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Las teorías de la conspiración y el problema de los crédulos

Blog - La soportable levedad - Francis Fernández - Domingo, 1 de Noviembre de 2020
'Las manos de la Ternura', de Oswaldo Guayasamín.
Museo Guayasamín
'Las manos de la Ternura', de Oswaldo Guayasamín.
'El reino de las sombras es el paraíso de los fantasiosos. En él encuentran una tierra sin límites donde pueden establecer a capricho su residencia. Vapores hipocondríacos, cuentos de viejas y prodigios conventuales les proporcionan sobrados materiales para construirla'. Immanuel Kant, Los sueños de un visionario.

Sea por algún resquicio anclado en lo más profundo de nuestros genes desde la época en la que considerábamos al sol y la luna dioses que nos observaban desde el cielo. Sea por alguna tara que nos ha legado la caótica evolución desde que nos bajamos de los árboles y nos expusimos a ser devorados por carnívoros más afortunados que nosotros en el plano depredador, somos seres crédulos por naturaleza. La razón lleva milenios puliendo esas pulsiones que nos instan a entrar en pánico ante lo desconocido, o dar la explicación más estrambótica ante todo aquello que desconocemos, pero dado el impactante número de crédulos en pleno siglo XXI, que alimentan teorías de la conspiración y demás sandeces supersticiosas, que nos contagian de estupidez más rápidamente que el coronavirus nos enferma, no parece que haya tenido excesivo éxito.

La diferencia es que en esta ocasión los cuentos no tratan de despertar nuestra imaginación y hacernos pasar un buen rato, avivando nuestros temores en un ambiente cálido y seguro, sino aturdir el poco raciocinio que solemos usar cotidianamente, y hacernos prisioneros de nuestros miedos, con el resultado de hacernos más manipulables

El ser humano del siglo XXI parece haberse vuelto más crédulo que nunca, donde las patrañas difundidas en las redes sociales han sustituido a esos cuentos fantasmagóricos que antaño nos embobaban a la luz de una hoguera. La diferencia es que en esta ocasión los cuentos no tratan de despertar nuestra imaginación y hacernos pasar un buen rato, avivando nuestros temores en un ambiente cálido y seguro, sino aturdir el poco raciocinio que solemos usar cotidianamente, y hacernos prisioneros de nuestros miedos, con el resultado de hacernos más manipulables. No porque haya una cábala de alienígenas que pretende apoderarse del planeta, sino por algo tan propio de la especie humana como es la avaricia, en algunos casos alimentada por el odio a lo que es diferente. De tal manera que unos pocos, a través del poder que les concedemos, dan rienda suelta a sus odios frente a todo aquello que no comprenden, no les gusta, o simplemente se interpone en su camino a ganar más dinero.

Perplejos, por no emplear el estrambótico adjetivo de estupefactos, deberíamos quedarnos al ver como a pesar de los siglos de presunto dominio de la racionalidad y la ciencia, al menos en amplios ámbitos del planeta, sigue habiendo un increíble porcentaje de seres humanos anclados en un pensamiento tan abstruso como es el lastrado por la superstición; démosle una pátina religiosa, creencias en invisibles dioses y guerras santas mediante, démosle una pátina política, donde se vota a los que inventan los bulos más sonrojantes, mienten o roban, o démosle una pátina seudocientífica, donde alguno que otro defiende que el coronavirus no existe y es una conspiración de las elites del mundo para hacernos la puñeta y coartar nuestras libertades. O quizás, debamos mezclar los tres sabores en esta macedonia conspiranoica y absurda, pues los unos se buscan a los otros, y se unen en su conspiranoica visión del mundo, donde todos son planes malvados que les ocultan la verdad. La realidad la construyen a su antojo y semejanza, con la ficción sustituyendo a la realidad. Todo vale para justificar una insatisfacción que les impide alcanzar su verdadero lugar en el mundo, sea cual sea éste, aunque habitualmente se trata de pisar el cuello al prójimo que no es como ellos quieren que sea.

Una de las conspiraciones más absurdas que sorprendentemente ha ido creciendo en 2020, este año al que solo le falta una invasión extraterrestre, o un apocalipsis zombi, para culminar en toda su gloria, perdonen la ironía, es la que llaman 'QAnon'

Una de las conspiraciones más absurdas que sorprendentemente ha ido creciendo en 2020, este año al que solo le falta una invasión extraterrestre, o un apocalipsis zombi, para culminar en toda su gloria, perdonen la ironía, es la que llaman QAnon. Surgida hace unos años en los EEUU, alimentada por la derecha extrema, y muchos de esos asesores que ayudaron a Trump a llegar la Casa Blanca, y ahora, a mantenerle, redoblando sus esfuerzos en estos meses previos a la elección presidencial. Una teoría que  lleva al paroxismo el absurdo de la conspiración, y crece en miles y miles de seguidores, extendiéndose no solo por los EEUU, sino por otros lugares del mundo. Tanto ha crecido que hoy día expertos antiterroristas advierten del crecimiento de este fenómeno y cómo puede derivar en actividades violentas, filtrando su influencia en política e interviniendo en que elijan, como antaño el Tea Party, a candidatos que les muestran pleitesía  al QAnon, del partido republicano de los EEUU.

 La teoría surgió en las entrañas más oscuras de eso que llaman Deep Web, pero se ha extendido hasta estar presente en Facebook, Twitter, YouTube y todas aquellas redes sociales que se nos ocurra nombrar. Su idea inicial, y núcleo de su teoría conspiranoica, a la que van añadiendo otras que orbitan alrededor, era avisarnos de que existe una red de pedófilos que gobierna el mundo, que son adoradores de Satán, y que Donald Trump es una especie de paladín elegido para combatirlos. Hillary Clinton, Obama, el multimillonario George Soros, o actores como Tom Hanks, forman parte de esta élite que trafica con niños, no solo, ya que algunas de las derivadas de la teoría difunden que utilizan partes de sus cuerpos para extraer un químico que les permite alargar su vida. Ya, parece un mal guion de una película de terror y ciencia ficción, pero por mucho que nos parezca el absurdo elevado a la enésima potencia, no solo tienen muchos miles de fanáticos seguidores, sino que el propio Trump, sabedor de cómo pueden influir en ganarle más apoyos, se niega a denunciar esta locura. Al fin y al cabo, según QAnon un grupo de honorables generales le eligió para combatir el mal, desenmascarar la conspiración y llevar ante la justicia a todos estos criminales. A este personaje es al que admiran algunos políticos en nuestro país, que visto lo visto, muy pronto se apuntan a esta locura conspiranoica, a ver si arañan votos, incluso jugando con la cordura de la gente.

Significativamente han crecido también otras teorías conspiranoicas que nos advierten de un malvado plan para acabar con nuestras libertades y salud, a través del uso de mascarillas, que nos ahogan, vacunas con chips incorporados, y otras sandeces similares, englobadas bajo el cautivador epígrafe de 'plandemic'

Las redes sociales, poco a poco han ido reconociendo su peligrosidad y decidido actuar, tarde y mal. Twitter reconoce que al menos hay 150.000 cuentas adheridas de una manera u otra a este movimiento, Facebook, ni se sabe, dada la opacidad que la caracteriza. Algunos estudios advierten que durante la crisis del confinamiento y la pandemia, algunos grupos vinculados a QAnon se han multiplicado por seis, como poco. Significativamente han crecido también otras teorías conspiranoicas que nos advierten de un malvado plan para acabar con nuestras libertades y salud, a través del uso de mascarillas, que nos ahogan, vacunas con chips incorporados, y otras sandeces similares, englobadas bajo el cautivador epígrafe de plandemic. Algunas de las cuales se han ido incorporando como satélites al núcleo central de la ideología QAnon, como una especie de círculo protector. Los que nos obligan a llevar mascarillas, según los adeptos a esta sublime estupidez, vienen a ser los mismos que sacrifican niños para obtener la eterna juventud. Cuando llegue a nuestro país, y dado el creciente cumulo de crédulos que vamos acumulando estos meses es probable, no es difícil imaginar quienes la adaptaran a la idiosincrasia patria y la incorporarán a esa otra teoría conspiranoica que habla de malvados bolivarianos comunistas que nos gobiernan, quién sabe si con los mismas pérfidas intenciones que otros correligionarios tan peligrosos como son Hillary Clinton o Tom Hanks, popes del mal.

La liquidez absurda que está disolviendo la racionalidad en algunos ámbitos de nuestras desarrolladas sociedades, alimentando estas pesadillas de los crédulos, está socavando los cimientos de una sociedad libre, que tanto les constó construir a los movimientos ilustrados del siglo XVIII. La ilustración supuso un paso de gigante en el anhelo de la razón para el desarrollo moral de la humanidad. El sueño de unos pocos de emanciparnos de las sombras de la superstición y la irracionalidad en el que unos muchos estaban sumergidos. Su intención no era otra sino convertir las pesadillas causadas por la ignorancia y el miedo, que tanto nos desorientan, en un sueño lúcido donde la razón se pone al mando, iluminando las sombras del obscurantismo que pretende atraparnos y cegarnos en nuestro devenir. Cientos de años después, uno pudiera pensar que los siglos de la superstición habrían pasado a mejor vida, dados los avances en conocimientos científicos sobre nuestra minúscula existencia en ese macrocosmos en el que vivimos, ya hemos visto que no es así.

Cientos de años después, uno pudiera pensar que los siglos de la superstición habrían pasado a mejor vida, dados los avances en conocimientos científicos sobre nuestra minúscula existencia en ese macrocosmos en el que vivimos, ya hemos visto que no es así

Immanuel Kant fue contumaz en su insistencia para avisarnos de los peligros que para el progreso de la especie humana implicaba quedarnos anclados en las sombras de la superstición. Quince años antes de su obra culmen, la Critica de la Razón Pura, escribió un pequeño texto. Los sueños de un visionario,  en el que en un estilo más asequible del habitual, denuncia no sin amarga ironía, como funciona la mente de los crédulos que construyen realidades paralelas en torno a la superstición. Kant trata de responder en esta obra a los desvaríos de la obra de un personaje, Emmanuel Swedenborg, un antecesor podríamos decir, de todos estos personajes que a la sombra de la extrema derecha alimentan los bulos que alimentan nuestros odios y miedos. En dicha obra, para los curiosos: Arcana Caelestia, quae in Scriptura Sacra seu Verbu Domini sunt detecta. Una cum mirabilibus, quae visa sunt in mundo spiritum et in caelo angelorum, manifiesta que solo escribe de aquello que ha visto con sus propios ojos, similar a lo que dicen los progenitores de QAnon, que juran y perjuran que todo lo que dicen es cierto. Básicamente, el escritor sueco nos dice que todos somos espíritus, y como tales podemos contactar con otros espíritus, muertos se supone, y todo ello está oculto en cripticas informaciones que encontramos en la Biblia.

No difiere mucho de las tonterías New Age que podemos encontrar en las redes sociales, o en programas de madrugada de las televisiones. Quién sabe si en los institutos se revisitasen obras de filósofos, como éste pequeño ensayo de Los Sueños de un visionario, no seríamos tan crédulos, pero no pidamos peras al olmo de la educación. Kant siente más pena que otra cosa por este tipo de desvaríos, y trata de encontrar el origen de estas supersticiones en el natural anhelo humano de sobrevivir a la muerte, pero eso no obvia la insensatez de tales afirmaciones. Otros motivos son el misticismo irracional y la vacía especulación, que no dejan de ser igualmente relevantes como espurios motivos en el trasfondo de las actuales teorías de la conspiración. Irracionalidad que hemos de desterrar de la psique humana, a través de la vacuna de la razón, no hay otra. Y ésta, una vez que ha funcionado, lo hace para toda la vida. O decidimos ponérnosla, hasta crear una inmunidad social que nos proteja de las pesadillas de los crédulos, o nos arriesgamos a caer presos de sus delirantes alucinaciones, quién sabe con qué tenebrosos resultados.

 

Imagen de Francis Fernández

Nací en Córdoba, hace ya alguna que otra década, esa antigua ciudad cuna de algún que otro filósofo recordado por combinar enseñanzas estoicas con el interés por los asuntos públicos. Quién sabe si su recuerdo influiría en las decisiones que terminarían por acotar mi libre albedrío. Compromiso por las causas públicas que consideré justas mezclado con un sano estoicismo, alimentado por la eterna sonrisa de la duda. Córdoba, esa ciudad donde aún resuenan los ecos de ése crisol de ortodoxia y heterodoxia que forjaría su carácter a lo largo de los siglos. Tras itinerar por diferentes tierras terminé por aposentarme en Granada, ciudad hermana en ese curioso mestizaje cultural e histórico. Granada, donde emprendería mis estudios de filosofía y aprendería que el filosofar no es tan sólo una vocación o un modo de ganarse la vida, sino la pérdida de una inocencia que nunca te será devuelta. Después de comprender que no terminaba de estar hecho para lo académico completé mis estudios con un Master de gestión cultural, comprendiendo que si las circunstancias me lo permitirían podría combinar el criticado sueño sofista de ganarme la vida filosofando, a la vez que disfrutando del placer de trabajar en algo que no sólo me resultaba placentero, sino que esperaba que se lo resultase a los demás, eso que llamamos cultura. Y ahí sigo en ese empeño, con mis altos y mis bajos, a la vez que intento cumplir otro sueño, y dedico las horas a trabajar en un pequeño libro de aforismos que nunca termina de estar listo. Pero ¿acaso no es lo maravilloso de filosofar o de vivir? Tal y como nos señala Louis Althusser en su atormentado libro de memorias “Incluso si la historia debe acabar. Si, el porvenir es largo.”