EUFORIA DE LA PARTIDA, OLVIDO EN LA REPATRIACIÓN

Los 1.600 soldados granadinos que nos dejamos en Cuba

Ciudadanía - Gabriel Pozo Felguera - Domingo, 27 de Febrero de 2022
Olvidados por la historia y sin rastro de ellos, pese a las promesas de entonces, en panteones dedicados o en el callejero, esta es la historia de los soldados que partieron de la provincia a la guerra de Cuba, el mayor contingente de tropas caídas de toda España, en un extraordinario reportaje de Gabriel Pozo Felguera, que sirve de homenaje a todos aquellos héroes, la inmensa mayoría pobres, que no pudieron librarse de una derrota, y para muchos, la muerte, que marcó el destino de España.
Campo de prisioneros españoles vigilado por soldados yanquis, en agosto de 1898.
Campo de prisioneros españoles vigilado por soldados yanquis, en agosto de 1898.
  • Granada fue la provincia española que tuvo más bajas de mozos durante la guerra independentista cubana de 1895 a 1898

  • Los ricos se libraban de la mili pagando entre 1.500 y 2.000 pesetas al Estado o a un pobre que les sustituyera en filas

  • Surgió el oficio de agente de quintas para la compra-venta de puestos entre los reclutas que vendían y los que compraban

La Historia de Granada se ha olvidado de sus 1.600 soldados que se dejaron la vida en la guerra de Cuba (1895-98). Ni hay rastro de ellos en los libros de historia local. Granada y sus alrededores (Córdoba, Málaga y Jaén) fueron las que más sangre joven perdieron en aquella colonia. Muy por encima de provincias con mayor población, y más ricas. La pobreza fue unida al mayor número de muertes: catalanes y madrileños, por ejemplo, tuvieron pocas bajas debido a que compraban más sus redenciones o sustituciones de la prestación militar. El quinto que tenía dinero en el siglo XIX se escaqueaba de hacer la mili. En el caso de la guerra de Cuba, el precio de una vida se “cotizaba” entre 1.500 y 2.000 pesetas, equivalentes al sueldo de dos o tres años de un médico o un maestro de la época. Granada envió con euforia y alharacas a su primer contingente de soldados a Cuba en noviembre de 1895; después, cuando se perdió la guerra, no volvió a hablarse de los centenares de reclutas que quedaron allí enterrados. Lo peor fue la vida mísera que les esperaba a las madres, viudas y huérfanos que dejaron; una parte de los que regresaron inválidos cayeron en la marginación y la miseria.

Noviembre de 1895. Granada era una ciudad dual: abundaban las clases enriquecidas por el incipiente negocio azucarero; mientras, las clases bajas sobrevivían como podían, pidiendo pan a la puerta del Hospicio Provincial. La población rural se estaba desplazando hacia la capital en busca de mejores condiciones de vida. Se había atravesado una gravísima epidemia de cólera, seguida de malas cosechas. La alimentación había empeorado. La primera consecuencia fue la disminución de la estatura media de los mozos y su masa corporal: en el año 1879 era de 162 centímetros en la provincia; en 1895 se había rebajado a 1,60 metros. Incluso en zonas de la Alpujarra y Baza había un altísimo porcentaje de mozos excluidos por no superar 152 centímetros. El peso medio apenas sobrepasaba los 60 kilogramos. Se habían iniciado los trabajos de construcción de la Gran Vía, pero continuaba sin haber trabajo para todos. La filoxera en la Alpujarra había empujado a parte de sus vecinos a la emigración argentina.

¡A la guerra! Cuadro de Alberto Pla Rubio pintado en 1895 que recoge las primeras expediciones hacia Cuba. MUSEO DEL PRADO.

En la primavera de 1895 se había recrudecido la guerra de independencia de Cuba, tras el Grito de Baire. El gobierno español decidió hacer una leva de 20.000 soldados para reforzar las guarniciones de las pocas colonias que mantenía (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Granada pertenecía por entonces a la II Región militar y concentraba una importante cantidad de tropa; aunque acababa de perder su ancestral Capitanía militar (en 1893). Se decidió tomar un batallón del regimiento Córdoba 10 para completar el primer envío de soldados a la isla caribeña.

El Defensor dedicó infinidad de espacio a la despedida del primer contingente que partió a Cuba, finales de noviembre de 1895.

En la prensa del mes de noviembre de 1895 se dedicaron páginas y más páginas a la infinidad de actos de homenaje y despedida a aquella primera expedición que partía desde Granada a pacificar a los independentistas cubanos. Bailes, misas, rifas, desfiles, regalos, etc. Contaba el Defensor de Granada que jamás se había vivido en la ciudad un acontecimiento tan multitudinario y emotivo en los días previos a la salida de los soldados. La gente iba a ver a los reclutas a las prácticas de tiro al campo de La Zubia; les aplaudía cuando regresaban por las calles. Las familias adineradas aportaron dinero y regalos; el Ayuntamiento y la Diputación dieron dos pesetas y tabaco a cada soldado. El 27 de noviembre acudió toda Granada a la Estación del Sur a despedir a sus soldados; cuentan que la marea humana abarrotaba el bulevar desde el Triunfo hasta la estación. Partió un tren con 961 militares del regimiento granadino. Embarcaron tres días más tarde en el puerto de Cádiz con destino muy incierto.

Soldados españoles conducen a prisioneros independentistas en las primeras escaramuzas de la guerra, a finales de 1895. ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.

Pero bajo aquella euforia subyacía otra realidad que no era perceptible a través de los medios de comunicación ni en conversaciones de café. Nada se hablaba de la realidad de una insurrección independentista que estaba perdida de antemano. Tampoco se hablaba del abundante mercadeo de compra-venta del número de recluta. Aunque sí extrañaba el excesivo aumento de edictos de deserción y requisitoria de soldados que no querían ir a morir en las colonias. Las cancioncillas lo decían todo: Adiós puente del tranvía/por debajo pasa Beiro/por arriba los sorteados/que van a desolladero. O esta otra: Primer domingo de abril/¡qué día tan señalado!/metí la mano y saqué/el número de soldado.

La cruda realidad se conoció en 1896

Muy pronto, ya para la primavera de 1896, se percibe en la prensa de Granada que la marcha de sus soldados a Cuba no había sido para participar en brillantes desfiles militares. Los lucidos y engalanados uniformes de paseo con que subieron al tren, se quedaron en Cádiz. En el barco les vistieron con el traje colonial de rayas y alpargatas. Allí se encontraron una realidad muy diferente. Sus principales enemigos no eran los independentistas caribeños, sus balas y sus cuchillos; lo peor eran las enfermedades tropicales y la mala alimentación. Los jefes militares solían decir que ningún bicho mataba a granadinos y murcianos, ya inmunizados por las aguas del cólera y tifus con que regaban sus huertas. Pero los tres generales aliados con la insurrección cubana (junio, julio y agosto), con sus rigores tropicales, no tenían antídoto para los soldados de la Península.

Tren para el traslado de tropas españolas entre La Habana y Santiago. ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.

Las noticias oficiales ocultaban las penurias de los soldados españoles. La clase política y pudiente seguían veraneando en San Sebastián, mirando hacia otro lado. En cambio, las cartas que llegaban a Granada empezaban a contar la realidad de aquel infierno. El Defensor habilitó lo que se llamó Centro de Informes de Cuba. Consistía en un tablón de anuncios en el que iban colgando los telegramas y cartas que les remitían corresponsales y soldados. A su redacción en la calle Reyes Católicos acudían cada mañana quienes buscaban saber algo de sus hijos o esposos. Todo empezaba a ser malo: abundaban los soldados heridos y enfermos en pésimas cabañas o a campo abierto; estaban harapientos, malnutridos. Empezaban a llegar comunicaciones exactas con los nombres de algunos muertos. Pocos en combate, la mayoría por enfermedades. Y empezaron las rogativas en iglesias, las salidas de la Virgen de las Angustias en procesión y San Miguel desde el cerro del Aceituno. Y las manifestaciones; los estudiantes fueron los primeros en echarse a la calle a vociferar y protestar contra lo que ya se vislumbraba como una carnicería.

Misa organizada por la regente y el Gobierno en la capilla del Palacio Real pidiendo la pacificación de las colonias. ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.

Surgió la 'yankifobia', quemaban las banderas de EEUU que había en las tiendas; incluso rompieron el escaparate de una zapatería del Zacatín por el sólo hecho de llamarse Nueva York

Surgió la yankifobia, quemaban las banderas de EEUU que había en las tiendas; incluso rompieron el escaparate de una zapatería del Zacatín por el sólo hecho de llamarse Nueva York. Todo a cuenta de que a EEUU se le había visto el plumero, estaba detrás de los insurgentes con la intención de quedarse los despojos de las colonias españolas. La Cámara de Comercio declaró la guerra comercial a los productos norteamericanos; recomendó no comprar nada fabricado en Estados Unidos. El Colegio de Médicos hizo algo similar con su colectivo y los boticarios, no había que tomar medicinas que llevasen productos provenientes de aquel país agresor. La reacción ante aquella protesta de Granada fue que el Gobierno de Madrid clausuró la Universidad para silenciar a los jóvenes y evitar que se contagiaran otras provincias.

A partir del recrudecimiento de la guerra continuaron saliendo más y más soldados desde los dos destacamentos radicados en Granada, el Córdoba 10 y La Reina 2. Pero aquellas partidas de 1896 ya no gozaban de tanta simpatía. El coronel del regimiento tenía que invitar a las autoridades para que fuesen a despedir las expediciones; el Ayuntamiento respondía con la tradicional entrega de dos pesetas por soldado, más una caja de cigarros de 40 céntimos.

Hospital de convalecientes retornados montado por el periódico El Imparcial en Madrid, en enero de 1897. ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA

Un año después de la primera expedición granadina empezaron a repatriar a los primeros enfermos y heridos. A partir de su llegada se ratificó la cruda realidad del infierno caribeño. Era verdad que no los mataban las balas, sino las aguas contaminadas, los mosquitos, la miseria y el clima. Ya se empezaban a publicar en el Boletín del Ministerio de Guerra, y en los periódicos, listas de fallecidos. Muy confusas e incompletas, lo que ha impedido conocer con mayor exactitud la realidad de las bajas.

Hasta que la situación estalló en Granada en cuanto se supo (el 18 de abril de 1898) que Estados Unidos daba un ultimátum a España para que abandonara Cuba. Se cerraron tiendas y bares, se organizaron manifestaciones y algaradas

Hasta que la situación estalló en Granada en cuanto se supo (el 18 de abril de 1898) que Estados Unidos daba un ultimátum a España para que abandonara Cuba. Se cerraron tiendas y bares, se organizaron manifestaciones y algaradas. Incluso los profesores y estudiantes decidieron crear un batallón estudiantil para proteger la ciudad de la agresión de Estados Unidos. La intranquilidad provocó que el capitán general de Andalucía declarase el estado de guerra en la región, precisamente la que mayor número de batallones y tropa había aportado a la guerra. El julio fue decretada la censura de prensa y Granada se quedó sin saber cómo España daba sus últimas bocanadas en la isla caribeña. Comenzaba la época de oscuridad y desasosiego.

Telegrama de respuesta del ministro de guerra al alcalde de Granada, agradeciendo las felicitaciones al almirante Cervera y al comandante Díaz Moreu. AHMGR.

La desinformación fue tal por aquellos días de la corta guerra contra EE UU que el Ayuntamiento de Granada envió un telegrama de felicitación al almirante Cervera y al motrileño Emilio Díaz Moreu. Era diputado en cortes por la Costa, también comandante del navío Cristóbal Colón. Se fue a guerrear a la bahía de Santiago de Cuba con un barco nuevo que todavía no llevaba instalada toda la artillería. Se le creyó un héroe en Granada, cuando su único mérito fue embarrancar el buque para evitar que cayera en manos del enemigo e inundarlo para hacerlo irrecuperable. Al menos salvó a toda la tripulación de morir ahogada o bombardeada.

Crucero Cristóbal Colón, recién construido en Génova y sin toda su artillería, que se llevó el granadino a Cuba.

Luctuoso balance, penosa repatriación

Andalucía, la II región militar en 1895, contaba con once regimientos de infantería dispuestos para enviar tropa a la guerra de Cuba. Tenían sus sedes en Sevilla (Segorbe 12, Soria 9 y Granada 34), Córdoba (Cazadores de Cataluña 1 y Cazadores de Cuba 1), Cádiz (Cazadores de Tarifa 5, Pavía 48 y Álava 56), Málaga (Extremadura 15 y Borbón 17) y Granada (Córdoba 10 y Reina 2). Cada uno de aquellos regimientos estaba formado por reclutas procedentes de toda España, pero especialmente de las zonas más cercanas. Los once regimientos fueron enviados a luchar a Cuba entre marzo de 1895 en que salió Segorbe 12 y una compañía de Córdoba 10, y febrero de 1896 en que lo hicieron al completo Reina 2 y C. Tarifa 5.

Los 1.613 soldados granadinos muertos en Cuba estuvieron repartidos prácticamente por todos los batallones; no obstante, resalta el número de bajas que se registraron en el Granada 34 (174 muertos granadinos de un total de 386 que murieron en ese destacamento)

En todos aquellos regimientos de Andalucía, más muchos otros del resto del país, había granadinos. Pero destacaban, por su elevado número, los que hacían el servicio militar en el Granada 34 de Sevilla. Los 1.613 soldados granadinos muertos en Cuba estuvieron repartidos prácticamente por todos los batallones; no obstante, resalta el número de bajas que se registraron en el Granada 34 (174 muertos granadinos de un total de 386 que murieron en ese destacamento). Los soldados granadinos caídos del Reina 2 fueron 41; y otros 34 en el Córdoba 10 y Soria 9, respectivamente. En el cuadro de abajo se desglosan los soldados fallecidos en cada uno de los dos batallones que tenían sede en Granada; 487 en total. El resto de soldados granadinos hasta completar la cifra de 1.613 muertos en Cuba se reparten por prácticamente todos los destacamentos de la Península que fueron desplazados a la isla.

Granada fue la provincia que tuvo más bajas de soldados de todos los batallones de Andalucía

Granada fue la provincia que tuvo más bajas de soldados de todos los batallones de Andalucía. Le siguieron Málaga, Sevilla, Córdoba y Jaén.  En Albacete murieron 804. En las cuatro provincias aragonesas, 4.113; 1.318 de Badajoz y 400 gallegos Estas enormes cifras de granadinos muertos en Cuba contrastan con los poquísimos de toda Cataluña (alrededor de 300) o Madrid, menos de 200, regiones mucho más pobladas. Hubo fallecidos prácticamente de todos los pueblos de la provincia de Granada; de Motril cayeron 87 mozos y de Cúllar Baza, 7.

El equipo del historiador aragonés Julio Navarro incluso eleva el número de muertes totales en la guerra de 1895-98 a 59.109, mientras que los granadinos los rebaja a 1.597. A la hora de elaborar el siguiente gráfico me he decantado por tomar la media de las cifras que ofreció el Boletín del Ministerio de Guerra y de varios historiadores.

CIFRAS DE SOLDADOS GRANADINOS PARTICIPANTES EN LA GUERRA DE CUBA EN 1895-98

 

 

Batallón Reina 2

Batallón Córdoba 10

Granadinos  muertos en todos los  batallones españoles

Fechas de salida de las expediciones granadinas (puerto de Cádiz)

13 febrero 1896

30 agosto 1896

21 novbre 1896

31 novbre 1895

30 agosto 1896

 

Número de soldados enviados a Cuba (totales por batallón)

1.075

433

199

(1.707)

961

311

 

(1.272)

 

Muertos totales de batallones salidos de Granada

251

(14.7%)

436

(34.2%)

1.613

 

Muertos en combate

13

6

 

Muertos por heridas posteriores

12

7

 

Muertos por enfermedades tropicales

226

423

 

Repatriados/barco/puerto/fecha

Werra. Málaga. 18 dicbre 1898

San Agustín. Santander. 2 octubre 1898

 

 

Muertos totales España (1895-98)

44.389

 

Muertos campo de batalla

3.101

(6,98%)

Muertos por enfermedades

41.288

(93,01%)

Andaluces muertos totales

8.827

(19.88%)

Granadinos muertos totales

(repartidos en todos los batallones)

1.613

(3,63%)

% de granadinos muertos sobre el total de andaluces

 

14,87%

La mayoría llegaron enfermos, heridos y malnutridos. Pero poco a poco se fueron reincorporando a sus trabajos, tras un mínimo de 33 meses de guerra

En octubre de 1898, cuando España entregó Cuba, Filipinas y Puerto Rico a Estados Unidos, se dejó enterrados a 1.600 soldados en aquellas tierras (hubo un porcentaje no muy grande que llegaron heridos y fallecieron en sus casas). De los aproximadamente 4.800 soldados granadinos que partieron en 1895 y 1896, dos terceras partes consiguieron regresar. La mayoría llegaron enfermos, heridos y malnutridos. Pero poco a poco se fueron reincorporando a sus trabajos, tras un mínimo de 33 meses de guerra. El problema principal se dio con un porcentaje relativamente importante que llegó sin medios de vida. Para empeorar la situación, la pérdida de las colonias había provocado un encarecimiento de los precios de los productos alimenticios y de vestir.

Tropas españolas atrincheradas en Guantánamo y una de las últimas revistas en Santiago, ya en el verano de 1898, a punto de la rendición. ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA

La sociedad granadina acudió generosa a socorrer a los repatriados con lo puesto. El primero fue el Ayuntamiento de la capital, que comenzó dando 50 pesetas a los soldados recién llegados y sin nada que llevarse a la boca

La sociedad granadina acudió generosa a socorrer a los repatriados con lo puesto. El primero fue el Ayuntamiento de la capital, que comenzó dando 50 pesetas a los soldados recién llegados y sin nada que llevarse a la boca. La Diputación hizo otro tanto. Los teatros dieron la recaudación de una sesión diaria para los repatriados. Los profesores de la Universidad destinaron un día de su sueldo, los canónigos del Sacromonte dos días de sus ingresos. La cantidad más sustanciosa fue la colecta que hizo El Defensor durante la segunda mitad de 1898, con un total de 51.914 pesetas entregadas al gobernador militar para ayuda a repatriados. Pero los medios eran escasos, las 50 pesetas que daba el Ayuntamiento a los primeros repatriados heridos, se redujo a 25, para desaparecer a finales de 1898. Incluso la falta de medios hizo que a los soldados voluntarios se les denegara ayuda (nadie les había obligado a ir, les respondían). Algunas de las familias de los soldados, casados y con hijos, habían quedado desamparadas durante su estancia en Cuba; a su regreso, la miseria iba a seguir siendo prácticamente la misma al recibir a enfermos sin ingresos. Nació una casta de paupérrimos dentro de los pobres que ya había.

Ni siguiera una placa en una plaza o calle. Granada se avergonzó de aquella humillante derrota y pasó página

Para el año 1899 ya se arrastraba la losa de la ruina total del imperio español. EEUU impuso un tratado de paz abusivo; se quedó con las colonias y exigió 300 millones de dólares de indemnización. Calaba la decepción en las generaciones de intelectuales y escritores. Nacía la Generación del 98. Algunos incluso cayeron en el pesimismo profundo y se quitaron la vida (Ganivet pudo ser uno de ellos). La vida seguía y pronto se decidió mirar para otro lado y olvidar a aquellos granadinos que dejaron sus vidas en Cuba. Ni siquiera se cumplió la promesa del Ayuntamiento de hacerles un panteón en el cementerio para concentrar a los que iban falleciendo a su regreso como consecuencia de enfermedades; a lo sumo, se les anotó como enterrados por caridad, como a cualquier vagabundo. Ni siguiera una placa en una plaza o calle. Granada se avergonzó de aquella humillante derrota y pasó página.

Herido en Cuba. El joven José Álvarez Martín había sido herido en Cuba en 1896. Estuvo con la bala en su cuerpo durante un año, hasta que le fue localizada por el Dr. Dorronsoro y extraída en el Hospital Militar de Granada. Esta noticia del Defensor de Granada de 23 de diciembre de 1897 cuenta su historia. Fue una de las primeras radiografías hechas en Granada.

Al menos, el gobierno militar y el Arzobispado se preocuparon por habilitar un pequeño hospital para los heridos y enfermos. Se pensó en los monasterios de Cartuja y San Jerónimo, para concentrar a unos 2.000 repatriados, pero pronto se descartaron por su aparatosidad. Se habilitó una casa en la calle Tinte, de un centenar de camas, la que después acogió el diario Patria y hoy es Centro Cultural José Guerrero. Permaneció abierto el tiempo imprescindible para recuperar a los enfermos.

Si la ciudad organizó la mayor manifestación para despedir al Córdoba 10 en noviembre de 1895, ni una sola persona acudió a recibirles cuando llegaron hundidos cuatro años más tarde

Si la ciudad organizó la mayor manifestación para despedir al Córdoba 10 en noviembre de 1895, ni una sola persona acudió a recibirles cuando llegaron hundidos cuatro años más tarde. Los restos del regimiento Córdoba 10 atracaron en el puerto de Santander el 2 de octubre de 1898, después de casi un mes de travesía. Incluso alguno de sus heridos falleció en el mar o en el traslado por tierra hasta Granada. Los del Reina 2 llegaron dos meses más tarde por el puerto de Málaga. Hasta las navieras privadas sacaron tajada de la repatriación, cobrando un 250% más por cada soldado hacinado en sus camarotes.

Una vida por 1.500 pesetas

La ley militar española permitía a los ricos obviar el servicio militar obligatorio desde principios del siglo XIX hasta la abolición de este privilegio en 1912. El Estado elegía cada año un cupo de reclutas más o menos numeroso en función de las necesidades militares; más si había guerra o conflicto, menos si eran épocas tranquilas. La selección de los mozos se hacía por sorteo en los respectivos ayuntamientos o distritos parroquiales en el caso de las ciudades. Se les llamaba quintas desde el siglo XV por haber comenzado con la recluta a la milicia de una quinta parte de los varones en edad militar.

Durante todo el siglo XIX hubo un enorme rechazo a hacer la mili, sobre todo en ambientes familiares acomodados. Los militares profesionales solían quedarse en la Península, mientras los reclutas y novatos eran enviados a las colonias de ultramar y africanas, en su mayoría

Durante todo el siglo XIX hubo un enorme rechazo a hacer la mili, sobre todo en ambientes familiares acomodados. Los militares profesionales solían quedarse en la Península, mientras los reclutas y novatos eran enviados a las colonias de ultramar y africanas, en su mayoría. Los índices de mortandad y enfermedades eran tremendamente altos. Ningún padre deseaba enviar a sus hijos a una muerte bastante probable. En el caso de las clases desheredadas, el servicio militar suponía todo lo contrario, una manera de conseguir ayuda para la familia y afán de aventura. Pero, por lo general, la mayoría de familias intentaban evitar que sus hijos engrosaran las milicias. De ahí que se dieran elevadísimos porcentajes de alegaciones y/o triquiñuelas para evitar la mili; las alegaciones solían oscilar entre el 35% de épocas tranquilas y hasta el 80% en el caso del reclutamiento para la guerra de Cuba. Además, se incrementó notablemente el índice de deserción o echados al monte para evitar el envío a la guerra caribeña: el reemplazo del año 1897 en Granada ascendió a 9.061 mozos, de los cuales alegó el 80%, conocedores de que su destino podía ser una muerte más que probable. Para entonces ya se conocían los estragos que estaban causando las enfermedades en Cuba. Obviamente, aquellos intentos de escaqueo por causas objetivas solían triunfar en porcentajes bajos.

Nota publicada en prensa en septiembre de 1895 dando a entender que se perdonaría a todos los prófugos y desertores de quintas previas, con tal de que se incorporasen a los refuerzos para Cuba.

El escaqueo legal del servicio militar era de dos tipos: por redención y por sustitución. Evidentemente había que ser familia pudiente para conseguirlo. Muchos padres habilitaban una hucha en cuanto les nacía un hijo varón pensando en utilizar ese dinero para librarlo de la mili veinte años más tarde; solía decirse que era mejor invertir en librar a un hijo de la tropa que en darle una carrera. Muchas familias vendieron o se hipotecaron para toda su vida, se empobrecieron con tal de librar a los hijos de la mili.

La familia pagaba directamente al Estado para librar a su vástago, con precios que oscilaban a finales del siglo XIX entre 6.000 y 8.000 reales (1.500 y 2.000 pesetas de la época)

La redención era la forma legal más utilizada y segura de apartar a los hijos del ejército, en algunos casos con permanencias de hasta diez años. La familia pagaba directamente al Estado para librar a su vástago, con precios que oscilaban a finales del siglo XIX entre 6.000 y 8.000 reales (1.500 y 2.000 pesetas de la época). Comparativamente, esas cifras equivalían al sueldo de dos años de un médico de pueblo y casi tres de un maestro de escuela. El Estado ingresaba importantes cantidades de dinero con este método y nunca perdía a un soldado, pues tiraba de lista y reclutaba al siguiente.

La segunda fórmula para alcanzar el desenganche militar consistía en sustitución. Solía ser menos segura, pero algo más barata en precio. Es decir, un mozo con dinero al que le había tocado hacer la mili cambiaba su número con otro exento, pero en este caso de familia pobre y necesitada de ingresos. El rico vendía su riesgo a otro que lo asumía por dinero. Este segundo caso era un contrato entre dos particulares, con muchos matices y muchos más riesgos que el suscrito entre el Estado y el mozo. Los archivos notariales de Granada están repletos de contratos de sustitución entre dos mozos que intercambiaban sus números de sorteo. Era obligatorio llevar la fe del notario para demostrarlo ante la caja de reclutas.

En la escritura notarial se estipulaban las condiciones que regulaban el compromiso; las cantidades más altas pagadas por una sustitución en Granada alcanzaron las 2.300 pesetas en el año 1897, pero lo habitual es que se situaran un poco por debajo

En la escritura notarial se estipulaban las condiciones que regulaban el compromiso; las cantidades más altas pagadas por una sustitución en Granada alcanzaron las 2.300 pesetas en el año 1897, pero lo habitual es que se situaran un poco por debajo. También hay escrituras con cifras muy poco por encima de las 700 pesetas. Era costumbre que se entregase un tercio de la cantidad pactada en el momento de la incorporación a filas; los otros dos tercios solían depositarse en la notaría o en un banco para ser pagadas al licenciarse en soldado sustituto. También hay contratos en los que el librado iba haciendo los pagos de manera trimestral o semestral.

Obviamente, un porcentaje alto de sustitutos no regresó. El contrato estipulaba que entonces la deuda se entregaba a los padres o a la viuda del militar no regresado. Se incluía una cláusula también para prevenir arrepentimientos o deserciones; en este caso, si el sustituto desertaba, el Estado obligaba al sustituido a incorporarse a filas. Y una cláusula final que incluía a un fiador para que se compensaran los daños en caso de incumplimiento del contrato.

En las guías comerciales de Barcelona se anunciaban montepíos en los que invertir para garantizar la redención de hijos del servicio militar.
Noticia en prensa de Madrid del 26 de abril de 1895 en la que La Unión Española garantizaba que sus mozos clientes tenían asegurada la exención de la mili, aunque el Gobierno hubiese incrementado la leva para Cuba.

Alrededor de este sistema de sustituciones surgió un lucrativo negocio por infinidad de mediadores y empresas nacidas ex profeso

Alrededor de este sistema de sustituciones surgió un lucrativo negocio por infinidad de mediadores y empresas nacidas ex profeso. En las grandes ciudades existieron corredores o agentes de quintas que se encargaban de poner en contacto, y negociar, a quienes podían pagarse no ir con quienes deseaban comprar un número en la mili para que sus familias pudiesen comer en su ausencia. Aquel trapicheo no se limitó a una familia de un pueblo que cambiaba el número con el vecino, sino que en ocasiones un muchacho de la aldea más remota estaba comprando el número de un desconocido, quizás el hijo de un empresario catalán o de un aristócrata madrileño. Sólo de esta manera se entiende que las zonas más deprimidas de Andalucía, Extremadura y La Mancha aportasen más sangre joven, y más víctimas, a la guerra de Cuba.

Aquellas agencias de quintas tuvieron su origen en Barcelona y rápidamente se extendieron por toda España; incluso en Granada ponían anuncios buscando delegados en los principales pueblos

El rechazo de las clases adineradas a jugarse la vida en Cuba, Filipinas o África hizo florecer el negocio de las agencias de quintas. Fueron un escalón más de los agentes de quintas, que tomaron mucha fuerza durante la guerra cubana. No eran legales, pero funcionaban sin esconderse e incluso se anunciaban en prensa. Se presentaban como compañías aseguradoras, pero la realidad es que eran simples agencias de contactos y gestión para librar mozos de la muerte o la enfermedad. Sólo por dinero. Solían cobrar comisiones de más de 50% de las cifras pactadas. Aquellas agencias de quintas tuvieron su origen en Barcelona y rápidamente se extendieron por toda España; incluso en Granada ponían anuncios buscando delegados en los principales pueblos.

Este anuncio es de El Defensor de 15 de septiembre de 1895. La aseguradora catalana había abierto sede en Granada y buscaba agentes en los pueblos.
Otra empresa de seguros que tramitaba redenciones y sustituciones en Granada.

La media de mozos granadinos redimidos por el Estado en el periodo 1895-97 fue del 12,5% de quienes resultaron llamados a la guerra de Cuba. El porcentaje de mozos que se compraron-vendieron sus números (sustitución) fue del 5,5%. Es decir, el 18% de reclutas granadinos a los que les tocó la bola negra la cambiaron por otra blanca sólo por haber nacido en una familia pudiente. Es imposible conocer cuántos de ellos se quedaron para siempre en Cuba, a cambio de unas 1.000-1.500 pesetas para sus padres o sus viudas; una especulación a partir de los 1.613 muertos oficiales me lleva a concluir que alrededor de 290 jóvenes granadinos muertos en la guerra de Cuba dieron su sangre por otros a cambio de dinero.

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