos 20-21 años decidió trasladarse a Sanlúcar de Barrameda. Esta ciudad era muy bulliciosa y cosmopolita; un puerto que contaba con sucursal de la Casa de Contratación de Sevilla y fondeadero de los grandes galeones que evitaban la complicada navegación por el Guadalquivir. De aquí solía partir una parte importante de la Flota de Indias que hacía su travesía anual; había asentadas en sus calles colonias de ciudadanos de varios países.
Las causas de que Elena de Céspedes, vestida todavía como mujer, eligiera Sanlúcar pudieron ser tres: pasar más desapercibida entre la sociedad cosmopolita que la habitaba y, por tanto, también tener mayores oportunidades para sus relaciones sexuales ilícitas; conseguir el título de sastre por ser un lugar donde los gremios estaban más relajados y había más trabajo entre el colectivo marengo; y ver la posibilidad de enrolarse en alguna embarcación con la que irse a las Indias, donde su sociedad era infinitamente menos clasista y había comenzado la enorme inmigración de los españoles más desfavorecidas.
Sabemos que no consiguió emigrar a Indias, si es que lo intentó. Pero sí consiguió sacarse el título de sastra (en femenino) en la cercana ciudad de Jerez. Allí estuvo trabajando aproximadamente un año y medio. En Sanlúcar fue donde estalló en plenitud su verdadera identidad sexual, la de varón
Sabemos que no consiguió emigrar a Indias, si es que lo intentó. Pero sí consiguió sacarse el título de sastra (en femenino) en la cercana ciudad de Jerez. Allí estuvo trabajando aproximadamente un año y medio. En Sanlúcar fue donde estalló en plenitud su verdadera identidad sexual, la de varón. Le ocurrió mientras trabajaba en casa del mercader de lienzos Hernando de Toledo. Este comerciante estaba casado con una mujer más joven y lozana llamada Ana de Albánchez. En determinado momento del trabajo, cuando ambas se encontraban solas, Elena de Céspedes besó a Ana. El ama de la casa se espantó en principio, pero poco después las dos acabaron en la cama.
Resulta evidente, llegado este momento, pensar que Elena debió tener un atractivo personal y unas dotes de persuasión notables. O Ana de Albánchez una tendencia al lesbianismo reprimido. El caso es que ya en la cama le explicó que tenía los dos sexos, era hermafrodita. Y le mostró su cuerpo. La primera relación entre ellas no debió resultar satisfactoria para Ana, y así se lo comentó a Elena. Entonces la mulata se dirigió a un cirujano del lugar llamado Tapia; éste –siempre según relató en el juicio inquisitorial- la diagnosticó como hermafrodita y habría dado un tajo más arriba del pellejo que había empezado a romperse tras su parto de cuatro años atrás. El resultado fue que se desplegó en toda su longitud y grosor un miembro de hombre de un sesme de longitud, aunque encorvado y flojo en su raíz. El cirujano acabó su operación retajándole un frenillo para que pudiera enderezarse por completo. Es decir, según Elena, ya se había transformado en Eleno con un miembro de unos 13 centímetros.
Ana de Albánchez fue primera y única mujer en la vida de Eleno que supo la existencia de dos sexos en aquella misma mulata de Alhama. Ninguna de las muchas mujeres que con las que mantuvo relaciones en resto de su vida llegó a saberlo, para lo cual debió utilizar distintos subterfugios. Ana de Albánchez estuvo gozando de aquel neófito pene de un sesme durante el medio año siguiente, siempre a espaldas de su confiado marido. Pero la tal Ana debía ser aficionada a otros hombres, pues también mantenía relaciones con el corregidor de Sanlúcar. Éste se enteró de que compartía a su amante y obligó a Elena a poner los pies en el camino.
Jerez en 1565. Aquí obtuvo el título se sastra, fue encarcelada por una pendencia y se vistió de hombre por primera vez.
En 1568, con 23 años, se aposentó en Jerez. Aquí intentó seguir su profesión de sastre, pero debió verse envuelta en una pelea con un tal Heredia, camorrista de una banda marginal. Lo apuñaló y dio con sus huesos en la cárcel. En cuanto fue excarcelada y por temor a la banda de Heredia, se disfrazó de hombre –lo que realmente había sido siempre su deseo- y se refugió en la cercana localidad de Arcos de la Frontera. También esta ciudad era muy pujante, tenía todavía en construcción la iglesia de Santa María; trabajó como mozo de labranza y pastor. Se hacía llamar solamente Céspedes, quizás con la intención de evitar que la reconocieran los de la banda de Heredia.
Empero, lo que le ocurrió es que por el color de su piel y su aspecto sospecharon que era un monfí vagabundo. Recordemos que desde principios de 1567 una pragmática de Felipe II obligaba a los moriscos a vestir ropa al estilo castellano. Por eso a Céspedes volvieron a detenerlo y encarcelarlo. No obstante, la proverbial presencia en Arcos del licenciado Venegas, natural de Alhama de Granada, la reconoció e hizo que la liberasen. La avaló, pero como mujer. El corregidor de Arcos la obligó a volver a vestirse como hembra y le consiguió empleo como sirvienta del párroco de Santa María, Juan Núñez.
Colegiata de San Miguel de Arcos de la Frontera, a cuyo párroco sirvió Elena y a cuya hermana se llevó a la cama.
Nuevamente se iba a repetir una situación parecida a la del comerciante de Sanlúcar, pues la pusieron a trabajar al lado de Francisca Núñez, hermana soltera del párroco, y Catalina Núñez, vecina casada. En pocas semanas acabó manteniendo relaciones lesbianas con ambas mujeres, en las que Elena actuaba como varón. No obstante, ante la Inquisición Elena siempre sostuvo que sus dos amantes, las Núñez, nunca supieron que ella tuviese también vagina. Resultaba evidente que el poder de seducción de Elena iba en aumento con las mujeres que se le atravesaban en su vida.
Como quiera que se habían levantado en armas los moriscos del Reino de Granada, el Duque organizó su ejército y se dirigió a reprimirlos a la Serranía de Ronda. Acababa de comenzar la Guerra de las Alpujarras (1568-71) y en ella iba a tener una importante participación el soldado Céspedes
En Arcos comenzó su relación con la gente al servicio del Duque de Arcos (Luis Cristóbal Ponce de León, 1528-73). Como quiera que se habían levantado en armas los moriscos del Reino de Granada, el Duque organizó su ejército y se dirigió a reprimirlos a la Serranía de Ronda. Acababa de comenzar la Guerra de las Alpujarras (1568-71) y en ella iba a tener una importante participación el soldado Céspedes. Volvió a adoptar el papel de hombre y se enroló como soldado. Estuvo en una breve campaña en la zona de Ronda, pero volvió a alistarse de nuevo hasta que se dio por finalizada la guerra, en la primavera de 1571.
Siempre dentro del ejército del Duque de Arcos, el soldado Céspedes debió servir con eficacia en la zona de Lanjarón y Órgiva. Y lo más importante, sin perder la vida ni sufrir percance de importancia. Céspedes participó activamente en las escaramuzas de la zona de Tablate, Pinos, Restábal, etc. Pero donde más expuso su vida fue en la toma del castillo de las Guájaras, que a la postre supuso un gran descalabro para el ejército del Duque de Arcos, con la pérdida de varios cientos de soldados.
Restos del castillo de las Guájaras, en la zona alta del valle de los Guájares, donde guerreó el soldado Céspedes a las órdenes del Duque de Arcos. FOTO: R. J. HERNÁNDEZ.
El soldado mulato Céspedes también debió ser de gran fortaleza, hombruno en algunos aspectos. Pero su ausencia de bello, sus prominentes pechos, quizás sus caderas y la dulzura de facciones no debieron pasar desapercibidos para el capitán auditor del ejército. Se trataba de Diego Ortega de Castro. Este oficial descubrió que en realidad Céspedes era un marimacho, al que recomendó que abandonara el ejército, se vistiera de mujer y retomara su oficio de sastre. Pero no lo consiguió. En el futuro, Ortega de Castro iba a ser el desencadenante del proceso inquisitorial contra Eleno de Céspedes muchos años después.
Ortega de Castro iba a ser el desencadenante del proceso inquisitorial contra Eleno de Céspedes muchos años después
Una vez licenciado de la Guerra de las Alpujarras, Céspedes intentó ponerse al servicio del Ducado de Arcos. Regresó a Arcos de la Frontera, después conoció a la Duquesa María de Toledo y Figueroa en su palacio de Marchena. Se asentó aquí durante dos años, hasta la muerte del Duque (1573), pero prosiguió su periplo por varias ciudades de Andalucía: Osuna, Archidona, Alhama, Vélez Málaga. Siempre tratando de ganarse la vida como sastre.
1575: Destino Madrid, Toledo y alrededores
Ya siempre se haría llamar Eleno de Céspedes, vestiría como hombre y tendría entre sus objetivos sexuales a mujeres. A finales de 1575 decidió irse a Madrid, recién convertida en capital estable de las Españas. De pueblo pasaba a ser una ciudad llena de funcionarios, nobles y clérigos en torno a la corte de Felipe II. Eleno quiso establecerse como sastre, ya con varios años de experiencia. Pero inmediatamente pasó a servir a un cirujano que había llegado desde Valencia, según dijo en el juicio; aunque no quiso desvelar su nombre, quizás para protegerlo. Es probable que el cirujano no fuese valenciano, sino uno de Toledo; conjeturo esa hipótesis porque después vamos a verla ejercer entre los mismos clientes de la zona donde de joven lo hizo el cirujano toledano Juan Fragoso (1530-97). Este cirujano ejerció primero en la comarca de Sevilla, estuvo al servicio del Duque de Arcos, para trasladarse después a la Corte, donde asistió a la familia real a partir de 1570.
Fuese en casa de Fragoso o del desconocido doctor valenciano, el hecho es que las dotes de experto modisto, su inteligencia y predisposición hicieron que Eleno de Céspedes aprovechase para aprender el oficio de médico-cirujano. Para 1578 ya comenzó a ejercer el oficio de manera ambulante por los pueblos de la cara sur de la Sierra de Guadarrama. Por las fechas que tratamos, debió coincidir con las prácticas médicas del morisco granadino Alonso del Castillo, que estaba de romanceador en la biblioteca de El Escorial y también dejó buenos recuerdos con sus curaciones. Incluso Eleno llegó a curar a sirvientes de Felipe II en El Escorial y a pacientes en el Hospital de la Corte de Madrid.
Eleno de Céspedes no sólo se sacó un título, sino dos: el de médico-sangrador y el de cirujano
Los buenos oficios como médico ambulante de Eleno de Céspedes acabaron en denuncia por parte de sus competidores titulados en la Universidad de Alcalá. Era cierto que ejercía la medicina sin una titulación. La denuncia le obligó a regresar a Madrid, prepararse en casa de su maestro para el examen y comparecer ante el Protomedicato de Médicos. Era la institución que concedía los títulos por entonces para poder ejercer la Medicina. Eleno de Céspedes no sólo se sacó un título, sino dos: el de médico-sangrador y el de cirujano.
Firma autógrafa de Eleno de Céspedes, extraído del expediente de su juicio inquisitorial.
En aquellos años de estancia-aprendizaje en Madrid, Eleno mantuvo relaciones sexuales con una viuda llamada Isabel Ortiz, quien pareció quedar bastante satisfecha y se prometieron matrimonio. Que nunca llegaron a rubricar. Con los títulos recientes, Eleno de Céspedes estuvo ejerciendo como médico-cirujano por las comarcas cercanas a Madrid-Toledo en el periodo comprendido entre 1580 y 1587. Estuvo en Cuenca, Pinto, Valdemoro, Aranjuez, Villarrubia de Santiago, La Guardia, Ocaña, Yepes, Illescas, Esquivias, etc. Debieron ser unos años de creciente prestigio y fama, ya que no le faltó trabajo; así lo demuestra la valiosa biblioteca de 27 volúmenes médicos que le fueron confiscados por la Inquisición. La mayoría estaban escritos en latín, como era habitual en la época. ¿Habría seguido estudiando latín tras la proverbial relación con el catedrático Juan Latino en Granada? No es descabellado pensarlo así, al igual que el estudio de nociones de Derecho, pues durante su posterior encausamiento demostró saber escribir en latín y se defendió a sí misma como abogada, con sólidos argumentos médicos y legales.
1586: Matrimonio con María del Caño, de Ciempozuelos
El año 1585 lo comenzó ejerciendo la medicina en Ciempozuelos, al servicio de una compañía militar. Aquí enfermó nuestro Eleno de Céspedes y hubo de guardar cama en casa de Francisco del Caño. Nuevamente una joven y hermosa mujer de la casa que le cobija terminó enamorándose; Eleno contó textualmente que acabó llevándosela al pajar. Después la pidió en matrimonio a su padre. La agraciada se llamaba María del Caño y era joven virginal.
Por fin, Eleno alcanzaba el clímax de su existencia: contraer matrimonio con una mujer. No se imaginaba que su alegría le iba a durar poco.
En junio de 1585 inició los trámites para el casamiento. Se dirigió al vicario de Madrid para solicitar las amonestaciones de los novios. El vicario debió ver algo raro en el físico de Eleno de Céspedes y no procedió de manera rutinaria; todo lo contrario, le pidió que le examinaran para demostrar que era un varón con todos sus atributos. Eleno se ofreció a que le examinaran tres hombres
En junio de 1585 inició los trámites para el casamiento. Se dirigió al vicario de Madrid para solicitar las amonestaciones de los novios. El vicario debió ver algo raro en el físico de Eleno de Céspedes y no procedió de manera rutinaria; todo lo contrario, le pidió que le examinaran para demostrar que era un varón con todos sus atributos. Eleno se ofreció a que le examinaran tres hombres.
La cirujana mulata se las ingenió para que los testigos la mirasen en una pensión oscura y sólo por delante. Los tres hombres firmaron ante el vicario de Madrid que era varón. No sabemos cómo se las ingenió para que la observaran como portadora de un pene y unos testículos; imaginamos que se practicaría algún tipo de injerto con los atributos de un cadáver o similar, convenientemente recubiertas las costuras con abundante pelambre. No fue la única vez que recurrió a extrañas manipulaciones de su sexo para embaucar a testigos vulgares e incluso a expertos médicos.
El problema surgió cuando el párroco de Ciempozuelos publicó las amonestaciones de los novios Eleno de Céspedes y la jovencísima María del Caño. La consecuencia inmediata es que se presentaron dos personas a poner impedimentos a la boda; la primera fue la viuda Isabel Ortiz, aquella que había sido amante de Eleno tiempo atrás y que alegó ser su prometida. La segunda alegación vino de un vecino de Ciempozuelos que afirmaba estar ante un caso de hermafroditismo, es decir, sabía que Eleno era también Elena al mismo tiempo. La viuda acabó conformándose tras hablar con el cura, pero la acusación de hermafroditismo no cayó en saco roto.
El párroco de Ciempozuelos se negó a casarlos ante el conflicto que se le presentaba. Y remitió el caso nuevamente a su vicaría de Madrid. Eleno prefirió que la examinaran en Toledo, pero nuevamente regresó su caso ante el vicario madrileño, quien requirió en esta segunda ocasión los informes de dos médicos de prestigio.
Eleno se obstinó en obtener el certificado de masculinidad en cualquier sitio menos en Madrid. Para ello se fue a Yepes, donde había dos cirujanos conocidos por él. Convocó al alcalde de esta localidad, a los médicos (Francisco Martino y Licendiado Casas) y a siete hombres buenos del pueblo. El certificado que le emitieron, tras examinarlo, era que se trataba de un varón con todos sus atributos. Sólo detectaron que entre el ano y los testículos presentaba una dureza que dijo ser restos de una almorrana o apostema de montar a caballo. Esta exploración de Yepes tuvo lugar el 31 de diciembre de 1585.
El realidad, el cirujano Eleno se había cosido los labios de la vagina unas semanas antes, de manera que quienes la examinaron en Yepes no fueron capaces de ver abertura alguna. En cuanto al trabajo de injerto de un pene y unos testículos –o algo parecido- debió ser una obra de arte de la sastra-cirujana, seguramente hecha por ella misma y, probablemente, con el concurso de alguna curandera de origen morisco de las que abundaban en la zona tras la expulsión de la Guerra de Granada.
No obstante el certificado positivo de las diez personas de Yepes, el vicario de Madrid continuó empeñado en que lo certificaran el cirujano personal de Felipe II, Francisco Núñez, y el doctor Mantilla. La exploración la fijaron para el 17 de febrero de 1586 en un edificio de la calle Toledo de Madrid
No obstante el certificado positivo de las diez personas de Yepes, el vicario de Madrid continuó empeñado en que lo certificaran el cirujano personal de Felipe II, Francisco Núñez, y el doctor Mantilla. La exploración la fijaron para el 17 de febrero de 1586 en un edificio de la calle Toledo de Madrid. En este tercer examen más profesional, Eleno de Céspedes se presentó con la vagina aún más recosida y disimulada, un pene y unos testículos bien presentados. Las dudas sobre la dureza del costurón que cerraba su vagina fueron respondidas con el repetido tema de la almorrana de montar a caballo. Los dos médicos extendieron el certificado de que era hombre con atributos bastantes para procrear. La mulata jameña demostró ser una cirujana expertísima –y sufridora con mucho dolor- al haber disimulado perfectamente el sexo femenino e injertarse uno masculino. No alcanzo a comprender cómo no sufrió una infección que acabó con su vida.
La boda entre María del Caño y Eleno de Céspedes tuvo lugar en la iglesia parroquial San Benito de Yepes, en agradecimiento por la ayuda prestada por su alcalde, sus cirujanos y sus vecinos. Ocurrió el 11 de marzo de 1586; las velaciones, dos meses después. Yepes pasaba por ser en aquellos años la segunda ciudad en importancia de Toledo, con un bullicioso trasiego de arrieros y mercancías que hacían el camino entre Andalucía y Madrid. En Yepes se quedó la pareja a vivir y trabajar durante el año siguiente.
Hasta que la cercana ciudad de Ocaña se quedó sin médico y Eleno y María del Caño decidieron mudarse para ocupar la plaza. La consecuencia inmediata fue que se metieron en la boca del lobo… en las fauces del antiguo capitán Diego Ortega de Castro, el que sabía de la bisexualidad de Eleno/a en la Guerra de las Alpujarras. Ahora era una autoridad en Ocaña, el alcalde mayor. Ortega de Castro se vengó de la mujer-soldado que no consiguió echar del ejército del Duque de Arcos; la denunció al gobernador y justicia mayor de Toledo, aunque utilizó para ello la firma del alguacil de Ocaña.
Destrucción de la vieja cárcel de Ocaña, en 1922, donde estuvo encerrada Elena y dijo que se le había caído el pene canceroso, en 1587. FUENTE: ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.
Se acusaba a Eleno de usurpación de vestimenta masculina. Y lo que era aún peor, había contraído matrimonio con una mujer sabiéndose que también Eleno era mujer. Los dos delitos podían acarrear durísimas penas, incluso la muerte. Corría la primera semana de junio de 1587 cuando el cirujano Eleno de Céspedes era ingresado en la cárcel de Ocaña y confiscados sus bienes para pagarse la manutención en presidio. Su esposa María del Caño quedaba al cuidado del párroco de la iglesia de San Juan Bautista, de momento. Los principales bienes incautados hacen referencia a su buena biblioteca médica y unos pobres utensilios domésticos. El aparataje quirúrgico debía tenerlo puesto a salvo ya que no aparece en el inventario.
1587-88: Un juicio civil, un proceso inquisitorial y un auto de fe
Nada más acabar las fiestas del Corpus, comenzó el juicio civil en la corte real de la comarca de Ocaña. Las dos principales acusaciones eran las mencionadas anteriormente –usurpación de traje masculino y matrimonio ilícito entre dos hembras-, lo que acarreaba también un tercer delito de sodomía, práctica sexual castigada con la pena de muerte. El fiscal y los miembros del tribunal se convirtieron en unos morbosos que deseaban conocer todo tipo de detalles de las prácticas sexuales mantenidas por Eleno/a. Sus preguntas y repreguntas indagaban en cómo Eleno conseguía dar satisfacción sexual penetrando a las mujeres. Eleno aseguró que habían sido muchas sus amantes en sus 41 años de vida; que nadie supo, salvo Ana de Albánchez –en Sanlúcar- era hermafrodita, que tenía los dos sexos, aunque predominaba el lado masculino. Las demás mujeres nunca se enteraron de su condición de hermafrodita, ya que siempre procuró satisfacerlas practicando el sexo a oscuras o semivestidos. Llamaron a declarar a su esposa María del Caño, quien dijo que ella jamás vio el atributo masculino de su marido, sólo que la penetraba encima o de costado con algo duro y liso. En el juicio salieron a relucir los supuestos baldreses que utilizó Eleno a lo largo de su vida para penetrar a sus parejas; con este término se referían al baldés, cuero muy curtido y suave de piel de cabrito con el que en el siglo XVI solían fabricar las fundas de lo que hoy conocemos como consoladores o dildos. Dentro introducía un material rígido.
Nada más acabar las fiestas del Corpus, comenzó el juicio civil en la corte real de la comarca de Ocaña. Las dos principales acusaciones eran las mencionadas anteriormente –usurpación de traje masculino y matrimonio ilícito entre dos hembras-, lo que acarreaba también un tercer delito de sodomía, práctica sexual castigada con la pena de muerte
Mientras el fiscal trataba de demostrar que era una mujer sodomita de otra mujer, Eleno se defendía afirmando que era hermafrodita y tenía los dos sexos, aunque predominaba el masculino. Los profundos conocimientos médicos de Eleno y sus convicciones tenían un tanto desarmados a los miembros del tribunal. No obstante, temeroso de que le volvieran a examinar los médicos de Madrid, alegó que en las últimas semanas se le había presentado un cáncer en el pene que había hecho que se le cayera poco a poco. La detención y encarcelamiento debieron sorprenderla sin el pene postizo y ya no tenía medios de volver a injertárselo durante su encarcelamiento.
Una semana después de comenzar el juicio en Ocaña, las mentiras de Eleno quedaron completamente al descubierto. Dos cirujanos y tres matronas le examinaron sus órganos genitales y dejaron bien claro que “no tenía ni tiene señal ni miembro de varón, ni lo había tenido nunca, solamente sexo de mujer”. La patraña de Eleno quedaba desvelada definitivamente, pasaba a ser la mujer Elena de Céspedes a partir de entonces.
Los médicos que la examinaron en Madrid rectificaron inmediatamente sus veredictos. Adujeron que los había encantado, como si se tratase de una hechicera conchabada con Satán, y la acusaron de engaño. El asunto se ponía aún más feo, pues en el juzgado estaba presente el párroco de Ocaña, familiar del Santo Oficio, quien inmediatamente lo comunicó al inquisidor general de Toledo. Ahora ya no sólo se trataba de delitos civiles, sino de brujería y atentados contra la moral católica. La Inquisición exigió trasladar a la reo Elena a sus cárceles secretas de Toledo y continuar ellos el juicio.
Portada del juico del Santo Oficio: 1587, Elena de Céspedes alias Eleno de Céspedes.
El mes de agosto de 1587 prosiguió el juicio del Santo Oficio en Toledo. La Inquisición era mucho más sibilina y dura con sus reos. Además de las acusaciones por delitos civiles, ahora también se le sumaban los de herejía y apostasía, pues se había burlado de los santos mandamientos de la Iglesia al utilizar vestidos de varón, fingirse hermafrodita, practicar la hechicería para conseguir informes favorables de otros médicos, sodomizar a mujeres, falsedad, perjurio, encubrimiento, etc. Y lo peor de todo es que aquella ristra de delitos los había practicado durante años en connivencia con el demonio.
Escena del juicio a Eleno/a de Céspedes en la Picota de Yepes, que cada año representa el grupo de teatro Kaos en las Jornadas Calderonianas.
El proceso inquisitorial se prolongó en el tribunal de Toledo en multitud de sesiones, hasta el 19 de noviembre de aquel año. Al leer los documentos del juicio, quedan patentes los profundos conocimientos de cirugía de la primera cirujana de la Historia, su entereza, su valentía, su gran inteligencia al defenderse con argumentos muy sólidos. Por el contrario, su línea de defensa está plagada de múltiples incongruencias, en las que la reo está convencida moralmente de que era un hombre; también de muchas mentiras y teatros para intentar demostrar que siempre fue hermafrodita que llegó a tener un pene de longitud media y unos testículos.
Al leer los documentos del juicio, quedan patentes los profundos conocimientos de cirugía de la primera cirujana de la Historia, su entereza, su valentía, su gran inteligencia al defenderse con argumentos muy sólidos
No obstante, se adelantó varios siglos al plantear conceptos de fisiología y moral de género. Los conocimientos de Elena de Céspedes debieron volver loco al tribunal que la juzgó, a pesar de que sus médicos juraron y perjuraron que siempre había sido mujer, nunca hermafrodita. Frente a una Elena empeñada en que nació con los dos sexos y había perdido los atributos masculinos por un cáncer que le obligó a automutilarse.
Llenó su último alegato de notas al margen en latín, tomadas de tratados de Medicina, que seguramente sabía de memoria.
Entre noviembre de 1587, en que acabó la vista oral, y el 18 de diciembre de 1588, en que la Inquisición montó un auto de fe en la plaza Zocodover de Toledo, Elena de Céspedes estuvo presa en una cárcel secreta de esta ciudad. Sin conocer el futuro que le esperaba, pero sospechando que por la dureza y duración del juicio lo más probable es que acabase en la hoguera.
Se adelantó varios siglos al plantear conceptos de fisiología y moral de género. Los conocimientos de Elena de Céspedes debieron volver loco al tribunal que la juzgó, a pesar de que sus médicos juraron y perjuraron que siempre había sido mujer, nunca hermafrodita. Frente a una Elena empeñada en que nació con los dos sexos y había perdido los atributos masculinos por un cáncer que le obligó a automutilarse
El magno espectáculo de un auto de fe atraía a miles de personas de los alrededores. El de 18 de diciembre de 1588 fue magnificado aún más, con cientos de penitenciados que esperaban sentencia desde varios años atrás. Y lo magnificaron porque España estaba desolada tras la vergonzosa derrota de la Armada Invencible. Había que distraer al populacho. En Granada, el lugar de origen de Elena de Céspedes, había aparecido una caja con restos de San Esteban, un trozo del manto de la Virgen y una extraña predicción en pergamino. Por si fuera poco, en toda España se habían visto tres soles al mismo tiempo. El pueblo estaba deseoso de entretenimiento.
Extraña sentencia: salva la vida y se le reconoce cirujana
María del Caño quedó libre tras el duro juicio de la Inquisición en Toledo. En cambio, Elena de Céspedes permaneció encarcelada en los penales secretos del Santo Oficio. Todo un año estuvo sin saber en qué consistía su condena y cuándo sería ejecutada. Lo supo un año después, cuando la vistieron con el saco de reo. Decenas de condenados de los juicios celebrados en el reino de Toledo fueron desfilando ante la multitud que llenaba las gradas de la Plaza Zocodover; allí estaban todos los representantes del estado político, del clero y el pueblo llano. A cada uno se le leía su sentencia y se le colocaba el sambenito de los condenados y la coroza (especie de capirote); previamente, Elena fue despojada de su saco y mostrado su cuerpo desnudo ante las miles de personas para que comprobasen que no tenía pene ni nada que se le pareciese, era una mujer normal desde el punto de vista físico, aunque ella se sintiera varón en cuerpo de mujer. La obligaron a adjurar del demonio y a arrepentirse de sus pecados nefandos (sodomía).
En aquel auto de fe hubo bastantes condenados a muerte, otros a galeras y algunos a diversos castigos de cárcel o multas. En el caso de Elena de Céspedes su condena consistió sólo en darle doscientos azotes ataviada con el sambenito y paseada sobre un burro: cien de los azotes se los dieron por las calles de Toledo, sólo tres días después del auto de fe, mientras que los otros cien se los propinaron en Ciempozuelos, diez días más tarde. De haber sido varón, su condena habría sido servir diez años en galeras reales; pero al ser mujer se la condenaba a servir, sin paga, durante diez años en un hospital de Toledo.
Restos del Hospital de San Lázaro de Toledo, a cuyas puertas se agolpaban los enfermos para recibir cura de la médica Elena de Céspedes.
Elena de Céspedes fue condenada a doscientos azotes ataviada con el sambenito y paseada sobre un burro
Primero la enviaron al Hospital de Rey y más tarde al Hospital de San Lázaro. En estos dos establecimientos permaneció apenas tres meses, hasta el 20 de marzo de 1589. El motivo fue que el populacho la vio como una curandera milagrosa, quizás porque allí efectuó algunas curaciones. La cirujana-espectáculo del auto de fe se convirtió en objetivo de peregrinación de enfermos, pobres, curiosos y desahuciados. Miles de personas acudían a las puertas del hospital donde trabajaba. Es decir, la intención del Santo Oficio de silenciarla y esconderla para evitar el escándalo público se les había vuelto en contra. La cirujana Elena de Céspedes se convirtió en el objeto de los trovadores que recorrían los pueblos de España.
Hospital de Santa Catalina, hoy residencia de ancianos. Puente del Arzobispo, adonde llegó Elena a cumplir sus diez años de condena, a partir de 1589.
Última página del juicio, donde se anota el gentío que iba a ver a Elena al hospital de San Lázaro y se decide enviarla a Puente del Arzobispo.
En el último documento que ha pervivido de su traslado al menos se le reconoce su capacidad y oficio para curar a enfermos, es decir, se le habilitaba para trabajar como médica y cirujana. Este hecho fue sorprendente e inusual en el Santo Oficio ya que por entonces a la mujer le estaba vedada, de hecho, la práctica de la medicina; aunque no de derecho
Entonces la Inquisición decidió esconderla aún mejor enviándola a cumplir la pena al hospital más alejado de Toledo. Éste era el de Santa Catalina, en el límite con Extremadura, un alejado lugar llamado Villafranca del Puente del Arzobispo, en el camino de peregrinos que iban al monasterio de Guadalupe. En el último documento que ha pervivido de su traslado al menos se le reconoce su capacidad y oficio para curar a enfermos, es decir, se le habilitaba para trabajar como médica y cirujana. Este hecho fue sorprendente e inusual en el Santo Oficio ya que por entonces a la mujer le estaba vedada, de hecho, la práctica de la medicina; aunque no de derecho, pues la pragmática de 25 de octubre de 1491 de los Reyes Católicos permitía que las mujeres pudiesen ejercer de cirujanas. La realidad es que el gremio médico masculino entendía que la cirugía era como la enfermería que sí podían ejercer las mujeres.
El juicio y la sentencia cogieron desprevenidos a unos jueces que por entonces debieron encontrarse muy confusos a la hora de interpretar cuestiones de identidad de género, tanto en su aspecto físico como moral. Una cuestión que incluso hoy continúa abierta. Pero, sobre todo, los oidores se vieron rebasados por los argumentos médicos defendidos por Elena/o. En casos similares de lesbianismo y sodomía entre mujeres, sus protagonistas habían acabado en la hoguera; pero Elena y María del Caño no corrieron ese mala suerte.
¿Huida a Indias?
El 21 de marzo de 1589, Elena fue montada en un burro y trasladada hasta el hospital de Puente del Arzobispo. Se trata de una localidad nacida junto al Tajo sólo dos siglos atrás, precisamente al lado del puente que permitía vadear el río en las rutas de la Mesta entre Castilla y Extremadura/Andalucía. Era una población que tenía dos hospitales para los peregrinos, con unos 500 vecinos, dedicados en su mayoría a la agricultura y a trabajar la cerámica de la cercana Talavera. Pero no tenían tierras propias, pues su término municipal era sólo de 0,6 kilómetros cuadrados (el término más pequeño de España). El descubrimiento de las Indias se había convertido en el principal destino para las nuevas generaciones sin tierra ni trabajo.
Resulta sumamente extraño que una persona tan conocida como lo fue Elena/o de Céspedes en los años finales del siglo XVI no haya dejado ningún rastro de su presencia en esta comarca de la Jara. Ni en sus tradiciones orales ni documentales. Sorprende que, de haber permanecido en Puente del Arzobispo desde los años 1589 a 1599, tiempo de su condena –que entonces se cumplía íntegramente- no exista referencia alguna a ella. Para empezar, el Hospital de Santa Catalina continúa existiendo reconvertido en residencia de ancianos; lo poco que queda de sus archivos se custodia en el Arzobispado de Toledo. Allí no hay nada. El registro civil del municipio fue quemado en la guerra civil de 1936, con lo cual no podemos conocer si pudo morir allí (aunque llegó con 43-4 años y habría permanecido hasta cumplir sus 54). El párroco de la localidad ha estado rebuscando entre el archivo parroquial y, desgraciadamente, esa parte de libros de enterramiento fueron quemados durante la francesada de 1808.
Tampoco el historiador local Fernando Jiménez de Gregorio consiguió dato alguno cuando publicó Historia de la Villafranca de la Puente del Arzobispo (1990). Esta ausencia de datos sobre la presencia de Elena de Céspedes en su destierro final me lleva a entrar en terreno de las conjeturas. Puente del Arzobispo experimentó una fuerte emigración de vecinos en aquellos años finales del siglo XVI y primeras décadas del XVII. Una pequeña parte se fue hacia el Virreinato de Nueva España (México) y la mayoría al Virreinato de Tierra Firme, sobre todo a Lima (Perú). He analizado el listado de autorizaciones del Archivo de Indias de Sevilla, donde se anotaban los emigrantes, y figuran bastantes familias con destino a México y Lima. Se trata en casi todos los casos de familias completas que provenían de la industria de la loza talaverana e iban a reproducir talleres en Indias.
Resulta sumamente extraño que una persona tan conocida como lo fue Elena/o de Céspedes en los años finales del siglo XVI no haya dejado ningún rastro de su presencia en esta comarca de la Jara. Ni en sus tradiciones orales ni documentales
Pero llama poderosamente la atención de que en la flota de Indias correspondiente al verano de 1591 obtuviera permiso un abogado que viajaba solamente acompañado por un criado. Se hacía llamar Diego del Corral y también procedía de Villafrancia del Puente del Arzobispo. La sorpresa continúa al comprobar que en el Puente existió realmente un abogado llamado Diego del Corral que continuaba residiendo en el pueblo en los primeros años del siglo XVII, no habría emigrado; este abogado fue el padre de Juan del Corral, ceramista locero que hacia 1638 había viajado a Lima para hacer el retablo cerámico del Convento de Santo Domingo de Lima.
Aquí empiezan las preguntas: ¿Volvería Elena a las andadas de travestirse en varón para huir a Indias? ¿El criado podría ser María del Caño vestida de varón? ¿O quizás María era el varón con su criado mulato? ¿Huyeron a espaldas de la Inquisición o lo hicieron con su consentimiento tácito para alejar el problema lo más posible, tal como era el deseo del Santo Oficio? Recordemos que las Indias tenían un régimen social muchísimo menos rígido que la Península, donde los portugueses habían inundado los virreinatos de esclavos de África; aquello era una sociedad multirracial y multicultural.
Escrito del letrado Diego del Corral solicitando permiso para pasar al Perú, con caligrafía bastante parecida a la de Eleno de Céspedes. Verano de 1591.
Continuando con las conjeturas, si analizamos la caligrafía de Elena/o de Céspedes plasmada en el expediente del juicio inquisitorial y su solicitud para viajar a Indias, la realidad es que existe bastante semejanza. Y abundando aún más, a finales del XVI se citan dos médicos cirujanos mulatos ejerciendo sus oficios en la ciudad de Lima. ¿Sería alguno de ellos el mulato Eleno de Céspedes escondido bajo una nueva identidad?
En aquel mismo viaje de la flota de Indias de 1591, en que suponemos pudo emigrar Elena (veinte años después de haberlo intentado en Sanlúcar), también viajaba otro abogado de Puente del Arzobispo llamado Juan Muñiz de Nava.
Conclusión: en Granada, y también en España, se tiene muy perdida la memoria y el reconocimiento a esta mujer muy adelantada a su tiempo, que fue capaz de anteponer sus ideas de género en una sociedad tan cerrada. Y de ejercerla con valor y riesgo de su vida. Y lo que es más importante para mí: llegar a ser primera médica-cirujana a contracorriente, y quizás también abogada (por entonces sólo había que conocer un poco las leyes y costumbres para ejercer de letrado).
Sarah Sally, esclava mulata de Thomas Jefferson. Mujer de gran inteligencia, de aspecto atractivo y facciones suaves quizás se asemejaran a Elena/o de Céspedes
Para ampliar información:
-Casi todo lo que conocemos sobre la vida de Elena/o de Céspedes es a través de lo relatado por ella misma y conservado en la documentación del juicio civil y el proceso del Santo Oficio. Se conserva en el Archivo Histórico Nacional, ya digitalizado y se puede consultar en red en el siguiente enlace:
http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/4580314
-Jerónimo Román de la Huerta, médico del Santo Oficio, recuerda el caso de Elena de Céspedes en su Historia Eclesiástica de la Imperial Toledo (1602).
-El tema se perdió de la memoria hasta el último tercio del siglo XIX, en que fue rescatado el expediente por el cuerpo de archiveros de Madrid. El tema fue mencionado de manera esporádica en la prensa madrileña (La Justicia, 13 de junio de 1889).
-A comienzos del siglo XX he hallado dos extensos artículos sobre Elena/o de Céspedes en dos revistas especializadas: el primero de ellos está en la Revista Nuestro Tiempo (Número 44, agosto de 1904); enfoca el tema en los matrimonios entre mujeres. El segundo de los artículos lo encontramos en la revista La Lectura (1910), cuando su autor escribe sobre las mujeres soldado.
-En 1973, Folch Joy y Muñoz Calvo publicaron un artículo titulado “Un pretendido caso de hermafroditismo en el siglo XVI”. Le siguieron varios escritos de especialistas en ciencias sociales y médicas, como fueron los casos de M. C. Barbazza (1894), Michelle Escamilla (1985), Israel Burshatin (1996)… hasta llegar a 2004, cuando el urólogo Emilio Maganto Pavón y otros escribieron de Eleno/a y la participación en el caso del cirujano Francisco Díaz (Congreso Nacional de Urología de Oviedo)
-Salvador Raya Retamero, alhameño, ha incluido magníficas referencias a Elena de Céspedes en sus escritos, especialmente en su obra Genealogía, heráldica y sociedad (Alhama 1492-1835).
-Emilio Maganto Pavón retomó el tema en 2007 con la que quizás sea la mejor biografía de Elena, con el título El proceso inquisitorial contra Elena/o de Céspedes (1587-88). Biografía de una cirujana transexual del siglo XVI. Trata el tema desde el punto de vista histórico, urológico, social y psicológico.
-En 2008, Vicenta María Márquez incluyó el caso de Elena en su tratado Las mujeres pensadoras. Es un buen compendió de esta historia que les he contado.
La novela histórica también se ha fijado en el personaje: Esclava de nadie, de Agustín Sánchez Vidal (2010). Ya he comentado anteriormente que Miguel de Cervantes se refirió a Elena/o en su Persiles y Segismunda, transmutándola en la hechicera Zenotia (Cervantes pasó por Alhama en 1594; también estuvo muy relacionado con Toledo).