'Tolerancia y contención, pero política'
Tolerancia mutua y contención en el ejercicio del poder, dos notas fundamentales para el desarrollo de una buena práctica política, que no están recogidas en ninguna Constitución ni en ninguna Ley, pero que aparecen configuradas como dos principios necesarios y convenientes para los actuales momentos políticos, en algunos de los libros o artículos que han ocupado mi atención en las previas y en las posteriores de las Elecciones Andaluzas del 19 de junio y en su complejo contexto político, social y electoral. Por citar algunos, el libro "Como mueren las democracias" de Lewitsky y Ziblatt y varios artículos de la obra colectiva “División de poderes en el Estado de partidos”.
Y sin embargo, si ese ejercicio (y añado yo, y el ejercicio de la oposición por supuesto que también), no se acompaña de las adecuadas dosis de tolerancia y contención, se corre el riesgo de ejercer un mal gobierno y de contribuir al enrarecimiento del clima político
La letra de la ley (incluso de la Constitución, como máxima ley) es la letra de la ley. El espíritu de la ley es el espíritu de la ley. Y la interpretación constitucional de las leyes es la interpretación constitucional de las leyes. En base al cumplimiento de esos 3 vectores, es legítimo, democrático, incluso mayoritariamente aceptado, el ejercicio del gobierno en una sociedad. Y sin embargo, si ese ejercicio (y añado yo, y el ejercicio de la oposición por supuesto que también), no se acompaña de las adecuadas dosis de tolerancia y contención, se corre el riesgo de ejercer un mal gobierno y de contribuir al enrarecimiento del clima político. Tolerancia mutua para reconocerle al adversario político la legitimidad democrática de ser alternativa de gobierno, aunque se intente (lógicamente) por medios democráticos que no lo sea. Obviamente, también la de reconocérsela al gobierno, que no lo es por insaculación. Y contención para saber advertir que determinado ejercicio de las prerrogativas y las competencias de las que dispone un gobierno, no siempre han de ejercerse, o al menos, en toda su intensidad, por más legal que resulte.
Ambos principios son correctos y contribuyen a destacar buenas prácticas políticas y ciudadanas. Ayudan a una relajación del clima político y conforman una saludable competencia democrática trufada de respeto dentro de la diversidad de opiniones y políticas a implementar
En términos generales, considero que ambos principios son correctos y contribuyen a destacar buenas prácticas políticas y ciudadanas. Ayudan a una relajación del clima político y conforman una saludable competencia democrática trufada de respeto dentro de la diversidad de opiniones y políticas a implementar. La idea vendría a ser que existen adversarios y no enemigos políticos, y que quien defiende ideas contrarias (incluso muy contrarias) a otros actores políticos, en el fondo también desean el bienestar y la prosperidad de la sociedad a la que quieren representar, y que, por tanto, su legítima aspiración a gobernar no supone ningún riesgo para el país ni ninguna amenaza para su ciudadanía, como tampoco lo supone el que lo ejerza quien gobierna.
Primero está la política, y después está el cómo mejor se puede ejercer. Por delante, el modelo, el programa, las propuestas y las consecuencias de éstas. Y por detrás, hacerlo de la manera más correcta posible, más tolerante y más contenida. Por aclararnos
Pero claro, los conceptos hasta aquí esbozados no deben llevarnos a un falso "buenrollismo" que despoje a la acción política de toda la carga ideológica, didáctica y de defensa de un programa y de un modelo de sociedad, sin los cuales, la política dejaría de ser política. Y sería otra cosa, que desde luego, para quien suscribe, estaría en las antípodas de lo que merece la pena ser defendido, reivindicado y ejercido. Es decir, primero está la política, y después está el cómo mejor se puede ejercer. Por delante, el modelo, el programa, las propuestas y las consecuencias de éstas. Y por detrás, hacerlo de la manera más correcta posible, más tolerante y más contenida. Por aclararnos.
En España, las Elecciones Generales de 2019 arrojaron un resultado. Ese resultado propició una determinada composición parlamentaria, fruto de la cual, y entre todas las alternativas posibles, se consiguió la investidura de un presidente del gobierno, con fidelidad absoluta tanto a la letra de la Constitución (presentación de un programa de gobierno, votación por la mayoría legal y proclamación), como a los dos principios sobre los que versa esta reflexión (tolerancia, pues se era consciente de que se podría haber dado otra combinación parlamentaria, y por supuesto, hubiera sido respetada, aunque no se dio; y contención, pues la propia suma de voluntades políticas ya apuntaba a las dificultades de un ejercicio no contenido del poder).
El Gobierno resultante lleva 3 años cumpliendo escrupulosamente el programa de gobierno sobre el que se sustentó la investidura del presidente, aunque haya a quien no le guste. Que además, y no habrá nadie que razonadamente alcance a discutirlo, se corresponde con los anhelos principales de la mayoría de la sociedad española
El Gobierno resultante lleva 3 años cumpliendo escrupulosamente el programa de gobierno sobre el que se sustentó la investidura del presidente, aunque haya a quien no le guste. Que además, y no habrá nadie que razonadamente alcance a discutirlo, se corresponde con los anhelos principales de la mayoría de la sociedad española. A saber. Protección social nítida y explícita a los sectores más desfavorecidos, fiscalidad justa y progresiva que permita un fuerte volumen de inversión pública reequilibradora, igualdad real y efectiva, acceso a los servicios públicos, destensionamiento de determinadas tensiones territoriales y permanente búsqueda de acuerdos, nunca fáciles, etc. Programa de gobierno que se ha plasmado, nada más y nada menos, que en 3 Presupuestos Generales del Estado para los años 2020, 2021 y 2022, aprobados sobradamente por la mayoría muy mayoritaria del Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía nacional. Todo ello en un contexto muy complejo de pandemia, tensión internacional y crisis económica, por no hablar (tolerancia y contención obligan) de la vergonzosa, desleal y dañina actuación de la oposición política y de la mayoría de los medios de comunicación de este país.