Toni Erdmann o el espejismo de confundir rutina con seguridad
Como fórmula sostiene el filósofo Jordi Pigem, toda crisis puede ser un punto de inflexión en el que nos vemos obligados a parar y replantearnos las cosas. Una gran oportunidad para despertar y ponernos en pie. Y este fue el pensamiento que vino a mi cabeza mientras visionaba la película Toni Erdmann.
El psiquiatra Luis Rojas Marcos nos recuerda que las personas que cambian suelen ser personas optimistas, que esperan lograr lo que se proponen o utilizan los éxitos del pasado como refuerzos positivos para no cesar en su empeño. Son personas que sitúan los motivos de sus logros en su interior, en sus capacidades y no en el azar o la fortuna.
Ayuda a afrontar las situaciones de crisis aceptar nuestra libertad y, por lo tanto, nuestra responsabilidad para elegir; no ignorar el para qué de nuestra vida; identificar nuestros sentimientos; asumir el dolor; no compararnos y ser flexibles con nosotros mismos.
Es importante también desarrollar la tolerancia a la frustración; no confundir problema con catástrofe para que cuando no alcancemos el éxito esperado, aprendamos de ello
En momentos de crisis, el futuro se convierte más que nunca en una fuente de inquietud. Pero, aunque este temor es universal, consustancial al ser humano, no lo es la forma en que cada uno de nosotros reaccionamos ante él. Esta reacción dependerá de las habilidades emocionales que hayamos desarrollado; en definitiva, dependerá de cómo y cuánto hayamos mirado dentro de nosotros mismos para conocernos; para que explorando al máximo nuestras habilidades, podamos confiar en nuestras capacidades.
No dejarnos engañar por el espejismo de confundir la rutina con la seguridad; abandonar el miedo al cambio porque la vida se compone de cambios continuos para adaptarnos a ella. Tenemos que aprovechar el momento de crisis como fuente de energía para enfrentarnos a la situación porque la mayoría de las veces nos hemos instalado en la tranquilidad de lo conocido y no somos capaces de abandonar ese refugio incluso percibiendo que hay algo que necesitamos, que nos falta y que se encuentra fuera de él.
La crisis supone siempre un punto de inflexión que hace que nos replanteemos y es un buen momento para proponerse ese cambio anhelado; abandonar todo aquello que atenta contra nuestro bienestar y reconciliarnos con nosotros mismos. Nuestra capacidad de aprender y de crear no tiene límites y no está de más recordarlo. Por eso “hoy es siempre todavía” que diría Machado para alcanzar un mayor grado de libertad personal y realizarnos; de agradecer la existencia y asumir en este proceso un papel protagonista.
El diálogo con nosotros mismos debería ser constante para reconocer sobre la marcha qué nos hace sentir mal y modificarlo antes de que se convierta en un hábito inconsciente y contribuya a instalar la desdicha en nuestra vida. De la misma manera, afiancemos aquellos gestos que nos proporcionan bienestar, ya sabemos que bastan veintiún días seguidos de práctica para que se convierta en hábito.
Este trabajo requiere que seamos muy sinceros y no nos autoengañemos ni busquemos excusas para dar a los demás de por qué hacemos y dejamos de hacer algo; armonicemos lo que somos con lo que hacemos; modifiquemos comportamientos o relaciones que nos perjudican; abandonemos ideas preconcebidas sobre lo que somos capaces y no somos capaces de lograr; intentemos comprendernos y respetarnos con nuestras cosa buenas y aquella no tan buenas. En este proceso seamos optimistas pero, sobre todo, realistas.
Con este trabajo podemos descubrir unas fortalezas internas que desconocíamos y otras y otras que podemos desarrollar para generar una sana autoestima que se aleje del victimismo y se lance a satisfacer nuestras necesidades haciéndonos responsables de lograrlo.
Es importante también desarrollar la tolerancia a la frustración; no confundir problema con catástrofe para que cuando no alcancemos el éxito esperado, aprendamos de ello y, en lugar de abandonar, volvamos a intentarlo con más y mejor información; eludiendo el conformismo.
Poner a nuestro favor el estrés positivo que para David Servan-Schreiber consideraba que nos hace desarrollar nuestras competencias y habilidades; él constituye un acicate para nuestra forma de responder a situaciones desconocidas para nosotros y que suponen nuevos retos. El que nos ayuda a superar las pruebas que nos pone la vida.